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ARZE, José Antonio
JOSÉ ANTONIO ARZE Y ARZE nació en Cochabamba el 13 de enero de 1904 y murió en la misma ciudad el 23 de agosto de 1955. En un esbozo autobiográfico escrito en 1952 dice: “Mi padre, José Tristán Arze... se dedicó la mayor parte de su vida a trabajos de minería y de agricultura, como empresario y arrendatario de tierras. Mi madre, Arminda Arze... reside ahora conmigo en la ciudad de La Paz. Hermanos: (todos menores que yo): Elena, casada con Hugo Arze. Reside en la ciudad de Cochabamba donde es Directora del ”Liceo Cochabamba” (Secundario); tiene tres hijos. Hortensia, cuyo esposo, Aniceto Quiroga, murió en la revolución del 9 de abril de 1952. No tiene hijos”... “Jorge, casado con Carmen Aguirre”... “Tuve otro hermano, Alberto, que murió en Stgo. De Chile en 1942, siendo ya Ingeniero; y otra hermana, Antonieta, que falleció a sus 8 años. Soy soltero. Tengo numerosos tíos, primos hermanos y sobrinos, la mayor parte de los cuales residen en la ciudad de Cochabamba”.
Agrega: “No heredé ningún bien de mi padre. Tampoco he poseído ni poseo ninguna propiedad urbana, rural o de otras clases. Vivo exclusivamente de mis sueldos de profesor y de recursos ocasionalmente obtenidos como conferencista, traductor, etc. Mi única fortuna personal es una Biblioteca de unos 5.000 volúmenes, especializada en Sociología, Historia, Marxismo y Autores Bolivianos”. Sobre su salud: “El balazo que me dieron en 1944 me mantuvo muy delicado por varios meses; pero parece no haberme afectado mucho a las vías respiratorias. Tengo diabetes, diagnosticada en los EE.UU. desde 1942, pero el régimen de la insulina me ha mantenido en regular estado de salud. Fumo en exceso. A pesar de todo lo anotado, tengo bastantes energías para trabajos intelectuales intensos y sostenidos”. Hace luego un balance de su vida: “Durante mis 48 años de vida, creo haber hecho alguna contribución al progreso de mi país, al menos en tres direcciones: 1) La implantación de la Autonomía Universitaria; 2) La Fundación del PIR, movimiento de izquierda que ha tenido la virtud de suscitar el estudio científico de la Realidad Nacional y agrupar a las clases obreras, campesinas y medias en un Frente de resistencia contra la oligarquía interna y el Imperialismo (No es del caso discutir aquí los pros y contras aducidos en relación con los 12 años de vida y el futuro de mi Partido); 3) La difusión en Bolivia de la Sociología, como ciencia teórica y como método para la investigación de los problemas sociales bolivianos (el ISBO, la Oficina de Informaciones de la Cámara de Diputados, el SISH, etc.) Este último aspecto ha tenido una afortunada culminación en la fundación de la Sociedad Boliviana de Sociología (julio de 1952)”... “No me interesa mucho ni la adquisición de una gran fortuna, ni situaciones espectaculares de política”... “He sido, por sobre todo, un intelectual, con acentuada afición a las lecturas sociológicas o históricas, pero un intelectual siempre sensible también a las actividades tendientes a buscar mejores condiciones de vida para las masas oprimidas de mi Patria. Hubiese deseado publicar algunos libros fundamentales, cuya aparición anhelé desde mis 16 años. Mis luchas de político militante y las dificultades económicas han sido factores poderosos para que eso no se haya cumplido; creo, sin embargo, que en la no poco nutrida lista de mis folletos, conferencias, clases, artículos, etc., he cooperado con algunas ideas constructivas a la cultura de mi país. Si mi salud no flaquea y si he de contar, en lo porvenir, con cierta seguridad económica y cierta tranquilidad para concentrarme de preferencia en las tareas intelectuales que tanto me apasionan, proyecto ir publicando algunas obras, con cuya lista terminaré esta Ficha Autobiográfica”... “Es muy posible que no alcance a publicar en vida sino unas cuantas, pero dejaré, al menos, sinopsis de todas ellas, en un trabajo que podría titularse: ‘Síntesis de los libros que planeé y que no pude publicar’... Sigue a continuación una lista de títulos de sociología, historia y biografía, política, derecho, educación y lingüística, en su mayoría inéditos hasta hoy. Cuánto hubiera ganado el pensamiento latinoamericano si Arze vivía esos diez años que pidió de gracia para escribir.
