EL HUERTO FAMILIAR
Amalia Decker me preguntó si iba a incluir en el
presente libro a Carmelita, mi madre, y confieso que no se me había ocurrido,
pero todo escrúpulo se disipó con las palabras de Amalia: ¿Qué derecho tienes
de no incluirla? Me sirvió para volver los ojos al huerto familiar, porque yo
también crecí rodeado de mujeres y su intervención crece mientras más me
remonto en el pasado.
Oyendo los relatos de Carmelita pude reconstruir la
azarosa vida de su madre, Concepción Block Zambrana. Tendría catorce años
cuando solía pasear a caballo por la Alameda, de visita en la quinta de la tía
Constanza, hermana de su madre. Natalia Zambrana Ruiloba, todas cochabambinas
de cepa. Un día llegó a nuestra ciudad el alsaciano Charles Bloch Levy,
fundador de una casa importadora de pianos, muebles y alfombras de Europa, que
exhibía en el Bazar Alsaciano y también en la Casa Bloch. Bloch Levy aluden a
su origen semita; el escudo de familia no reproduce la heráldica de los
caballeros sino la de los mercaderes, probablemente vinateros: el de los Bloch
es un odre y el de los Block un odre con remiendo (bonita broma del pasado). La
primera pronunciación es francesa; la segunda, alemana; ambas aluden a la
desmembración de Alsacia y Lorena para quedarse en manos de Alemania tras la
guerra franco-prusiana. De esa unión nació la abuela, a quien le decían la
Zamba Concha. Cómo la vería el coronel Ezequiel Barrón Zaballa que se la robó a
Oruro y tuvo con ella dos hijos: Julio y Rafael, hermanos de César. Barrón
Zaballa figura en la genealogía de los López, descendientes de Julián María
López, casado con la hija de Jerónimo Marrón y Lombera, último comandante
realista en Cochabamba. Ezequiel era compadre de José Manuel Pando y su jefe de
la Casa Militar. Dicen que ya Presidente, guapo y socarrón, le decía a mi
abuela: Conchita, qué pena que seas mi comadre. Ezequiel había recibido una
herida en la batalla del Segundo Crucero, que determinó el traslado de la sede
del gobierno a La Paz; la herida volvió a abrirse y murió. Joven y viuda,
Conchita se trasladó a vivir a Viacha con su madre, probablemente porque su
hijo Julio era oficial de ejército y estaría destinado en esa guarnición. Mi
madre recordaba que Daniel Salamanca solía pasar por Viacha y su prima Natalia
Zambrana lo esperaba en la estación del tren para saludarlo y recibir
discretamente una ayuda económica. Ese era el perfil de las mujeres de mi
familia: urbanas, bellas, de familias conocidas pero pobres.
En Viacha, la joven viuda se casó con el jefe de
estación, un chileno natural de Quillota, hoy barrio de Valparaíso, de nombre
Manuel Monroy Villagra, y ambos tuvieron tres hijos: Carmelita (mi madre),
Germán y Eduardo. Monroy dejó un buen recuerdo entre los trabajadores que más
tarde le serviría a su hijo Germán para estrenarse como diputado con el voto de
los ferroviarios de Guaqui. Pero antes la familia tenía que pasar penurias sin
cuento, porque el abuelo Monroy murió joven con gangrena por una mala inyección
en una época en que no había beneficios sociales, dejando una joven viuda con
tres hijos, en total cinco con los Barrón. Carmelita contaba que la abuela
Concha subió al calvario de Viacha con dos damajuanas de vino para consolar su
dolor, y que los tres hijos, todavía pequeños, apenas podían acercársele porque
la madre los ahuyentaba, y así jugaban al pie del calvario y durmieron en el
cementerio de la población hasta que el panteonero Garay los echó. Alguien le
avisaría a Julio, el hijo mayor, que consiguió llevarse a la abuela a enfrentar
su destino.
