ENCOMIO DE ADELA ZAMUDIO
El Café El Turista, el diario Los Tiempos y el Cronista de la Ciudad ofrecieron la segunda tertulia del presente año sobre la personalidad y la obra literaria de Adela Zamudio con el doctor Luis Huáscar Antezana Juárez, premio nacional de Ciencias Sociales otorgado por el PIEB, conocido lingüista y maestro de generaciones de investigadores, con estudios en los Estados Unidos y en Bélgica. Una ocasión para escuchar las palabras medidas y precisas, plenas de datos y observaciones que hizo “Cachín” Antezana sobre la ilustre poetisa, narradora y pionera del movimiento feminista en nuestro país.
Hace poco, su novela Íntimas fue seleccionada entre las 15 novelas fundamentales de Bolivia por un equipo de expertos convocado por el Ministerio de Culturas en 2009, no obstante que, a su salida, en la década del 30, poetas y periodistas que habían apoyado a la autora y alabado su poesía trataron de disuadirla de volver a escribir en un género dizque reservado a los varones. Antezana valoró el coraje y la entereza de doña Adela, que se oponía a las tendencias clericales y conservadoras de su época, cosa impensable para una mujer de entonces. Su obra literaria, en el contexto de la literatura boliviana escrita por mujeres, la ubicaría en el lugar más visible, según Antezana.
Como pocas mujeres, doña Adela recibió homenajes en vida, como su célebre coronación por el presidente Hernando Siles en 1928 con una corona de oro, de laurel y olivo, que más tarde fue rechazada como garantía prendaria por un banco de entonces.
Doña Adela mereció la atención de personajes como Cesáreo Capriles, que publicó sus colaboraciones en la revista Arte y Trabajo; por Man Cesped, que la conoció en Colomi, donde ambas familias tenían fincas aledañas; y periodistas agudos como Rodolfo Montenegro, todos los cuales se oponían a las tendencias clericales y enemigas del progreso todavía vigentes en el período liberal 1899-1920, que en buenas cuentas se prolongó hasta la posguerra del Chaco.
Dos videos de entrevistas a Virginia Ayllón y a Leonardo García Pabón fueron proyectados durante la tertulia. Virginia Ayllón puntualizó que la obra de doña Adela no se reduce a sus poemas más conocidos: “Nacer hombre” y “Quo vadis”, que la postulan como defensora de la mujer y pionera de la Teología de la Liberación, porque hay otros poemas de su obra “Peregrinando” que se hacen preguntas existenciales sobre la soledad y la muerte, tanto o más importantes que los temas más trillados por la crítica sobre la poetisa. García Pabón resaltó la calidad de la novela “Íntimas”, publicada por Editorial Plural con un estudio escrito por él, porque encuentra con éxito esa voz femenina que exige una narración hecha por una mujer, y por el dialogismo que alterna esa voz con otra masculina.
La tertulia tuvo una asistencia importante de estudiosos, críticos, cientistas sociales y sobre todo maestras del Liceo Adela Zamudio, que fundara la poetisa y que hoy lleva su nombre, como muchos otros establecimientos en el país. La Fundación Torrico Zamudio, el diario Los Tiempos y el Cronista de la Ciudad agradecieron al disertante y a la concurrencia.
Adela Zamudio es más conocida como poetisa, crítica de la sociedad patriarcal y defensora de los derechos de la mujer a través de artículos y una célebre polémica con Monseñor Pierini, obispo de Cochabamba. También se la conoce como maestra fundadora y primera directora del Liceo de Señoritas que hoy lleva su nombre. El Presidente Hernando Siles la coronó como poetisa el 27 mayo de 1927. Dicen sus críticos que denunció la situación de la mujer en una sociedad patriarcal y clerical como la boliviana, que la enfrentó a los líderes conservadores y clericales locales. En todo momento mostró su entereza y lucidez de mujer solitaria frente a la hipocresía de la sociedad colonial y pueblerina, como lo revela en su poema Nacer hombre. De la misma tendencia es El velo de la Purísima, cuento escrito desde sus íntimos sentimientos femeninos sobre la realidad oscura y retrógrada en que vivía. Íntimas es una novela epistolar, con dos sujetos que escriben entre varones y luego entre mujeres. Usó el seudónimo Soledad.
El 11 de octubre, su fecha de nacimiento, ha sido declarado Día de la Mujer Boliviana. Doña Adela era autodidacta. En 1900 fue maestra en la Escuela San Alberto y Directora de la Escuela Fiscal de Señoritas por un largo período (1905-1920)
Muestra de su prosa es la siguiente: “Llegué oportunamente a la Angostura donde tomé la diligencia. Tenía tiro de remuda y entramos en la ciudad temprano. Un compañero de viaje tuvo la amabilidad de darme un guía que cargara mi maleta y me enseñara la casa de mi hermano. Este muchacho me explicó que el gran silencio de la ciudad tenía por causa hallarse aún casi todas las familias en los balnearios del otro lado del Rocha. Yo pensé que así estaría Pompeya en el momento de la explosión que sorprendió a gran parte de sus habitantes en el circo.
Lo primero que llama la atención en este país es el mal enlosado de las aceras en la generalidad de las calles. Empero, son sus montañas tan azules y sus casas, uniformemente construidas y pintadas casi todas de cobalto pálido, que se alzan bajo un cielo tan risueño y tan benigno, que bien pudiera llamarse la ciudad celeste.” Íntimas, pg. 32. Ed. Plural, 2009.
OBRA.- Ensayos poéticos,1887. Íntimas, 1913. Ráfagas, 1914. Peregrinando, 1943. Cuentos breves, 1943. Novelas cortas,1943.
Karim Taylhardat, en “Siluetas Americanas”, del Centro Virtual Cervantes, destacó lo siguiente: El trabajo constante de Adela en lo literario es un paraje calibrado, «Los rayos de la luna, a través de las dos singulares claraboyas, adquirían la tristeza pavorosa de la mirada de un moribundo», y en sus relatos todo habla e impresiona pensamientos, «El sentido íntimo es un juez corruptible siempre que está llamado a fallar en su propia causa», escritos en el Valle de Cochabamba —la entraña de Bolivia— «Veíanse allí coleópteros togados... Y en torno a esa pléyade brillante, la multitud anónima... —El aire los despierta—»; Zamudio pertenece a una historia donde los seres podían mirar con manos libres en pelea con las «inteligencias simplistas», en ese espacio donde la mujer sólo podía integrarse de dos maneras a lo cotidiano —o en matrimonio o en convento—, y con escasas profesiones —bordar o fabricar sillas para los heridos de guerra—, y leer escogiendo dentro de dos posibilidades —novelas inocentes o periódicos nunca liberales—.
Adela Zamudio atajaría todos los imponderables decidiendo ser maestra. Así como la boliviana Lindaura Anzoátegui, y que firmaba bajo el seudónimo El Novel, el heterónimo de Zamudio fue Soledad, para diarios como el Heraldo (fundado en 1877), con el que adquiriría proporciones épicas al abogar por la supresión de la enseñanza religiosa, y se protegería «de la conservadora, catoliquísima y semifeudal sociedad cochabambina»; una dama que canta y que a sus versos acompaña con una guitarra, y coleccionista de mariposas, un ser inhabitual, constructora de juguetes dramáticos para niños (Violeta o La Princesa azul, El castillo negro), autora de una novela epistolar, Íntimas (1913, en torno al clero corrupto y la hipocresía circundante), y de Ensayos poéticos (1887) y Ráfagas (1914); y por sus versos sería conocida como La Alondra del Valle: «Yo también siento el corazón helado / aunque es joven mi frente todavía», el valle de Cochabamba (donde Jaime Mendoza escribió Los héroes anónimos; y José Revuelta, Cielo y tierra; y Nataniel Aguirre, Juan de la Rosa).
Hacia 1901 aparecen sus primeros relatos (Violín y guitarra, El velo de la Purísima, El Diablo químico, La razón y la fuerza), tras su muerte compilados en Cuentos breves (1943) y en Novelas cortas (1943). En 1901 funda su academia de pintura en Cochabamba («... Para aprender a sentir»), y, en 1916, el Liceo de Señoritas, y que en la actualidad lleva su nombre. Enrique García Belloso expresaría en sus artículos sobre Zamudio: «La pintura, para Adela, fue su violín de Ingres». En 1926 fue coronada por el presidente Hernando Siles («...Vuestra coronación llevará por todas partes el renombre de nuestras letras»), como para olvidar «agravios y tensiones pasadas», y por ser desterrada, durante décadas, de las antologías poéticas de José Domingo Cortés y Benjamín Rivas.
En el epitafio de su tumba, ajena a casi todo lo acontecido, se puede leer: Vuelvo a morar en ignorada estrella, libre ya del suplicio de la vida. En esa ruta de intensidades traicionadas, es lógico que en 1896 iniciara la publicación de un periódico humorístico, El alegre carnaval, íntegramente versificado y anual. Según Gustavo Adolfo Otero, su biógrafo: «Pensó como un cerebro en acción y actuó como una voluntad que piensa.»
LA POLÉMICA CON FRAY PIERINI
En 1913 y 1914 despertó el anhelo de la educación laica al influjo de la reforma educativa emprendida por el gobierno de Ismael Montes y la Misión Belga, encabezada por Georges Rouma. La nueva causa tuvo en Adela Zamudio una defensora tenaz. Rouma había recomendado la supresión de la asignatura de religión en los programas de enseñanza. La Liga de Damas Católicas organizó un Concierto Infantil en el Teatro Achá el sábado de vísperas de las fiestas del 14 de septiembre de 1913 para financiar con esos fondos un Curso Superior de Religión, en desafío al auspicio oficial de la educación laica. Eran niños de 5 y 6 años y les tocó interpretar escenas “un tanto escabrosas” de La Mascota de Audán y La Viuda Alegre de Lehar. Entonces se encendió la chispa, porque doña Adela publicó en El Heraldo del 23 de septiembre su artículo “Reflexiones”, lamentando que los padres de familia confíen la educación moral de sus pequeños sólo a la enseñanza religiosa. Una semana después, El Ferrocarril publicó el artículo “Reparos, de Fray Francisco Pierini, fechado en el Convento de Tarata en 28 de septiembre. Debió ser ofensivo el Tata, porque le salieron al frente el periodista Rodolfo Montenegro y don José Macedonio Urquidi, ambos en El Comercio. En cambio, Alejandro Soruco apoyó a Fray Pierini desde las páginas de El Ferrocarril. Como se verá, el prestigio de la señorita Zamudio subió en tal forma que una década después fue coronada en la Plaza 14 de Septiembre durante el gobierno del Dr. Hernando Siles, hecho único en el país y en el continente.
Los apoyos a la señorita Zamudio no se detuvieron: recibió 300 tarjetas de felicitación por su artículo, según informó La Verdad, de La Paz, y a moción de Ricardo Bustamante, el Consejo Universitario de Cochabamba le confirió un voto de aplauso. Un redactor de El Norte de La Paz echó leña al fuego con estas palabras: “No es de creer que la señorita autora del artículo que critica al Padre Pierini deje sin repuesta los “Reparos” del honrado sacerdote. El artículo de este último ha sido escrito con bastante calor y no corresponde a la cultura que se admira en el artículo de la poetisa cochabambina.”
Claudio Peñaranda expresó su adhesión a doña Adela en La Mañana, de Sucre, calificándola del siguiente modo: “Genial temperamento lírico, cuyas actuales energías de corazón y de cerebro están dedicadas por entero a la noble tarea pedagógica, desde la dirección del colegio oficial de niñas. La palabra autorizada, severa y gallarda de la primera portalira de América, a la vez que la más distinguida escritora boliviana, da en esta ocasión la nota de alarma sobre uno de los males de nuestra sociedad presente: los dañosos rumbos de la moral religiosa, incomprensiva de su misión e inconsciente de su rol educativo, que tuercen los naturales impulsos de la inocencia infantil y pervierten la inteligencia inmaculada de la niñez.” Peñaranda agregaba que “sólo en las escuelas laicas hay la comprensión de la moral verdadera, de la moral humana, y de que toda la intromisión católica dentro del sagrado recinto de los deberes y de las normas de conducta sólo puede producir eso que fue siempre el más fuerte símil bíblico: “las manzanas podridas sobre los sepulcros blanqueados”.
La polémica trascendió a “El Cristiano”, de Santiago de Chile, y los alumnos de la Facultad de Derecho, de Cochabamba, le obsequiaron una pluma de oro a la “primera portalira”.
La Capital, de Sucre, apeló al infalible vitriolo chuquisaqueño para herir a doña Adela en las entrañas: “Puede la poetisa del Tunari ser “la primera portalira de América”; pero no es ella que ha llegado a la edad del desengaño sin formar hogar, quien ha de enseñar a las madres la educación de sus hijas.”
El Diario, de La Paz, manifestó su simpatía por la señorita Zamudio; pero El Ferrocarril, de 24 de diciembre de aquel año volvió a publicar un brulote del “iracundo capellán del convento de Tarata, Fray Pierini, en la cual acusaba a la poetisa de ser la autora de una carta abierta y anónima publicada en La Mañana, de Sucre. La poetisa contestó: “Es usted muy valiente con una señora… que no goza de los prestigios que usted ataca”. Las palabras que siguen son épicas: “Lo que evidentemente irrita a usted es que una cualquiera, como yo, una mercenaria que gana el pan, tachada, además, de irreligiosidad, se haya atrevido a denunciar un error de matronas piadosas, ricas e influyentes. Si esa es la moral católica, que usted tanto encomia, yo no la profeso, ni la enseñaré jamás a mis alumnas. Yo profeso la moral humana, la inmutable, la que aquilata la virtud donde se encuentre, humilde y desconocida, y condena el error sea quien fuere el potentado que ha caído en él. Aunque no lo expresa usted, da a entender que, como maestra, me considera indigna y peligrosa… porque no me he dedicado a escribir salves y novenas. Bien se ve que le duelen hondamente los títulos de escritora y de poetisa que me arroja usted a la cara con marcada ironía. No acierto a comprender qué tiene que ver un fraile con personalidades literarias de un país que no es el suyo.”
El Comercio, de Cochabamba, no se ahorró epítetos para Fray Pierini y para sus artículos “mal escritos”, que ultrajaron torpemente a “la más alta gloria nacional”. Lo acusa de ser cultor de la “hipocresía jesuítica” y de ser un “fraile díscolo y mentecato”. “Lo más extraño es que un fraile extranjero ultraje a una distinguida dama, que es el orgullo nacional, y también ultraje al Venerable Obispo, a quien le adjudica el calificativo de Juan Lanas. Ese fraile que, abusando la generosa hospitalidad que le presta el país, no tiene derecho para tomarse la libertad de injuriar y difamar lo más casto y respetable que tenemos.” Pierini había dicho que cualquiera de los profesores de sotana larga valían más que Adela Zamudio, y El Comercio le contestó: “Pues, sepa el díscolo Reverendo que en nuestro concepto que es el de la mayoría del país en que medra, Adela Zamudio vale más que él y todos los frailes reunidos del mundo.”
El Tiempo, de Potosí, dijo que la señorita Zamudio “lanzó una clarinada de lucha contra una mala educación llevada a cabo en algún colegio de Cochabamba, buscándose la inemistad (sic) de las señoras, clérigos y algunos jesuitas de leva corta, enemistad fatal y persistente. Pero aconsejamos a la señorita Zamudio que agradezca esa guerra; pues, está labrándole su pedestal de gloria.”
