lunes, 14 de mayo de 2012

MUJERES, MADRES, HEROÍNAS
Homenaje al Bicentenario
de las Heroínas de la Coronilla

A la memoria de Domitila Barrios de Chungara.

A las valerosas alumnas del Colegio Nacional Bolívar: A las valerosas alumnas del Colegio Nacional Bolívar:
Jail Salvatierra (14), Ximena Mamani (14), Araceli Sierra (13), Erika Padilla Martinez (13), Analiz Miranda Huanca (13), Daneiva Apata
Valenzuela (14), Sharela Espinoza (14), María Mamani Castro (14), Tatiana Revollo Janko (13) y Tatiana Flores Guarachi (15).

Al huerto familiar poblado de mujeres de varias generaciones.

FAMILIA, COMUNIDAD, MUJERES
Al visitar una galería de notables, uno percibe que los varones son estrellas solitarias en un universo desierto, uno frente al universo, sin que importe quiénes son sus cónyuges, hijas o hijos sino ellos y sus méritos políticos, académicos, artísticos, culturales, cívicos o militares. Este uso heredado del individualismo no lo encontramos entre las mujeres.
La razón parece evidente: las mujeres se definen por su entorno: por su familia, su comunidad, su nación; el hogar, la cocina, la educación de los hijos, los problemas del vecindario, los precios del mercado… Aun si no tienen pareja ni hijos, se rodean de sobrinos o de instituciones.
Esta es una diferencia muy importante a la hora de pedir una fotografía personal: los varones aparecen solos; las mujeres, rodeadas por el cónyuge, los hijos, los sobrinos, los nietos, los ancianos o los niños de una institución o las actividades de su comunidad.
Para mí esto es un hallazgo y me obliga a preguntarme cómo no buscamos un gobierno de mujeres si ellas tienen más arraigado el sentido de comunidad que los varones (al menos los varones modernos, nutridos por los valores occidentales). Como dice Alejandra Ramírez, las mujeres, restringidas al ámbito artificial de lo privado (la cocina, la familia, el vecindario, la OTB, los servicios básicos) son las constructoras de la calidad de vida, del vivir bien.
A las mujeres les debemos los grandes temas de ampliación de la democracia: ellas denunciaron los rigores e injusticias de la sociedad patriarcal, y añadieron que esto no sólo les afecta a ellas sino también a la gran mayoría de los varones, pues el modelo de esta sociedad es el macho alto, atlético, apuesto, audaz y bien armado, pero ¿cuántos varones responden a esta descripción? El resto tiene que vivir entre la soledad y los celos continuos. De esta crítica inicial nacieron otros temas que hoy alimentan los movimientos democráticos en el mundo, que no se reducen a la lucha contra el machismo, sino incluyen la lucha contra el racismo y el predominio mundial de los varones blancos, letrados, propietarios, heterosexuales y depredadores del medio ambiente.
Las mujeres no necesitan escolaridad, méritos académicos o cualesquier otros que fundan el prestigio de un varón notable. Como dice Martha García en el presente libro, las mujeres anónimas pueden participar en todos los escenarios y derrumbar los muros artificiales entre lo público y lo privado: las madres son luego educadoras, productoras, concejalas, diputadas, ministras… ¿Presidentas? Esther Balboa me decía que en la educación básica nos enseñan la nómina de incas, pero no nos hablan de sus mujeres, de las koyas, un modelo que se repetía en los cuatro suyos y en cada poblado; y que el inca y la koya se turnaban para gobernar, el varón en épocas de siembra, de barbecho, de riego, de esfuerzo y la koya en épocas de cosecha, de disfrute, días de gastronomía y erotismo. ¿En qué país e Occidente hallaríamos un régimen similar? El futuro está en la lectura correcta de nuestros orígenes y no en la ciencia política prestada de Europa o de los Estados Unidos. El capitalismo y el socialismo reales no admitirían un gobierno de mujeres; pero nuestra experiencia política nos da una pauta.
Las mujeres pueden tener méritos parecidos a los de los varones, pero si nos restringimos a estos requisitos calificaremos a pocas. En cambio, si buscamos otros perfiles, las mujeres llenarán el escenario, nos abrirán sus corazones y conoceremos historias que jamás encontraremos entre los varones.