Como era costumbre en la época, el mayor varón fue
educado con esmero: ingresó al Colegio San Calixto, de La Paz, y a la Facultad
de Derecho. Ya iba por tercero y trabajaba en un juzgado cuando estalló la
guerra del Chaco, se alistó y la abuela tuvo que reducirse nuevamente a una
habitación en la casa del Dr. Pinilla. Entretanto, mantuvo a sus dos hijos con
ayuda de una máquina Singer en la cual cosía blusas para cholitas (que todavía
conservo). Eduardo, el hijo menor, entró al Banco Central a hacer los mandados
para contribuir de alguna forma a la precaria economía familiar (y con el
tiempo llegó a ser Tesorero General de la Nación). Luego de tres años de
guerra, Germán retornó del frente, abrió una petaca oculta, que la abuela no
había querido tocar, y de allí sacó sus ahorros provenientes de lo que ganaba
en el juzgado. Este dinero más sus sueldos de tres años durante la campaña
sirvieron para tomar un piso grande en la misma casa del Dr. Pinilla e iniciar
una carrera política que lo llevaría al Parlamento, a la fundación del MNR, al
Ministerio del Trabajo del Presidente Gualberto Villarroel y a la persecución,
saqueo de su casa y exilio a Buenos Aires hasta el triunfo de la revolución de
1952, episodios que la abuela Concha tuvo que sufrir como si no hubiera tenido
bastante desde la revolución federal en 1899. Historiadores del movimiento
obrero boliviano, como Guillermo Lora, destacan la intervención de Germán, como
Ministro del Trabajo de Villarroel, en la fundación de la Federación Sindical
de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB). Hasta entonces el PIR dominaba los
sindicatos, pero vino la Segunda Guerra Mundial y se alió con los “partidos
demócratas” que precipitaron la declaratoria de guerra de Bolivia contra las
potencias del Eje. Curiosa declaratoria que al país le deparó precios bajos
para la venta de estaño, salarios bajos para los mineros y sindicatos piristas
que no atendían las demandas salariales; motivos suficientes para que el
naciente MNR precipitara la fundación de la FSTMB y favoreciera el ascenso de
Juan Lechín Oquendo, su máximo dirigente.
Temibles tiempos que Concepción Block sufrió sin haber
ocupado jamás el primer plano de la noticia.
Carmelita, mi madre, sólo estudió la primaria, a la
usanza de la época, y acompañó a su madre en todas esas penurias. Se casó con
el capitán Sixto Rocha Vergara, de donde vino mi hermano Enrique, pero la
guerra terminó con esa unión. El retorno de su hermano Germán determinó que
trabajara como su secretaria privada y cultivara una afición que no la abandonó
más: la de leer y recortar periódicos y estar al tanto en lo que hoy se llama
análisis de coyuntura. De ese modo se involucró en el nacimiento del MNR aunque
no figura en la fotografía oficial porque por entonces las mujeres no tenían
derecho de ciudadanía ni podían firmar contratos sin la autorización del padre
o del marido; sin embargo, en su vejez, el MNR le otorgó un reconocimiento como
fundadora de ese partido. No se me olvida las veces que acompañé a mi madre a
recibir a Paz Estenssoro cuando llegaba a Cochabamba o las llamadas telefónicas
que le hacíamos cada 1º de octubre a Tarija. Con Carmelita caí preso a mis
quince años, en 1965, cuando llevábamos papeletas del opositor MNR a Viacha y
fuimos interceptados por la policía política. Nos incautaron las bolsas de
papeletas y regresamos a La Paz con las manos vacías. Barrientos ganó esas
elecciones en uso de la llamada “democracia del cero” estrenada por el MNR: 300
votos por ánfora para el oficialismo, 0 para la oposición.
El colgamiento de Villarroel fue un penoso
acontecimiento familiar que mi madre recordó toda su vida. El 21 de julio era
una fecha de luto en casa; pena para mi tía Maruja, María La Fuente, esposa del
tío Rafael Barrón Block, porque ese era el día de su cumpleaños y le aguaba
todas las fiestas. La familia fue residenciada en Cochabamba y la referencia
mayor era la tía Maruja, que vivía en la calle Uruguay Nº 56, en casa de doña
Isidora Prado, en una habitación grande que servía de sala, comedor, cocina y dormitorio.
Yo nací a una cuadra, en la esquina Uruguay y Esteban Arze, barrio de Caracota,
en casa del Dr. Juan Iriarte, y la tía Maruja me salvó en los primeros
instantes, cuando me habían dado por muerto.
Así la vi y la frecuenté hasta salir bachiller, visitándola
en todas las fiestas familiares o recibiendo su visita y la de mis primas, sus
hijas. Nunca conocí mayor abnegación maternal como la de la tía Maruja, que
tuvo durante muchos años pensionistas en su casa, a quienes trataba como a
hijos. Iba a diario a la recova, y a su hija mayor, la prima Teresita, le hacía
distribuir el dinero en montoncitos diarios, que ella administraba
juiciosamente.
Entretanto mi familia se trasladó a la Villa Carlos
Montenegro, a cuya fundación asistí en 1956. Habitábamos una casa de campo con
mil metros cuadrados de terreno y una piscina, presididos por el prestigio
familiar de la abuela Concha, que congregaba a todos en un haz en el cual se
confundían los Monroy, los Barrón y los Block, además de las ramas laterales de
la familia. Bellos días en los cuales íbamos hasta la esquina de la tía Zoraida
Bloch, casada con el tío Humberto, a comprar Seven Up en su pequeña tiendita
surtida por el primo Mario Block, uno de los primeros sobrecargos del LAB que
traía esos productos raros de sus viajes a Salta, la única vía internacional de
esa aerolínea inolvidable.
La abuela murió en 1959 y la familia se dispersó.
