miércoles, 22 de septiembre de 2010

MONTENEGRO QUIROGA, Carlos

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MONTENEGRO QUIROGA, Carlos
1903-1953

Mentalidad rutilante en la avanzada del revisionismo histórico, se lo conoce como ideólogo del nacionalismo revolucionario por su obra Nacionalismo y Coloniaje. Como periodista, fundó Busch y La Calle, desde cuyas páginas concentró las críticas de la generación de la posguerra del Chaco contra la oligarquía, llamada Rosca Minero Feudal, y apoyó la acumulación de fuerzas sociales para la realización del Primer Congreso Indígena, la fundación de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (en el gobierno de Villarroel) y las transformaciones desencadenadas por la revolución del 9 de abril de 1952.
Tal como la de muchos revolucionarios, la obra de Montenegro fue una literatura de emergencia, escrita a salto de mata, entre las urgencias de la acción y el calvario de la persecución política. Se conocen de él las siguientes obras: “Frente al Derecho del Estado, el oro de la Standard Oil” y “La hora cero del capitalismo”, que fue editada sin nombre de autor; “Las inversiones extranjeras en América Latina”, de edición póstuma, y “Nacionalismo y coloniaje”, ensayo sobre el periodismo boliviano pero, en realidad, su obra más valiosa de análisis de la historiografía tradicional y de reafirmación de las energías nacionales, que tiene asombrosa vigencia por más de medio siglo.
Montenegro cultivó una prosa elegante y singular. Fue acaso el mayor estilista de cuantos literatos bolivianos se inclinaron por el género ensayístico; pero no le animaba un afán puramente estético sino medular, hondo en su contenido y seductor en su forma.
Así como había identificado al enemigo principal en el imperialismo y la Rosca minero feudal, así en lo ideológico se dio a la tarea de tipificar y destruir la historiografía tradicional. “La versión hasta hoy escrita de nuestro pasado tampoco ha percibido la sólida organicidad interior a que responde el desarrollo histórico del acontecer patrio”, dice en “Nacionalismo y Coloniaje”. “De ahí que la realidad y aun la naturaleza del viejo tiempo hayan sido suplantadas en general por una aparente realidad y una aparente naturaleza que no ha creado la historia sino el historiador. Éste, sin falsificar los hechos, falsifica el valor de los hechos, lo cual importa no menos que un triple falseamiento: el de la verdad en el pasado, el del juicio histórico en el presente, y el de la conducta colectiva en el futuro”... “El historiador, como el periodista”... es “un militante en la contienda que desde 1825 riñen las dos grandes tendencias históricas dentro del país”... “Todo cuanto existe dentro de ese panorama (histórico de Bolivia) se acusa –con excepción muy rara—grosero, siniestro, bajo, sanguinario, ruin, o, en el mejor de los casos, extravagante y risible. No hay otro pueblo del planeta cuyo pasado esté –como el de Bolivia—únicamente lleno de sucesos y de seres ridículos y macabros”... “El pasado es hecho así en el presente y por el presente. La conducta que atribuye Alcides Arguedas –valga el ejemplo--, a Pedro Domingo Murillo, es típico fruto de esta especie evidentemente absurda de generación retroactiva. El Murillo argueduno está ‘hecho’ por Arguedas, hecho a voluntad y gusto propios de Arguedas. Vicios y taras que éste imputa porque sí al mestizo de nuestros días, las imputa de igual modo gracioso a Murillo, sobre cuyas taras y vicios nadie –ni el mismo Arguedas--, conoce la más leve noticia. Esta elaboración del pasado en el presente, no es ni puede ser obra histórica. Constituye más bien la creación antihistórica por excelencia.”
Sobre el tema de la “furiosa autodenigración” de la casta oligárquica, concepto tomado del mexicano Carlos Pereyra, dice Montenegro: “Bien se entiende que la autodenigración del país equivale a una invitación cuando no a un llamado de lo extranjero. En esa autodenigración toman pie, efectivamente, las pretensiones de suplantar de un modo u otro la estructura existencial de Bolivia. Desde el potente interés económico de la plutocracia internacional, hasta el ridículo e inferiorizante afán imitativo de las ideologías universalistas, fundan sus empeños de dominar Bolivia en el hecho de que Bolivia, a juicio del antibolivianismo, es vitalmente incapaz de afirmar su existencia en sí misma y por sí misma”.
En el panorama de la historiografía boliviana, reconocía, sin embargo, intentos anteriores como los de Isaac Tamayo, Ismael Vásquez, José Macedonio Urquidi, Humberto y José Vásquez Machicado, y Rigoberto Paredes. “’Nacionalismo y Coloniaje’ reclama... sitio aparte entre los mencionados esfuerzos, en virtud de ser –y hace jactancia de ello--, el que, por vez primera en la historia de la historia de Bolivia, con un sentido no sólo circunstancial, sino porvenirista, ofrece un esquema conjunto del pasado boliviano, dando a éste la vivencia continua que le atribuye la concepción de lo nacional como energía histórica afirmativa y, por lo mismo, creadora y perpetuadora”, dice Montenegro.
