martes, 21 de septiembre de 2010

ZANNIER VALENZUELA, Víctor

Identifica a tus antepasados. Envíanos biografías u hojas de vida y fotografías de ellos para incluirlos en el blog!

ZANNIER VALENZUELA, Víctor
1925-2009

Temprano militante de la izquierda marxista, tuvo destacada actuación en la toma de haciendas que anticipó la firma del decreto ley de Reforma Agraria el 2 de agosto de 1953 en Ucureña. Sobresalió como periodista e intelectual y fue figura principal en el episodio de entrega de las manos de Ernesto Che Guevara tras la guerrilla de Ñancahuazú.
Era un conversador genial, de memoria infatigable y palabra galana y fácil; fue una lástima que no escribiera sus memorias. Hablaba en tono zumbón e irónico con mucha gracia. Luis Mérida Coimbra pudo filmar su valioso testimonio que incluye un diálogo tenso con la hija del Che Guevara, por entonces de visita en Cochabamba.
Hay fotografías que lo muestran muy joven junto a José Antonio Arze y otros connotados militantes del PIR, y otras junto a Ñuflo Chávez Ortiz y Óscar Arze Quintanilla poco antes de la firma del decreto ley de Reforma Agraria. Entre 1952 y 1956 fue Coordinador de Asuntos Campesinos. Conoció a personalidades como Fidel Castro, Mario Vargas Llosa y Oriana Fallaci, quien lo calificó como “un hombre de excepción”. José Nogales Nogales dice de él: “Era un ser generoso al extremo, sin cálculo alguno en sus actos, se daba plenamente a la solidaridad humana y a la amistad.”

Era hijo del italiano Francisco Zannier Toniatty y de María Valenzuela Córdova, el mayor de ocho hermanos. Era soltero y tuvo una hija, Stephanie Zannier V.
Estudió Derecho en la UMSS y fue secretario ejecutivo de la FUL; fue asimismo director de la Biblioteca Central José Antonio Arze, de dicha universidad.
Fundó el diario “El Mundo” y lo dirigió en el período 1955-1964, reuniendo a intelectuales de nota como René Rocabado Alcócer y, Jorge Suárez; allí hizo sus primeras armas José Nogales Nogales. Una anécdota curiosa: acreditó a Mario Vargas Llosa como corresponsal eventual de El Mundo, en París. Desde sus páginas defendió los recursos naturales del país y llevó una línea crítica contra el régimen del MNR propiciando su caída en 1964. La revolución cubana triunfante lo miró siempre con buenos ojos y así desarrolló amistad estrecha con Fidel Castro y otros jerarcas cubanos. A raíz de ello, en enero de 1968 el ministro del Interior Antonio Arguedas le encargó entregar al gobierno cubano los microfilmes del Diario del Che Guevara. Hizo un periplo por Santiago de Chile, desde donde envió a La Habana los microfilmes camuflados con vinilos de música chilena; entretanto Zannier logró llegar a La Habana y conocer a Fidel Castro, quien anunció públicamente que “la Revolución tenía amigos y que gracias a ellos el Diario del Che había sido rescatado de manos del enemigo”.
En 1969, el mismo Antonio Arguedas le encomendó las manos y la mascarilla del Che Guevara con el mismo destinatario, rescatada de una urna oculta en el patio de la casa del ex ministro, según el valioso relato de José Nogales Nogales en su libro Che Guevara, rebelde con causa. Víctor se valió de la embajada húngara para transportar el encargo vía Montevideo – Buenos Aires – París – Budapest – Moscú y finalmente La Habana, con una peligrosa escala técnica en las Bermudas. No quiso recibir por ello recompensa alguna y mantuvo reserva y anonimato por casi tres décadas sobre este episodio, según la misma fuente que revela otra faceta de nuestro personaje: la de ocultar y colaborar a guerrilleros de Ñancahuazú en su domicilio, entre ellos Tania, que cenó en casa de Zannier. En Chile lo colaboró el periodista Hernán Uribe, quien diseñó la llamada Operación Victoria, según su libro en el cual llama a Zannier el Mamut o el Mensajero, sin revelar su identidad. El portador de los microfilmes fue Mario Díaz, redactor de la revista Punto Final, que dirigía Uribe.
Sobre las manos del Che y el papel de Antonio Arguedas, Nogales Nogales dice: “Las tenía guardadas en un bote de formol, debajo de la cama, dentro de una urna de madera tapizada con “terciopelo rojo” y con un “acabado muy elegante”, según él.” El testimonio de Víctor Zannier es coincidente: “Con el hijo de Arguedas, Carlitos, que tenía entonces catorce años, cavé un poco en el suelo de cemento debajo de la cama y encontré una bandera cubana y una boliviana que envolvían una urna tallada en madera, donde figuraban las fechas de nacimiento y asesinato del Che. Dentro había un bote con las dos manos en perfecto estado. Había también una mascarilla de yeso, no muy bien hecha, con restos de barba, bigote, cejas y pelo. Probablemente, el que la hizo no tenía práctica o medios. Era la cara del Che volcada".
El siguiente paso fue buscar la colaboración de Jorge Sattori, militante del PCB y de Juan Coronel Quiroga, también militante, quien ocultó las manos y la mascarilla del guerrillero bajo su cama. En esas circunstancias, Coronel recibió una misteriosa oferta de compra de las reliquias para el Museo Británico por dos sumas elevadas, hecha por Jean-Cristophe d´Aenens, del British Museum. Coronel dice al respecto: “Saqué fuerzas de la flaqueza para responderle, con aparente tranquilidad, que estaban equivocados, que yo no sabía nada de lo que les interesaba…No me cupo duda alguna, en aquel entonces, ni me cabe duda alguna ahora, que era la CIA la que había olfateado algo; no conocía la verdad, pero estaba sobre la pista”.
Zannier y Coronel combinaron un plan para despistar a los agentes occidentales y viajaron a Hungría con sendas maletas, pero otro era el portador de las reliquias. “¿Quién llevaba las manos del Che? Zannier asegura que ninguno de los dos”, revela Nogales Nogales en su citado libro. Y añade lo siguiente: “La ruta de las manos amputadas del Che pudo reconstruir el periodista húngaro Gyula Ortutay, con informaciones reservadas del Ministerio de Exteriores de Hungría. “El paquete viajó de La Paz a Santiago de Chile y Montevideo, ahí las manos del Che pasaron la noche en la caja fuerte de la Embajada húngara, luego Buenos Aires, París y Budapest, siempre bajo la custodia de los correos con inmunidad diplomática”. El singular bulto prosiguió a Moscú, de donde llegó a destino.”
Coronel no llegó a La Habana, debido a las críticas de la dirigencia cubana al PCB, del cual era militante, pero Zannier se embarcó en Aeroflot llevando el preciado cargamento. Durante la escala técnica en Bermudas ocurrió un episodio que reveló Zannier: “Empecé a preocuparme cuando subieron al avión varios militares americanos y unos funcionarios. Yo tenía el maletín entre las piernas y no lo había soltado desde que habíamos despegado de Moscú. Pidieron la lista de pasajeros, pero no tenían derecho de revisarnos, porque era una escala técnica. El vuelo siguió hasta La Habana, donde me esperaba una comitiva de alto nivel. Entregué el maletín y, en la noche, Fidel me convocó para darme las gracias por la operación que él calificó de “excepcional”.

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