Luego vino el golpe de Estado de 1964 y la diáspora familiar se agudizó.
Perdimos la casa y nos trasladamos a la Villa Galindo, a casa de la tía Sofía
Aguila, hija de la tía Guadalupe, hermana de la bisabuela Natalia, santa señora
que se casó con el tío Jorge Gumucio y dejó una larga descendencia, como su
hermano, el tío Hipólito Aguila, que fue chofer de Hans Kundt cuando hacía su
servicio militar y tuvo muchos hijos e hijas.
Ezequiel Barrón, primer esposo de la abuela Concha,
conocía muy bien al coronel alemán Alexander Dehne, quien llegó directo a la
batalla del Alto de la Alianza y cayó prisionero. Sus camaradas expertos en
artillería, como él, negociaron su pase al ejército chileno, pero él se mantuvo
fiel a Bolivia y así retornó firmado el armisticio y fue destacado profesor del
arma, como que en el Archivo Nacional hay un Manual de Artillería que él
escribió. Cuando estalló la revolución federal, él formó en el ejército
constitucional y con el triunfo de Pando fue dado de baja. Seguramente no
quería retornar a Alemania pobre como había llegado y entonces buscó a su amigo
Barrón en Oruro. De ese modo se casó con Josefina Zambrana Ruiloba, la hermana
de mi bisabuela Natalia. Por sus méritos fue declarado Héroe de la Guerra del
Pacífico y figura en el álbum del Centenario de la República en una foto de
conjunto de la colonia alemana. Ese es el origen de nuestro parentesco con los
Dehne, que son una familia numerosa y conocida sobre todo en Oruro.
MIS HIJAS
Raquel nació en Cochabamba el 25 de marzo de 1976,
pero fue una presencia un año antes que la concibiéramos. Era un pretexto para
retirarnos temprano de alguna fiesta, y como nació el día de la Anunciación, se
llama también Gabriela, pero en realidad debería llamarse Anunciada. Estudió en
el Instituto Eduardo Laredo, escogió el cello, integró la Orquesta del
Instituto y hoy toca en una orquesta juvenil de la Universidad Complutense,
donde hace un doctorado en Psicología, en Madrid. Por supuesto se graduó en la
UMSS, emigró a España y, para mi alegría, se casó con un cultor de ese arte
mayor, que es la cocina: es David Carranza Peco, y acaban de ser papás de una
niña que se llama Aroa, a quién ya la he nombrado Aroína de la Coronilla.
Camila nació en Tarija el 31 de julio de 1986 en medio
de una invasión de mariposas amarillas (pilpintos), que me hicieron pensar en
bautizarla con el nombre de Mauricio Babilonia. Cuando fui a comprar los
pasajes de retorno, ella aún no había nacido y la registré como Mauricio; de
ese modo, su primer viaje fue con nombre y sexo clandestinos. Salió bachiller
del Instituto Laredo y estudió Danza en una universidad pública de Caracas. Hoy
enseña Danza en el Laredo y pronto en el mArtadero; se dedica con pasión a la
coreografía y siento en ella esa clavación
propia de los artistas obsesos con el arte que practicaron desde niños. Tiene
un niño hermoso, Emilio, que cumplirá este 26 sus 3 años. Ambos reproducen una
escena importante de mi novela Ando
volando bajo, porque Emilín suele contemplar a su madre cuando ella danza,
lo mismo que hacía José Guadalupe con Corina Odio. ¡Como para creer en la
conseja de Oscar Wilde: que la naturaleza imita al arte!
Tengo dos nueras amadas: Jimena Rivera Tejada y Emma
Ni Luachra. A Jime le digo Turi, en homenaje a una empleada paceña que hacía la
lista del mercado y escribía: Turi, sarni, lichuja, cobito (Toddy, carne,
lechuga, cubito Maggi); a Emmita le he volcado todo el cariño que siempre tuve
por Irlanda, tierra de santos y de sabios.
Ramón:
ResponderEliminarTe ruego proporcionar el nombre de la autora de estas memorias tan interesantes. Tengo a la mayoría de los personajes subidos en mi arbol genealógica pues soy primo hermano de los Daza Rivero de la Muyurina y hasta ahora, si bien conocía el nombre, no sabía nada de Concepción Block. Existen varios familiares de ella que proceden de Cochabamba. Una de ellas fue o es Juanita Barrón Block que era casada con Yerko Garafulic, fallecido hace años, hermano de Raúl, también desaparecido, compañero de curso del colegio. Me interesa mucho todo lo referido a la historia de Cbba. y he leído gran parte de tus trabajos. Puedes contactarme al mail riverolav@gmail.com. Necesito el tuyo. Vivo ya jubilado en Austin, Texas. Mis padres contruyeron el Capitol en los años 50s. Gracias, Rolando Rivero Lavayém