Entre esos títulos vamos a mencionar su “Sociología marxista”, sus “Técnicas de la Autobiografía (como ciencia del conocimiento científico y filosófico de la Propia Vida, y como arte de vivirla en plenitud), obra en la cual dice haber trabajado desde 1924, “Autobiografía de un Marxista Boliviano”, “Sociografía del Incario”, “Hacia la URSAL: (Unión de las Repúblicas Socialistas de América Latina)” y “Melsurbo (Ensayo de novela futurográfico-marxista, ambientada en un porvenir distante)”. Arze “no llegó a terminar ni publicar en vida ni uno solo de estos 20 libros. ‘Sociología marxista’ salió, en edición póstuma, en 1963. De muchos de estos proyectos, apenas se conservan apuntes fragmentarios”, dice José Roberto Arze, su sobrino y albacea intelectual, quien, al pie de la ficha aclara lo siguiente: en 1953, José Antonio Arze contrajo matrimonio con Gloria Rodríguez, periodista chilena; los 5.000 volúmenes que coleccionaba fueron vendidos al Ministerio de Educación y hoy integran la Biblioteca “Franz Tamayo” y parte del Repositorio Nacional; dice por último que Arze sufrió de los riñones y esto determinó su muerte. En una consulta telefónica agregó que al célebre profesor e ideólogo del Partido de la Izquierda Revolucionaria hay que juzgarlo en tres dimensiones: la primera, como revolucionario; la segunda, como humanista, pues nada de la producción intelectual de su tiempo le fue ajeno; y como futurólogo, en otras palabras, como el más genuino utopista que haya tenido el pensamiento nacional.
La lectura de esta escueta ficha autobiográfica nos da idea de la dimensión de este hombre de socrática sencillez, que vivió, como Diógenes, en digna pobreza, y cuya memoria es necesario vindicar para lección de las nuevas generaciones. En un breve apunte dice que inició sus estudios en la •Escuela privada de Calchani, provincia Ayopaya, en el período 1909-1912; continuó los cursos 4º y 5º en la Escuela Fiscal Modelo, de Cochabamba, los años 1913-1914, prosiguió estudios secundarios en los colegios “Bolívar” y “Sucre”, también de Cochabamba, salió bachiller en 1921, se graduó de Licenciado en Derecho, Ciencias Políticas y Sociales en 1925 por la Universidad Mayor de San Simón, y obtuvo título de Abogado en provisión nacional en 10 de junio de 1926.
Su vida intelectual se inició en la adolescencia. Sorprende el ensayo “Semblanzas filosóficas: Arturo Schopenhauer que escribió a sus 16 años y sus tempranas colaboraciones a la revista “Arte y Trabajo”, dirigida por Cesáreo Capriles, “el anarquista tostoyano, precursor lejano de los movimientos de izquierda en Bolivia”. Su vocación pedagógica es también temprana, pues a sus 17 años organizó el Instituto Superior de Artesanos de Cochabamba, probablemente la primera experiencia de educación para adultos (1921-1926), que le valió el reconocimiento del Concejo Municipal de entonces. Raro estudiante Arze, inclinado muy joven al periodismo combativo en “El Paladín”, semanario que dirige, y a la asunción de posiciones polémicas, como la defensa de un feminismo de izquierda a sus 15 años, tomando como ejemplo a Adela Zamudio; su estudio sociológico “Totora: Breves impresiones de viaje” o sus artículos: “Sobre el Movimiento Socialista en Bolivia” y “En memoria de los mártires de Chicago”, publicados en la revista “Arte y Trabajo” en 1922 bajo el seudónimo de León Martel.
Pesan en la historia de aquellos años grandes acontecimientos: la revolución mexicana de 1910, la primera guerra mundial en 1914, la revolución rusa en 1917 y la revolución universitaria en Córdoba, Argentina, en 1918, signados todos por la irrupción de obreros, campesinos y estudiantes en el escenario histórico dominado por las oligarquías.