Claudio Peñaranda advirtió, en La Capital, de Sucre, los aprestos de “el Pierini de La Paz, el demagógico jesuita Francisco de la Cruz, reputado como cuervo de primera clase entre las aves de presa de la Compañía… (que) afila pico y uñas para iniciar su campaña en la capital de la República”.
Estos aprestos precipitaron el clamoroso respaldo a doña Adela de personalidades como Franz Tamayo, Tomás Manuel Elío, Bernardo Trigo, Rodolfo Soria Galvarro, Rosendo Villalobos, Pedro Aniceto Blanco, Gregorio Reynolds, Emilio Finot, Juan Francisco Bedregal, Abel Alarcón y Raúl Jaimes Freire, entre muchas otras.
A estas alturas, la polémica se había prolongado a enero de 1914, y los detractores y detractoras de doña Adela no declinaban la contienda. La Capital, de Sucre, acusó a la señora Zamudio “de recomendarse ante el gobierno, como si tuviera necesidad de actos indignos para sostenerse en su empleo de maestra de escuela”; de chismear “al Padre Pierini ante el Partido Liberal, ante el gobierno y particularmente ante el señor Montes, presentando al humilde franciscano como a un conspirador implacable, como a un rebelde y traidor al progreso boliviano.”
En fin, las damas cochabambinas, cuyos maridos no coincidían con ellas, entregaron una cruz de oro como reconocimiento a Fray Francisco Pierini. Lo importante es que doña Adela sólo había publicado el artículo inicial y una “Carta Abierta” para hacer frente a las acusaciones de Pierini; pero el 20 de marzo de 1914 publicó dos artículos titulados “Temas Pedagógicos”, en los cuales denunció el perjuicio que ocasionaba la ausencia de educación secundaria para mujeres. Poco después, en agosto de 1914, publicó el artículo “Por una enferma”, escrito con una intensidad digna de Edgar Allan Poe o de Villiers de L’Isle Adam (tal como lo sugiere Eduardo Ocampo Moscoso), que denuncia las consecuencias del claustro a la que fue sometida la monja Josefa Bascopé: “Desde el momento en que, por el engaño o por la fuerza, fue introducida en ese recinto (el convento), el universo quedó reducido para ella a esas cuatro paredes y al pedazo de cielo que alcanza a ver sobre su cabeza. ¡Una cárcel dentro de otra cárcel! ¡Una tumba dentro de otra tumba.”
El diagnóstico prejuicioso de la Superiora la ha calificado como enajenada, y entonces doña Adela pregunta: “¿Qué es, pues, sépalo el público por fin, qué es la hermana Josefa? Si es una religiosa, debería tener su puesto al lado de sus hermanas, en el claustro, en el coro, en el refectorio. Si es una enajenada, por qué no intentar su curación fuera del claustro? Si es una criminal, existe un ministerio público que puede juzgarla. Criminal.”
La hermana Josefa Bascopé había ingresado al claustro en la adolescencia; tenía apenas 31 años cuando vivía recluida en una celda oscura por una vaga acusación de demencia. Era una mujer marchita y desdentada, y su único afán había sido tejer un velo con los cabellos de niña que había guardado hasta entonces.
Era una acusación muy dura contra las monjas clarisas, a tal punto que el Fiscal del Distrito, Isaac L. Beltrán, investigó el asunto, pero concluyó que Sor Josefa estaba “rematadamente loca” y que era innecesario redimirla de su prisión, “lo que quiere decir que estaba destinada a morir en el pequeño manicomio que se ha construido en el interior de su convento”, según palabras de doña Adela.
NACER HOMBRE
Cuánto trabajo ella pasa
Por corregir la torpeza
De su esposo, y en la casa,
( Permitidme que me asombre).
Tan inepto como fatuo,
Sigue él siendo la cabeza,
Porque es hombre!
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Si algunos versos escribe,
De alguno esos versos son,
Que ella sólo los suscribe.
(Permitidme que me asombre).
Si ese alguno no es poeta,
Por qué tal suposición
Porque es hombre!
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Una mujer superior
En elecciones no vota,
Y vota el pillo peor.
(Permitidme que me asombre).
Con tal que aprenda a firmar
Puede votar un idiota,
Porque es hombre!
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El se abate y bebe o juega.
En un revés de la suerte:
Ella sufre, lucha y ruega.
(Permitidme que me asombre).
Que a ella se llame el "ser débil"
Y a él se le llame el "ser fuerte".
Porque es hombre!
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Ella debe perdonar
Siéndole su esposo infiel;
Pero él se puede vengar.
(Permitidme que me asombre).
En un caso semejante
Hasta puede matar él,
Porque es hombre!
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Oh, mortal privilegiado,
Que de perfecto y cabal
Gozas seguro renombre!
En todo caso, para esto,
Te ha bastado
Nacer hombre.
¿QUO VADIS?
Sola, en el ancho páramo del mundo,
Sola con mi dolor,
En su confín, con estupor profundo
Miro alzarse un celeste resplandor:
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Es El! Aparid6n deslumbradora
De blanca y dulce faz,
Que avanza, con la diestra protectora
En actitud de bendid6n y paz.
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Inclino ante El mi rostro dolorido
Temblando de ternura y de temor,
Y exclamo con acento conmovido:
-¨A d6nde vas, Señor?
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- La Roma en que tus mártires supieron
En horribles suplicios perecer
Es hoy lo que Los césares quisieron:
Emporio de elegancia y de placer.
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Alli está Pedro. El pescador que un día
Predicó la pobreza y la humildad,
Cubierto de lujosa pedrería
Ostenta su poder y majestad.
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Feroz imitador de Los paganos,
El Santo Inquisidor
Ha quemado en tu nombre a sus hermanos...
¨A dónde vas, Señor?
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Allá en tus templos donde el culto impera
Oué hay en el fondo? O lucro o vanidad.
Cuán pocos son los que con fe sincera
Te adoran en espíritu y verdad!
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El mundo con tu sangre redimido,
Veinte siglos después de tu pasión,
Es hay más infeliz, más pervertido,
Más pagano que en el tiempo de Nerón.
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Ante el altar de la Deidad impura,
Huérfana de ideal, la juventud
Contra el amor del alma se conjure
Proclamando el placer como virtud.
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Las antiguas barbaries que subsisten,
Sólo cambian de nombre con la edad;
La esclavitud y aun el tormento existen
Y es mentira grosera la igualdad.
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Siempre en la lucha oprimidos y opresores!
De un lado, la fortuna y el poder,
Del otro, la miseria y sus horrores;
Y todo iniquidad... Hoy como ayer.
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Hoy como ayer, Los pueblos de la tierra
Se arman para el asalto y la traición,
Y alza triunfante el monstruo de la guerra
Su bandera de espanto y confusión.
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Ciega, fatal, la humanidad se abisma
En Los antros del vicio y del error.
Y duda, horrorizada de sí misma...
¨A dónde vas, Señor?
ALICIA D’ARLACH DE BLANCO GALINDO
A un año de la guerra del Chaco, fundó en Cochabamba el Patronato de Huérfanos de Guerra, y poco después, las Religiosas de la Cruzada Pontificia se hicieron cargo de los varones y las Madres Alemanas, de las niñas. Este esfuerzo fue secundado por damas y caballeros de nuestra ciudad que daban sus aportes mensuales; entre ellos, el ex Presidente Eliodoro Villazón, que era tesorero y la señora Elsa Anaya de Morales, madre de Juan Antonio Morales, la secretaria, ambos ad honorem. Un inmueble destinado a albergar a las niñas fue donado al Obispado y se adquirió otro inmueble para los niños.
Al término de la guerra, se organizó el Patronato con carácter nacional y esta noble señora fue Presidenta de la institución en Cochabamba por 14 años, siempre ad honorem. En 1934, había sido fundadora y presidenta de la Acción Católica y en 1948 fue elegida Concejal Municipal, siendo la primera mujer en ejercer esa responsabilidad.
Una nota firmada por Ma. Irma Revollo en 1941, a nombre de las huérfanas de La Providencia y La Cruzada Pontificia, le comunica que ya ejerce su profesión y añade: “Ni la distancia que nos separa ni los años que pasan me harán olvidar el inmenso favor que me ha hecho no sólo a mí sino también a mis demás compañeras, por quienes agradezco y por mi intermedio siempre desean que haga llegar sus gratitudes”.
Se llamaba Alicia d’Arlach y fue hija del escritor tarijeño Tomás O’Connor d’Arlach y de Aurora Velasco. Se casó en 1915 con el entonces coronel Carlos Blanco Galindo, cuya Presidencia en 1930 será recordada por la incorporación de la Autonomía Universitaria en el referéndum de ese año y la Constitución de 1931.
Por su celo y generosidad, fue distinguida por el Concejo Municipal de Cochabamba y fue declarada Hija Predilecta del Beni por su labor ejemplar durante la inundación que asoló ese departamento en 1947. El Papa Pío XII la condecoró por sus trabajos de apostolado y el Gobierno de Gran Bretaña le dio el título de Lady.
BERTHA ROSA TARDÍO GUZMÁN
Una infancia y una juventud doradas no permitieron vislumbrar la atribulada vida de Bertha Rosa Tardío Guzmán a pocos años de secundar con toda decisión los emprendimientos de su esposo, Carlos Canelas Canelas, sujetos a los duros vaivenes de la política. Había nacido en Venecia el 25 de abril de 1911 en uno de los viajes de sus padres, Alberto Tardío Quiroga y Josefa Guzmán Aguirre; recibió el bautismo en la Basílica Metropilotana Patriarcale di San Marco el 3 de mayo y fue inscrita en el registro civil de esa ciudad el 8 de mayo del mismo año. Quizá por eso, cuando era niña y sus primos le preguntaban su nombre respondía: "Bertha Rosa de Venecia". Tuvo un solo hermano, Enrique, y muchos primos: Jaime, Jorge y Celia Rojas Tardío; Alberto y Germán López Guzmán, Joaquín, Elvira y Florencia Aguirre, Teresa, Alicia y Virginia Blanco Tardío; Julio, Mario y Gonzalo Guzmán Morales, entre otros. Era joven y soltera cuando perdió a su padre y colaboró a su madre en la administración de una propiedad ubicada en Colomi, que la familia había heredado de su tío Nataniel Aguirre. “Vecinos de la región comentaban que la veían pasar, fusta en mano, conduciendo un carruaje, coincidiendo, además, todos ellos en destacar su belleza”, recuerda uno de sus hijos. Su abuelo Luis Felipe Guzmán Achá (1839-1919) fue Cancelario y Rector de la Universidad de San Simón (1896 y 1906) y prestigioso munícipe. Era descendiente de José Vicente González de Prada, último Gobernador Intendente de la Provincia de Cochabamba, nieto de Bartolomé Guzmán, héroe del 14 de septiembre de 1810 y de la Batalla de Aroma y cuñado del ex Presidente José María de Achá. Dejó, entre otros, un libro valioso, Instrucciones para la vida campesina (Imprenta El Heraldo, 1890), que preservó la devoción de sus nietos y bisnietos y fue publicado con el título de La Tradición en Cochabamba en la Biblioteca IVº Centenario, de la editorial Los Amigos del Libro.
Se casó con Carlos Canelas Canelas, fundador de este matutino junto a sus hermanos Demetrio y Julio César, y tuvo siete hijos: Carlos, Eduardo, Alfonso, Gonzalo, Fernando y Enrique. Su primogénita murió en la década del 50 al mes de nacer. Se iniciaban tiempos duros con el asalto y destrucción de Los Tiempos en 1953. Como a sus hermanos, el régimen detuvo a don Carlos y doña Bertha Rosa tuvo que afrontar esa difícil etapa al mando de su familia y de su maltrecha economía. Los esposos Canelas Tardío habían fundado la Hacienda La Angostura, primera productora de leche de la región y Editorial América, pero el destino les deparaba una obra mayor: la reconstrucción de este matutino que reanudó sus ediciones el 19 de julio de 1967.
Hoy la numerosa familia Canelas Tardío ha proseguido y diversificado la noble labor de sus progenitores, honrando la memoria de don Carlos y recordando el valor y la entereza de doña Bertha Rosa Tardío Guzmán.
MARÍA VALENZUELA CÓRDOVA
No hay que escarbar mucho para descubrir que doña María del Rosario Valenzuela Córdova dejó intensos recuerdos en mucha gente, como la madre nutricia que un día conoció en Vila Vila al ingeniero de ferrocarriles Francisco Zannier Toniati, que había nacido en Udine, Italia, y luego se vino a vivir a Cochabamba, donde compró una hectárea de terreno a un costado de la Estación Cochabamba-Santa Cruz, junto al Molino El Gallo, hoy centro comercial. De ese modo nacieron Humberto, Víctor, Yolanda, Elena, Aida, Hugo, Francisco y Teresa Zannier Valenzuela. Yolanda se casó con el escritor y periodista Amado Canelas Orellana; Elena, con el abogado y periodista René Rocabado Alcócer; Aida, con el poeta Antonio Terán Cavero; y Teresa con el periodista de radio y televisión Hugo Maldonado Justiniano. De los hijos, Humberto fue ingeniero de minas y gerentó la Empresa Huanuni, de COMIBOL, entre otras empresas; Víctor fue el más conocido como temprano ejecutor de la reforma agraria y la toma de haciendas, como periodista e intelectual de prestigio y por su vinculación con el tránsito del Diario y las manos del Che a Cuba; Hugo fue pionero de la telefonía en Cochabamba y Francisco fue ingeniero agrónomo, también muy conocido. De modo que doña María tuvo no sólo hijos sino yernos muy conocidos. Nació el 7 de octubre 1909 y falleció el 6 de mayo de 1983. Los jóvenes de la época (hoy todos bordean los 80) recuerdan a doña María como una mujer generosa y maternal que tenía la mesa tendida y abierta para todos. Llegaron dos ingenieros Zannier y fundaron las dos ramas de la familia. El esposo de María murió a las 47 o 48 años y ella fue el sustento de su familia, que la recuerda como “muy responsable, trabajadora, querendona, una fiera para defender a sus hijos y a sus yernos, que vivieron en la casa. “El Soldado (Antonio Terán) dijo en su entierro que era su segunda madre. Aun con el René Rocabado, que era un renegón, se llevaba muy bien”, recuerda su hija Teresa. Cocinaba muy rico. Humberto Orellana, a quien de cariño le decimos el Panzalo, decía que cualquier cantidad de k’asioqos (tragadebaldes) iban a comer a la mesa de doña María. La casa de la familia estaba situada en la 25 de mayo final, hoy Francisco Velarde, junto a los molinos. Vecinos eran Enrique y Antonio Araníbar, recuerda Teresa.
JULIA CAVERO CANDIA
1900-1990
Doña Julia fue profesora de primaria toda su vida. Se entregó a la educación de sus pequeños alumnos en la Escuela Rafael Canedo y sintió un dolor inicial muy grande cuando la cambiaron intempestivamente a la Escuela Wilge Rodríguez, pero no sería el único traslado que sufriría en su carrera, pues también fue preceptora en la Escuela Adela Zamudio, ubicada por entonces en diversos domicilios de alquiler en las calles Bolívar, Calama, 16 de julio y otras próximas al Mercado 27 de mayo, hasta que sus hijos le construyeron casa propia cuando fueron profesionales.