En vía de ejemplo: cuando los guerrilleros sobrevivientes de Ñancahuazú llegaron a Cochabamba, se ocultaron, entre otras casas, en la del Dr. José Decker, un magistrado que se caracterizó por sus hondas convicciones políticas. ¿Pero quién cocinó para Inti y Pombo, quién los atendió en una habitación de la casa, quién subió y bajó los bacines en una construcción que no tenía baño privado para cada cuarto? Otro caso: Víctor Zannier se vinculó desde muy joven a la lucha política, comandó la toma de haciendas antes de la Reforma Agraria, tuvo relación con la guerrilla de Ñancahuazú y la de Teoponte, llevó el Diario y las manos del Che a buen recaudo y fue muy amigo de Fidel Castro. Sin embargo, pocos recuerdan a doña María Valenzuela, su madre y eje de la familia Zannier (pues el esposo, un ingeniero de ferrocarriles italiano, murió joven), que no sólo tuvo hijas e hijos notables sino también yernos de nota como el poeta Antonio Terán Cavero o los periodistas René Rocabado Alcócer, Amado Canelas Orellana y Hugo Maldonado Justiniano. Una de sus hijas, Elena Zannier Valenzuela, ha sido mencionada por numerosas mujeres por su generosidad, su sentido de solidaridad y su vinculación con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y con la comunidad de exiliados en el Chile de Allende, que recuerdan su casa y mesa con cariño, porque siempre estaba abierta a todos.
No se trata de restar méritos a los varones, pero incluso entre quienes lucharon por sus ideales y siguieron el paradigma de la revolución hasta sus últimas consecuencias, hay un sesgo patriarcal: ellos son los caballeros andantes que salen a matar dragones, mientras sus mujeres se quedan en casa a esperarlos o se ocupan de tareas menores de la revolución. Pero ¿dónde se producen los allanamientos, los saqueos, la violencia represiva? En el hogar, frente a las hijas e hijos. El revolucionario logra escapar o es conducido a prisión o enviado al exilio (o a la otra vida); pero, entretanto, ¿quién se ocupa de que la vida continúe? ¿Quién lleva el alimento a las hijas e hijos? ¿Quién se preocupa de su educación? ¿Quién visita a su cónyuge en el confinamiento o acompaña en el exilio?
María Esther Pozo recuerda sin rencor que los varones tuvieron tiempo de escapar y quedaron sólo las mujeres cuando se desató la represión: las cárceles estaban llenas de mujeres vinculadas a la revolución incluso como parientes de los varones que se evadieron o que ya habían caído.
Hemos procurado rescatar esos y otros perfiles en el presente libro que, a diferencia de las biografías que publicamos antes, no se refiere a individuos sino a familias y grupos comunitarios, en cuyo seno sobresalen cientos de nombres. Nos hemos quedado cortos, y si hemos omitido a algunas mujeres que deberían figurar en este recuento, fue por falta de datos, por el desinterés de los familiares o por nuestros propios perfiles poco acostumbrados a resaltar los valores femeninos en un sociedad patriarcal que trata de seguir el ejempo de sus individuos notables, la mayor parte varones.
Lo curioso es que los varones nos reservamos el dominio de lo público y confinamos a las mujeres en el dominio de lo privado; sin embargo, imponemos decisiones que son de orden público, como la política sobre derechos reproductivos, que ha estudiado Romina Pérez en una tesis de Maestría defendida recientemente en la Universidad de Copenhague. En ella Romina da cuenta del Análisis del Discurso Hegemónico y  Contrahegemónico  de  las   Políticas   Poblacionales” (1945-1994).  El hegemónico articulado en torno al dispositivo del “control de la población” vigente  desde 1945 y el contrahegemonico en torno al dispositivo  de “Genero, Derechos Humanos y Salud Reproductiva”.   “En Teherán (1968), las mujeres reclamaron el control sobre sus cuerpos, su sexualidad y su vida reproductiva y éste fue definido como un derecho humano fundamental,  rompiendo de este modo con  el discurso  hegemónico del movimiento neo- Malthusiano y eugenista de entonces”, dice la tesis para marcar el inicio de un proceso que culminó con el reconocimiento de los derechos de la mujer como componentes inalienables, integrales e indivisibles de los derechos humanos universales” en la Conferencia Mundial sobre Derechos Humanos (Viena 1993) y en la Declaración de las Mujeres sobre Políticas de Población (El Cairo, 1994). La Demografía y las Políticas de Población, que afectan directamente a las mujeres, fueron disciplinas creadas por  el movimiento neo-maltusiano y las  sociedades de eugenesia que  alimentaron  ideológicamente las políticas del  Nazismo, y sus expertos introdujeron el tema en Naciones Unidas, amparados por fundaciones norteamericanas que incluso los promovieron a la concesión de Premios Nobel. La tesis es también una crítica implícita al conocido Informe Kissinger sobre políticas de control de la natalidad en los países pobres y su influencia en el aprovechamiento de los recursos naturales por los países centrales.