Bolivia no era ajena a los cambios: a partir de 1904 se extendió la red de ferrocarriles, se vivió el auge del estaño y el primer florecimiento industrial, se organizó el movimiento mutualista y nacieron los primeros sindicatos, así como las primeras huelgas seguidas de violentas represiones. En el aire viciado que creó el clericalismo conservador y el liberalismo subsecuente, Tristán Marof ya había lanzado su consigna “Tierras al indio, minas al Estado” y el movimiento sindical unido al movimiento intelectual, esa alianza de “los trabajadores del músculo y del cerebro” era un hervidero de ideas anarquistas y marxistas, estas últimas al influjo de la revolución bolchevique.
El Concejo Municipal de Cochabamba costeó el viaje de José Antonio a Buenos Aires, Montevideo y Santiago de Chile en premio a su labor educativa a favor de los artesanos. Allí hizo temprana amistad con luchadores y pensadores de la talla de José Ingenieros, Carlos Prestes, Arturo Codovilla y Luis Recabarren; a su retorno, está preparado para dirigir la Federación Universitaria de Cochabamba y convocar a los estudiantes universitarios del país en 1928.
Su personalidad intelectual y política se manifestó a plenitud a partir de aquel año, en esa suerte de “bienio rojo” (1928-1930) marcado por la efervescencia del universitariado nacional, que tiene su primera eclosión en la Primera Convención Nacional de Estudiantes Bolivianos, celebrada en Cochabamba. El “Programa de Principios” y el “Estatuto Orgánico” de la Federación Universitaria Boliviana / FUB (más tarde CUB), fundada en agosto de aquel año, fue obra de Arze en coautoría con su primo hermano y camarada político, Ricardo Anaya Arze.
Esa convención tuvo gran importancia histórica no sólo porque incorporó a la vida nacional el principio de la autonomía universitaria, sino porque reúne en su programa de principios las ideas revolucionarias que guiarán el curso de la historia de los próximos 50 años. Para entonces, cuando apenas tenía 24 años, Arze polemizó con Franz Tamayo defendiendo la Autonomía Universitaria, escribió artículos en publicaciones chilenas uruguayas, y dio conferencias en las cuales reafirmó las bases “humanistas, democráticas, antifeudales y anti-imperialistas” de la educación superior, así como sus convicciones pacifistas frente a la amenaza de guerra en el Chaco.
La crisis mundial de 1929 tuvo repercusión en la minería del estaño, pues al descender la cotización del mineral la gran minería declaró pérdidas y Patiño despidió a 5.000 obreros. En ese clima de efervescencia popular, el régimen optó por la guerra con el Paraguay. Arze tuvo que huir al Perú acusado de “omiso” y “traidor a la patria” por las opiniones pacifistas que había vertido años antes.
En Lima vivió de su oficio invariable de profesor y desplegó una producción intelectual infatigable y ardorosa, ya proponiendo una metodología materialista dialéctica para escribir biografías, ya planteando una reforma educativa panamericana, o formulando una “Interpretación marxista de la Sociología boliviana”, de larga vida y repercusión en la universidad pública boliviana. Concluida la guerra, pudo retornar al país como asesor jurídico del primer ministro obrero, el dirigente gráfico Waldo Álvarez, creador de la cartera del Trabajo en el régimen de David Toro. Recorrió el país con su camarada ministro y organizó así el Vº Congreso Nacional de Trabajadores de Bolivia, en el cual se fundó la Confederación Sindical de Trabajadores de Bolivia /CSTB, la primera organización nacional de la clase obrera constituida bajo principios marxistas, que desplazó del movimiento sindical el pensamiento anarquista.
Fue candidato a la Presidencia de la República en cuatro ocasiones; fue senador, diputado y Presidente de la Cámara Baja, pero no gozó del favor político, pues sólo ocupó dos funciones públicas: la de Oficial Mayor del Ministerio de Fomento en el gobierno de Hernando Siles y la de asesor jurídico del Ministerio del Trabajo ya mencionada. Cuando fundó el PIR, el Congreso de Izquierdas celebrado en Oruro fue violentamente disuelto, lo tomaron preso y lo enviaron confinado al Fortín San Ramón, en el Chaco, donde fue sometido a trabajos forzados. De allí se lo trasladó a la cárcel de Oruro y fue amnistiado en octubre del mismo año.
