miércoles, 22 de septiembre de 2010

GUTTENTAG TICHAUER, Werner

Identifica a tus antepasados. Envíanos biografías u hojas de vida y fotografías de ellos para incluirlos en el blog!

GUTTENTAG TICHAUER, Werner
1920-2008
Nació en Breslau, Polonia un 6 de diciembre y murió en Cochabamba un 2 de diciembre. Lo consignamos en homenaje a tantos amigos nacidos en otras partes, que aportaron a la grandeza de Bolivia más que muchos bolivianos de nacimiento. Llegó a sus 19 años a Bolivia, en 1939, con una bicicleta y una máquina de escribir. Había vivido en Holanda, donde aprendió mecánica. En Cochabamba trabajó en una joyería, como funcionario de una empresa minera de Mauricio Hochschild, y por fin en 1945 fundó la Librería Los Amigos del Libro. Desde 1966 sostuvo 15 versiones del Premio Nacional de Novela Erich Guttentag, creado en homenaje a su padre, que contó con jurados de importancia internacional y consagró a escritores bolivianos de la talla de Renato Prada Oropeza (premiado en la primera versión), Gaby Vallejo, Néstor Taboada, Gonzalo Lema, Yolanda Bedregal, René Bascopé y Óscar Uzín Fernández, entre otros.
Había llegado al país con El Idiota, de Dostoievski, bajo el brazo, fue librero ambulante y al cabo fundó una editorial y una librería. Recordaba que el primer libro boliviano que vendió fue Historia de Bolivia escolar. Su obra personal más importante son varios tomos de Bio-Bibliografía Boliviana, el más completo estudio bio-bibliográfico boliviano, que en sus últimos años elaboró con la colaboración de Rita Arce Ramírez. Fundó la Editorial junto al poeta Héctor Cossío Salinas, y con él creó la Biblioteca Boliviana, que incluyó autores de todos los tiempos y en múltiples temáticas. El escritor Adolfo Cáceres Romero publicó en esa colección su monumental Historia de la Literatura Boliviana, y continúa investigando.
Guttentag llevó la producción editorial boliviana a las ferias de Buenos Aires y de Frankfurt múltiples veces, y proveyó estas ediciones a las bibliotecas más importantes del mundo.
A su muerte, el Senado lo condecoró póstumamente con la Medalla Bandera de Oro. Apoyó con su presencia la última Feria del Libro organizada por la Cámara Departamental del ramo, y su ausencia fue muy lamentada en Cochabamba. Por esos días publiqué una columna en su nombre que titula “El libro, un amigo peligroso” y dice: “Murió Werner Guttentag, el mejor amigo del libro. Sobriedad y
sencillez fueron su lección de vida y su lección de muerte. ¡Qué conmovedor es el rito funerario de los judíos! Un cajón de pino sin adornos sobre un piso de tierra, una sábana negra con la estrella de David en líneas blancas y dos velas. ¡Y pensar que toda la
parafernalia de casas de velación, catafalcos, arreglos florales, retratos y velas parece un hotel de cinco estrellas o una boutique funeraria para el tránsito a la muerte! Uno muere para descansar en paz. Por favor, ya déjense de pompas fúnebres.
Werner pertenecía a dos pueblos tenaces, que sobreviven después de superar holocaustos, incendios, autos de fe, prisiones, torturas, saqueos y éxodos. Uno es el pueblo judío y el otro, aun más milenario,
es la nación de los amigos del libro, cuyo rastro se pierde en la aurora de los tiempos.
El balance de la vida de Werner sorprende por la constelación Guttentag que conformó alrededor de su proyecto editorial. Llegó pobre, cargando apenas una máquina de escribir; pudo hacer fortuna en cualquier emprendimiento, pero escogió la difusión de la lectura en un país dramáticamente analfabeto. Sus convicciones democráticas y antifascistas lo amistaron con celebridades de todas las épocas, desde Jesús Lara, que editó con él su primer libro, y Héctor Cossío Salinas, que contribuyó a la fundación de la monumental Biblioteca Boliviana hasta Edmundo Paz Soldán, en un abanico que rescata a vivos y muertos.
Werner fue, sin duda, el mayor amigo del libro en Bolivia, aunque fue un ciudadano del Universo. Su aporte editorial a la difusión de la literatura boliviana está asociado a lo más íntimo del desarrollo de nuestras culturas. Él acuñó la máxima "No leer lo que Bolivia produce es no saber lo que Bolivia es, que es el lema de la copiosa lista de libros que editó.
Recuerdo su venerable figura recorriendo los pasillos de nuestra Feria del Libro, todos los días, sin descansar un momento. Ese fue quizá el último escenario público donde todavía pudimos saludarlo. Una persona
que era el referente boliviano más importante en las Ferias del Libro de Frankfurt, Guadalajara o Buenos Aires se regocijaba como un niño ante el pequeño pero importante fruto de nuestros libreros.
Gracias a la oportuna biografía difundida por Datos & Análisis por Internet, sabemos que Werner nació en Polonia, que huyó de la persecución nazi, que logró salvar a su padre, que se enroló en la lucha antifascista en Bolivia, que fue orfebre antes de ser librero y
editor; en fin, que hizo por Bolivia más que muchos bolivianos de nacimiento.
No hay palabras suficientes para expresar nuestra condolencia a doña Eva, a sus hijos e hijos políticos, a sus nietos y bisnietos.
Si alguna vez erigimos un monumento al libro y a la lectura, Werner será una figura central que recuerda a todos aquellos bolivianos de otras tierras que sirvieron a Bolivia más que los bolivianos de nacimiento.