LAS VALEROSAS COCHABAMBINAS
¿Cómo se enfrenta los problemas “a la cochabambina”? Tenemos valiosos ejemplos en la conducta de nuestras abuelas, madres, hermanas y amigas, entre éstas, muy en particular, las que se inmolan en el exterior para enviar remesas y construir un porvenir para sus familias. ¿Cómo lo hacen? Con amor, con tesón, con firmeza y carácter, con espíritu de emprendimiento, por lo general solas, con huevos, pero sobre todo con buen humor. Eso es enfrentar los problemas “a la cochabambina”, una especialidad en la cual las valerosas mujeres nos han ganado la posta a los varones.
Estas valerosas cochabambinas no siempre brillan por su escolaridad. ¡Bienvenidas las que pudieron estudiar y son un ejemplo de creatividad y fuerza en sus especialidades! Pero el común apenas ha cursado la primaria y pronto les ha llegado la pareja, la maternidad, la obligación patriarcal de parir y criar cuántas veces solas, cuántas con el marido presente, pero poco más que mero “respeto de la casa”. No son los títulos ni la meritocracia lo que las hace únicas: es el compromiso, el ñeque, la valentía con que sacan sus hogares adelante,  luchando por sus derechos  con la misma vehemencia que cuando se sublevan en las revueltas de la  multitud.
. De este perfil fueron las Heroínas de La Coronilla. Gustavo Rodríguez Ostria dice que las damas de entonces tuvieron tiempo y lugar para esconderse, ya en sus fincas, ya en los conventos; pero las verduleras, las carniceras, las chicheras, las mujeres que trabajaban por cuenta propia y sostenían sus hogares, en suma, las valerosas cochabambinas eran mujeres anónimas, mujeres del común, mujeres piadosas, rebosantes de amor filial, que no tenían dónde huir, dónde esconderse, y entonces, a falta de hombres, que fueron a combatir a Goyeneche en las huestes civiles de don Esteban Arze, subieron a la colina que domina el valle, se apostaron en la cumbre sur de La Coronilla y allí se inmolaron en defensa de sus familias, de sus hijos, de su pobre heredad.
Con ese criterio hemos hecho entrevistas a una cantidad apreciable de mujeres cochabambinas o del interior pero que viven en nuestra ciudad, que responden a esa descripción. Muchas más podrían ofrecernos perfiles más elocuentes, estamos seguros, pero este es un homenaje a todas las mujeres, no sólo a las que figuran en el presente libro. Respetamos a aquéllas que brillan en la academia, en la política, en el arte, la ciencia y la cultura, pero el criterio de esta selección es distinto porque se reduce (o se eleva) a cómo enfrentaron los problemas de esta vida “a la cochabambina”. En el Bicentenario publicamos un libro de biografías y muchas lectoras se sorprendieron del escaso número de mujeres. ¡Pero si hasta en los diccionarios históricos más prestigiados hay un 40 por ciento de curas y ni una sola monja! ¡Y la Iglesia no permite el sacerdocio de las mujeres o el matrimonio de los sacerdotes, como si la relación con las mujeres fuera pecado!
La nómina de varones notables es abrumadoramente superior a la nómina de mujeres ídem precisamente porque vivimos en una sociedad patriarcal con un acceso limitado de las mujeres a los privilegios de la ciudadanía y la academia. Por eso hemos escogido otro criterio, y entonces nos quedamos cortos, sensiblemente cortos, al hacer la lista de las valerosas cochabambinas, que en realidad son esas valerosas bolivianas, latinoamericanas o de cualquier otro continente, mujeres pobres, limitadas por el medio, que, sin embargo, luchan por sus derechos y sacan adelante a sus familias.
En el Bicentenario del 27 de mayo de 1812, la Batalla de la Coronilla, este homenaje a nuestras valerosas mujeres.
QUÉ PASÓ HACE 200 AÑOS
Alguna vez me preguntaron cuál era, a mi juicio, el mejor inicio de novela boliviana, y contesté, sin dudar: el de Juan de la Rosa, de Nataniel Aguirre, porque en un párrafo enuncia en un lenguaje lírico y evocativo lo que ocurrirá a lo largo del relato. El capítulo XX titulado “El alzamiento de las mujeres” narra lo ocurrido hace 200 años en La Coronilla con una fidelidad que avala el historiador Gustavo Rodríguez Ostria luego de una investigación en el Archivo Histórico de Buenos Aires. El famoso Capítulo XX fue la primera aproximación al episodio de las Heroínas de la Coronilla, pero la novela tardó 59 años (de 1885 a 1944) en ser declarada texto oficial, una decisión que se tomó durante el régimen de Gualberto Villarroel, al calor de su acercamiento a las organizaciones populares y el reconocimiento de la raigambre popular del relato. Es sumamente útil leer al menos ese capítulo de la célebre novela. 