El presidente Toro no toleró mucho tiempo la presencia de Arze en el país y lo exilió. Allí trabajó como profesor en la Universidad de Chile, donde planteó un nuevo programa de enseñanza de la Sociología que fue destacada y reproducida por el maestro mexicano Alfredo Poviña en “La Sociología en Latinoamérica”, y propuso la creación de una Universidad Panamericana en la Primera Conferencia de las Comisiones Nacionales de Cooperación intelectual de América en 1939. A partir de entonces desplegó una actividad febril en dos direcciones: en el campo político, con la fundación del Partido de la Izquierda Revolucionaria /PIR en 1940 y en el campo académico con la creación del Instituto de Sociología Boliviana / ISBO, con sede en Sucre, y el Instituto de Sociografía de América Latina /ISAL, con sede en Buenos Aires. En más de dos décadas había dado cátedra y pronunciado conferencias en universidades de Argentina, Brasil, Bolivia, Cuba, Chile, Estados Unidos, México, Perú, Uruguay y países europeos. Fruto de sus desvelos fue la organización del Primer Congreso de Sociología de Bolivia y su celebrada actuación como Secretario del IIIº Congreso Interamericano Indigenista. Toda esa experiencia académica desembocó en su “Sociología Marxista”, publicada póstumamente en 1963, que contiene “definiciones originales sobre la sociología y sus campos, una clasificación nueva de esta ciencia, una clasificación general de las ciencias de acuerdo a los principios del materialismo dialéctico, una exposición clara de la ciencia social de su tiempo, y aportes teóricos interesantes en la presentación de la teoría del conocimiento”, según Marcelo Urioste, quien lo compara, en su calidad de “filósofo y científico social original” con Aníbal Ponce, Vicente Lombardo Toledano, Juan Pablo Mella, Marinello, Prestes, Codovilla, Arismendi, Ghioldi, Recabarren o José Carlos Mariátegui, todos pensadores revolucionarios del Continente.
Arze fue particularmente generoso e inquieto en la tarea de hacer conocer a los escritores e intelectuales bolivianos, así como de presentar a los visitantes ilustres que llegaron a la Bolivia de entonces. Ya en 1938 destacó la obra novelística de Augusto Guzmán y de Jesús Lara sobre la guerra del Chaco, juzgó a “Juan de la Rosa” de Nataniel Aguirre como la mejor novela nacional, difundió el humanismo místico de Man Césped y el pensamiento geopolítico de Jaime Mendoza. Se propuso un “Panorama de la literatura boliviana”, todavía inédito, que esbozó sumariamente, y se preocupó por difundir sus “Reflexiones sobre la literatura rusa contemporánea”, texto también inédito.
Su cultura humanista le permitió dictar conferencias sobre las personalidades más representativas de la cultura universal de su tiempo, como el científico, humanista y pacifista Jorge Federico Nicolai, el muralista mexicano Diego Rivera, el pedagogo chileno César Godoy Urrutia, el presidente guatemalteco Juan José Arévalo, todos los cuales visitaron el país de 1938 a 1954. Pronunció también cálidos elogios para Adela Zamudio, precursora del movimiento feminista de izquierda; Manuel Rigoberto Paredes, estudioso del folklore; José Aguirre Gainsborg, fundador del Partido Obrero Revolucionario, tempranamente muerto y Cesáreo Capriles, mentor de los intelectuales y revolucionarios más conspicuos de Cochabamba. En 1950 publicó una semblanza notable sobre “Lenin: Su vida y su obra” y en 1953, “Stalin: un muerto inmortal”, panegírico escrito en memoria del gobernante soviético.
Arze no fue un maestro rutinario, pues combinó la actividad docente con las manifestaciones de su agudo espíritu crítico y reformador. Ya a sus 19 años criticó la educación premilitar a la que eran sometidos los estudiantes y en su “Proceso de la Educación Boliviana” propuso la escuela para todos, sin diferencias raciales, sexuales ni económicas, con alumnos que piensen y no memoricen, y con una escuela que sea “un recinto donde se junten con amor las manos, el corazón, la inteligencia y el trabajo”, según Urioste. En esa línea alabó en su “Proceso de la Educación Pública en la URSS” la victoria contra el analfabetismo, la democratización radical de la enseñanza y, sobre todo, el respeto por la diversidad cultural bajo una sola bandera. Creía sinceramente en la comunión humana del conocimiento: “Saber es más que tener” era uno de sus principios. En “Presente, pasado y futuro de la educación del indio andino” postuló que la tierra y la cultura se debían repartir por igual. Ya en 1932 había reunido su ideario docente en “Pedagogía marxista”, “su obra capital” según Urioste, manuscrito que desapareció.