El sueldo ínfimo de educadora no alcanzaba para mantener la casa y entonces doña Julia recibía ropa ajena para lavar y enseñaba a sus pequeños hijos a cocinar en los antiguos fogones de carbón: a qué hora se debía poner a hervir el hueso, la papa, el recado que se compraba a diario del Mercado, pues la familia vivía a pocas cuadras de él.
Doña Julia era casada con Manuel Terán Cornejo, sastre cortador de oficio, con estudios en Buenos Aires, vinculado a la prestigiosa familia Terán, abundosa en médicos y otros profesionales. Su hermano Luis fue ideólogo del Partido de la Izquierda Revolucionaria y Director Departamental de Educación y Raimundo Terán fue uno de los más prestigiosos ginecólogos de su época. Familia aiquileña.
La pareja tuvo varios hijos: José Antonio, Óscar Manuel, Carlos Ramiro, Ruth Amanda y Gloria Nancy. Quién diría que, con el tiempo, los dos primeros estudiarían Derecho, como era habitual por entonces, y que el primero, Antonio Terán Cavero, sería Premio Nacional de Poesía “Yolanda Bedregal”, luego de ganarse el apodo de Soldado porque concurría a las reuniones de los poetas de la segunda generación de Gesta Bárbara con el atuendo del cuartel y a recitar sus primeros versos. Hoy es quizá el poeta vivo más grande de país junto a Eduardo Mitre, pero su hermano Óscar Manuel resultó un abogado y sociólogo de prestigio, hombre de vastas lecturas, puntilloso, preciso y excelente expositor académico en la cátedra de Sociología, de la Facultad de Derecho, a la cual renunció cuando los estudiantes desarrollaron una “revolución universitaria” que ahuyentó a una generación de catedráticos humanistas, dotados de una cultura sorprendente por su amplitud. Más tarde fue síndico del Lloyd Aéreo Boliviano y asesor jurídico de instituciones y colegios profesionales de prestigio, en tanto que Antonio reunió en sí no sólo una musicalidad y tono muy particulares para su poesía, sino también la formación profesional en la noción de servicio público, tomada de Duguit y Hauriou, que le permitió ser un antiguo y meritorio municipalista, con una amplia foja de servicios en la Alcaldía y en el Concejo Municipal de Cochabamba.
Antonio estudió en la Escuela Facundo Quiroga, en los colegios Sucre y Bolívar y en el Nocturno Rigoberto Mendoza, de donde salió bachiller. A la muerte de doña Julia, que alcanzó los 90 años de edad y sobrevivió a su esposo, Antonio Terán Cavero, el Soldado Terán, le escribió dos sonetos memorables.
SONETO 1
Oh Dios llévatela tiene derecho
A desandar el mundo que le diste
No hagas sucia su muerte ni hagas triste
su tránsito del limo hasta tu pecho
Está sola y con miedo está deshecho
El orgullo que fue si tú pariste
Su camino tan largo y permitiste
Que su luz perfumara tu barbecho
Deja al menos que duerma y se disuelva
Con su propio perfume y que despierte
En el eterno pulso de la selva
En su cuerpo en reposo quiero verte
Y viéndote quizá así te absuelva
De tanta iniquidad y tanta muerte.
De aquel umbral sediento (libro de sonetos)
A la madre
Aunque duermas capullo en la madera
Que del polvo te salva a cielo abierto
Tu cuerpo ya en estrella y en mi huerto
Todavía tu sombra jardinera
Tenme manos y pies mientras espera
Recoger sus pedazos el desierto
Hueco de tu regazo y dame puerto
En el aire que endulza tu pradera
Tal vez así tangible a mi agostado
Belfo la leche vuelva que he mamado
Con la primera luz de los espejos
Y en otro vientre constelado lejos
Transitemos de nuevo dos reflejos
Hijo en su madre amada con su amado
TERESA ANAYA ARZE
Es la hermana más joven de un clan memorable. Tiene 95 años y la vista débil, pero pasa los días leyendo con una lupa gigantesca, instalada en un escritorio por el amor de sus hijos; y, como tiene una memoria prodigiosa, recita para mí “Este país tan solo en su agonía”, de Gonzalo Vásquez Méndez y me dice: “Estoy memorizando los poemas de Gonzalo Vásquez, ¿lo conoció usted?”
Ha sido la esposa de un diplomático de carrera, para destacar tan sólo dos cualidades un hombre fino y honrado, Gustavo Medeiros, y tiene tres hijos: Gustavo, pintor y arquitecto; María Teresa, doctora en Literatura y Carmen, antropóloga, todos Medeiros Anaya, que es una junta de dos linajes, uno que se remonta a los Oidores de la Audiencia de Charcas y el otro, a dos inquietos jóvenes de apellido Anaya que llegaron al Convento de San Francisco, de Tarata, y más tarde fundaron esta prestigiosa familia.
Teresa Anaya Arze ha tenido una abrumadora calidad de padres y de hermanos: es la hija menor del Dr. Franklin Anaya Ferrufino, ejemplo de probidad humana y honradez profesional, y de María Arze Ustáriz, perteneciente a otro clan memorable para la historia de las ideas y movimientos políticos en Bolivia. Es descendiente de ese binomio Arze-Anaya que introdujo el pensamiento revolucionario en Bolivia cuando los miembros de esa familia eran adolescentes. Teresa secundó la labor diplomática de su esposo y desarrolló una cultura superior, que todavía hoy le sirve para juntar un grupo de damas para darles conferencias sobre arte y escuelas filosóficas, sobre grabado en vidrio y sobre una especialidad que con el tiempo se ha convertido en un arte mayor: la pintura en porcelana.
Teresa Anaya Arze es la memoria inagotable de su familia. Conversar con ella es asombrarse de la precisión de sus recuerdos sobre una vida de culto al legado que recibió por padre y madre.
ADELA QUINTANILLA DE TERÁN
“Y tú Adelita? ¿has cumplido tu propósito de escribir en el campo? ¿Concluiste la novela que escribías? Dame noticias tuyas a este respecto q. las ansío mucho”. Así le escribía Adela Zamudio a su tocaya, Adela Quintanilla de Terán el 12 de septiembre de 1917. La escritora era desconocida hasta el año 2000, porque los originales mecanografiados permanecieron inéditos más de 80 años hasta que la devoción de Carlos Soria Galvarro, el nieto, los rescató del olvido. La novela se llama Entre el amor y el deber y la edición prima está precedida por apuntes biográficos firmados por Carlos. Por ellos sabemos que Adela Quintanilla Guzmán nacio en Cochabamba en 1886 y fue discípula, amiga y colega de Adela Zamudio. Se casó con Felipe Terán en 1908 y sus cinco hijos nacieron en Oruro. Compartió con intelectuales de la talla de Man Cesped, José Macedonio Urquidi, Fabián Vaca Chávez, Demetrio Canelas y Casto Rojas. Raúl Quintanilla y Rodolfo Montenegro eran sus parientes cercanos. Montenegro era un periodista de visión aguda e iconoclasta de la sociedad patriarcal de su tiempo, y muy amigo de Adela Zamudio.
Su experiencia pionera en el periodismo escrito por mujeres está dispersa en El Industrial, de Oruro y las revistas Eco, del Ateneo Femenino de La Paz y Letras, de Cochabamba.
Entre el amor y el deber “es un relato de corte feminista y romántico, que contiene bellas e interesantes pinceladas sobre las primeras décadas del Siglo XX y sobre un sector de la sociedad boliviana de ese tiempo, la minoría culta y adinerada de las ciudades bolivianas, principalmente Oruro, uo de los bastiones del auge de la minería del estaño”, dice Carlos Soria Galvarro.
Adela Quintanilla de Terán dejo tres hijas: Gabriela, Alicia y María Luisa Terán Quintanilla (perdió a dos hijos en la guerra del Chaco: Carlos Felipe y Jaime Augusto;, y 6 nietos: Eduardo, Irma, Aida, Carlos, Sonia y Jaime Soria Galvarro Terán (2 murieron: Juan Carlos y Bertha. Murió en octubre de 1935 antes de cumplir los 50 años, cuando se iniciaba la posguerra del Chaco.
ALICIA TERÁN DE DICK
Hija de Adela Quintanilla de Terán, fue cultora del quechua, fundadora de la Academia Regional de Quechua Cochabamba y profesora del idioma en la educación superior. Una vez más la devoción de su sobrino, Carlos Soria Galvarro , salvó del olvido valiosos trabajos que doña Alicia escribió entre 1950 y 1989, que abarcan ensayos, narraciones, poemas, artículos y traducciones al quechua de autores universales como Rabindranath Tagore (Rabindranath Tagorejjpa Ñisqan) y nacionales como Lázaro Moira, Jorge Calvimontes y Florencio Torrez Guzmán, además de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la Declaración de los Derechos del Niño. Ya en 1944 había publicado el Nuevo método de lectura para las escuelas rurales de Bolivia, seguido de Nuestro Mar (1969), Tarpuy (1975) y Muju (1979); los dos últimos son manuales de enseñanza del quechua.
Doña Alicia nació en Oruro en 1920; su Nuevo Método recogió las experiencias de alfabetización en quechua que desarrolló en Caihuasi antes de cumplir los 24 años y fue autorizado como texto oficial para la enseñanza de la lectura y escritura en las escuelas campesinas por el propio Presidente Gualberto Villarroel. De este libro se imprimieron 120.000 ejemplares. Enseñó el quechua en la Escuela de Servicio Social por casi dos décadas a partir de 1949 y en la Facultad de Humanidades de la UMSA en el período 1973-1978 (su alumno fue Víctor Hugo Cárdenas, entre otros). Siguió con la misma cátedra en la Universidad Católica, en Cochabamba (1980-1987). Fue cofundadora del grupo Qollasuyujj Siinkuna junto a Ángel Herbas Sandoval, antecedente de la Qhuchapampa k’itjpa ayllu simin (la Academia del Quechua). En Ankalli sostiene que el quechua tiene fuerza y vitalidad para legislar, leer y escribir, hacer traducciones y, sobre todo, escribir ensayos científicos. Al respecto, alguna vez le preguntaron a Pedro Miguel Etxenike, Premio Max Planck, Premio Príncipe de Asturias, Premio Príncipe de Viana (“y no sé cuántos más... un genio... no como otros”, me escribe Miguel Sánchez-Ostiz) cómo explicar física nuclear en euskera y contestó: “Para ello sólo hacen falta dos cosas: conocer la teoría de la relatividad y saber hablar euzkera”. Como dice Carlos Soria Galvarro al valorar el esfuerzo del profesor Ángel Herbas Sandoval para transcribir a la computadora el libro Ankalli, “ambos (Alicia y Ángel) aman el quechua y son bien k’ullus (familiarmente testarudos). Están convencidos que no aran en el mar”.
LUCY ARGANDOÑA DE CÉSPEDES
Recuerdo con ternura y cariño la serena belleza de doña Lucy Argandoña de Céspedes, cuya sonrisa repartía una luz de optimismo que le duró hasta sus últimos días. Se casó con el Dr. Hernán Céspedes Espinoza, compañero de sus días, y tuvo dos hijos: Guido, que fue mi condiscípulo, Ministro de Estado, experto internacional y economista brillante; y Hernán, técnico industrial y brillante profesional.
Éramos chicos cuando el profesor nos llevó a conocer el Instituto de Audiología, que ella había fundado por devoción a Hernán, el segundo de sus hijos, que nació con discapacidad en el oído pero con una inteligencia que lo hizo abanderado del Tecnológico en 1973 cuando estudió y se graduó como Técnico Industrial. Éste fue, sin duda, un mérito suyo pero también un milagro de amor, como tituló el padre del niño, el Dr. Hernán Céspedes Espinoza, una “Historia del instituto de Audiología” publicada en sus Bodas de Oro (1957-2007).
Luego de confirmar el diagnóstico de sordera por anulación del nervio auditivo en el Instituto Nacional de Audiología de México DF, doña Lucy recibió capacitación en el Centro de Docentes de Parque Lira, donde aprendió el Método Oral Puro y la Clave Fitzgerald para ordenar el lenguaje, y recibió asimismo la lección más importante: las madres de niños sordos tienen que ser las primeras maestras. Ya en Cochabamba, improvisó una “escuelita” en el garaje de su casa y allí dio las primeras lecciones de desmutización; trabajó con familias de escasos recursos y luego de innumerables esfuerzos tuvo local propio en la esquina Suipacha y General Achá, hoy el edificio del Instituto de Audiología, el primero fundado en Bolivia el 20 de agosto de 1957, al inicio al cuidado de las Madres de Santa Ana y hoy de las Hermanas Vicentinas. Así se fundó la “Casa del Sordo Boliviano”, que hoy tiene docentes especializados en universidades de Buenos Aires y el Instituto Oral Modelo, centro piloto en Latinoamérica. Doña Lucy siempre destacó el apoyo del Dr. Jorge Rojas Tardío, del Dr. Eduardo Velásquez y del Grupo de Damas Voluntarias a su emprendimiento. El fruto fue tener sordos con el don de la palabra articulada, que se emplearon en tipografía, industria y comercio, con dos docentes en la Escuela Nocturna de Capacitación de Sordos Adultos, equipada con talleres de mecánica, soldadura y oficios varios y dispensario médico, que también fundó doña Lucy en 1974 (en 1971 fundó la Federación Boliviana de Sordos y su aspiración mayor fue crear el primer Instituto Tecnológico para sordos adultos).
Con el tiempo siguió un Curso de Clave Fitzgerald y Logopedia, Buenos Aires, entrenamiento en Técnicas de desmutización en la John Tracy Clinic, EU, y asistió a seminarios y congresos mundiales y experiencias en Estados Unidos y Barcelona sobre metodología del sordo adulto. En sus recuerdos, destacaba un Congreso mundial en Washington organizado por puros sordos rehabilitados, con la asistencia de sordos de todo el mundo que confraternizaron a través del Método de Comunicación Total. Pero al mismo tiempo calificaba como la mayor recompensa la rehabilitación completa de Hernán, primer Bachiller de Bolivia, primer Técnico Industrial y abanderado en el Tecnológico. Hernán fue Jefe de Producción Industrial de la Fábrica Dillman S.A. y docente de la Escuela de Sordos y Adultos, donde planificó las ramas de estudio. Se casó con Daysi Zeballos y tuvo dos hijas que estudiaron en el Instituto Laredo e integraron la Orquesta Sinfónica de la universidad norteamericana donde estudiaron. “Cosas raras de la vida. Secretos insondables del destino: el papá Hernancito sordo. Las hijas con dominio y conocimiento musical”, dice su papá y agrega: Hernancito “recibió su destino con mística resignación. Emprendió la vida con constancia y valor. Fue un ejemplo de generaciones y un maestro de la lealtad con los sordos. Nunca masculló las desgracias ajenas porque antes que llegue a sus labios cooperaba para resolverlas. Intuyo que nunca se quejó de ser sordo, porque en la cuantificación de las valoraciones humanas, hay compensaciones que alivian las desesperanzas. Y, Hernán… todo recibió de su familia.”
Doña Lucy Argandoña nació en Sucre el 15 de noviembre de 1930. Estudió en la Escuela Profesional, de Sucre y desarrolló todas sus actividades en Cochabamba. Maravillosas sus palabras finales: “Cuanto he hecho en mi vida, ha sido guiada por altos ideales de solidaridad y humanitarismo, que no anhela ganar el cielo ni granjear honra en la tierra”.
