RITA ZAMBRANA DE TAMES
Tenía una jornada trabajosa para ayudar en el sostén de su familia, era el faro de Don Eustaquio Tames, su esposo, meritorio y reconocido constructor que en la primera mitad del siglo pasado, cuando aún las calles de Cala Cala eran sendas bordeadas de acequias, pacaes, sauces y choclares, comenzó con la edificación de los primeros chalets en la campiña.
Doña Rita nació en Quillacollo el 22 de mayo de 1875 y falleció el 17 de abril de 1970 a sus 95 años. Su esposo participó en la construcción del Palacio de Portales y fue partícipe en el desarrollo urbanístico, especialmente de la zona norte del Cercado. Tuvieron 9 hijos: Víctor (+); Emilio, (95 años); Amelia (+); Altagracia (+); Humberto (+); Natividad, (80 años); Walter, (78 años); Jorge, (73 años); y Eduardo (+); y 34 nietos, la mayoría de ellos dedicados a la construcción y dos que viven en Brasil, uno ingeniero civil y, el otro médico otorrinolaringólogo.
Cuenta Don Walter Tames: “Para implementar la construcción había que tener los materiales a la mano y, como en esos tiempos no había ni plásticos ni tecnología, tuvimos que instalar una fábrica de mosaicos, tubos, lavanderías, etcétera, como también marmolería. Mi mamá, hacía de todo. Cuando tenía 3 años quedé huérfano de padre y, mis hermanos mayores fueron quienes se hicieron cargo de los menores en los estudios, la vestimenta, la alimentación. Mi hermano Emilio, nos ha costeado los estudios en Brasil, algunos han aprovechado y otros seguimos acá, pero, la disciplina que nos ha inculcado mi madre es que nos ha hecho fuertes y responsables”.
Doña Rita Zambrana de Tames, así como participaba en la cosecha de maíz, como “tipidora”, también, algunas veces, hacía de ayudante, ha sido una persona dedicada íntegra y exclusivamente al progreso y bienestar de su familia nos da su testimonio: “Vestía pollera y no sabía ni leer ni escribir. Tenía una familia apartada entre Quillacollo y Punata, pero su don de mando fuerte y severo, estricta, es que nos ha sacado adelante. Nos hemos educado bien disciplinados, era una persona que nos exigía demasiado, no nos dejaba jugar y nos hacía trabajar en nuestras cosas; cuando llegábamos de la escuela nos mandaba por agua y leña, aquel entonces no había gas, teníamos que ir en las noches por agua a la plazuela de Cala Cala y, leña, recoger al regresar, vivíamos en la Adela Zamudio y América. No permitía que estemos libres, cuando así lo veía, nos mandaba como ayudantes de albañil para ganarnos el pan del día”.
“Doña Rita, nunca nos dijo ni enseñó cómo trabajar en la construcción. Tal vez ha sido hereditario, por nuestro padre, pero cada uno nos hemos inculcado, viendo a nuestros hermanos mayores cómo se trabaja en la construcción, empezamos trabajando como ayudantes y terminamos como arquitectos de nuestro propio acomodo. Sin saber leer ni escribir, hablando puro quechua y muy poco el castellano, era un persona instruida cuya palabra preferida era estudien, estudien, estudien; con otras palabras en castellano no sabía expresarse”.
“Doña Rita, aparte de las ´chankas` de conejo, gallo criollo o ajís que cocinaba, que eran muy sabrosos, hacía unos ´jarwi uchus`` suculentos, nos mandaba a ´apallar` flores de ´chillijchi` a la Plazuela de Cala Cala, traíamos en canasta, había que hacer cocer para des amargar y, el frito de ´chillijchi` sobre el ´jarwi uchú` era una delicia; le gustaba la cocina”.
“A las 5 de la mañana ya entrábamos, junto a ella, a las quintas de Cala Cala a cosechar habas, choclos; en invierno, íbamos a ´tipir` maíz seco; a la media tarde había que llevarle la ´sama`, la comida. Ella se ayudaba con eso para nuestra alimentación, porque no teníamos dinero. Su trabajo ha sido muy sacrificado; mientras mi padre trabajaba en la construcción como albañil y, mis hermanos como ayudantes, ella hacía esas labores, por eso agradecemos ese sacrificio, porque trabajando nos hemos levantado, con el trabajo hemos sido gente, porque hemos trabajado toda la vida”.