FUNDACIÓN DEL PIR
La crisis y caída del liberalismo en 1920 desató el afán de organizar partidos nuevos, pero la mayor parte de estos intentos no logró consolidarse en movimientos de alcance nacional. Ese fue el sueño de Arze a su retorno del exilio en Chile. “Él quiso un partido independiente de la IIIª Internacional, pero que guiara a las masas con las banderas leninistas. Su estrategia: unir a los proletarios, los semiproletarios y a la pequeña burguesía en contra de la oligarquía feudal boliviana y de la gran minería. Llegar a la revolución socialista por medio de la revolución democrática, anti-imperialista”, dice Urioste. “Existe también como un lugar común afirmar que el
PIR fue parte de la III Internacional. En realidad, los propósitos de Arze de organizar un Partido Comunista (primero, en 1931, luego en 1936) terminaron en fracaso, en parte --a mi juicio-- por la
incomprensión y el esquematismo rígido de la Internacional Comunista. Es por eso, que en 1939, Arze abandonó la idea de formar un PC y trabajó en la de un partido marxista con independencia nacional, aunque tuviera simpatías marcadas por el ‘stalinismo’", dice José Roberto Arze en una comunicación personal.
Su manifiesto “¡Hacia la Unidad de las Izquierdas Bolivianas!” desembocó en la fundación del Partido de la Izquierda Revolucionaria /PIR, celebrada en Oruro en 1940. Entre los logros del PIR, Urioste señala a los siguientes: fue, dice, el primer partido marxista de masas, educó a una generación de revolucionarios, dio programa y estrategia a la clase obrera, detuvo el avance del nazifascismo en Bolivia, contrarrestó el monopolio ideológico del imperialismo y la burguesía, unió por primera vez la ciencia y la política. En cuanto a Arze, dice que ejerció un nuevo estilo de liderazgo político basado en la modestia, la seriedad, la ausencia total de demagogia, la honradez, el espíritu científico y el servicio incondicional a los trabajadores, obreros y campesinos. Así forjó un partido leninista basado en el análisis materialista y dialéctico de la realidad, democrático al discutir y disciplinado al actuar. En el campo internacional secundó la lucha antifascista desarrollada por los Aliados en la segunda guerra mundial, alabó la política del Buen Vecino, preconizada por Roosevelt, opuso el latinoamericanismo revolucionario al panamericanismo, inscribió la lucha popular boliviana en la lucha de la clase obrera mundial, preconizó el pacifismo y creyó en la solución del enclaustramiento marítimo cuando se creara la Unión de Repúblicas Socialistas de América Latina /URSAL.
SEMBLANZA FINAL
Es conmovedor el esbozo biográfico que escribe Marcelo Urioste sobre Arze: “un hombre de harina muy blanca, no manchado por el reinado turbio de las injusticias”. “Educar es forjar almas. Desde que José Antonio supo algo, quiso darlo”... “No mezquinó su tiempo, ni su cerebro. No era de los que ostentan las ideas, como los pavos reales sus plumas, hablando en difícil para arrancar aplausos de los ignorantes. Era un repartidor de luz, un panadero”, dice, entre sus frases más sentidas.
Este pensador y dirigente político que vivió en el número 372 de la calle Sucre, de la ciudad de La Paz, no ha persistido en la memoria de las nuevas generaciones con el mismo vigor que algunos de sus contemporáneos. Esto explica el tono de la comunicación personal que nos envió su sobrino José Roberto, que dice: “Agradezco grandemente tu interés por Arze, de quien ya muchos se han olvidado, y ojalá que este año de su centenario pueda recuperarlo un poco para la historia”
Como buen cultor del marxismo, en la versión determinista de la época, Arze tenía una visión totalizante que permeaba todos sus criterios, ya fuera como ideólogo, como biógrafo, como crítico literario o como futurólogo. Al postular la aplicación del método dialéctico a la biografía, Arze considera al individuo como una célula de la clase social. Para escribir una biografía debe comenzarse, por tanto, delimitando geográfica e históricamente la clase social a la que perteneció el biografiado, su condición de productor, propietario y consumidor, su mentalidad clasista, su movilidad social, sus ideas y pasiones, su herencia familiar y racial, y el medio ambiente físico y social. En suma, trazar “la Vida Individual que se propone diseccionar, como un Microcosmos en que se cumple la suprema ley cósmica de la Evolución Dialéctica”. Así concluye que “Goethe fue un burgués devenido aristócrata”... “Bella planta cultivada en invernadero, para satisfacción y orgullo de sus jardineros, los príncipes”... “El Arte, es verdad, podrá agradecer a esos jardineros, pero, por penetrante y eterno que sea el perfume que se desprende de las floraciones del arte goethiano, sentiremos que nos llega a veces impregnado del olor a incienso que saturaba los salones áulicos...”