AMALIA RAMÍREZ
Se la recordará por haber creado el Día del peatón y la bicicleta como Presidenta del Comité Cívico Femenino con el apoyo del Municipio y del Dr. Christian von Blat; desarrolló programas de capacitación en manejo de basura, manejo sanitario de alimentos, prevención de alcoholismo y drogadicción y defensa del Parque Tunari, pero todavía está pendiente una iniciativa suya: la de convertir a Cochabamba en “Una ciudad sin ruido”, cosa que no ocurre ni en el Día del Peatón, en el cual las autoridades cometen y permiten un grado de contaminación auditiva alarmante.
Se llama Amalia Ramírez Morales; nació en Cochabamba el 1º de noviembre de 1936; es hija de Fernando Ramírez Velarde, autor de la novela Socavones de Angustia y de Amalia Morales Achá, que tuvieron cuatro hijos: Amalia, Sonia, Sylvia y Juan Carlos. Ramírez Velarde fue un escritor muy recordado por su sensibilidad social; murió cuando Amalia tenía 12 años y determinó que la familia fuera conducida por mujeres. Estudió en el Colegio Irlandés, en la Academia Técnico Comercial, en las Universidades NUR y Evangélica y le fue otorgada una beca de capacitación en voluntariado del Overseas Education Fund de Washington D.C. Tiene numerosos reconocimientos de la Prefectura, la Alcaldía y el Ministerio de Salud. Fundó y fue primera Presidenta de la Federación de Mujeres Bolivianas, de Santa Cruz, Presidenta de las Damas Cochabambinas y fundadora del “Costurero del Niño”.Su vocación por el teatro le deparó papeles principales en El zoo de cristal, de Tennessee Williams, La visita de la Vieja Dama, Bodas de Sangre, La Dama del Alba y Yerma, de Lorca. Su director favorito es René Hohenstein. Se casó en 1955 con Jaime Unzueta Vila (+) y la pareja tuvo tres hijos: Jaime, Fernando y Tatiana. Amalia tiene 11 nietos y 1 bisnieta.
Doña Amalia tuvo que vencer los espacios y límites reducidos que nuestra sociedad solía y todavía suele constreñir a la participación de las mujeres.La misión estratégica que se propuso fue demostrar al Comité Cívico masculino que el femenino sea aceptado como socio solidario y no solamente honorario y que trabaje con presupuesto para desarrollar a plenitud su trabajo de voluntariado.
PAULINA RICO DE RIVERA
“En carnavales se disfrazaba de varón y cantaba tocando la guitarra. También componía música boliviana”, recuerda su hijo Tomás mientras me muestra fotografías de esta bella señora de Sacaba, que enviudó joven y se consagró a la crianza y educación de sus cuatro hijos: María, Tomás, Eduardo y Juan Bosco. “La operaron del riñón y entonces le dijo al cirujano: Juan Rivera y usted son las únicas dos personas que me han visto desnuda”, recuerda su hijo el coronel Tomás Rivera Rico, quien fue comandante del Regimiento Rangers acantonado en Montero y tuvo que marchar al exilio por su posición progresista y contraria a la dictadura de Banzer.
Se llamaba Paulina Rico Díaz, nació el 5 de febrero de 1910 y falleció el 30 de septiembre de 1975. Se casó con Juan Rivera Morales, quien fue Notario de Fe Pública y Oficial Mayor de la Alcaldía, en Sacaba. Murió en 1950 a sus 50 años, cuando su hija mayor tenía sólo 11 años.
¿Cómo afrontó doña Paulina la crianza de sus hijos al verse sola? Su mamá tenía tierras en Huayllani y doña Paulina trabajaba como agricultora. “Atendía una chichería en casa para mantenernos. Mi hermana María era profesora y luego trabajó en el Impuesto a la Chicha. Yo y mi hermano Eduardo nos fuimos al Colegio Militar a la edad de 16 años. Él fue a mi graduación y decidió quedarse. Hoy es coronel jubilado, como yo. Doña Paulina era muy querendona para atender a la gente, se quitaba de la boca para dar, era regalona hasta nomás. Nos decía: Somos Rico de apellido y pobres de verdad. Tocaba guitarra y componía canciones que conserva mi hermano Eduardo. En carnavales se vestía de hombre con guitarra; como era respingada y alta, de inmediato la reconocían. Falleció en Cochabamba y la íbamos a enterrar aquí, pero en Sacaba exigieron que lleváramos sus restos y amenazaron con sacarla del Cementerio General; así que está enterrada en Sacaba”, dice Tomás. “Crió una perra que bailaba cueca con ella en el patio, parada en dos patas. Cuando mi mamá falleció, esa perra se metió bajo la cama de ella hasta morirse. También tenía un cordero que le regalaron unos ahijados de matrimonio, y la seguía al mercado como su mascota, como un perrito. La casa tenía tres patios, vivíamos en el primero, en el segundo criábamos patos, pavos, pollos, conejos, y en el tercer patio teníamos chanchos para engordar y vender”, recuerda Tomás. El Dr. Jaime Zambrana solía ir de visita junto a su sobrino Guido Sandoval, que sería general y Comandante de Ejército. “Guido era hijo de Emilio Sandoval, muy amigo de mis papás; de ese modo Jaime Zambrana fue nuestro apoderado cuando fuimos cadetes del Colegio Militar”, recuerda Tomás.
“Vivíamos a media cuadra de la plaza; mi mamá recibía 18, 20 burros cargados de maíz, trigo o arveja y mi mami regalaba canastas de esos productos a sus vecinos. “Esto es un mete para un saque”, decía riendo. A la muerte de mi padre entramos en juicio para recuperar un terreno de ocho hectáreas en Mollocota y luego los hermanos renunciamos a nuestros derechos en beneficio de nuestro hermano menor. Mi padre tenía una propiedad en Corani y solía ir al Chapare y regresaba con arroz y coca que se cargaba en mulas. Mi mamá era de familia cochabambina, hija “natural”, como se decía entonces, de Andrés Rico; uno de sus hermanos era Antonio Rico, el papá de Raúl, que fue rector de la Universidad”, concluye Tomás.
TERESA ROJO FERNÁNDEZ
Es hija del General Vicente Rojo Lluch, jefe del Estado Mayor Central de la República española y profesor militar en Bolivia con grandes méritos docentes. Nació en Toledo en 1928 pero vivió buena parte de su vida en Cochabamba, ligada a las Voluntarias del Hospital Viedma. La bautizaron con los nombres de Teresa Dolores Paulina Micaela Rojo Fernández; tuvo cuatro hermanos: Vicente, Leandro, Paco y Ángel. Su madre fue Teresa Fernández Muñoz, vinculada con el ejército de ultramar en Cuba y África.
La República española sancionó la Constitución de 1931, pero de inmediato se alzó el temible Francisco Franco en África, con los batallones de moros. Vicente Rojo fue nombrado jefe del Estado Mayor que defendía Madrid en 1937 y menos de un año después jefe del Estado Mayor Central de la República. Los franquistas no pudieron tomar Madrid, pero la guerra civil duró dos y medio años y costó uno y medio millones de muertos. El general Rojo trabajó para convertir a las milicias civiles en un ejército regular mientras su familia se ponía a buen recaudo en medio de hambruna y otros sacrificios. Con el fin de la República vino el exilio a los Pirineos franceses, luego estalló la Segunda Guerra Mundial y el general Rojo se trasladó a Buenos Aires como cronista militar de un diario local. Entretanto, la pequeña Teresa hizo primaria en Buenos Aires.
En medio de su profusa obra militar, en la cual destacan Elementos de la guerra y La guerra en sí, el general Rojo dejó un libro de memorias sobre su vida en Bolivia, cuyo título es Caminar, del cual los nietos destacan un párrafo importante, entre otras cosas porque resume los sentimientos de un deportado en el seno de su segunda patria: “En ese peregrinar llegué a Bolivia. Como peregrino llegué pobre y viví feliz. Como maestro enseñé poco de lo que yo sabía. Terminada mi obra salí tan pobre como llegué y con la satisfacción del deber cumplido. Pero allí no sólo enseñé sino que aprendí cosas que ignoraba; esas cosas que nunca se llegan a conocer cabalmente como es la calidad de la sociedad universal en la que se deslíe nuestra vida…
Al fundirme y confundirme en su sociedad hice del país mi segunda patria y mi laboratorio donde pude estudiar al hombre y conocerme a mí mismo.
Hoy… deseo ensalzar la calidad de un pueblo tan sencillo y rudo como vigoroso y fecundo, maltratado por el Destino en cuanto éste es obra de la gente perversa”.
Como dice su hijo Alfonso, Teresa no hallo en Bolivia su segunda patria: ésta fue su patria. Se casó con Ismael Alem Dips, cochabambino de origen libanés, y la pareja engendró a Julio, Alfonso, Roberto, Teresa, Juan y Ricardo.
Aquí no acabaron las tribulaciones de doña Teresita, porque su esposo fue intervenido por el Dr. Cooley, nada menos que el inventor de los marcapasos, y tuvo otros problemas de salud que lo llevaron a mejor vida. Entretanto, sus hijos Julio y Alfonso estudiaron la universidad en Sucre y pronto tuvieron que seguir el camino de la persecución y el exilio, mientras la mamá soportaba allanamientos y la incertidumbre de no conocer el paradero de sus hijos, que tuvieron que adoptar nombres clandestinos. La emergencia se inició durante la dictadura de Banzer y se repitió bajo el régimen de García Meza, pero llegó la democracia y con ella la estabilidad de la familia y una vida más tranquila para doña Teresita. Cuando cumplió los 80 años, sus hijos le dedicaron un hermoso video con guión de su hijo Alfonso, locución de Julio y realización de Roberto. El video contiene un resumen de vida de esta mujer infatigable: Viajó en todo, menos en sputnik y parapente. Su nieta Mariana le dice: Qué hermoso llegar a viejo con esas energías.
El video contiene un hermoso poema que le dedicó el Gral. Rojo a su esposa.
Ven a mi lado
Por Vicente Rojo
Ven a mi lado que al calor divino
De tu cuerpo de rosa he de soñar.
Ven a mi lado que a tu lado siento
En mi alma poeta mil rimas despertar.
Quiero soñar junto a tu pecho ardiente,
Latiendo con más fuerza el corazón,
Tendrán más armonía las palabras
Que vibran en mis versos de pasión.
Juntos los dos para soñar un mundo
Dejaremos volar la fantasía,
Que formará a su antojo las quimeras
Trayendo a nuestras almas la alegría.
Juntos los dos cuando la vida sea
Todo dolor, toda miseria y cieno,
Cerraremos los ojos y soñando
Sabremos ir hasta besar el cielo.
Juntos los dos cuando la vida ría
Reiremos con ella nuestro amor,
Tomaremos del agua la alegría
Y del sol el calor.
BERTHA QUIROGA DE JORDÁN
Gocé del cariño de esta dulce señora desde que yo era un adolescente y visitaba su casa ubicada en la Villa Galindo. Ya había pasado los 70 pero igual hacía varias piscinas en estilo libre, una pasión que la acompañó toda su vida. Era casada con Stuardo Jordán Cossío, un señor noble y gallardo cuya imagen era un adorno mayor en el barrio, y todos sus hijos, yernos y nueras son mis dilectos amigos y amigas. En 17 de junio de 1956 tuvo una prueba de fuego cuando su hijo Hernán fue apuñalado por los agentes de Adhemar Menacho, jefe del Control Político, tan sólo porque llevaba papeletas de Falange Socialista Boliviana en día de elecciones generales. Doña Berthita era empleada de Telégrafos del Estado, un cargo público, pero igual siguió un juicio criminal contra los agresores de su hijo. La justicia falló en su contra y ordenó su reclusión en la cárcel, pero entonces ella tomó a sus 8 hijos y amenazó con entrar todos juntos a las celdas. “La norma de mi vida es la verdad. Vivo al cuidado de mis 8 hijos confrontando una precaria situación económica, pero con decoro, de ahí por qué no permito que el buen nombre de mi hijo sea mellado ni su persona confundida con un vulgar malhechor”, declaró a un periódico de la época.
Cuando conocí a la familia Jordán Quiroga, apenas había trazo del Pasaje Francisco Viedma Nº 1433 en medio de lotes vacíos de los trabajadores de Comunicaciones. Mi amigo y primer crítico literario fue Augusto Jordán Quiroga, mi buen amigo Cucho, y por Maritza sentí las primeras dulzuras y dolores. Hoy he cambiado de personal, y soy amigo de muchos de sus nietos, en especial de Xavier Jordán, a quien le tengo una admiración y un cariño a prueba de balas.
Doña Berthita nació en Cochabamba el 12 de febrero de 1917 y falleció el 21 de abril de 2008, nueve décadas que le permitieron consolidar la ejemplar unión del clan Jordán Quiroga (JQ). Sus padres fueron Honorato Quiroga Valdivia y Concepción Quiroga Chinchilla, quienes tuvieron ocho hijos: Virginia, María, José Miguel, Augusto, Aurora, Dora, Hernán y Bertha. Estudió en la Escuela “Número Uno” y en la Escuela Cobija, en el Liceo Adela Zamudio y en el Liceo Profesional. Se casó el 12 de febrero de 1938 con Stuardo, hijo de Melchor Jordán y de Ignacia Cossío. Doña Berthita tuvo 9 hijos: Hernán, Consuelo, Ivonne, Augusto, Luz, María Elda, Carmen (+), Guillermo y Orlando. Trabajó desde sus 15 años hasta jubilarse como Auxiliar y luego Jefe de Giros en el Correo y luego en Telégrafos, cuando se usaba el sistema Morse. Alguna vez dijo que le hubiera gustado ser Sierva de María.
EVA MARCUS
En marzo de este año, Catherine Camacho escribió una nota en Los Tiempos sobre Eva Marcus, “Voluntaria Honoraria” del SAR Bolivia luego de servir por casi medio siglo al Servicio de Voluntarios del Hospital Viedma, a las cárceles públicas, al Comité de Damas de la Ciudad del Niño y al Centro de Rehabilitación Cochabamba. En 20 años de contacto, Eva Marcus consiguió una ambulancia donada por la policía de Berlín, capacitación, equipos e insumos de los Estados Unidos para el SAR.
“La señora Marcus llegó a Bolivia en 1939 y falleció a los 93 años el pasado 20 de febrero de 2012. Es recordada por muchos montada en su bicicleta, donde llevaba una gran bolsa repleta de proyectos, planes, ideas e ilusiones”, resume Catherine Camacho. Su hijo Roberto destaca la habilidad de Eva para conseguir recursos entre los residentes de Alemania, en los capítulos de Compañeros de las Américas, que reúnen a cerca de 200 mil voluntarios en el mundo y en el medio local.
A principios de este año se hallaba en un coma profundo y entonces le enviaron un mensaje para que recibiera la distinción de “Voluntaria Honoraria”, concedida a sólo 3 personas en los 24 años del SAR, que también le dio su nombre a una sala de capacitación, dijo Mario Araníbar, coordinador nacional del Grupo Voluntario de Salvamento Bolivia (SAR-Bolivia).
Su sobrino Harry Marcus, a quien Julio Cortázar calificó como “cronopio”, dice: “A estas horas seguramente la verán allá arriba muy ocupada, organizando las actividades de los ángeles y dando consejos a Dios sobre cómo gestionar mejor el movimiento del Universo”.