NELLY GUZMÁN DE HEREDIA
Un día le pregunté a doña Nelly cuántos hijos había tenido y me contestó: Once hijos y un pavo. ¿Cómo así? Entre los huevos de gallina había visto uno extraño que alguna pava casquivana abandonó en el gallinero; lo cobijó en su pecho y lo mantuvo allí el tiempo de incubación. Ya su esposo le había prevenido que no toleraría un solo días más, y doña Nelly lloraba pensando que iba a truncar una vida, pero el pollito comenzó a picotear el cascarón y nació un pavo tan mimado que, por decreto de doña Nelly, era el intocable de la familia y murió de viejo. Sus hijos son: José Luis, Fernando, Orlando, Enrique, Carmen, Rosario, Pedro, Carlos, Nelly y Jaime Mauricio; los varones estudiaron en La Salle y las mujeres en el Santa María. “Al menos un metro cuadrado de La Salle debe ser mío por las pensiones que pagué”, decía don José Luis, su esposo. La pareja crió y educó también a un primo de doña Nelly, Víctor Soria Zeballos, a quien hoy le decimos Guzmán “El Bueno”, desde los 9 años.
No debió ser fácil sostener a familia tan numerosa, con 26 nietos, 19 bisnietos y una tataranieta. Don José Luis pasó a mejor vida el 11 de agosto de 2011 y doña Nelly vive con plena lucidez sus 90 años.
María Nelly Guzmán de Heredia nació en Sipe Sipe el 13 de enero de 1922, hija de José Leoncio Guzmán Rejas, hacendado de Carasa, y de Adriana Garvizu Valenzuela Santivañez, maestra. Se casó el 28 de mayo de 1944 con José Luis Heredia Fernández, topógrafo, con trabajos importantes en la regularización del río Rocha, la ejecución del túnel de Knaudt, la Gulf Oil Company y YPFB, en Santa Cruz, donde se jubiló. Doña Nelly administró el Fundo “La Asignación”, en Suticollo; la ausencia de su compañero de vida, por motivos de trabajo, moldeó su carácter fuerte y decidido. Fue una de las primeras vecinas de Villa Montenegro y dirigió la construcción de su casita en el solar paterno. Por entonces ya tenía cinco hijos y debía ayudar al sostén de la familia como maestra de manualidades, costurera, tejedora y confeccionista en una vieja máquina de coser Cidelsa, que aún conserva a sus 70 años de antigüedad.
Entre las innumerables dificultades de esta vida, doña Nelly recuerda las colas que había que hacer para recibir alimentos después de la revolución del 52. Fue distinguida por el Municipio en la gestión de Héctor Cossío Salinas y trinchera casa construida con mano propia. primera vecina que fincó su pies y construyó su casa en la Villa Montenegro, distinguida por el entonces alcalde Héctor Cossío Salinas, como meritoria mujer y valerosa cochabambina. Junto a un grupo de señoras fundó en su barrio la “Legión de María”.
EVA CASTRO DE OPORTO
Jamás dejó adivinar las tribulaciones que le costaron la persecución de su hijo en lucha contra la dictadura de Banzer y luego de García Meza. Su vida pudo haber sido apacible como su carácter, pero tuvo que enfrentar la represión y la incertidumbre de no conocer el paradero de su hijo y de tantos amigos de la familia.