Al hablar de la Unión Soviética, le preocupa la búsqueda de “un arte esencialmente proletario”, en el cual, al primer periodo que canta la epopeya revolucionaria, debe seguir “la pintura serena, aunque siempre en dimensión de paisaje social grandioso, del koljosiano que ve transformarse su primitivo ambiente rural en agro maravillosamente tecnificado, del obrero que emula en eficiencia a los obreros más avanzados de las urbes capitalistas”.
Arze no era un animal político, era un hombre de principios. Nada más alejado de su conducta que la práctica de la “realpolitik” o de las enseñanzas de Maquiavelo. Por eso, por la hondura de sus principios, cometió dos errores tácticos que demolieron su estrategia política: el primero fue abstenerse de participar de ese cónclave nacional que se dio en las trincheras del Chaco, en el cual se forjaron las alianzas que conformarían los nuevos colectivos civiles y militares que asumirían la conducción del país, y el segundo, luchar frontalmente contra el régimen de Villarroel y confundirse para ello con los partidos tradicionales de la oligarquía minero feudal, pues a poco de su inmolación, Villarroel junto a Busch se convertirían en símbolos de la emancipación popular, consagrados por el triunfo del nacionalismo revolucionario en 1952 y por los regímenes militares que, de Barrientos a Banzer y aun a García Meza, mantuvieron esa simbología.
En la pugna contra el naciente MNR durante el régimen de Villarroel señala como “etapa de la evolución de la literatura boliviana”, el “ciclo de los intelectuales nazifascistas (1940-1945), y condena al diario “La Calle” como “foco de la demagogia antijudía, antiamericana y pronacista”. Sobre “Sangre de Mestizos”, de Augusto Céspedes, dice que “posee vigor literario, pero en lo ideológico corresponde a un tipo chovinista, sin comprensión ninguna del fenómeno de la guerra en nuestros países semicoloniales”. Sobre “Metal del Diablo”, en cuyo final de novela el multimillonario Zenón Omonte naufraga en un barco torpedeado por un submarino nazi, comenta: “La elección de semejante desenlace corresponde perfectamente a las convicciones nazistas de su autor en 1940”. Sobre “Nacionalismo y Coloniaje”, de Carlos Montenegro, dice que es “una demostración de las ideas fundamentales nazistas de su autor, pese al ropaje de izquierdismo con que intenta disfrazar su interpretación de los hechos sociales y periodísticos de Bolivia”.
Sin embargo, en su ponencia ante el Congreso Continental de la Cultura, celebrado en Santiago de Chile en 1953, propone que el evento declare “su solidaridad con la medida de NACIONALIZACIÓN DE LAS MINAS adoptada por Bolivia” y contra el boicot a la compra del estaño efectuado por el imperialismo y “los círculos oligárquicos bolivianos”; y agrega que “Bolivia está también en vísperas de iniciar una REFORMA AGRARIA”, con la cual el Congreso debería asimismo solidarizarse.
“Como todos los que hacen la historia en vez de charlatanear en los cafés, hizo mucho, y cometió muchos errores. El más grave fue –a nuestro modesto juicio—no haber expulsado drásticamente de su partido a toda la facción socialdemocrática, traidora, oportunista. La historia demostraría después que el PIR cobijaba a dos partidos antagónicos: el PCB (Partido Comunista Boliviano), y aquellos que no vacilaron después en unirse al MNR o Barrientos. Tuvo el fuego en el corazón del cual hablaba Stalin, pero le faltó –quizás—el hielo en la cabeza. Esto ocurrió debido a que José Antonio no era un político criollo: fue más bien un gran teórico, que no escatimó sacrificar su vida y su obra para cumplir un deber ineludible. Las vacilaciones de los sectores claudicantes del PIR le costaron al partido, la vida y el prestigio”.
