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BLANCO SOTO, Pedro
1795-1829
El único héroe cochabambino que combatió y aseguró el triunfo del Ejército Libertador en las batallas de Junín y Ayacucho fue el General Pedro Blanco Soto. La inquina histórica, el odio regionalista y faccioso lo han echado al olvido, pero al menos los cochabambinos deberíamos reivindicar su memoria. ¡El único héroe de Junín y Ayacucho y no le rendimos honores!
Ex combatientes de Junín y Ayacucho y residentes en Cochabamba eran el General León Galindo, el Coronel José Rodríguez y el teniente coronel Manuel Vallejo, a los cuales se sumaba el general Pedro Blanco Soto, el único de ellos nacido en Cochabamba.
El episodio está registrado en la Historia del Perú, pues los Húsares de Junín son actualmente el regimiento escolta del Presidente de ese país. Durante la batalla de Junín, el ataque de la caballería realista del general Canterac fue tan contundente, que Bolívar ordenó retirada para reagrupar fuerzas junto a la infantería, que se había apostado en retaguardia. Sin embargo, los Húsares del Perú, comandados por Isidoro Suárez (abuelo de Jorge Luis Borges), José Olavarría y el cochabambino Pedro Blanco, se escondieron en uno de los flancos y atacaron con tal ímpetu al enemigo, que el ejército patriota se reagrupó y ganó la batalla. Bolívar los denominó desde entonces Húsares de Junín. Los tres comandantes habían sido formados por el general irlandés William Miller.
Bolívar dijo lo siguiente en el parte de batalla: “S. E. el Libertador, testigo del valor heróico de los bravos que se distinguieron en el dia de ayer, recomienda á la admiracion de la América al señor General Necochea, que se arrojó á las filas enemigas con una impetuosidad heróica, hasta recibir siete heridas, al señor General Miller, que con el primer regimiento del Perú flanqueó al enemigo con mucha habilidad y denuedo: al señor Coronel Carvajal, que con su lanza dio muerte á muchos enemigos: al señor Coronel Silva, que en medio de la confusion del combate rehizo parte de su cuerpo, que estaba en desórden, y rechazó los escuadrones que lo envolvían: al señor Coronel Bruix, que con el Capitán Pringles, algunos oficiales y Granaderos de los Andes, se mantuvo firme en medio de los peligros: al Comandante del primer escuadron del regimiento de caballería de línea del Perú, Suárez, que condujo su cuerpo con la destreza y resolucion que honrarán siempre á los bravos del Perú: al Comandante Sowersby, del segundo escuadron, que gravemente enfermo, se arrojó á las lanzas enemigas hasta recibir una herida: al comandante Blanco, del tercer escuadron (se refiere a Pedro Blanco Soto): al Mayor Olavarría y al Capitán Allende, del primer escuadron del mismo regimiento: al bravo Comandante Medina, Edecan de S. E.: al Capitán Camacaro, de Húsares de Colombia, que con su compañía tomó la espalda de los escuadrones enemigos y les cortó el vuelo de su instantáneo triunfo: á los Capitanes Escobar y Sandoval, de Granaderos; y á los Capitanes Jiménez y Peraza, de Húsares de Colombia: á los Tenientes Segovia y Tapia, y Alférez Lanza, que con el Mayor Braun persiguieron los escuadrones enemigos hasta su infantería.
Meses después, en la batalla de Ayacucho, el ataque intrépido de los Húsares de Junín contribuyó al éxito del general Sucre. Pedro Blanco fue malherido, ascendido a coronel en el campo de batalla, y tuvo que permanecer meses en Huamanga para restablecerse y luego reincorporarse al ejército boliviano.
Durante el gobierno de Sucre, los ánimos de la población crecieron contra la presencia del ejército colombiano, debido a que devoraba la recaudación anual de la nueva República para su manutención. Sucre quería despacharlos al norte, pero los parlamentarios le suplicaban que no lo hiciera, porque pronto la república sería pasto de la ambición de argentinos y peruanos. Un premio de un millón de pesos de plata al Ejército Libertador agravó la situación y puso en serios problemas financieros al gobierno de Sucre. Para colmo, desde el Perú se veía la creación de Bolivia como una maniobra artera de Bolívar y Sucre para debilitar al vecino del sur de la Gran Colombia, y se denunciaba la venta de propiedades fiscales a miembros del Ejército Libertador a bajísimo precio y recibiendo en pago bonos que sólo tenían valor nominal.
Los oficiales que combatieron en el Perú participaban de este ánimo y Pedro Blanco no fue la excepción, como no lo fueron José Ballivián, Mariano Armaza, Manuel Isidoro Belzu y muchos otros. Este ánimo es confirmado por analistas como Casto Rojas y Sabino Pinilla, que reseñaron el recelo concurrente de peruanos, argentinos y bolivianos frente a la presencia del ejército colombiano en Bolivia.
Cuando la Asamblea lo eligió Presidente en diciembre de 1828, se dirigió a Chuquisaca con un Batallón comandado por Ballivián. A su llegada, mientras pronunciaba un mensaje a la Asamblea que lo eligió para pedir la reducción de su sueldo, la suspensión de la leva obligatoria y la reducción de gastos del ejército, entre otras demandas, irrumpió Armaza, que había sido depuesto de la comandancia de Chuquisaca y lo tomó preso. Entretanto Ballivián ingresó subrepticiamente a Sucre con sus hombres, se encargó de vigilarlo en su corto cautiverio y, frente a un intento de liberación del detenido, Blanco fue ultimado al amanecer del 1º de enero de 1829.