El Café El Turista, el diario Los Tiempos y el Cronista de la Ciudad ofrecieron la segunda tertulia del presente año sobre la personalidad y la obra literaria de Adela Zamudio con el doctor Luis Huáscar Antezana Juárez, premio nacional de Ciencias Sociales otorgado por el PIEB, conocido lingüista y maestro de generaciones de investigadores, con estudios en los Estados Unidos y en Bélgica. Una ocasión para escuchar las palabras medidas y precisas, plenas de datos y observaciones que hizo “Cachín” Antezana sobre la ilustre poetisa, narradora y pionera del movimiento feminista en nuestro país.
Hace poco, su novela Íntimas fue seleccionada entre las 15 novelas fundamentales de Bolivia por un equipo de expertos convocado por el Ministerio de Culturas en 2009, no obstante que, a su salida, en la década del 30, poetas y periodistas que habían apoyado a la autora y alabado su poesía trataron de disuadirla de volver a escribir en un género dizque reservado a los varones. Antezana valoró el coraje y la entereza de doña Adela, que se oponía a las tendencias clericales y conservadoras de su época, cosa impensable para una mujer de entonces. Su obra literaria, en el contexto de la literatura boliviana escrita por mujeres, la ubicaría en el lugar más visible, según Antezana.
Como pocas mujeres, doña Adela recibió homenajes en vida, como su célebre coronación por el presidente Hernando Siles en 1928 con una corona de oro, de laurel y olivo, que más tarde fue rechazada como garantía prendaria por un banco de entonces.
Doña Adela mereció la atención de personajes como Cesáreo Capriles, que publicó sus colaboraciones en la revista Arte y Trabajo; por Man Cesped, que la conoció en Colomi, donde ambas familias tenían fincas aledañas; y periodistas agudos como Rodolfo Montenegro, todos los cuales se oponían a las tendencias clericales y enemigas del progreso todavía vigentes en el período liberal 1899-1920, que en buenas cuentas se prolongó hasta la posguerra del Chaco.
Dos videos de entrevistas a Virginia Ayllón y a Leonardo García Pabón fueron proyectados durante la tertulia. Virginia Ayllón puntualizó que la obra de doña Adela no se reduce a sus poemas más conocidos: “Nacer hombre” y “Quo vadis”, que la postulan como defensora de la mujer y pionera de la Teología de la Liberación, porque hay otros poemas de su obra “Peregrinando” que se hacen preguntas existenciales sobre la soledad y la muerte, tanto o más importantes que los temas más trillados por la crítica sobre la poetisa. García Pabón resaltó la calidad de la novela “Íntimas”, publicada por Editorial Plural con un estudio escrito por él, porque encuentra con éxito esa voz femenina que exige una narración hecha por una mujer, y por el dialogismo que alterna esa voz con otra masculina.
La tertulia tuvo una asistencia importante de estudiosos, críticos, cientistas sociales y sobre todo maestras del Liceo Adela Zamudio, que fundara la poetisa y que hoy lleva su nombre, como muchos otros establecimientos en el país. La Fundación Torrico Zamudio, el diario Los Tiempos y el Cronista de la Ciudad agradecieron al disertante y a la concurrencia.
Adela Zamudio es más conocida como poetisa, crítica de la sociedad patriarcal y defensora de los derechos de la mujer a través de artículos y una célebre polémica con Monseñor Pierini, obispo de Cochabamba. También se la conoce como maestra fundadora y primera directora del Liceo de Señoritas que hoy lleva su nombre. El Presidente Hernando Siles la coronó como poetisa el 27 mayo de 1927. Dicen sus críticos que denunció la situación de la mujer en una sociedad patriarcal y clerical como la boliviana, que la enfrentó a los líderes conservadores y clericales locales. En todo momento mostró su entereza y lucidez de mujer solitaria frente a la hipocresía de la sociedad colonial y pueblerina, como lo revela en su poema Nacer hombre. De la misma tendencia es El velo de la Purísima, cuento escrito desde sus íntimos sentimientos femeninos sobre la realidad oscura y retrógrada en que vivía. Íntimas es una novela epistolar, con dos sujetos que escriben entre varones y luego entre mujeres. Usó el seudónimo Soledad.
El 11 de octubre, su fecha de nacimiento, ha sido declarado Día de la Mujer Boliviana. Doña Adela era autodidacta. En 1900 fue maestra en la Escuela San Alberto y Directora de la Escuela Fiscal de Señoritas por un largo período (1905-1920)
Muestra de su prosa es la siguiente: “Llegué oportunamente a la Angostura donde tomé la diligencia. Tenía tiro de remuda y entramos en la ciudad temprano. Un compañero de viaje tuvo la amabilidad de darme un guía que cargara mi maleta y me enseñara la casa de mi hermano. Este muchacho me explicó que el gran silencio de la ciudad tenía por causa hallarse aún casi todas las familias en los balnearios del otro lado del Rocha. Yo pensé que así estaría Pompeya en el momento de la explosión que sorprendió a gran parte de sus habitantes en el circo.
Lo primero que llama la atención en este país es el mal enlosado de las aceras en la generalidad de las calles. Empero, son sus montañas tan azules y sus casas, uniformemente construidas y pintadas casi todas de cobalto pálido, que se alzan bajo un cielo tan risueño y tan benigno, que bien pudiera llamarse la ciudad celeste.” Íntimas, pg. 32. Ed. Plural, 2009.
OBRA.- Ensayos poéticos,1887. Íntimas, 1913. Ráfagas, 1914. Peregrinando, 1943. Cuentos breves, 1943. Novelas cortas,1943.
Karim Taylhardat, en “Siluetas Americanas”, del Centro Virtual Cervantes, destacó lo siguiente: El trabajo constante de Adela en lo literario es un paraje calibrado, «Los rayos de la luna, a través de las dos singulares claraboyas, adquirían la tristeza pavorosa de la mirada de un moribundo», y en sus relatos todo habla e impresiona pensamientos, «El sentido íntimo es un juez corruptible siempre que está llamado a fallar en su propia causa», escritos en el Valle de Cochabamba —la entraña de Bolivia— «Veíanse allí coleópteros togados... Y en torno a esa pléyade brillante, la multitud anónima... —El aire los despierta—»; Zamudio pertenece a una historia donde los seres podían mirar con manos libres en pelea con las «inteligencias simplistas», en ese espacio donde la mujer sólo podía integrarse de dos maneras a lo cotidiano —o en matrimonio o en convento—, y con escasas profesiones —bordar o fabricar sillas para los heridos de guerra—, y leer escogiendo dentro de dos posibilidades —novelas inocentes o periódicos nunca liberales—.
Adela Zamudio atajaría todos los imponderables decidiendo ser maestra. Así como la boliviana Lindaura Anzoátegui, y que firmaba bajo el seudónimo El Novel, el heterónimo de Zamudio fue Soledad, para diarios como el Heraldo (fundado en 1877), con el que adquiriría proporciones épicas al abogar por la supresión de la enseñanza religiosa, y se protegería «de la conservadora, catoliquísima y semifeudal sociedad cochabambina»; una dama que canta y que a sus versos acompaña con una guitarra, y coleccionista de mariposas, un ser inhabitual, constructora de juguetes dramáticos para niños (Violeta o La Princesa azul, El castillo negro), autora de una novela epistolar, Íntimas (1913, en torno al clero corrupto y la hipocresía circundante), y de Ensayos poéticos (1887) y Ráfagas (1914); y por sus versos sería conocida como La Alondra del Valle: «Yo también siento el corazón helado / aunque es joven mi frente todavía», el valle de Cochabamba (donde Jaime Mendoza escribió Los héroes anónimos; y José Revuelta, Cielo y tierra; y Nataniel Aguirre, Juan de la Rosa).
Hacia 1901 aparecen sus primeros relatos (Violín y guitarra, El velo de la Purísima, El Diablo químico, La razón y la fuerza), tras su muerte compilados en Cuentos breves (1943) y en Novelas cortas (1943). En 1901 funda su academia de pintura en Cochabamba («... Para aprender a sentir»), y, en 1916, el Liceo de Señoritas, y que en la actualidad lleva su nombre. Enrique García Belloso expresaría en sus artículos sobre Zamudio: «La pintura, para Adela, fue su violín de Ingres». En 1926 fue coronada por el presidente Hernando Siles («...Vuestra coronación llevará por todas partes el renombre de nuestras letras»), como para olvidar «agravios y tensiones pasadas», y por ser desterrada, durante décadas, de las antologías poéticas de José Domingo Cortés y Benjamín Rivas.
En el epitafio de su tumba, ajena a casi todo lo acontecido, se puede leer: Vuelvo a morar en ignorada estrella, libre ya del suplicio de la vida. En esa ruta de intensidades traicionadas, es lógico que en 1896 iniciara la publicación de un periódico humorístico, El alegre carnaval, íntegramente versificado y anual. Según Gustavo Adolfo Otero, su biógrafo: «Pensó como un cerebro en acción y actuó como una voluntad que piensa.»
LA POLÉMICA CON FRAY PIERINI
En 1913 y 1914 despertó el anhelo de la educación laica al influjo de la reforma educativa emprendida por el gobierno de Ismael Montes y la Misión Belga, encabezada por Georges Rouma. La nueva causa tuvo en Adela Zamudio una defensora tenaz. Rouma había recomendado la supresión de la asignatura de religión en los programas de enseñanza. La Liga de Damas Católicas organizó un Concierto Infantil en el Teatro Achá el sábado de vísperas de las fiestas del 14 de septiembre de 1913 para financiar con esos fondos un Curso Superior de Religión, en desafío al auspicio oficial de la educación laica. Eran niños de 5 y 6 años y les tocó interpretar escenas “un tanto escabrosas” de La Mascota de Audán y La Viuda Alegre de Lehar. Entonces se encendió la chispa, porque doña Adela publicó en El Heraldo del 23 de septiembre su artículo “Reflexiones”, lamentando que los padres de familia confíen la educación moral de sus pequeños sólo a la enseñanza religiosa. Una semana después, El Ferrocarril publicó el artículo “Reparos, de Fray Francisco Pierini, fechado en el Convento de Tarata en 28 de septiembre. Debió ser ofensivo el Tata, porque le salieron al frente el periodista Rodolfo Montenegro y don José Macedonio Urquidi, ambos en El Comercio. En cambio, Alejandro Soruco apoyó a Fray Pierini desde las páginas de El Ferrocarril. Como se verá, el prestigio de la señorita Zamudio subió en tal forma que una década después fue coronada en la Plaza 14 de Septiembre durante el gobierno del Dr. Hernando Siles, hecho único en el país y en el continente.
Los apoyos a la señorita Zamudio no se detuvieron: recibió 300 tarjetas de felicitación por su artículo, según informó La Verdad, de La Paz, y a moción de Ricardo Bustamante, el Consejo Universitario de Cochabamba le confirió un voto de aplauso. Un redactor de El Norte de La Paz echó leña al fuego con estas palabras: “No es de creer que la señorita autora del artículo que critica al Padre Pierini deje sin repuesta los “Reparos” del honrado sacerdote. El artículo de este último ha sido escrito con bastante calor y no corresponde a la cultura que se admira en el artículo de la poetisa cochabambina.”
Claudio Peñaranda expresó su adhesión a doña Adela en La Mañana, de Sucre, calificándola del siguiente modo: “Genial temperamento lírico, cuyas actuales energías de corazón y de cerebro están dedicadas por entero a la noble tarea pedagógica, desde la dirección del colegio oficial de niñas. La palabra autorizada, severa y gallarda de la primera portalira de América, a la vez que la más distinguida escritora boliviana, da en esta ocasión la nota de alarma sobre uno de los males de nuestra sociedad presente: los dañosos rumbos de la moral religiosa, incomprensiva de su misión e inconsciente de su rol educativo, que tuercen los naturales impulsos de la inocencia infantil y pervierten la inteligencia inmaculada de la niñez.” Peñaranda agregaba que “sólo en las escuelas laicas hay la comprensión de la moral verdadera, de la moral humana, y de que toda la intromisión católica dentro del sagrado recinto de los deberes y de las normas de conducta sólo puede producir eso que fue siempre el más fuerte símil bíblico: “las manzanas podridas sobre los sepulcros blanqueados”.
La polémica trascendió a “El Cristiano”, de Santiago de Chile, y los alumnos de la Facultad de Derecho, de Cochabamba, le obsequiaron una pluma de oro a la “primera portalira”.
La Capital, de Sucre, apeló al infalible vitriolo chuquisaqueño para herir a doña Adela en las entrañas: “Puede la poetisa del Tunari ser “la primera portalira de América”; pero no es ella que ha llegado a la edad del desengaño sin formar hogar, quien ha de enseñar a las madres la educación de sus hijas.”
El Diario, de La Paz, manifestó su simpatía por la señorita Zamudio; pero El Ferrocarril, de 24 de diciembre de aquel año volvió a publicar un brulote del “iracundo capellán del convento de Tarata, Fray Pierini, en la cual acusaba a la poetisa de ser la autora de una carta abierta y anónima publicada en La Mañana, de Sucre. La poetisa contestó: “Es usted muy valiente con una señora… que no goza de los prestigios que usted ataca”. Las palabras que siguen son épicas: “Lo que evidentemente irrita a usted es que una cualquiera, como yo, una mercenaria que gana el pan, tachada, además, de irreligiosidad, se haya atrevido a denunciar un error de matronas piadosas, ricas e influyentes. Si esa es la moral católica, que usted tanto encomia, yo no la profeso, ni la enseñaré jamás a mis alumnas. Yo profeso la moral humana, la inmutable, la que aquilata la virtud donde se encuentre, humilde y desconocida, y condena el error sea quien fuere el potentado que ha caído en él. Aunque no lo expresa usted, da a entender que, como maestra, me considera indigna y peligrosa… porque no me he dedicado a escribir salves y novenas. Bien se ve que le duelen hondamente los títulos de escritora y de poetisa que me arroja usted a la cara con marcada ironía. No acierto a comprender qué tiene que ver un fraile con personalidades literarias de un país que no es el suyo.”
El Comercio, de Cochabamba, no se ahorró epítetos para Fray Pierini y para sus artículos “mal escritos”, que ultrajaron torpemente a “la más alta gloria nacional”. Lo acusa de ser cultor de la “hipocresía jesuítica” y de ser un “fraile díscolo y mentecato”. “Lo más extraño es que un fraile extranjero ultraje a una distinguida dama, que es el orgullo nacional, y también ultraje al Venerable Obispo, a quien le adjudica el calificativo de Juan Lanas. Ese fraile que, abusando la generosa hospitalidad que le presta el país, no tiene derecho para tomarse la libertad de injuriar y difamar lo más casto y respetable que tenemos.” Pierini había dicho que cualquiera de los profesores de sotana larga valían más que Adela Zamudio, y El Comercio le contestó: “Pues, sepa el díscolo Reverendo que en nuestro concepto que es el de la mayoría del país en que medra, Adela Zamudio vale más que él y todos los frailes reunidos del mundo.”
El Tiempo, de Potosí, dijo que la señorita Zamudio “lanzó una clarinada de lucha contra una mala educación llevada a cabo en algún colegio de Cochabamba, buscándose la inemistad (sic) de las señoras, clérigos y algunos jesuitas de leva corta, enemistad fatal y persistente. Pero aconsejamos a la señorita Zamudio que agradezca esa guerra; pues, está labrándole su pedestal de gloria.”