José Antonio Arze fue el más genuino “internacionalista” que haya dado a luz la república y acaso el Continente. Vivió la globalización soñada por Marx, Lenin y Stalin con un fervor obsesivo. Como pocos intelectuales entre los años 20 y los 50 volcó los ojos al Planeta, deseoso de que se conociera esa provincia del universo en la que le había tocado nacer y vivir, pero al mismo tiempo impulsado a soñar el futuro: la constitución de la Unión de Repúblicas Socialistas de América Latina, y la dictadura de la justicia proletaria en todo el orbe unido y solidario, con una sola cultura y un solo idioma.
Pasó buen trecho de sus desvelos trazando a pulso y a máquina cuadros que daban cuenta de la evolución de la humanidad, pero no se detuvo al borde del abismo marino del futuro: con la vieja audacia del Descubridor, se internó en él y lo describió en su bitácora de viaje.
Gracias a la devoción de su sobrino, José Roberto Arze, se publicaron algunas de sus obras. En ellas se percibe no sólo el hálito universal que discurría en el cerebro de Arze, sino también la generosidad de conocer y biografiar a los revolucionarios más conspicuos de la época y de presentar a los intelectuales bolivianos en ese foro mundial que quizá se imaginaba como la fiesta de quince años de la humanidad. Siempre generoso, no desdeñó ni siquiera al joven estudiante y obrero gráfico Néstor Taboada Terán cuando publicó “Germen”, su obra primeriza.
No nos extrañe por tanto que, además de dominar el francés y el inglés, otra de sus pasiones fuera el Esperanto. Arze esbozó una novela “futurográfica” titulada “Melsurbo”, ciudad ubicada en algún punto “de la actual URSS”, “donde un Ministro de Educación de Panlandia (nombre dado a la Patria Única de la Humanidad, ya organizada bajo el régimen comunista), acometió el experimento de concentrar niños y jóvenes de todas las razas y zonas geográficas, a fin de acelerar la formación de un tipo de Cultura Cosmopolita”. Es el año 3.000 y para viajar a Melsurbo, palabra conformada con las iniciales de Marx, Engels, Lenin y Stalin, es seleccionado un joven boliviano llamado Tupaj Cóndor, autor de un diario que describe el funcionamiento de la Sociedad Comunista, en la cual vive durante 100 años, cumplidos los cuales, se suicida eutanásicamente para no enturbiar con su presencia senil ese mundo feliz. Habla por supuesto el Esperanto, que es la lengua universal de Panlandia y en su nombre Arze se propone escribir trescientas páginas en esa curiosa lengua artificial.
“Erró muchas veces, es cierto. Quien haya hecho más que él por este país, que tire la primera piedra. Por estos ideales fue desterrado cuatro veces. Largos años se vio obligado a vivir lejos del país: no cedió. Fue sometido a trabajos forzados: no cedió. Fue encarcelado: no cedió. En 1944, un asesino a sueldo pagado por los nazifascistas jefaturizados por Villarroel le disparó dos tiros por la espalda. Aunque esas heridas causarían su muerte prematura años después, no cedió. Estuvo toda la vida cercado por la pobreza. El tiempo que dedicó a la lucha no le permitió concluir su obra, ni publicarla como hubiera deseado. Fue difamado, insultado, envidiado, odiado y calumniado: no cedió. Su obra fue ignorada; su nombre silenciado. Sus libros y trabajos no fueron publicados (en su mayoría) por falta de recursos económicos. Su tumba quedó sin flores: no cedió. José Antonio no cedió”, concluye Urioste.
Arze era un utopista, un soñador enamorado del futuro, un futurólogo con insaciable sed de justicia social. Que la visión del futuro que soñaba le haya provocado cierto estrabismo en su visión del presente que le tocó vivir, no nos interesa en el afán de retratar su dramática autenticidad.
Existe una calle que lleva el nombre de este personaje, merece que se escriba correctamente su apellido, este Arze es con Z, los Arce con C, creo, son de Sucre.
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