Las memorias del general Camba y los partes del general Valdés, del ejército realista, dan cuenta del valor y la bizarría de Blanco, que, como muchos de su generación, fue seducido por el prestigio del ejército del Rey e integró sus filas. El general Valdés, a nombre de Canterac, le regaló una espada de honor por la habilidad con que organizó la retirada frente a fuerzas superiores del Gral. Rudecindo Alvarado y pidió al Virrey su ascenso a teniente coronel, que se hizo efectivo, pero el 19 de enero de 1823 pudo más el amor a la Patria que el aprecio de sus jefes realistas, y se pasó al Ejército Libertador como segundo jefe del escuadrón Húsares.
En abril de 1828 el ejército peruano al mando de Gamarra había invadido el territorio y exigía la renuncia de Sucre. Blanco pidió su retiro a la vida privada, pero el Consejo de Ministros denegó la petición y el Mariscal le escribió el 1º de mayo: “Todos conocen que U. es un hombre honrado i un buen patriota, i todos saben que U. marcha por el orden a los puestos a que le llaman sus servicios. Trabajando por su patria, conservando su alma pura, desprecie las acusaciones i también las ingratitudes, que son por lo común la recompensa que recibimos los mejores, los más fieles i los más celosos servidores”.
Por entonces era irremisible la caída de la política colombiana. Blanco no fue ajeno a ello y fue nombrado comandante en jefe del ejército. Sus hijos dicen que evitó una confrontación con el ejército de Gamarra para que los peruanos no apliquen luego la ley del vencedor. Sólo después se comunicó con Gamarra para exigirle que respete la independencia e integridad de Bolivia. En el ajuste de Piquiza impuesto por el general peruano Agustín Gamarra, uno de los puntos secretos fue su ascenso a brigadier general, que Blanco no aceptó.
La misma fuente dice que no fue Blanco sino el coronel Mariano Armaza, que había integrado las fuerzas invasoras, quien comandó el Escuadrón Lanceros del Perú que tomó preso al Mariscal el 4 de julio. El Congreso Constituyente reunido en agosto de 1828 designó presidente provisorio al Gral. Andrés de Santa Cruz y general en jefe del ejército boliviano a Pedro Blanco, porque era, sin duda alguna, quien más méritos militares tenía hasta entonces. Blanco recibió órdenes de marchar a Santa Cruz a batir al general realista Aguilera. Esa fue su ocupación de agosto a noviembre: marchas y contramarchas a Santa Cruz. No pudo influir en las elecciones de diputados para la Asamblea convencional, que lo designó presidente
A mediados de diciembre, Blanco marchó a Chuquisaca para jurar como Presidente. Pidió la reducción del ejército, una ley de perdón y olvido, instrucciones para acuartelarlos sin gravar a la población civil, evitar la leva obligatoria y un sueldo moderado debido a lo exhausto del Erario. El 31 de diciembre leía esta nota en la Asamblea, cuando irrumpió el coronel Mariano Armaza, que había sido relevado de la comandancia de Chuquisaca, tomó preso a Blanco y lo condujo a La Recoleta. El destino de Blanco quedó en manos de Armaza, Ballivián, Vera, y los oficiales Basilio, Herrera y Castillo, que lo victimaron ante un intento de liberación del prisionero.
Santa Cruz premió a los agentes de Gamarra encumbrándolos a esa falsa aristocracia que lo rodeó durante su gobierno; Gamarra fue general del Ejército de la Confederación. Sin embargo, Pedro Blanco fue la única víctima del encono político de la época. Nació en Cochabamba el 19 de octubre de 1795 y murió asesinado el 1º de enero de 1829.
Sus hijos, Federico y Cleómedes Blanco, publicaron el folleto Rectificaciones para la historia de Bolivia en 1878, para vindicar la memoria de su ilustre padre. En ellos dan cuenta de la extrema pobreza en que quedó la esposa del ex Presidente, doña Ana Ferrufino, hija del patriota que combatió durante 15 años. Estudiaban en el Colegio Sucre, pero tuvieron que trabajar como ayudantes de carpintero. Así los vio don Lucas Mendoza de la Tapia, rector del Colegio, y los redimió. De ese modo, Federico fue un eminente geógrafo y jurisconsulto, y Cleómedes, un médico destacado tanto en el Perú como en Bolivia.
Pedro Blanco Soto se incorporó a los 17 años al Ejército realista; participó en las victorias realistas de Vilcapugio, Salta y Viloma; fue a Lima al mando del Gral. Jerónimo Valdés; combatió, ya en las filas de la patria, en Zepita y en Falsuri. Dirigió la carga de los Húsares del Perú en Junín junto a Isidoro Suárez y José Olavarría, fue malherido en Ayacucho y ascendido a coronel en el campo de batalla. Permaneció seis meses en Huamanga para recuperar la salud. Organizó el ejército boliviano como jefe de Estado Mayor. La Asamblea Convencional lo designó Presidente y tomó posesión el 26 de diciembre de 1828.
Historiadores como Josep Barnadas (Diccionario Histórico de Bolivia, dos tomos) dan mayor importancia a la supuesta responsabilidad de Blanco en la derrota de Falsuri antes que su papel en Junín y Ayacucho, que ni mencionan; descalifican como “inanes” los esfuerzos de sus descendientes por vindicar su memoria; y, sobre su paso a las filas del Ejército Libertador, dicen que fue a las filas “de los separatistas”, adoptando una tesis esgrimida por Salvador de Madariaga, que hiere el sentimiento de los combatientes de la Independencia del yugo español y que no debería figurar en un diccionario histórico boliviano que tenga la mínima pretensión de objetivo.
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