El poeta Pedro Shimose, Premio Nacional de Cultura, le dedicó un artículo titulado “Shalom, Werner Guttentag”, que dice:
Hace 69 años llegó a Bolivia un joven alemán con una máquina de escribir y un libro de Dostoievski bajo el brazo. Formaba parte del éxodo judío del siglo XX, víctima de la despiadada persecución nazi que desembocó en los campos de concentración y el Holocausto. Se llamaba Werner Guttentag Tichauer (Breslau, Alemania / hoy Wroclaw, Polonia, 06/02/1920–Cochabamba, 02/12/2008). Tenía 19 años y, para sobrevivir, se había ganado la vida como mecánico, joyero y empleado de comercio. En Bolivia se convirtió en librero, editor, bibliógrafo, promotor cultural y filatelista. Pocos recuerdan que, en 1998, Correos de Bolivia le dedicó una serie de homenaje. Sorprende que, entre tantos premios, distinciones, honores y condecoraciones, no le haya sido otorgado el Premio Nacional de Cultura; él, más que nadie, se lo merecía.
Amigo de los libros fundó, en 1945, una librería que bautizó precisamente con el nombre de Los amigos del libro. Con el tiempo, la librería se convirtió en editorial. Hasta entonces, las editoriales existentes en Bolivia publicaban libros de texto y alguna que otra obra literaria aislada.
Establecido en Cochabamba, convocó a los escritores de la ‘generación del Chaco’ más próximos –Jesús Lara, Augusto Guzmán, Porfirio Díaz Machicao, Humberto Guzmán Arze– y con ellos inició su andadura editorial. El primer libro publicado por Los amigos del libro fue la novela Surumi, de Lara. Supo rodearse de buenos asesores y amigos como Mariano Baptista Gumucio y Héctor Cossío Salinas, autor del lema “No leer lo que Bolivia produce es ignorar lo que Bolivia es”.
Como editor rescató la obra crítica de Carlos Medinaceli, las obras completas de Augusto Guzmán, Jesús Lara y Raúl Teixidó; divulgó las antologías de Díaz Machicao, Yolanda Bedregal, Soriano Badani y Manuel Vargas; lanzó la Biblioteca de Historia con Luis Peñaloza (economía, 7 vols.), Guillermo Lora (movimientos obreros, 4 vols.), Adolfo Cáceres Romero (literatura, 3 vols.), Atiliano Auza (música), Carlos Castro (judicial) y Alfonso Gumucio Dagron (cine); la Biblioteca de Diccionarios con Fernández Naranjo/Dora Gómez (bolivianismos), Cáceres Romero (Literatura boliviana), J.R. Arze (biográfico) y René González Moscoso (geográfico); y la Biblioteca ‘Mito y realidad’ de Amado Canelas.
Tres son los mayores logros de este humanista boliviano: 1) fundó la biblioteca ‘Enciclopedia boliviana’, dándole relevancia a la sección científica (Ahlfeld, Cárdenas, Ibarra Grasso, Oblitas Poblete); 2) creó el Premio de Novela Erich Guttentag (1966-1999), en homenaje a su padre, promocionando a jóvenes promesas (Renato Prada, Adolfo Cáceres, Ramón Rocha Monroy, Gonzalo Lema, Edmundo Paz Soldán, Juan Recacoechea, Gaby Vallejo, entre otros) hoy autores consagrados; y 3) escribió su portentosa ‘Bibliografía boliviana’ (1962-2001; 40 vols.) por la que será recordado siempre. En esta materia, su nombre queda inscrito junto a los de Gabriel René Moreno, Valentín Abecia, Costa de la Torre y José Roberto Arze, sin olvidar las valiosas aportaciones de Castañón Barrientos, Siles Guevara y Hernando Sanabria Fernández.

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