APUNTES SOBRE EL EPISODIO DE LA CORONILLA
El relato que sigue toma como base la investigación del historiador Gustavo Rodríguez Ostria en el Archivo Histórico de Buenos Aires, que servirá para un libro sobre los sucesos históricos de 1812 escrito por la prolífica pluma de Rodríguez Ostria.
Era 1812. Cochabamba se había levantado de nuevo, luego de haber sido ocupada en 1811 por las tropas de Juan Manuel de Goyeneche, que había recibido la ciudad de 20.000 almas de manos del gobernador Mariano Antezana y del comandante Francisco del Rivero. Pero Esteban Arze había sublevado nuevamente a la gente del Valle Alto y esta actitud complicaba los planes de Goyeneche: pasar por Potosí y dirigirse al sur, para enfrentarse con los patriotas que defendían la Junta de Buenos Aires. De modo que volvió ancas para escarmentar de una vez a Cochabamba y así poder reforzar las tropas realistas del Virreinato de La Plata. Al mismo tiempo, el general Jerónimo de Lombera se dirigía desde Oruro a Cochabamba con el mismo propósito de escarmiento.
En Cochabamba hubo un entredicho serio entre Esteban Arze --que quería llevar a sus hombres y reforzarlos con la gente que consiguiera en el valle alto, para detener las tropas de Goyeneche--, y Mariano Antezana, gobernador de Cochabamba, que ordenó desplazar a su pequeño ejército hacia Colcapirhua, para detener el avance del general Lombera. No hubo conciliación y Arze marchó hacia Pocona y fue derrotado en el Kewiñal. Iba disminuido y es poco probable que haya enfrentado en una batalla franca a las tropas veteranas y regulares de Goyeneche, que al parecer dispersó a los hombres de Arze en el Kewiñal y éste tomó el rumbo del sur, donde se alistó en las tropas de Belgrano hasta que volvió con el general Arenales y éste lo confinó por sus desavenencias con el mando argentino, como que Arze murió en Santa Ana del Yacuma, bien entrado el Beni, de muerte natural.
Entretanto Mariano Antezana replegó a sus hombres desde Colcapirhua hasta Cochabamba. Debió haber negociado otro armisticio, para salvar a la población civil, porque ordenó que sus hombres depositaran sus armas en el cuartel.
Como se acercaba Goyeneche, los pobladores pedían un cabildo abierto, donde usualmente concurrirían menos de 200 criollos, pues el resto eran mestizos, negros e indios. Pero el cabildo se reunió en la Plaza de Armas inusualmente nutrido por una poblada donde destacaban las mujeres cochabambinas, los pobladores de la zona sud y algunos soldados sin armas. El cabildo quiso asaltar la casa de Mariano Antezana, ubicada frente a la Catedral, sobre la actual calle Esteban Arze, contigua al Convento de La Merced, hoy ocupado por oficinas y garaje de COMTECO. Antezana traspuso el muro y se refugió en el Convento.
La acusación hablaba de que Antezana y los suyos eran unos “sarracenos”, uno de los motes que se daba a los españoles, llamados también chapetones, tabla levas y, en México, gachupines. El pueblo sospechaba que Antezana hubiera entregado la ciudad, hipótesis que se reforzaría al comprobar que los hacendados criollos habían huido a sus haciendas o se habían refugiado en los conventos, mientras el llamado populacho no tenía dónde refugiarse.
Ahí fue que las mujeres determinaron en el cabildo que si no habían hombres (porque habían acompañado a Esteban Arze) ahí estaban ellas para defenderse del enemigo, es decir, para morir matando.
Trasladaron a La Coronilla el escaso parque de los cuarteles, entre ellos unos pequeños cañones de estaño que, al parecer, no necesitaban cureña y podían usarse en brazos, como fusiles. Los proyectiles tenían fragmentos de vidrio. Se apostaron en La Coronilla y aguardaron la presencia de Goyeneche.
Las fuerzas de Goyeneche cruzaron el valle alto, descendieron por el paso estrecho de La Angostura y aparecieron entre el Ticti y La Coronilla. Los cochabambinos y cochabambinas apostados en la elevación sur de la colina recibieron al enemigo con una descarga de sus pequeños cañones, que debió enfurecer a Goyeneche, pues habría negociado la entrega de la ciudad. Una avanzada le informó que un pequeño contingente de caballería los aguardaba cerca a la laguna Alalay y entonces destacó su caballería para hacerles frente. No necesitaron combatir, porque los jinetes cochabambinos se dispersaron.