Claudio Peñaranda advirtió, en La Capital, de Sucre, los aprestos de “el Pierini de La Paz, el demagógico jesuita Francisco de la Cruz, reputado como cuervo de primera clase entre las aves de presa de la Compañía… (que) afila pico y uñas para iniciar su campaña en la capital de la República”.
Estos aprestos precipitaron el clamoroso respaldo a doña Adela de personalidades como Franz Tamayo, Tomás Manuel Elío, Bernardo Trigo, Rodolfo Soria Galvarro, Rosendo Villalobos, Pedro Aniceto Blanco, Gregorio Reynolds, Emilio Finot, Juan Francisco Bedregal, Abel Alarcón y Raúl Jaimes Freire, entre muchas otras.
A estas alturas, la polémica se había prolongado a enero de 1914, y los detractores y detractoras de doña Adela no declinaban la contienda. La Capital, de Sucre, acusó a la señora Zamudio “de recomendarse ante el gobierno, como si tuviera necesidad de actos indignos para sostenerse en su empleo de maestra de escuela”; de chismear “al Padre Pierini ante el Partido Liberal, ante el gobierno y particularmente ante el señor Montes, presentando al humilde franciscano como a un conspirador implacable, como a un rebelde y traidor al progreso boliviano.”
En fin, las damas cochabambinas, cuyos maridos no coincidían con ellas, entregaron una cruz de oro como reconocimiento a Fray Francisco Pierini. Lo importante es que doña Adela sólo había publicado el artículo inicial y una “Carta Abierta” para hacer frente a las acusaciones de Pierini; pero el 20 de marzo de 1914 publicó dos artículos titulados “Temas Pedagógicos”, en los cuales denunció el perjuicio que ocasionaba la ausencia de educación secundaria para mujeres. Poco después, en agosto de 1914, publicó el artículo “Por una enferma”, escrito con una intensidad digna de Edgar Allan Poe o de Villiers de L’Isle Adam (tal como lo sugiere Eduardo Ocampo Moscoso), que denuncia las consecuencias del claustro a la que fue sometida la monja Josefa Bascopé: “Desde el momento en que, por el engaño o por la fuerza, fue introducida en ese recinto (el convento), el universo quedó reducido para ella a esas cuatro paredes y al pedazo de cielo que alcanza a ver sobre su cabeza. ¡Una cárcel dentro de otra cárcel! ¡Una tumba dentro de otra tumba.”
El diagnóstico prejuicioso de la Superiora la ha calificado como enajenada, y entonces doña Adela pregunta: “¿Qué es, pues, sépalo el público por fin, qué es la hermana Josefa? Si es una religiosa, debería tener su puesto al lado de sus hermanas, en el claustro, en el coro, en el refectorio. Si es una enajenada, por qué no intentar su curación fuera del claustro? Si es una criminal, existe un ministerio público que puede juzgarla. Criminal.”
La hermana Josefa Bascopé había ingresado al claustro en la adolescencia; tenía apenas 31 años cuando vivía recluida en una celda oscura por una vaga acusación de demencia. Era una mujer marchita y desdentada, y su único afán había sido tejer un velo con los cabellos de niña que había guardado hasta entonces.
Era una acusación muy dura contra las monjas clarisas, a tal punto que el Fiscal del Distrito, Isaac L. Beltrán, investigó el asunto, pero concluyó que Sor Josefa estaba “rematadamente loca” y que era innecesario redimirla de su prisión, “lo que quiere decir que estaba destinada a morir en el pequeño manicomio que se ha construido en el interior de su convento”, según palabras de doña Adela.
NACER HOMBRE
Cuánto trabajo ella pasa
Por corregir la torpeza
De su esposo, y en la casa,
( Permitidme que me asombre).
Tan inepto como fatuo,
Sigue él siendo la cabeza,
Porque es hombre!
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Si algunos versos escribe,
De alguno esos versos son,
Que ella sólo los suscribe.
(Permitidme que me asombre).
Si ese alguno no es poeta,
Por qué tal suposición
Porque es hombre!
________________________________________
Una mujer superior
En elecciones no vota,
Y vota el pillo peor.
(Permitidme que me asombre).
Con tal que aprenda a firmar
Puede votar un idiota,
Porque es hombre!
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El se abate y bebe o juega.
En un revés de la suerte:
Ella sufre, lucha y ruega.
(Permitidme que me asombre).
Que a ella se llame el "ser débil"
Y a él se le llame el "ser fuerte".
Porque es hombre!
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Ella debe perdonar
Siéndole su esposo infiel;
Pero él se puede vengar.
(Permitidme que me asombre).
En un caso semejante
Hasta puede matar él,
Porque es hombre!
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Oh, mortal privilegiado,
Que de perfecto y cabal
Gozas seguro renombre!
En todo caso, para esto,
Te ha bastado
Nacer hombre.
¿QUO VADIS?
Sola, en el ancho páramo del mundo,
Sola con mi dolor,
En su confín, con estupor profundo
Miro alzarse un celeste resplandor:
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Es El! Aparid6n deslumbradora
De blanca y dulce faz,
Que avanza, con la diestra protectora
En actitud de bendid6n y paz.
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Inclino ante El mi rostro dolorido
Temblando de ternura y de temor,
Y exclamo con acento conmovido:
-¨A d6nde vas, Señor?
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- La Roma en que tus mártires supieron
En horribles suplicios perecer
Es hoy lo que Los césares quisieron:
Emporio de elegancia y de placer.
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Alli está Pedro. El pescador que un día
Predicó la pobreza y la humildad,
Cubierto de lujosa pedrería
Ostenta su poder y majestad.
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Feroz imitador de Los paganos,
El Santo Inquisidor
Ha quemado en tu nombre a sus hermanos...
¨A dónde vas, Señor?
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Allá en tus templos donde el culto impera
Oué hay en el fondo? O lucro o vanidad.
Cuán pocos son los que con fe sincera
Te adoran en espíritu y verdad!
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El mundo con tu sangre redimido,
Veinte siglos después de tu pasión,
Es hay más infeliz, más pervertido,
Más pagano que en el tiempo de Nerón.
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Ante el altar de la Deidad impura,
Huérfana de ideal, la juventud
Contra el amor del alma se conjure
Proclamando el placer como virtud.
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Las antiguas barbaries que subsisten,
Sólo cambian de nombre con la edad;
La esclavitud y aun el tormento existen
Y es mentira grosera la igualdad.
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Siempre en la lucha oprimidos y opresores!
De un lado, la fortuna y el poder,
Del otro, la miseria y sus horrores;
Y todo iniquidad... Hoy como ayer.
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Hoy como ayer, Los pueblos de la tierra
Se arman para el asalto y la traición,
Y alza triunfante el monstruo de la guerra
Su bandera de espanto y confusión.
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Ciega, fatal, la humanidad se abisma
En Los antros del vicio y del error.
Y duda, horrorizada de sí misma...
¨A dónde vas, Señor?
ALICIA D’ARLACH DE BLANCO GALINDO
A un año de la guerra del Chaco, fundó en Cochabamba el Patronato de Huérfanos de Guerra, y poco después, las Religiosas de la Cruzada Pontificia se hicieron cargo de los varones y las Madres Alemanas, de las niñas. Este esfuerzo fue secundado por damas y caballeros de nuestra ciudad que daban sus aportes mensuales; entre ellos, el ex Presidente Eliodoro Villazón, que era tesorero y la señora Elsa Anaya de Morales, madre de Juan Antonio Morales, la secretaria, ambos ad honorem. Un inmueble destinado a albergar a las niñas fue donado al Obispado y se adquirió otro inmueble para los niños.
Al término de la guerra, se organizó el Patronato con carácter nacional y esta noble señora fue Presidenta de la institución en Cochabamba por 14 años, siempre ad honorem. En 1934, había sido fundadora y presidenta de la Acción Católica y en 1948 fue elegida Concejal Municipal, siendo la primera mujer en ejercer esa responsabilidad.
Una nota firmada por Ma. Irma Revollo en 1941, a nombre de las huérfanas de La Providencia y La Cruzada Pontificia, le comunica que ya ejerce su profesión y añade: “Ni la distancia que nos separa ni los años que pasan me harán olvidar el inmenso favor que me ha hecho no sólo a mí sino también a mis demás compañeras, por quienes agradezco y por mi intermedio siempre desean que haga llegar sus gratitudes”.
Se llamaba Alicia d’Arlach y fue hija del escritor tarijeño Tomás O’Connor d’Arlach y de Aurora Velasco. Se casó en 1915 con el entonces coronel Carlos Blanco Galindo, cuya Presidencia en 1930 será recordada por la incorporación de la Autonomía Universitaria en el referéndum de ese año y la Constitución de 1931.
Por su celo y generosidad, fue distinguida por el Concejo Municipal de Cochabamba y fue declarada Hija Predilecta del Beni por su labor ejemplar durante la inundación que asoló ese departamento en 1947. El Papa Pío XII la condecoró por sus trabajos de apostolado y el Gobierno de Gran Bretaña le dio el título de Lady.
BERTHA ROSA TARDÍO GUZMÁN
Una infancia y una juventud doradas no permitieron vislumbrar la atribulada vida de Bertha Rosa Tardío Guzmán a pocos años de secundar con toda decisión los emprendimientos de su esposo, Carlos Canelas Canelas, sujetos a los duros vaivenes de la política. Había nacido en Venecia el 25 de abril de 1911 en uno de los viajes de sus padres, Alberto Tardío Quiroga y Josefa Guzmán Aguirre; recibió el bautismo en la Basílica Metropilotana Patriarcale di San Marco el 3 de mayo y fue inscrita en el registro civil de esa ciudad el 8 de mayo del mismo año. Quizá por eso, cuando era niña y sus primos le preguntaban su nombre respondía: "Bertha Rosa de Venecia". Tuvo un solo hermano, Enrique, y muchos primos: Jaime, Jorge y Celia Rojas Tardío; Alberto y Germán López Guzmán, Joaquín, Elvira y Florencia Aguirre, Teresa, Alicia y Virginia Blanco Tardío; Julio, Mario y Gonzalo Guzmán Morales, entre otros. Era joven y soltera cuando perdió a su padre y colaboró a su madre en la administración de una propiedad ubicada en Colomi, que la familia había heredado de su tío Nataniel Aguirre. “Vecinos de la región comentaban que la veían pasar, fusta en mano, conduciendo un carruaje, coincidiendo, además, todos ellos en destacar su belleza”, recuerda uno de sus hijos. Su abuelo Luis Felipe Guzmán Achá (1839-1919) fue Cancelario y Rector de la Universidad de San Simón (1896 y 1906) y prestigioso munícipe. Era descendiente de José Vicente González de Prada, último Gobernador Intendente de la Provincia de Cochabamba, nieto de Bartolomé Guzmán, héroe del 14 de septiembre de 1810 y de la Batalla de Aroma y cuñado del ex Presidente José María de Achá. Dejó, entre otros, un libro valioso, Instrucciones para la vida campesina (Imprenta El Heraldo, 1890), que preservó la devoción de sus nietos y bisnietos y fue publicado con el título de La Tradición en Cochabamba en la Biblioteca IVº Centenario, de la editorial Los Amigos del Libro.
Se casó con Carlos Canelas Canelas, fundador de este matutino junto a sus hermanos Demetrio y Julio César, y tuvo siete hijos: Carlos, Eduardo, Alfonso, Gonzalo, Fernando y Enrique. Su primogénita murió en la década del 50 al mes de nacer. Se iniciaban tiempos duros con el asalto y destrucción de Los Tiempos en 1953. Como a sus hermanos, el régimen detuvo a don Carlos y doña Bertha Rosa tuvo que afrontar esa difícil etapa al mando de su familia y de su maltrecha economía. Los esposos Canelas Tardío habían fundado la Hacienda La Angostura, primera productora de leche de la región y Editorial América, pero el destino les deparaba una obra mayor: la reconstrucción de este matutino que reanudó sus ediciones el 19 de julio de 1967.
Hoy la numerosa familia Canelas Tardío ha proseguido y diversificado la noble labor de sus progenitores, honrando la memoria de don Carlos y recordando el valor y la entereza de doña Bertha Rosa Tardío Guzmán.
MARÍA VALENZUELA CÓRDOVA
No hay que escarbar mucho para descubrir que doña María del Rosario Valenzuela Córdova dejó intensos recuerdos en mucha gente, como la madre nutricia que un día conoció en Vila Vila al ingeniero de ferrocarriles Francisco Zannier Toniati, que había nacido en Udine, Italia, y luego se vino a vivir a Cochabamba, donde compró una hectárea de terreno a un costado de la Estación Cochabamba-Santa Cruz, junto al Molino El Gallo, hoy centro comercial. De ese modo nacieron Humberto, Víctor, Yolanda, Elena, Aida, Hugo, Francisco y Teresa Zannier Valenzuela. Yolanda se casó con el escritor y periodista Amado Canelas Orellana; Elena, con el abogado y periodista René Rocabado Alcócer; Aida, con el poeta Antonio Terán Cavero; y Teresa con el periodista de radio y televisión Hugo Maldonado Justiniano. De los hijos, Humberto fue ingeniero de minas y gerentó la Empresa Huanuni, de COMIBOL, entre otras empresas; Víctor fue el más conocido como temprano ejecutor de la reforma agraria y la toma de haciendas, como periodista e intelectual de prestigio y por su vinculación con el tránsito del Diario y las manos del Che a Cuba; Hugo fue pionero de la telefonía en Cochabamba y Francisco fue ingeniero agrónomo, también muy conocido. De modo que doña María tuvo no sólo hijos sino yernos muy conocidos. Nació el 7 de octubre 1909 y falleció el 6 de mayo de 1983. Los jóvenes de la época (hoy todos bordean los 80) recuerdan a doña María como una mujer generosa y maternal que tenía la mesa tendida y abierta para todos. Llegaron dos ingenieros Zannier y fundaron las dos ramas de la familia. El esposo de María murió a las 47 o 48 años y ella fue el sustento de su familia, que la recuerda como “muy responsable, trabajadora, querendona, una fiera para defender a sus hijos y a sus yernos, que vivieron en la casa. “El Soldado (Antonio Terán) dijo en su entierro que era su segunda madre. Aun con el René Rocabado, que era un renegón, se llevaba muy bien”, recuerda su hija Teresa. Cocinaba muy rico. Humberto Orellana, a quien de cariño le decimos el Panzalo, decía que cualquier cantidad de k’asioqos (tragadebaldes) iban a comer a la mesa de doña María. La casa de la familia estaba situada en la 25 de mayo final, hoy Francisco Velarde, junto a los molinos. Vecinos eran Enrique y Antonio Araníbar, recuerda Teresa.
JULIA CAVERO CANDIA
1900-1990
Doña Julia fue profesora de primaria toda su vida. Se entregó a la educación de sus pequeños alumnos en la Escuela Rafael Canedo y sintió un dolor inicial muy grande cuando la cambiaron intempestivamente a la Escuela Wilge Rodríguez, pero no sería el único traslado que sufriría en su carrera, pues también fue preceptora en la Escuela Adela Zamudio, ubicada por entonces en diversos domicilios de alquiler en las calles Bolívar, Calama, 16 de julio y otras próximas al Mercado 27 de mayo, hasta que sus hijos le construyeron casa propia cuando fueron profesionales.