Eva Castro Gareca nació en Capinota el 17 de octubre de 1925; sus padres fueron David Castro, telegrafista de Capinota y Felicidad Gareca, ama de casa, que engendraron cuatro hijos. Estudió en la Escuela Juana Azurduy de Padilla, de Capinota, y en el Colegio de Llallagua. Se casó con Luis Oporto Cabello (1918, Colquechaca, contador, jubilado de la Caja Nacional de Salud, y tuvo tres hijos: Luis (64) médico ginecólogo residente en Brasi, ciudadano ilustre y Alcalde de Sertanópolis, Paraná; Franz (62) Ingeniero Mecánico, en su tiempo gerente de la Cervecería Boliviana Nacional y hoy empresario; y Henry (59) sociólogo, ensayista y ex Viceministro de Tierras. “Enfrenté el problema del exilio de mi hijo Henry dirigente universitario de la UMSA, que estaba a la cabeza del movimiento estudiantil. En 1980, García Meza, había apresado y torturado a varios de sus compañeros y nos enteramos de que lo estaban buscando. Viajamos a La Paz, y no pudimos verlo durante varios días. Lo volvimos a ver en la Embajada de Venezuela, donde pasó asilado tres meses antes de salir exiliado a Venezuela. (…) Durante esos dos años, viví la angustia de tener a mi hijo lejos, con ocasionales comunicaciones por carta. Me enteré tiempo después que había retornado un año antes clandestinamente a La Paz, y allí vivió sin avisarnos, para evitarnos preocupación”, recuerda doña Evita. “Solo viviendo esta experiencia es posible entender el dolor de tantas madres bolivianas que como yo, no sabían de sus hijos”, agrega. “Me tocó vivir de cerca la tragedia de mi vecina, la señora Lidia Rondón, madre de Gonzalo Barrón, que fue asesinado en la calle Harrington, en el año 1981 junto a otros dirigentes del MIR.
En Llallagua vivió con su padre, trabajador de la Empresa Minera Catavi y su hermana Delia, modista. Eso ocurrió entre los 19 7 los 22 años de edad, cuando trabajaba en una tienda de telas y de ropa. Conoció a don Luis Oporto, contador de la empresa minera, se casó y se trasladó a Cochabamba, donde vive actualmente más de medio siglo.
“Con orgullo puedo decir que soy capinoteña, de la tradición familiar y cultural de los valles, buena cocinera y valerosa madre y abuela cochabambina. Esta fue nuestra forma de vivir una experiencia tan angustiosa como la guerra”, dice doña Evita refiriéndose a la Guerra del Chaco, que demandó el alistamiento de los cinco hermanos Castro, entre ellos su padre, todos sobrevivientes después de la contienda.
AIDA CLAROS DE BAYÁ
Ha sido la primera mujer ginecóloga-obstetra de Cochabamba y Ministra de Salud con amplia participación en congresos académicos nacionales, internacionales y mundiales.
Se llama Aida Victoria Claros Rosales de Bayá. Nació en Cochabamba el 12 de enero de 1932, hija del Ing. Fortunato Claros Claure y de Baldomira Rosales de Claros, profesora. Estudió en la Escuela 27 de Mayo y en el Colegio Irlandés. Se casó con Jorge Bayá Barrientos; tiene 3 hijos: María de la Cruz, Jorge y Francisco; y tres nietos: Jorge, Aida y Walter. Estudió Medicina en la UMSS y la especialidad en la
la Maternidad Germán Urquidi y en la Universidad Complutense de Madrid. Es catedrática de Biología, Embriología, Ginecología Obstetricia, medicina Social y Jefa del Departamento Materno Infantil en la UMSS. Ha sido destacada sSu labor como médico residente ad honorem en la Maternidad Germán Urquidi y fundadora de la Sociedad de Ginecología y Obstetricia, Presidenta del IIº Congreso Nacional y fundadora de la Alianza Panamericana de Mujeres Médicas en Cochabamba; y ejerce su especialidad en instituciones y clínicas publicas y privadas. Es socia honoraria de la Sociedad Boliviana de Medicina Tradicional (SOBOMETRA) Presidenta de la Asociación de Mujeres Profesionales Universitarias de Cochabamba y del Tribunal de Honor de la Federación de Profesionales de Cochabamba.
Su labor política ha sido múltiple: diputada en 1978, la primera Ministra de Salud en el gobierno de Lidia Gueiler Tejada, concejal, jefa departamental y Presidenta del Tribunal de Honor del Partido Demócrata Cristiano. En esos escenarios, su aporte ha sido fundamental para el desarrollo regional y nacional. Entre las instituciones que fundó está el Comité Cívico Femenino de Cochabamba y la Confederación Nacional de Instituciones Femeninas de Bolivia (CONIF), de la cual fue Presidenta.