Montenegro, el más boliviano de los escritores bolivianos, fue un activo defensor de nuestros recursos naturales, y tuvo como sucesor principal a Sergio Almaraz, pensador de la llamada “izquierda nacional”. "Montenegro ve a través del petróleo", decía Enrique Baldivieso el Vicepresidente de Germán Busch. Pero su pensamiento constituye algo más que eso, es “la defensa global de Bolivia y América Latina”, según Solíz Rada, que destaca la unidad de pensamiento reflejada en la obra de Montenegro: "Frente al Derecho del Estado, el oro de la Standard Oil", el manifiesto de "La Unión Defensora del Petróleo", en 1941; "Nacionalismo y Coloniaje", la publicación, en Buenos Aires, de la biografía de Spruille Braden, embajador de EEUU en Argentina, durante el primer gobierno de Perón; "Las Inversiones Extranjeras en América Latina" (1952) y "La Hora Cero del Capitalismo", así como sus conferencias sobre la nacionalización de las minas, en La Paz y Santiago de Chile.
Varios autores coinciden en la poderosa influencia que ejerció en su modo de pensar el debate político argentino, que vivió muy de cerca entre 1935 y 1939, primero, y entre 1946 y 1952. Leyó, como la mayoría de su generación, los "7 ensayos de interpretación de la realidad peruana", de Mariátegui, así como "El antiimperialismo y el APRA", de Víctor Raúl Haya de la Torre. En el exilio decretado a la muerte de Villarroel, Montenegro fundó en Buenos Aires la revista "SEA" (Síntesis Económica Americana) y fue activo colaborador del peronismo.
En el entorno de Perón, conoció a intelectuales de la talla de Manuel Ugarte, Arturo Jauretche, Rafael Scalabrini Ortiz y Rodolfo Puiggrós, que abandonó el Partido Comunista para colaborar a Perón.
“A fines de 1949, el periódico "La Prensa", de Buenos Aires, pasó a depender de la Confederación General del Trabajo (CGT). Con el visto bueno de Perón, Montenegro y Augusto Céspedes fueron designados editorialistas de esa importante publicación. Según el socialista
Abel Alexis Latendroff, en su libro "Nuestra América Difícil", Montenegro escribió el discurso que, en 1950, Perón pronunció ante el Grupo de Oficiales Unidos (GOU), versión argentina de la logia Razón de Patria (RADEPA), de Bolivia. Los datos citados constan en el libro "Carlos Montenegro, un Nombre Para la Historia", escrito por su viuda, Yolanda Céspedes de Montenegro (hermana de Augusto Céspedes).
En la estructura de “Nacionalismo y coloniaje” hay un eco de la famosa frase de Marx sobre la historia que se repite unas veces como tragedia y otras como comedia. Montenegro denomina “Novela” a la toma de conciencia nacional que servirá para construir la Nación Boliviana. Pero uno diría que se aproximó, sin saberlo, al pensamiento de Mao Tse Tung al encontrar la contradicción principal de nuestra historia entre el imperialismo y sus agentes internos, y el movimiento nacional-revolucionario. El propio Lenin decía que a estos movimientos de reafirmación nacional en los países semicoloniales debería llamárseles nacional-revolucionarios en lugar de “democrático-burgueses”, como se complacían en llamarlos los primeros marxistas bolivianos.
Con la llamada Capitalización, vuelve a resonar la voz admonitoria de Montenegro planteando la lucha entre el ser nacional y las tendencias neocolonialistas. Al calor de los conflictos de octubre de 2003 vuelve a escucharse su teoría del motín que revela la sintomatología del choque de dos fuerzas históricas encontradas, y prefigura el concepto de “autodeterminación de la masa” propuesto por René Zavaleta, con fundamentos más sólidos.
“El contenido histórico-filosófico del motín, es decir su valor de fenómeno capaz de explicar las circunstancias económicas, sociales, morales, culturales y espirituales de la vida colectiva radica... en la persistencia con que se consagra su intervención tenaz y constante en la historia, marcando con una isocronía casi de reloj el comienzo y el ocaso de los tiempos”, dice Montenegro. “El motín posee una médula histórica viviente, indestructible”... “La extraordinaria proliferación del motín se alimenta de un antagonismo incurable y fundamental no resuelto por la guerra de la Independencia. Un antagonismo que ha quedado en el subsuelo de la República a manera de simiente apenas recubierta por la capa de tierra del orden republicano”... “El motín es, en otras palabras, una de las formas de expresión que toma la lucha de las dos tendencias –la colonial y la nacional--, desde la fundación de Bolivia.”... “Nuestra querella secular e intransigente revela a las claras un conflicto de dos tendencias históricas”... “Dichas tendencias..., más que conjuntos humanos militantes y concretos actúan como energías históricas divergentes, vale decir como aspiraciones existenciales, como sentimiento y pasión colectivos, como caracteres e impulsos psíquicos hereditarios. Claro es que detrás de las tendencias, y acicateándolas, operan los intereses económicos correlativos de cada una. Si la visión marxista de la lucha de clases en nuestro pasado es todavía imprecisable por el método materialista histórico, éste señala netamente la contradicción de tales economías como resorte propulsor del devenir boliviano”... “La masa popular... participa de ordinario en el motín y lleva este o el otro caudillo al poder. Así traduce el radical descontento con que mira el orden que quiere destruir y al cual, por estos medios, impide estabilizarse. Cabe recordar que ese orden es todavía el del coloniaje. Sobre el régimen colonial que se prolonga en el gobierno republicano, golpea por lo tanto con obstinación destructora el pueblo amotinado. Bolívar lo absolvió de culpa con esta profecía: “el gobierno libre que comete el absurdo de mantener la esclavitud es castigado por la rebelión y algunas veces por el exterminio”.