Goyeneche hizo su cuartel a cierta distancia de La Coronilla y ordenó a parte de su infantería que la ocupara. De ese modo se produjo el combate el 27 de mayo, después del mediodía, en una acción que duró como máximo hasta las 5 de la tarde. Unos hablaron de menos y otros de más de un centenar de muertos, entre ellos las mujeres cochabambinas.
Mariano Antezana se había trasladado con gran sigilo del convento de La Merced al de La Recoleta, ubicado en la otra orilla del río. Allí fue capturado, conducido a la Plaza de Armas y ajusticiado en la acera este, donde hay una plaqueta conmemorativa. Luego fue degollado y su cabeza clavada en una pica.
Los protagonistas fueron gente de la zona sur, en especial las vivanderas, carboneras, chicheras, cocineras, cultoras y cultores de diversos oficios. Nataniel Aguirre habla de Juan Cotrina, un apellido que todavía existe en nuestra zona sur.
Durante la República, la memoria de las mujeres anónimas fue inmortalizada en la actual organización de vendedoras del mercado y La Cancha, que llevan el nombre de Hijas del Pueblo, herederas directas de las mujeres inmoladas en La Coronilla. Pero veamos antes quién era Manuela Gandarillas.
¿QUIÉN ERA MANUELA GANDARILLAS?
Recibí la amable visita de Lila Cortez Montalvo, cuya devoción por la memoria de su familia deberíamos imitar, porque gracias a sus investigaciones se establece que su tatarabuela era Dolores Gandarillas de Montalvo, hermana de doña Manuela Gandarillas, según Lila ambas hijas de Julián Eras y Gandarillas y de Manuela Josefa Gandarillas, el mismo nombre que da Nataniel Aguirre a la anciana ciega que comandó a las mujeres cochabambinas en La Coronilla. La pareja tuvo diez hijos cuyos nombres son: Manuela, Gregoria, Justo, María, Vicente, Dolores, Antonia, Petrona, Francisco y Juan Domingo. ¿Doña Manuela Josefa Gandarillas era el mismo personaje del que habla Nataniel Aguirre? ¿Murió en La Coronilla? Hay un manuscrito que no se refiere al tema, con lo cual no hemos podido dilucidar si se trata de un personaje histórico o meramente literario.
El primogénito de Dolores fue Félix Montalvo Gandarillas que tuvo, entre varios hijos, a Hilda Montalvo García, madre de Lila, que hoy tiene 95 años. Pero ¿quién era Manuela Gandarillas? Lila me mostró un valioso documento escrito por el Ing. Israel E. Beltrán Zambrana y publicado en la Revista “Por la Raza”, de la Cruz Roja Boliviana, el 27 de marzo de 1930 (reproducido en el suplemento FACETAS, de este matutino, de 24 de mayo de 1981). El documento escrito a mano y transcrito por Jorge Beltrán titula “Don Julián Eras y Gandarillas e hijos, promotores de la causa de la libertad” y se refiere a una familia de héroes de la Independencia cuyos nombres jamás han servido para nominar nuestras calles. Por este documento sabemos que Manuela Gandarillas era hija del héroe. Veamos.
En 1812, Goyeneche había dejado por jefe político y militar de la Villa de Oropesa al sanguinario Juan Mendizábal Imaz. Entre los pobladores de la Villa figuraba don Julián Eras y Gandarillas, quien habitaba con sus hijos el solar que hoy es la Casona Santiváñez, que en breve sería saqueado, confiscado y convertido en cuartel realista, además de un latifundio de una y media de longitud por media de latitud (1.875 Ha) denominado La Maica. era compadre de Imaz y creyó que eso le iba a proteger de la vindicta realista después de la ocupación sangrienta de la Villa por las fuerzas de Goyeneche, pero igual se le acusó de rebelde y conspirador y se lo trasladó cargado de grilletes a la prisión situada en la calle de Santa Teresa (hoy Baptista), donde en 1930 funcionaba la Sanidad Pública. Detrás de él reclamaban su libertad “sus jóvenes hijos José Domingo, Justo Vicente, Manuela, Petrona y María Gandarillas”, según dice el manuscrito de don Israel Beltrán. Esta es la mención más clara sobre la joven Manuela Gandarillas, que sobrevivió a la batalla de La Coronilla, en la cual, según la novela de Nataniel Aguirre, las mujeres cochabambinas fueron comandadas por una anciana ciega del mismo nombre. Una vez más se nos presenta el historiador frente al novelista. Mientras éste construye mitos para sostener mejor una causa, el historiador los destruye en pos de la verdad histórica, lo cual debería servirnos para no tomar una obra de ficción como Juan de la Rosa como fuente histórica sino el examen frío de fuentes primarias que nos lleven a la historia y no al mito.