Ha recibido múltiples distinciones, entre ellas, la de Ciudadana Meritoria de Cochabamba, la Medalla al Mérito Profesional otorgada por el Colegio Médico, por la Sociedad de Ginecología y Obstetricia y por la Asociación de Mujeres Profesionales Universitarias. Luego de defender dos tesis (Malformaciones congénitas y Labio Leporino en nuestro medio ambiente tiene contribuciones sustanciales al sector salud.
LEONOR ESTRADA DE ZABALAGA
Pocas señoras como Nonita para respetar los ideales de sus hijos y ayudarles con devoción. Nació en Cochabamba el 8 de junio de 1925 y murió en la misma ciudad el 26 de marzo de 2012. Se casó con Carlos Zabalaga Ponce de León (1911-2000) y tuvo hijos e hijas comprometidos unos con la liberación nacional y otros con el proceso de cambio. El libro Teoponte, de Gustavo Rodríguez Ostria, tiene pasajes muy interesantes sobre el tema.
Yanko Lubienski escribió una carta acerca de ella: No juzgaba, sabía escuchar cualquier barbaridad que se le pudiera contar, sin escandalizarse, ni exclamar horrorizada, ni poner cara de "eso no se hace". Más bien ayudaba a buscar, desde su serenidad, inteligencia y profunda misericordia, maneras de reflexionar las vías de resolver las cosas. No era malediciente, todo lo contrario, mostraba evidente molestia cuando escuchaba a alguien chismear, hablar mal de otra persona. Era sentida como "un refrigerio, una inspiración de fe y amor, una esperanza de encontrar siempre lo mejor en todos y en cada circunstancia". Era un mar de optimismo e inteligente opción de vida, al poner los lados buenos de todas las circunstancias de su vida en el lado de la balanza que fortalece y da impulso, no en el que debilita y quita energía. Generosa e ingeniosa para no "hacerse pescar" por don Chaly (su esposo) regalando a quienes tenían más necesidad la papa cosechada en Vinto, prevista para que dure para la gran familia unas buenas semanas. Con toda naturalidad, casi sin darse cuenta. Valiente y decidida, ayudando a sus hijas e hijos en sus militancias y afanes peligrosos, cobijando guerrilleros bajo su mismo techo o en viajes de riesgo de recuperación de material "subversivo". Yo quiero recordar para siempre de ella: era toda una dama en sus expresiones, en sus gestos, en su manera de vestirse, de hablar, de presentarse: no se puede decir que le molestaban, pero sufría un poquito por las groserías, las palabras soeces y la vulgaridad en los gestos. No lo decía, porque no criticaba ni quería hacer sentir mal a nadie. Tantos recuerdos e imágenes me subieron a la mente, al corazón. Nunca conocí a una persona tan buena, tan dedicada a la gran familia, tan generosa con los amigos de la familia Ella era la parte gemela de la Casa Grande. Como la Casa Grande era el albergue para todos. Era el corazón-albergue de todos. Me va faltar. Un gran refugio menos en mi vida”.
La Casa Grande es un inmueble ubicado en la Plazuela Constitución. Esta es una descripción de ella escrita por Teresa Ruiz.
“Un cafecito, una sopita o los deliciosos quesos y jalea de manzanas de Vinto, hechos por tía Nona o simplemente saludar a los tíos. Escuchar a tio Charly sus historias de la Segunda Guerra Mundial, y muchas otras más, siempre alrededor de la mesa grande, la mesa y casa de todos, familia, amigos, bolivianos, suizos, canadienses, de todo el mundo. Entrar un momento al dormitorio de tía Nona para pedirle sabios consejos. Quién no olvida los carnavales en la calle con manguera y luego subir al camión amarillo con Carlos Hugo al volante y recorrer el Prado y la ciudad con turriles y globos. Poco a poco fuimos creciendo, unos se fueron a Suiza, otros fuimos a España y Alemania, poco a poco nos dispersamos, pero nunca rompimos los lazos y cada vez que vamos a Cochabamba, ir a la Casa Grande y visitar a Tía Nona está entre nuestros compromisos primordiales.