Dos libros de Montenegro son poco conocidos. Se trata de "Las Inversiones Extranjeras en América Latina", escrito en 1952 y "La Hora Cero del Capitalismo". El primero de ellos fue publicado en Buenos Aires recién en septiembre de 1962 por la editorial "Coyoacán", dirigida por el historiador argentino Jorge Abelardo Ramos.
Carlos Montenegro Quiroga nació en Cochabamba el 26 de diciembre de 1903 y murió en una clínica de Estados Unidos el 10 de marzo de 1953. Hijo de Rodolfo Montenegro y de Raquel Quiroga, que tuvieron cinco hijos: Armando, el primogénito, de brillante gestión en la alcaldía cochabambina, Carlos, Marina, Emma y Olga. El padre participó del levantamiento de Martín Lanza, a fines del siglo XIX y en el exilio conoció a José Martí, según Valentín Abecia López.
Montenegro se casó en primeras nupcias con María Quiroga, con quien tuvo dos hijos, Mario y Martha, y luego con Yolanda Céspedes, con quien tuvo un hijo: Waskar. Junto a su cuñado, Augusto Céspedes, desarrolló una amistad fecunda y combativa, reflejada en aventuras intelectuales y factuales comunes en el periodismo, la literatura y la militancia política. Pocos ejemplos hay tan intensos y conmovedores como la cooperación periodística y política de estos dos grandes personajes que pensaban y sentían igual, y lo expresaban en un estilo ácido, punzante y sin concesiones, como los más conspicuos inquisidores de la historiografía tradicional.
Montenegro se inició muy temprano bajo la conducción espiritual del legendario Cesáreo Capriles, anarquista libertario y fundador de la revista “Arte y Trabajo”, que concentró a la joven intelectualidad cochabambina. Forjada allí su ánima política y periodística, asumió la tarea de enfrentar al imperialismo y “mostrar el disimulo con el que actuaban los agentes de la dependencia”, según Romero.
Luego de apoyar al Presidente Hernando Siles y de alistarse más tarde para concurrir a la guerra del Chaco, fundó la Unión Defensora del Petróleo, para denunciar los excesos de la Standard Oil contra el patrimonio nacional y colaboró con el Presidente David Toro.
Montenegro “sufrió el destino de soledad del precursor. Su dinamismo y su palabra catequística, de una sustancia casi alimenticia como los rayos ultravioletas, no lograron fecundizar el terreno esterilizado por el malezal oligárquico. Por el contrario, sus condiciones de penetración y combatividad que le señalaron ante la Rosca como el más peligroso político de la post guerra, concitaron en su contra a todas las fuerzas del pasado y a las que, titulándose nuevas, obedecían por inercia a aquéllas: saavedristas, socialistas y comunoides. Todos se pusieron contra él hasta dejarlo aislado. Toro alentó esa campaña de modo que Montenegro tuvo que renunciar a la secretaría general del socialismo y fue ‘alejado’ a Buenos Aires como secretario de la Conferencia de Paz del Chaco”.
Fue también amigo y colaborador del presidente Germán Busch, dejó una biografía inédita y no concluida del malogrado héroe del Chaco y poco después de su muerte fundó el semanario “Busch” y el diario “La Calle”.
Muy joven se vinculó al pensamiento argentino y a la vida de Buenos Aires, escenario donde se libraba un capítulo más de la disputa entre los militantes de la izquierda estalinista con el nacionalismo revolucionario; debate enconado en el cual los estalinistas se alinearon con los partidos tradicionales de derecha siguiendo la línea soviética de combatir el nazifascismo aliándose con los países capitalistas y “democráticos” que, en los países semicoloniales, tenían como simpatizantes a los políticos de derecha. Gonzalo Romero revela que Montenegro admiró al Dr. Lisandro de la Torre, nacionalista intransigente y parlamentario argentino. En esa aproximación se originó el nombre del partido que fundó Montenegro junto a Céspedes, Paz Estenssoro, Monroy Block, Guevara y otros. Se había atentado contra la vida del Dr. De la Torre en el hemiciclo parlamentario y había caído su amigo Vodavere. Entonces De la Torre dijo: “A este Movimiento Nacionalista Revolucionario nadie lo atajará”, según Gonzalo Romero.
“Concedamos a la Oligarquía boliviana este triunfo: el haber frustrado, con la persecución, la realización plenaria de la inteligencia más aguda, cultivada y multiforme que jamás haya producido Bolivia” dijo, en su homenaje, Augusto Céspedes.

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