Esta dilucidación no resta el menor mérito a la familia Gandarillas, sin duda una familia de héroes, pues a la noticia del fusilamiento de don Julián, sus hijos José Domingo, Justo y Vicente Gandarillas levantaron a sus colonos de La Maica, los armaron con lanzas, macanas y algunos fusiles de chispa y asediaron la plaza de la Villa donde permanecía acuartelada la guarnición realista. Imaz fue sorprendido por José Domingo, según el relato, y clamaba auxilio, pero el joven patriota lo tomó del camisón de dormir y le dijo: “ ¡Miserable asesino, no temas ni te desesperes! ¡No grites! Yo te he de matar en lucha franca, no cogiéndote por sorpresa, como ahora!”
En marzo de 1813 los hermanos Gandarillas se trasladaron al Valle de Sacaba y hacerse fuertes en la Cordillera para precipitar las aguas de la Laguna de Warawara e inundar el lecho del Río Rocha y conjurar con ello la temible sequía y la hambruna de esos días aunque el torrente arrastrara cabezas de ganado vacuno, lanar y porcino. Ellos mantuvieron a raya al ejército realista, ubicado a orilla opuesta del torrente, y consiguieron llevarse una caballada como botín de guerra. Los hermanos Gandarillas participaron en acciones de la guerrilla independentista que consigna el Tambor Vargas en su célebre Diario, donde menciona en particular a José Domingo, pero éste acabó cayendo en Sacaba en manos de sus captores. Conducido ante Imaz, quien instruye su ejecución. Pero antes pasaría por un cruel interrogatorio, porque le trituraron las manos “ajustando el tornillo de una pieza de fusil de chispa, llamada pie de gato”, mientras José Domingo se resistía a delatar a nadie y sólo repetía: “¡Yo, mi fusil y nadie más!”
Sus manos eran dos talegos de huesos, según el relato, cuando aparece nuevamente “su hermana doña Manuela Gandarillas, y con acento varonil, propio de la raza, apostrofa al tirano, quien le responde colérico: “Cállese, p…” Ruge José Domingo exclamando: “Cobarde asesino. ¿Mi hermana p…? Que me quiten las ligaduras y ya veremos después…” Imaz ordenó disparar y de ese modo José Domingo pasó a la historia patria.
Entretanto, Justo Gandarillas había viajado en marchas forzadas a Tarija, a implorar el indulto del Virrey (quien por entonces estaría en dicha villa) y el relato agrega: “ ¡Llega con el anhelado decreto de indulto momentos después de la ejecución!”
Todavía en cautiverio, don Julián había empeñado el latifundio de La Maica al Monasterio de Santa Clara de la Villa por 6.000 pesos de a 8 reales, pero no pudo redimirlo y la inmensa propiedad pasó a manos de las monjas clarisas, mientras la familia del héroe pasaba las peores penurias.
El autor del relato dice haberlo escuchado de su señor padre, Dr. Ezequiel Beltrán, hijo de doña Petrona y sobrino de doña Manuela y de Justo Gandarillas. Más tarde, don José Ventura Cabrera y Claros, “testigo ocular de muchos episodios de nuestra historia patria”, confirmó la veracidad de estos episodios. La edición de FACETAS dice como epígrafe: “Salvemos del olvido a una familia de heroicos guerrilleros”.
El poeta y municipalista Antonio Terán Cavero recuerda que Adolfo de Morales, cuando era director del Archivo Histórico Municipal, anunció el hallazgo del testamento de Manuela Gandarillas, pero nunca lo hizo público.
GANDARILLAS SEGÚN EL TAMBOR VARGAS
El Diario del Tambor Vargas dice que José Domingo Gandarillas fue nombrado Comandante de partidas ligeras en 1813, por Juan Antonio Álvarez de Arenales, del ejército de Belgrano, y que murió fusilado en Cochabamba en 1820. Este es el relato de su caída.