Tenía una jornada trabajosa para ayudar en el sostén de su familia, era el faro de Don Eustaquio Tames, su esposo, meritorio y reconocido constructor que en la primera mitad del siglo pasado, cuando aún las calles de Cala Cala eran sendas bordeadas de acequias, pacaes, sauces y choclares, comenzó con la edificación de los primeros chalets en la campiña.
Doña Rita nació en Quillacollo el 22 de mayo de 1875 y falleció el 17 de abril de 1970 a sus 95 años. Su esposo participó en la construcción del Palacio de Portales y fue partícipe en el desarrollo urbanístico, especialmente de la zona norte del Cercado. Tuvieron 9 hijos: Víctor (+); Emilio, (95 años); Amelia (+); Altagracia (+); Humberto (+); Natividad, (80 años); Walter, (78 años); Jorge, (73 años); y Eduardo (+); y 34 nietos, la mayoría de ellos dedicados a la construcción y dos que viven en Brasil, uno ingeniero civil y, el otro médico otorrinolaringólogo.
Cuenta Don Walter Tames: “Para implementar la construcción había que tener los materiales a la mano y, como en esos tiempos no había ni plásticos ni tecnología, tuvimos que instalar una fábrica de mosaicos, tubos, lavanderías, etcétera, como también marmolería. Mi mamá, hacía de todo. Cuando tenía 3 años quedé huérfano de padre y, mis hermanos mayores fueron quienes se hicieron cargo de los menores en los estudios, la vestimenta, la alimentación. Mi hermano Emilio, nos ha costeado los estudios en Brasil, algunos han aprovechado y otros seguimos acá, pero, la disciplina que nos ha inculcado mi madre es que nos ha hecho fuertes y responsables”.
Doña Rita Zambrana de Tames, así como participaba en la cosecha de maíz, como “tipidora”, también, algunas veces, hacía de ayudante, ha sido una persona dedicada íntegra y exclusivamente al progreso y bienestar de su familia nos da su testimonio: “Vestía pollera y no sabía ni leer ni escribir. Tenía una familia apartada entre Quillacollo y Punata, pero su don de mando fuerte y severo, estricta, es que nos ha sacado adelante. Nos hemos educado bien disciplinados, era una persona que nos exigía demasiado, no nos dejaba jugar y nos hacía trabajar en nuestras cosas; cuando llegábamos de la escuela nos mandaba por agua y leña, aquel entonces no había gas, teníamos que ir en las noches por agua a la plazuela de Cala Cala y, leña, recoger al regresar, vivíamos en la Adela Zamudio y América. No permitía que estemos libres, cuando así lo veía, nos mandaba como ayudantes de albañil para ganarnos el pan del día”.
“Doña Rita, nunca nos dijo ni enseñó cómo trabajar en la construcción. Tal vez ha sido hereditario, por nuestro padre, pero cada uno nos hemos inculcado, viendo a nuestros hermanos mayores cómo se trabaja en la construcción, empezamos trabajando como ayudantes y terminamos como arquitectos de nuestro propio acomodo. Sin saber leer ni escribir, hablando puro quechua y muy poco el castellano, era un persona instruida cuya palabra preferida era estudien, estudien, estudien; con otras palabras en castellano no sabía expresarse”.
“Doña Rita, aparte de las ´chankas` de conejo, gallo criollo o ajís que cocinaba, que eran muy sabrosos, hacía unos ´jarwi uchus`` suculentos, nos mandaba a ´apallar` flores de ´chillijchi` a la Plazuela de Cala Cala, traíamos en canasta, había que hacer cocer para des amargar y, el frito de ´chillijchi` sobre el ´jarwi uchú` era una delicia; le gustaba la cocina”.
“A las 5 de la mañana ya entrábamos, junto a ella, a las quintas de Cala Cala a cosechar habas, choclos; en invierno, íbamos a ´tipir` maíz seco; a la media tarde había que llevarle la ´sama`, la comida. Ella se ayudaba con eso para nuestra alimentación, porque no teníamos dinero. Su trabajo ha sido muy sacrificado; mientras mi padre trabajaba en la construcción como albañil y, mis hermanos como ayudantes, ella hacía esas labores, por eso agradecemos ese sacrificio, porque trabajando nos hemos levantado, con el trabajo hemos sido gente, porque hemos trabajado toda la vida”.