El sueldo ínfimo de educadora no alcanzaba para mantener la casa y entonces doña Julia recibía ropa ajena para lavar y enseñaba a sus pequeños hijos a cocinar en los antiguos fogones de carbón: a qué hora se debía poner a hervir el hueso, la papa, el recado que se compraba a diario del Mercado, pues la familia vivía a pocas cuadras de él.
Doña Julia era casada con Manuel Terán Cornejo, sastre cortador de oficio, con estudios en Buenos Aires, vinculado a la prestigiosa familia Terán, abundosa en médicos y otros profesionales. Su hermano Luis fue ideólogo del Partido de la Izquierda Revolucionaria y Director Departamental de Educación y Raimundo Terán fue uno de los más prestigiosos ginecólogos de su época. Familia aiquileña.
La pareja tuvo varios hijos: José Antonio, Óscar Manuel, Carlos Ramiro, Ruth Amanda y Gloria Nancy. Quién diría que, con el tiempo, los dos primeros estudiarían Derecho, como era habitual por entonces, y que el primero, Antonio Terán Cavero, sería Premio Nacional de Poesía “Yolanda Bedregal”, luego de ganarse el apodo de Soldado porque concurría a las reuniones de los poetas de la segunda generación de Gesta Bárbara con el atuendo del cuartel y a recitar sus primeros versos. Hoy es quizá el poeta vivo más grande de país junto a Eduardo Mitre, pero su hermano Óscar Manuel resultó un abogado y sociólogo de prestigio, hombre de vastas lecturas, puntilloso, preciso y excelente expositor académico en la cátedra de Sociología, de la Facultad de Derecho, a la cual renunció cuando los estudiantes desarrollaron una “revolución universitaria” que ahuyentó a una generación de catedráticos humanistas, dotados de una cultura sorprendente por su amplitud. Más tarde fue síndico del Lloyd Aéreo Boliviano y asesor jurídico de instituciones y colegios profesionales de prestigio, en tanto que Antonio reunió en sí no sólo una musicalidad y tono muy particulares para su poesía, sino también la formación profesional en la noción de servicio público, tomada de Duguit y Hauriou, que le permitió ser un antiguo y meritorio municipalista, con una amplia foja de servicios en la Alcaldía y en el Concejo Municipal de Cochabamba.
Antonio estudió en la Escuela Facundo Quiroga, en los colegios Sucre y Bolívar y en el Nocturno Rigoberto Mendoza, de donde salió bachiller. A la muerte de doña Julia, que alcanzó los 90 años de edad y sobrevivió a su esposo, Antonio Terán Cavero, el Soldado Terán, le escribió dos sonetos memorables.
SONETO 1
Oh Dios llévatela tiene derecho
A desandar el mundo que le diste
No hagas sucia su muerte ni hagas triste
su tránsito del limo hasta tu pecho
Está sola y con miedo está deshecho
El orgullo que fue si tú pariste
Su camino tan largo y permitiste
Que su luz perfumara tu barbecho
Deja al menos que duerma y se disuelva
Con su propio perfume y que despierte
En el eterno pulso de la selva
En su cuerpo en reposo quiero verte
Y viéndote quizá así te absuelva
De tanta iniquidad y tanta muerte.
De aquel umbral sediento (libro de sonetos)
A la madre
Aunque duermas capullo en la madera
Que del polvo te salva a cielo abierto
Tu cuerpo ya en estrella y en mi huerto
Todavía tu sombra jardinera
Tenme manos y pies mientras espera
Recoger sus pedazos el desierto
Hueco de tu regazo y dame puerto
En el aire que endulza tu pradera
Tal vez así tangible a mi agostado
Belfo la leche vuelva que he mamado
Con la primera luz de los espejos
Y en otro vientre constelado lejos
Transitemos de nuevo dos reflejos
Hijo en su madre amada con su amado
TERESA ANAYA ARZE
Es la hermana más joven de un clan memorable. Tiene 95 años y la vista débil, pero pasa los días leyendo con una lupa gigantesca, instalada en un escritorio por el amor de sus hijos; y, como tiene una memoria prodigiosa, recita para mí “Este país tan solo en su agonía”, de Gonzalo Vásquez Méndez y me dice: “Estoy memorizando los poemas de Gonzalo Vásquez, ¿lo conoció usted?”
Ha sido la esposa de un diplomático de carrera, para destacar tan sólo dos cualidades un hombre fino y honrado, Gustavo Medeiros, y tiene tres hijos: Gustavo, pintor y arquitecto; María Teresa, doctora en Literatura y Carmen, antropóloga, todos Medeiros Anaya, que es una junta de dos linajes, uno que se remonta a los Oidores de la Audiencia de Charcas y el otro, a dos inquietos jóvenes de apellido Anaya que llegaron al Convento de San Francisco, de Tarata, y más tarde fundaron esta prestigiosa familia.
Teresa Anaya Arze ha tenido una abrumadora calidad de padres y de hermanos: es la hija menor del Dr. Franklin Anaya Ferrufino, ejemplo de probidad humana y honradez profesional, y de María Arze Ustáriz, perteneciente a otro clan memorable para la historia de las ideas y movimientos políticos en Bolivia. Es descendiente de ese binomio Arze-Anaya que introdujo el pensamiento revolucionario en Bolivia cuando los miembros de esa familia eran adolescentes. Teresa secundó la labor diplomática de su esposo y desarrolló una cultura superior, que todavía hoy le sirve para juntar un grupo de damas para darles conferencias sobre arte y escuelas filosóficas, sobre grabado en vidrio y sobre una especialidad que con el tiempo se ha convertido en un arte mayor: la pintura en porcelana.
Teresa Anaya Arze es la memoria inagotable de su familia. Conversar con ella es asombrarse de la precisión de sus recuerdos sobre una vida de culto al legado que recibió por padre y madre.
ADELA QUINTANILLA DE TERÁN
“Y tú Adelita? ¿has cumplido tu propósito de escribir en el campo? ¿Concluiste la novela que escribías? Dame noticias tuyas a este respecto q. las ansío mucho”. Así le escribía Adela Zamudio a su tocaya, Adela Quintanilla de Terán el 12 de septiembre de 1917. La escritora era desconocida hasta el año 2000, porque los originales mecanografiados permanecieron inéditos más de 80 años hasta que la devoción de Carlos Soria Galvarro, el nieto, los rescató del olvido. La novela se llama Entre el amor y el deber y la edición prima está precedida por apuntes biográficos firmados por Carlos. Por ellos sabemos que Adela Quintanilla Guzmán nacio en Cochabamba en 1886 y fue discípula, amiga y colega de Adela Zamudio. Se casó con Felipe Terán en 1908 y sus cinco hijos nacieron en Oruro. Compartió con intelectuales de la talla de Man Cesped, José Macedonio Urquidi, Fabián Vaca Chávez, Demetrio Canelas y Casto Rojas. Raúl Quintanilla y Rodolfo Montenegro eran sus parientes cercanos. Montenegro era un periodista de visión aguda e iconoclasta de la sociedad patriarcal de su tiempo, y muy amigo de Adela Zamudio.
Su experiencia pionera en el periodismo escrito por mujeres está dispersa en El Industrial, de Oruro y las revistas Eco, del Ateneo Femenino de La Paz y Letras, de Cochabamba.
Entre el amor y el deber “es un relato de corte feminista y romántico, que contiene bellas e interesantes pinceladas sobre las primeras décadas del Siglo XX y sobre un sector de la sociedad boliviana de ese tiempo, la minoría culta y adinerada de las ciudades bolivianas, principalmente Oruro, uo de los bastiones del auge de la minería del estaño”, dice Carlos Soria Galvarro.
Adela Quintanilla de Terán dejo tres hijas: Gabriela, Alicia y María Luisa Terán Quintanilla (perdió a dos hijos en la guerra del Chaco: Carlos Felipe y Jaime Augusto;, y 6 nietos: Eduardo, Irma, Aida, Carlos, Sonia y Jaime Soria Galvarro Terán (2 murieron: Juan Carlos y Bertha. Murió en octubre de 1935 antes de cumplir los 50 años, cuando se iniciaba la posguerra del Chaco.
ALICIA TERÁN DE DICK
Hija de Adela Quintanilla de Terán, fue cultora del quechua, fundadora de la Academia Regional de Quechua Cochabamba y profesora del idioma en la educación superior. Una vez más la devoción de su sobrino, Carlos Soria Galvarro , salvó del olvido valiosos trabajos que doña Alicia escribió entre 1950 y 1989, que abarcan ensayos, narraciones, poemas, artículos y traducciones al quechua de autores universales como Rabindranath Tagore (Rabindranath Tagorejjpa Ñisqan) y nacionales como Lázaro Moira, Jorge Calvimontes y Florencio Torrez Guzmán, además de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la Declaración de los Derechos del Niño. Ya en 1944 había publicado el Nuevo método de lectura para las escuelas rurales de Bolivia, seguido de Nuestro Mar (1969), Tarpuy (1975) y Muju (1979); los dos últimos son manuales de enseñanza del quechua.
Doña Alicia nació en Oruro en 1920; su Nuevo Método recogió las experiencias de alfabetización en quechua que desarrolló en Caihuasi antes de cumplir los 24 años y fue autorizado como texto oficial para la enseñanza de la lectura y escritura en las escuelas campesinas por el propio Presidente Gualberto Villarroel. De este libro se imprimieron 120.000 ejemplares. Enseñó el quechua en la Escuela de Servicio Social por casi dos décadas a partir de 1949 y en la Facultad de Humanidades de la UMSA en el período 1973-1978 (su alumno fue Víctor Hugo Cárdenas, entre otros). Siguió con la misma cátedra en la Universidad Católica, en Cochabamba (1980-1987). Fue cofundadora del grupo Qollasuyujj Siinkuna junto a Ángel Herbas Sandoval, antecedente de la Qhuchapampa k’itjpa ayllu simin (la Academia del Quechua). En Ankalli sostiene que el quechua tiene fuerza y vitalidad para legislar, leer y escribir, hacer traducciones y, sobre todo, escribir ensayos científicos. Al respecto, alguna vez le preguntaron a Pedro Miguel Etxenike, Premio Max Planck, Premio Príncipe de Asturias, Premio Príncipe de Viana (“y no sé cuántos más... un genio... no como otros”, me escribe Miguel Sánchez-Ostiz) cómo explicar física nuclear en euskera y contestó: “Para ello sólo hacen falta dos cosas: conocer la teoría de la relatividad y saber hablar euzkera”. Como dice Carlos Soria Galvarro al valorar el esfuerzo del profesor Ángel Herbas Sandoval para transcribir a la computadora el libro Ankalli, “ambos (Alicia y Ángel) aman el quechua y son bien k’ullus (familiarmente testarudos). Están convencidos que no aran en el mar”.
LUCY ARGANDOÑA DE CÉSPEDES
Recuerdo con ternura y cariño la serena belleza de doña Lucy Argandoña de Céspedes, cuya sonrisa repartía una luz de optimismo que le duró hasta sus últimos días. Se casó con el Dr. Hernán Céspedes Espinoza, compañero de sus días, y tuvo dos hijos: Guido, que fue mi condiscípulo, Ministro de Estado, experto internacional y economista brillante; y Hernán, técnico industrial y brillante profesional.
Éramos chicos cuando el profesor nos llevó a conocer el Instituto de Audiología, que ella había fundado por devoción a Hernán, el segundo de sus hijos, que nació con discapacidad en el oído pero con una inteligencia que lo hizo abanderado del Tecnológico en 1973 cuando estudió y se graduó como Técnico Industrial. Éste fue, sin duda, un mérito suyo pero también un milagro de amor, como tituló el padre del niño, el Dr. Hernán Céspedes Espinoza, una “Historia del instituto de Audiología” publicada en sus Bodas de Oro (1957-2007).
Luego de confirmar el diagnóstico de sordera por anulación del nervio auditivo en el Instituto Nacional de Audiología de México DF, doña Lucy recibió capacitación en el Centro de Docentes de Parque Lira, donde aprendió el Método Oral Puro y la Clave Fitzgerald para ordenar el lenguaje, y recibió asimismo la lección más importante: las madres de niños sordos tienen que ser las primeras maestras. Ya en Cochabamba, improvisó una “escuelita” en el garaje de su casa y allí dio las primeras lecciones de desmutización; trabajó con familias de escasos recursos y luego de innumerables esfuerzos tuvo local propio en la esquina Suipacha y General Achá, hoy el edificio del Instituto de Audiología, el primero fundado en Bolivia el 20 de agosto de 1957, al inicio al cuidado de las Madres de Santa Ana y hoy de las Hermanas Vicentinas. Así se fundó la “Casa del Sordo Boliviano”, que hoy tiene docentes especializados en universidades de Buenos Aires y el Instituto Oral Modelo, centro piloto en Latinoamérica. Doña Lucy siempre destacó el apoyo del Dr. Jorge Rojas Tardío, del Dr. Eduardo Velásquez y del Grupo de Damas Voluntarias a su emprendimiento. El fruto fue tener sordos con el don de la palabra articulada, que se emplearon en tipografía, industria y comercio, con dos docentes en la Escuela Nocturna de Capacitación de Sordos Adultos, equipada con talleres de mecánica, soldadura y oficios varios y dispensario médico, que también fundó doña Lucy en 1974 (en 1971 fundó la Federación Boliviana de Sordos y su aspiración mayor fue crear el primer Instituto Tecnológico para sordos adultos).
Con el tiempo siguió un Curso de Clave Fitzgerald y Logopedia, Buenos Aires, entrenamiento en Técnicas de desmutización en la John Tracy Clinic, EU, y asistió a seminarios y congresos mundiales y experiencias en Estados Unidos y Barcelona sobre metodología del sordo adulto. En sus recuerdos, destacaba un Congreso mundial en Washington organizado por puros sordos rehabilitados, con la asistencia de sordos de todo el mundo que confraternizaron a través del Método de Comunicación Total. Pero al mismo tiempo calificaba como la mayor recompensa la rehabilitación completa de Hernán, primer Bachiller de Bolivia, primer Técnico Industrial y abanderado en el Tecnológico. Hernán fue Jefe de Producción Industrial de la Fábrica Dillman S.A. y docente de la Escuela de Sordos y Adultos, donde planificó las ramas de estudio. Se casó con Daysi Zeballos y tuvo dos hijas que estudiaron en el Instituto Laredo e integraron la Orquesta Sinfónica de la universidad norteamericana donde estudiaron. “Cosas raras de la vida. Secretos insondables del destino: el papá Hernancito sordo. Las hijas con dominio y conocimiento musical”, dice su papá y agrega: Hernancito “recibió su destino con mística resignación. Emprendió la vida con constancia y valor. Fue un ejemplo de generaciones y un maestro de la lealtad con los sordos. Nunca masculló las desgracias ajenas porque antes que llegue a sus labios cooperaba para resolverlas. Intuyo que nunca se quejó de ser sordo, porque en la cuantificación de las valoraciones humanas, hay compensaciones que alivian las desesperanzas. Y, Hernán… todo recibió de su familia.”
Doña Lucy Argandoña nació en Sucre el 15 de noviembre de 1930. Estudió en la Escuela Profesional, de Sucre y desarrolló todas sus actividades en Cochabamba. Maravillosas sus palabras finales: “Cuanto he hecho en mi vida, ha sido guiada por altos ideales de solidaridad y humanitarismo, que no anhela ganar el cielo ni granjear honra en la tierra”.