“Don José Domingo Gandarillas, comandante de partidas ligeras, vecino de la ciudad de Cochabamba, hijo de un doctor Gandarillas que fue fusilado por don José Manuel Goyeneche (primer general del ejército del rey) juntamente con el señor gobernador intendente don Mariano Antezana, natural y vecino de la misma ciudad de Cochabamba (que fueron primeros mártires cuatro personas en dicho Cochabamba por la libertad americana), este hombre andaba molestando del modo que podía a las tropas del rey: él se entraba a los pueblos más inmediatos a sorprender a algunos que eran muy opuestos a la causa de la Patria, siempre procuraba molestarlos de todos modos con sus correrías, se entraba varias veces a los pueblos Tarata, Toco, Clisa, Sacaba y otros pueblos cercanos a la capital casi continuamente por solamente molestarlos y tenerlos cuidadosos. En una vez hizo una represa en el alto de Cochabamba: una laguna atajó que bajaba el agua por un río muy cerca a la ciudad de Cochabamba, soltó, y él se entró al frente a la Recoleta mientras corra la avenida que no daba paso alguno a la banda; luego de que pasó la tormenta de la avenida se salía por el alto. Ello es que él estaba pensando en su imaginación ver cómo molestarlos y perjudicar a las tropas del rey. Un día (por el mes de agosto me parece) se entró al pueblo de Sacaba tres leguas distante de Cochabamba a sorprender al gobernador subdelegado de aquel partido. No logró, menos al alcalde pedáneo de aquel pueblo (capital del partido) don F. Rodríguez, mas sí pudo pescarla a la mujer. Como fuese muy gorda no podía brincar una pared, fue pillada y llevada en clase de presa, y fue Gandarillas a hacer noche al alto y trecho de Llantapallana. Por supuesto salió una partida (de 150 hombres) con el mismo gobernador subdelegado un don F. Terrazas, los agarraron en el trecho ése del alto de Sacaba a 37 hombres más, entre ellos a don José Domingo Gandarillas a quien después de pocos días lo fusilaron. La misma suerte que tuvo su padre tuvo y muy conforme dicen que salió al patíbulo con mucha energía dando gracias a Dios por haber permitido la misma suerte que de su padre, y que decía que por la libertad de su Patria, de su nación y del hemisferio americano derramaba su sangre; que él dejaba hijos varones para que sigan con la demanda y que muy gustoso darán su vida por su Patria, de forma que dejó un ejemplo para los americanos y defensores suyos. Así acabó su existencia. Como siempre pronosticaba que él había de morir por la Patria si no en una guerrilla en un patíbulo fusilado por sus enemigos, así nomás ocurrió.” (Edición de Siglo XXI, México, 1984).
LAS HEREDERAS DE LAS HEROÍNAS
Ya comenzado el año 2012 se conformó la comisión de festejos del Bicentenario de La Coronilla con varias instituciones, pero en ella no figuran Las Hijas del Pueblo, legítimas sucesoras de las bravas abuelas que defendieron la ciudad contra el ejército de Goyeneche hace doscientos años.
Conversé con la señora Margarita Meneses viuda de Michel, Presidenta Honoraria de esa sociedad en el puesto donde sirve almuerzo y otros platillos desde hace más de 40 años. Es Presidenta desde hace 12 años, debido a que su antecesora tuvo que retirarse por motivos de salud. Doña Margarita está indignada porque la directiva de la Sociedad se enteró por los medios que ya se había integrado una comisión. Visitaron la Gobernación y el Concejo Municipal para averiguar el asunto y les dijeron que era una información falsa, que todavía no se había conformado la comisión. Sin embargo,  la ley ya habría sido promulgada y las beneméritas señoras tomaron un abogado para reclamar por qué no fueron incluidas cuando la memoria histórica indica que ellas son las legítimas herederas de sus abuelas inmoladas por el ejército realista.
Aun más, doña Margarita dice que las autoridades pretextaron que no hay presupuesto y que esa habría sido la razón para que las excluyeran de la citada comisión.
Conversé también con la señora Martha Rosa Valdivia, Secretaria de Prensa y Propaganda de la Sociedad y agregó que las Hijas se encuentran muy dolidas, porque ellas siempre han tomado a su cargo la conmemoración del 27 de mayo, enviando arreglos florales y una representación a La Coronilla sin haber recibido jamás recursos de las autoridades. Dijo asimismo que ellas mantienen la procesión y los festejos de la Virgen de Remedios, que fue una imagen símbolo de la lucha libertaria e incluso perdió un dedo de la mano por un proyectil del enemigo que la hirió cuando presidía el ascenso de las heroínas a la colina. Ella trabaja en el Mercado desde su niñez y ha ascendido en el Directorio desde vocal y subraya que la memoria de las Heroínas es sostenida por las Hijas del Pueblo sin necesidad de recursos o de presupuesto oficial, pues todos los gastos son solventados con cuotas de las afiliadas.
Doña Margarita insiste en que iniciarán una querella y la sostendrán hasta las últimas consecuencias.