NELLY GUZMÁN DE HEREDIA
Un día le pregunté a doña Nelly cuántos hijos había tenido y me contestó: Once hijos y un pavo. ¿Cómo así? Entre los huevos de gallina había visto uno extraño que alguna pava casquivana abandonó en el gallinero; lo cobijó en su pecho y lo mantuvo allí el tiempo de incubación. Ya su esposo le había prevenido que no toleraría un solo días más, y doña Nelly lloraba pensando que iba a truncar una vida, pero el pollito comenzó a picotear el cascarón y nació un pavo tan mimado que, por decreto de doña Nelly, era el intocable de la familia y murió de viejo. Sus hijos son: José Luis, Fernando, Orlando, Enrique, Carmen, Rosario, Pedro, Carlos, Nelly y Jaime Mauricio; los varones estudiaron en La Salle y las mujeres en el Santa María. “Al menos un metro cuadrado de La Salle debe ser mío por las pensiones que pagué”, decía don José Luis, su esposo. La pareja crió y educó también a un primo de doña Nelly, Víctor Soria Zeballos, a quien hoy le decimos Guzmán “El Bueno”, desde los 9 años.
No debió ser fácil sostener a familia tan numerosa, con 26 nietos, 19 bisnietos y una tataranieta. Don José Luis pasó a mejor vida el 11 de agosto de 2011 y doña Nelly vive con plena lucidez sus 90 años.
María Nelly Guzmán de Heredia nació en Sipe Sipe el 13 de enero de 1922, hija de José Leoncio Guzmán Rejas, hacendado de Carasa, y de Adriana Garvizu Valenzuela Santivañez, maestra. Se casó el 28 de mayo de 1944 con José Luis Heredia Fernández, topógrafo, con trabajos importantes en la regularización del río Rocha, la ejecución del túnel de Knaudt, la Gulf Oil Company y YPFB, en Santa Cruz, donde se jubiló. Doña Nelly administró el Fundo “La Asignación”, en Suticollo; la ausencia de su compañero de vida, por motivos de trabajo, moldeó su carácter fuerte y decidido. Fue una de las primeras vecinas de Villa Montenegro y dirigió la construcción de su casita en el solar paterno. Por entonces ya tenía cinco hijos y debía ayudar al sostén de la familia como maestra de manualidades, costurera, tejedora y confeccionista en una vieja máquina de coser Cidelsa, que aún conserva a sus 70 años de antigüedad.
Entre las innumerables dificultades de esta vida, doña Nelly recuerda las colas que había que hacer para recibir alimentos después de la revolución del 52. Fue distinguida por el Municipio en la gestión de Héctor Cossío Salinas y trinchera casa construida con mano propia. primera vecina que fincó su pies y construyó su casa en la Villa Montenegro, distinguida por el entonces alcalde Héctor Cossío Salinas, como meritoria mujer y valerosa cochabambina. Junto a un grupo de señoras fundó en su barrio la “Legión de María”.
EVA CASTRO DE OPORTO
Jamás dejó adivinar las tribulaciones que le costaron la persecución de su hijo en lucha contra la dictadura de Banzer y luego de García Meza. Su vida pudo haber sido apacible como su carácter, pero tuvo que enfrentar la represión y la incertidumbre de no conocer el paradero de su hijo y de tantos amigos de la familia.