AMALIA RAMÍREZ
Se la recordará por haber creado el Día del peatón y la bicicleta como Presidenta del Comité Cívico Femenino con el apoyo del Municipio y del Dr. Christian von Blat; desarrolló programas de capacitación en manejo de basura, manejo sanitario de alimentos, prevención de alcoholismo y drogadicción y defensa del Parque Tunari, pero todavía está pendiente una iniciativa suya: la de convertir a Cochabamba en “Una ciudad sin ruido”, cosa que no ocurre ni en el Día del Peatón, en el cual las autoridades cometen y permiten un grado de contaminación auditiva alarmante.
Se llama Amalia Ramírez Morales; nació en Cochabamba el 1º de noviembre de 1936; es hija de Fernando Ramírez Velarde, autor de la novela Socavones de Angustia y de Amalia Morales Achá, que tuvieron cuatro hijos: Amalia, Sonia, Sylvia y Juan Carlos. Ramírez Velarde fue un escritor muy recordado por su sensibilidad social; murió cuando Amalia tenía 12 años y determinó que la familia fuera conducida por mujeres. Estudió en el Colegio Irlandés, en la Academia Técnico Comercial, en las Universidades NUR y Evangélica y le fue otorgada una beca de capacitación en voluntariado del Overseas Education Fund de Washington D.C. Tiene numerosos reconocimientos de la Prefectura, la Alcaldía y el Ministerio de Salud. Fundó y fue primera Presidenta de la Federación de Mujeres Bolivianas, de Santa Cruz, Presidenta de las Damas Cochabambinas y fundadora del “Costurero del Niño”.Su vocación por el teatro le deparó papeles principales en El zoo de cristal, de Tennessee Williams, La visita de la Vieja Dama, Bodas de Sangre, La Dama del Alba y Yerma, de Lorca. Su director favorito es René Hohenstein. Se casó en 1955 con Jaime Unzueta Vila (+) y la pareja tuvo tres hijos: Jaime, Fernando y Tatiana. Amalia tiene 11 nietos y 1 bisnieta.
Doña Amalia tuvo que vencer los espacios y límites reducidos que nuestra sociedad solía y todavía suele constreñir a la participación de las mujeres.La misión estratégica que se propuso fue demostrar al Comité Cívico masculino que el femenino sea aceptado como socio solidario y no solamente honorario y que trabaje con presupuesto para desarrollar a plenitud su trabajo de voluntariado.
PAULINA RICO DE RIVERA
“En carnavales se disfrazaba de varón y cantaba tocando la guitarra. También componía música boliviana”, recuerda su hijo Tomás mientras me muestra fotografías de esta bella señora de Sacaba, que enviudó joven y se consagró a la crianza y educación de sus cuatro hijos: María, Tomás, Eduardo y Juan Bosco. “La operaron del riñón y entonces le dijo al cirujano: Juan Rivera y usted son las únicas dos personas que me han visto desnuda”, recuerda su hijo el coronel Tomás Rivera Rico, quien fue comandante del Regimiento Rangers acantonado en Montero y tuvo que marchar al exilio por su posición progresista y contraria a la dictadura de Banzer.
Se llamaba Paulina Rico Díaz, nació el 5 de febrero de 1910 y falleció el 30 de septiembre de 1975. Se casó con Juan Rivera Morales, quien fue Notario de Fe Pública y Oficial Mayor de la Alcaldía, en Sacaba. Murió en 1950 a sus 50 años, cuando su hija mayor tenía sólo 11 años.
¿Cómo afrontó doña Paulina la crianza de sus hijos al verse sola? Su mamá tenía tierras en Huayllani y doña Paulina trabajaba como agricultora. “Atendía una chichería en casa para mantenernos. Mi hermana María era profesora y luego trabajó en el Impuesto a la Chicha. Yo y mi hermano Eduardo nos fuimos al Colegio Militar a la edad de 16 años. Él fue a mi graduación y decidió quedarse. Hoy es coronel jubilado, como yo. Doña Paulina era muy querendona para atender a la gente, se quitaba de la boca para dar, era regalona hasta nomás. Nos decía: Somos Rico de apellido y pobres de verdad. Tocaba guitarra y componía canciones que conserva mi hermano Eduardo. En carnavales se vestía de hombre con guitarra; como era respingada y alta, de inmediato la reconocían. Falleció en Cochabamba y la íbamos a enterrar aquí, pero en Sacaba exigieron que lleváramos sus restos y amenazaron con sacarla del Cementerio General; así que está enterrada en Sacaba”, dice Tomás. “Crió una perra que bailaba cueca con ella en el patio, parada en dos patas. Cuando mi mamá falleció, esa perra se metió bajo la cama de ella hasta morirse. También tenía un cordero que le regalaron unos ahijados de matrimonio, y la seguía al mercado como su mascota, como un perrito. La casa tenía tres patios, vivíamos en el primero, en el segundo criábamos patos, pavos, pollos, conejos, y en el tercer patio teníamos chanchos para engordar y vender”, recuerda Tomás. El Dr. Jaime Zambrana solía ir de visita junto a su sobrino Guido Sandoval, que sería general y Comandante de Ejército. “Guido era hijo de Emilio Sandoval, muy amigo de mis papás; de ese modo Jaime Zambrana fue nuestro apoderado cuando fuimos cadetes del Colegio Militar”, recuerda Tomás.
“Vivíamos a media cuadra de la plaza; mi mamá recibía 18, 20 burros cargados de maíz, trigo o arveja y mi mami regalaba canastas de esos productos a sus vecinos. “Esto es un mete para un saque”, decía riendo. A la muerte de mi padre entramos en juicio para recuperar un terreno de ocho hectáreas en Mollocota y luego los hermanos renunciamos a nuestros derechos en beneficio de nuestro hermano menor. Mi padre tenía una propiedad en Corani y solía ir al Chapare y regresaba con arroz y coca que se cargaba en mulas. Mi mamá era de familia cochabambina, hija “natural”, como se decía entonces, de Andrés Rico; uno de sus hermanos era Antonio Rico, el papá de Raúl, que fue rector de la Universidad”, concluye Tomás.
TERESA ROJO FERNÁNDEZ
Es hija del General Vicente Rojo Lluch, jefe del Estado Mayor Central de la República española y profesor militar en Bolivia con grandes méritos docentes. Nació en Toledo en 1928 pero vivió buena parte de su vida en Cochabamba, ligada a las Voluntarias del Hospital Viedma. La bautizaron con los nombres de Teresa Dolores Paulina Micaela Rojo Fernández; tuvo cuatro hermanos: Vicente, Leandro, Paco y Ángel. Su madre fue Teresa Fernández Muñoz, vinculada con el ejército de ultramar en Cuba y África.
La República española sancionó la Constitución de 1931, pero de inmediato se alzó el temible Francisco Franco en África, con los batallones de moros. Vicente Rojo fue nombrado jefe del Estado Mayor que defendía Madrid en 1937 y menos de un año después jefe del Estado Mayor Central de la República. Los franquistas no pudieron tomar Madrid, pero la guerra civil duró dos y medio años y costó uno y medio millones de muertos. El general Rojo trabajó para convertir a las milicias civiles en un ejército regular mientras su familia se ponía a buen recaudo en medio de hambruna y otros sacrificios. Con el fin de la República vino el exilio a los Pirineos franceses, luego estalló la Segunda Guerra Mundial y el general Rojo se trasladó a Buenos Aires como cronista militar de un diario local. Entretanto, la pequeña Teresa hizo primaria en Buenos Aires.
En medio de su profusa obra militar, en la cual destacan Elementos de la guerra y La guerra en sí, el general Rojo dejó un libro de memorias sobre su vida en Bolivia, cuyo título es Caminar, del cual los nietos destacan un párrafo importante, entre otras cosas porque resume los sentimientos de un deportado en el seno de su segunda patria: “En ese peregrinar llegué a Bolivia. Como peregrino llegué pobre y viví feliz. Como maestro enseñé poco de lo que yo sabía. Terminada mi obra salí tan pobre como llegué y con la satisfacción del deber cumplido. Pero allí no sólo enseñé sino que aprendí cosas que ignoraba; esas cosas que nunca se llegan a conocer cabalmente como es la calidad de la sociedad universal en la que se deslíe nuestra vida…
Al fundirme y confundirme en su sociedad hice del país mi segunda patria y mi laboratorio donde pude estudiar al hombre y conocerme a mí mismo.
Hoy… deseo ensalzar la calidad de un pueblo tan sencillo y rudo como vigoroso y fecundo, maltratado por el Destino en cuanto éste es obra de la gente perversa”.
Como dice su hijo Alfonso, Teresa no hallo en Bolivia su segunda patria: ésta fue su patria. Se casó con Ismael Alem Dips, cochabambino de origen libanés, y la pareja engendró a Julio, Alfonso, Roberto, Teresa, Juan y Ricardo.
Aquí no acabaron las tribulaciones de doña Teresita, porque su esposo fue intervenido por el Dr. Cooley, nada menos que el inventor de los marcapasos, y tuvo otros problemas de salud que lo llevaron a mejor vida. Entretanto, sus hijos Julio y Alfonso estudiaron la universidad en Sucre y pronto tuvieron que seguir el camino de la persecución y el exilio, mientras la mamá soportaba allanamientos y la incertidumbre de no conocer el paradero de sus hijos, que tuvieron que adoptar nombres clandestinos. La emergencia se inició durante la dictadura de Banzer y se repitió bajo el régimen de García Meza, pero llegó la democracia y con ella la estabilidad de la familia y una vida más tranquila para doña Teresita. Cuando cumplió los 80 años, sus hijos le dedicaron un hermoso video con guión de su hijo Alfonso, locución de Julio y realización de Roberto. El video contiene un resumen de vida de esta mujer infatigable: Viajó en todo, menos en sputnik y parapente. Su nieta Mariana le dice: Qué hermoso llegar a viejo con esas energías.
El video contiene un hermoso poema que le dedicó el Gral. Rojo a su esposa.
Ven a mi lado
Por Vicente Rojo
Ven a mi lado que al calor divino
De tu cuerpo de rosa he de soñar.
Ven a mi lado que a tu lado siento
En mi alma poeta mil rimas despertar.
Quiero soñar junto a tu pecho ardiente,
Latiendo con más fuerza el corazón,
Tendrán más armonía las palabras
Que vibran en mis versos de pasión.
Juntos los dos para soñar un mundo
Dejaremos volar la fantasía,
Que formará a su antojo las quimeras
Trayendo a nuestras almas la alegría.
Juntos los dos cuando la vida sea
Todo dolor, toda miseria y cieno,
Cerraremos los ojos y soñando
Sabremos ir hasta besar el cielo.
Juntos los dos cuando la vida ría
Reiremos con ella nuestro amor,
Tomaremos del agua la alegría
Y del sol el calor.
BERTHA QUIROGA DE JORDÁN
Gocé del cariño de esta dulce señora desde que yo era un adolescente y visitaba su casa ubicada en la Villa Galindo. Ya había pasado los 70 pero igual hacía varias piscinas en estilo libre, una pasión que la acompañó toda su vida. Era casada con Stuardo Jordán Cossío, un señor noble y gallardo cuya imagen era un adorno mayor en el barrio, y todos sus hijos, yernos y nueras son mis dilectos amigos y amigas. En 17 de junio de 1956 tuvo una prueba de fuego cuando su hijo Hernán fue apuñalado por los agentes de Adhemar Menacho, jefe del Control Político, tan sólo porque llevaba papeletas de Falange Socialista Boliviana en día de elecciones generales. Doña Berthita era empleada de Telégrafos del Estado, un cargo público, pero igual siguió un juicio criminal contra los agresores de su hijo. La justicia falló en su contra y ordenó su reclusión en la cárcel, pero entonces ella tomó a sus 8 hijos y amenazó con entrar todos juntos a las celdas. “La norma de mi vida es la verdad. Vivo al cuidado de mis 8 hijos confrontando una precaria situación económica, pero con decoro, de ahí por qué no permito que el buen nombre de mi hijo sea mellado ni su persona confundida con un vulgar malhechor”, declaró a un periódico de la época.
Cuando conocí a la familia Jordán Quiroga, apenas había trazo del Pasaje Francisco Viedma Nº 1433 en medio de lotes vacíos de los trabajadores de Comunicaciones. Mi amigo y primer crítico literario fue Augusto Jordán Quiroga, mi buen amigo Cucho, y por Maritza sentí las primeras dulzuras y dolores. Hoy he cambiado de personal, y soy amigo de muchos de sus nietos, en especial de Xavier Jordán, a quien le tengo una admiración y un cariño a prueba de balas.
Doña Berthita nació en Cochabamba el 12 de febrero de 1917 y falleció el 21 de abril de 2008, nueve décadas que le permitieron consolidar la ejemplar unión del clan Jordán Quiroga (JQ). Sus padres fueron Honorato Quiroga Valdivia y Concepción Quiroga Chinchilla, quienes tuvieron ocho hijos: Virginia, María, José Miguel, Augusto, Aurora, Dora, Hernán y Bertha. Estudió en la Escuela “Número Uno” y en la Escuela Cobija, en el Liceo Adela Zamudio y en el Liceo Profesional. Se casó el 12 de febrero de 1938 con Stuardo, hijo de Melchor Jordán y de Ignacia Cossío. Doña Berthita tuvo 9 hijos: Hernán, Consuelo, Ivonne, Augusto, Luz, María Elda, Carmen (+), Guillermo y Orlando. Trabajó desde sus 15 años hasta jubilarse como Auxiliar y luego Jefe de Giros en el Correo y luego en Telégrafos, cuando se usaba el sistema Morse. Alguna vez dijo que le hubiera gustado ser Sierva de María.
EVA MARCUS
En marzo de este año, Catherine Camacho escribió una nota en Los Tiempos sobre Eva Marcus, “Voluntaria Honoraria” del SAR Bolivia luego de servir por casi medio siglo al Servicio de Voluntarios del Hospital Viedma, a las cárceles públicas, al Comité de Damas de la Ciudad del Niño y al Centro de Rehabilitación Cochabamba. En 20 años de contacto, Eva Marcus consiguió una ambulancia donada por la policía de Berlín, capacitación, equipos e insumos de los Estados Unidos para el SAR.
“La señora Marcus llegó a Bolivia en 1939 y falleció a los 93 años el pasado 20 de febrero de 2012. Es recordada por muchos montada en su bicicleta, donde llevaba una gran bolsa repleta de proyectos, planes, ideas e ilusiones”, resume Catherine Camacho. Su hijo Roberto destaca la habilidad de Eva para conseguir recursos entre los residentes de Alemania, en los capítulos de Compañeros de las Américas, que reúnen a cerca de 200 mil voluntarios en el mundo y en el medio local.
A principios de este año se hallaba en un coma profundo y entonces le enviaron un mensaje para que recibiera la distinción de “Voluntaria Honoraria”, concedida a sólo 3 personas en los 24 años del SAR, que también le dio su nombre a una sala de capacitación, dijo Mario Araníbar, coordinador nacional del Grupo Voluntario de Salvamento Bolivia (SAR-Bolivia).
Su sobrino Harry Marcus, a quien Julio Cortázar calificó como “cronopio”, dice: “A estas horas seguramente la verán allá arriba muy ocupada, organizando las actividades de los ángeles y dando consejos a Dios sobre cómo gestionar mejor el movimiento del Universo”.
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