Eva Castro Gareca nació en Capinota el 17 de octubre de 1925; sus padres fueron David Castro, telegrafista de Capinota y Felicidad Gareca, ama de casa, que engendraron cuatro hijos. Estudió en la Escuela Juana Azurduy de Padilla, de Capinota, y en el Colegio de Llallagua. Se casó con Luis Oporto Cabello (1918, Colquechaca, contador, jubilado de la Caja Nacional de Salud, y tuvo tres hijos: Luis (64) médico ginecólogo residente en Brasi, ciudadano ilustre y Alcalde de Sertanópolis, Paraná; Franz (62) Ingeniero Mecánico, en su tiempo gerente de la Cervecería Boliviana Nacional y hoy empresario; y Henry (59) sociólogo, ensayista y ex Viceministro de Tierras. “Enfrenté el problema del exilio de mi hijo Henry dirigente universitario de la UMSA, que estaba a la cabeza del movimiento estudiantil. En 1980, García Meza, había apresado y torturado a varios de sus compañeros y nos enteramos de que lo estaban buscando. Viajamos a La Paz, y no pudimos verlo durante varios días. Lo volvimos a ver en la Embajada de Venezuela, donde pasó asilado tres meses antes de salir exiliado a Venezuela. (…) Durante esos dos años, viví la angustia de tener a mi hijo lejos, con ocasionales comunicaciones por carta. Me enteré tiempo después que había retornado un año antes clandestinamente a La Paz, y allí vivió sin avisarnos, para evitarnos preocupación”, recuerda doña Evita. “Solo viviendo esta experiencia es posible entender el dolor de tantas madres bolivianas que como yo, no sabían de sus hijos”, agrega. “Me tocó vivir de cerca la tragedia de mi vecina, la señora Lidia Rondón, madre de Gonzalo Barrón, que fue asesinado en la calle Harrington, en el año 1981 junto a otros dirigentes del MIR.
En Llallagua vivió con su padre, trabajador de la Empresa Minera Catavi y su hermana Delia, modista. Eso ocurrió entre los 19 7 los 22 años de edad, cuando trabajaba en una tienda de telas y de ropa. Conoció a don Luis Oporto, contador de la empresa minera, se casó y se trasladó a Cochabamba, donde vive actualmente más de medio siglo.
“Con orgullo puedo decir que soy capinoteña, de la tradición familiar y cultural de los valles, buena cocinera y valerosa madre y abuela cochabambina. Esta fue nuestra forma de vivir una experiencia tan angustiosa como la guerra”, dice doña Evita refiriéndose a la Guerra del Chaco, que demandó el alistamiento de los cinco hermanos Castro, entre ellos su padre, todos sobrevivientes después de la contienda.
AIDA CLAROS DE BAYÁ
Ha sido la primera mujer ginecóloga-obstetra de Cochabamba y Ministra de Salud con amplia participación en congresos académicos nacionales, internacionales y mundiales.
Se llama Aida Victoria Claros Rosales de Bayá. Nació en Cochabamba el 12 de enero de 1932, hija del Ing. Fortunato Claros Claure y de Baldomira Rosales de Claros, profesora. Estudió en la Escuela 27 de Mayo y en el Colegio Irlandés. Se casó con Jorge Bayá Barrientos; tiene 3 hijos: María de la Cruz, Jorge y Francisco; y tres nietos: Jorge, Aida y Walter. Estudió Medicina en la UMSS y la especialidad en la
la Maternidad Germán Urquidi y en la Universidad Complutense de Madrid. Es catedrática de Biología, Embriología, Ginecología Obstetricia, medicina Social y Jefa del Departamento Materno Infantil en la UMSS. Ha sido destacada sSu labor como médico residente ad honorem en la Maternidad Germán Urquidi y fundadora de la Sociedad de Ginecología y Obstetricia, Presidenta del IIº Congreso Nacional y fundadora de la Alianza Panamericana de Mujeres Médicas en Cochabamba; y ejerce su especialidad en instituciones y clínicas publicas y privadas. Es socia honoraria de la Sociedad Boliviana de Medicina Tradicional (SOBOMETRA) Presidenta de la Asociación de Mujeres Profesionales Universitarias de Cochabamba y del Tribunal de Honor de la Federación de Profesionales de Cochabamba.
Su labor política ha sido múltiple: diputada en 1978, la primera Ministra de Salud en el gobierno de Lidia Gueiler Tejada, concejal, jefa departamental y Presidenta del Tribunal de Honor del Partido Demócrata Cristiano. En esos escenarios, su aporte ha sido fundamental para el desarrollo regional y nacional. Entre las instituciones que fundó está el Comité Cívico Femenino de Cochabamba y la Confederación Nacional de Instituciones Femeninas de Bolivia (CONIF), de la cual fue Presidenta.
Ha recibido múltiples distinciones, entre ellas, la de Ciudadana Meritoria de Cochabamba, la Medalla al Mérito Profesional otorgada por el Colegio Médico, por la Sociedad de Ginecología y Obstetricia y por la Asociación de Mujeres Profesionales Universitarias. Luego de defender dos tesis (Malformaciones congénitas y Labio Leporino en nuestro medio ambiente tiene contribuciones sustanciales al sector salud.
LEONOR ESTRADA DE ZABALAGA
Pocas señoras como Nonita para respetar los ideales de sus hijos y ayudarles con devoción. Nació en Cochabamba el 8 de junio de 1925 y murió en la misma ciudad el 26 de marzo de 2012. Se casó con Carlos Zabalaga Ponce de León (1911-2000) y tuvo hijos e hijas comprometidos unos con la liberación nacional y otros con el proceso de cambio. El libro Teoponte, de Gustavo Rodríguez Ostria, tiene pasajes muy interesantes sobre el tema.
Yanko Lubienski escribió una carta acerca de ella: No juzgaba, sabía escuchar cualquier barbaridad que se le pudiera contar, sin escandalizarse, ni exclamar horrorizada, ni poner cara de "eso no se hace". Más bien ayudaba a buscar, desde su serenidad, inteligencia y profunda misericordia, maneras de reflexionar las vías de resolver las cosas. No era malediciente, todo lo contrario, mostraba evidente molestia cuando escuchaba a alguien chismear, hablar mal de otra persona. Era sentida como "un refrigerio, una inspiración de fe y amor, una esperanza de encontrar siempre lo mejor en todos y en cada circunstancia". Era un mar de optimismo e inteligente opción de vida, al poner los lados buenos de todas las circunstancias de su vida en el lado de la balanza que fortalece y da impulso, no en el que debilita y quita energía. Generosa e ingeniosa para no "hacerse pescar" por don Chaly (su esposo) regalando a quienes tenían más necesidad la papa cosechada en Vinto, prevista para que dure para la gran familia unas buenas semanas. Con toda naturalidad, casi sin darse cuenta. Valiente y decidida, ayudando a sus hijas e hijos en sus militancias y afanes peligrosos, cobijando guerrilleros bajo su mismo techo o en viajes de riesgo de recuperación de material "subversivo". Yo quiero recordar para siempre de ella: era toda una dama en sus expresiones, en sus gestos, en su manera de vestirse, de hablar, de presentarse: no se puede decir que le molestaban, pero sufría un poquito por las groserías, las palabras soeces y la vulgaridad en los gestos. No lo decía, porque no criticaba ni quería hacer sentir mal a nadie. Tantos recuerdos e imágenes me subieron a la mente, al corazón. Nunca conocí a una persona tan buena, tan dedicada a la gran familia, tan generosa con los amigos de la familia Ella era la parte gemela de la Casa Grande. Como la Casa Grande era el albergue para todos. Era el corazón-albergue de todos. Me va faltar. Un gran refugio menos en mi vida”.
La Casa Grande es un inmueble ubicado en la Plazuela Constitución. Esta es una descripción de ella escrita por Teresa Ruiz.
“Un cafecito, una sopita o los deliciosos quesos y jalea de manzanas de Vinto, hechos por tía Nona o simplemente saludar a los tíos. Escuchar a tio Charly sus historias de la Segunda Guerra Mundial, y muchas otras más, siempre alrededor de la mesa grande, la mesa y casa de todos, familia, amigos, bolivianos, suizos, canadienses, de todo el mundo. Entrar un momento al dormitorio de tía Nona para pedirle sabios consejos. Quién no olvida los carnavales en la calle con manguera y luego subir al camión amarillo con Carlos Hugo al volante y recorrer el Prado y la ciudad con turriles y globos. Poco a poco fuimos creciendo, unos se fueron a Suiza, otros fuimos a España y Alemania, poco a poco nos dispersamos, pero nunca rompimos los lazos y cada vez que vamos a Cochabamba, ir a la Casa Grande y visitar a Tía Nona está entre nuestros compromisos primordiales.
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