Estamos a poco más de un mes de la histórica celebración y es difícil explicar por qué las Hijas del Pueblo fueron excluidas de la comisión de festejos. En principio, parecería una decisión absurda e inaudita. Al margen de la conjetura, el estudio de Laura Gotkowitz “Conmemorando a las Heroínas: género y ritual cívico en Bolivia a inicios del siglo XX” en Decursos. Revista de Ciencias Sociales, Nº 17 y 18, julio-diciembre 2007) muestra que las vicisitudes que pasó la Sociedad Hijas del Pueblo no están exentas de los vaivenes de la política. Veamos.
La vinculación de los conceptos de mujer, madre y heroína tuvo en Bolivia un eje central en el episodio de las Heroínas de la Coronilla, ocurrido el 27 de mayo de 1812, cuyo Bicentenario conmemoramos hoy. Pero no se crea que la consagración de las heroínas cochabambinas se dio por consenso en un escenario tranquilo como agua de pozo. Al contrario, la vinculación de estos conceptos estuvo signada por la lucha política e ideológica.
La primera celebración en este orden se dio en 1912, al cumplirse el Primer Centenario de la gesta de las mujeres cochabambinas frente al ejército realista. Gobernaba el Partido Liberal en su apogeo político, y entonces se decidió adoptar una sugerencia de Nataniel Aguirre en Juan de la Rosa para construir un “obelisco escolar” en el actual sitio del monumento, de cara a la ciudad, consistente en un pequeño pedestal, dos macanas y un cañón de estaño, erigido en homenaje a todos los combatientes de la Independencia, entre ellos, a las mujeres cochabambinas.
El consenso de 1912 cambió en 1926 y se radicalizó en 1944 al vaivén de la política. En 1923 se había fundado la Sociedad Hijas del Pueblo, constituida por las legítimas herederas de las heroínas de la Coronilla, con fines mutualistas y de beneficencia; entretanto, una agrupación presidida por Sara Ugarte de Salamanca se había propuesto una suscripción general para erigir el monumento actual. Doña Sara destacó el sentido popular de la gesta de 1812 para pedir cuotas a las verduleras de la Recova, que debían prorratear la costosa fundición del monumento en bronce que las representaba según el modelo popular de la novela Juan de la Rosa. Entonces se desató una doble polémica: el sitio del monumento, fijado inicialmente en lugar del antiguo Acho (hoy Coliseo multifuncional), porque la cumbre de la colina estaba ya ocupada por el “obelisco escolar”. Los notables de la ciudad temieron que el emplazamiento del monumento en el antiguo Acho recrudeciera el sentido populachero de la conmemoración, ligada a las mestizas vendedoras del mercado o artesanos que pululaban en las faldas de la colina. Este matiz desnudó la polémica oculta entre los sectores populares y los notables letrados que escribían en los diarios de la época e integraban el Concejo Municipal, pues éstos se resistían a reconocer la raigambre popular de las heroínas de 1812 y juzgaron más bien que sus legítimas herederas eran mujeres de su extracción social con acceso a la educación, como fue el caso de Adela Zamudio.
Llegó al poder Hernando Siles y dio fin a la disputa por el sitio del monumento, que fue emplazado en la cumbre mientras el obelisco escolar era trasladado a la punta menor de la colina en el límite sur, en unos festejos que duraron tres días e incluyeron el estreno del Mercado 25 de mayo en instalaciones diseñadas por la empresa Eiffel, de París, con mesas de mármol para las vivanderas, y la coronación de Adela Zamudio en el Teatro Achá, a la cual concurrieron los intelectuales más destacados de todo el país. De este modo, las cholas salieron con su gusto al ser representadas en el monumento y en los bajorrelieves complementarios y al estrenar un mercado modelo; pero la coronación de doña Adela opacó ese sentido popular porque reunió a “lo más granado del país”. (PIE: Incluso hubo una polémica entre las Hijas del Pueblo, que cuestionaron la coronación de doña Adela porque pensaron que ellas debían ser reconocidas como legítimas herederas de las heroínas).
El último capítulo se dio en 1944, cuando el gobierno de Gualberto Villarroel exaltó a las Hijas del Pueblo encargándoles la organización de los festejos del 27 de mayo y declarando esa fecha feriado nacional con la designación del Día de la Madre. Villarroel luchaba contra el aislamiento externo propiciado por el gobierno norteamericano y los países aliados, que veían con suspicacia su gobierno calificado de filofascista, y el aislamiento interno, pues el movimiento obrero era dominio del Partido de la Izquierda Revolucionaria (PIR), de tendencia estalinista. Pero como la URSS se alineó con los aliados frente al nazismo, el COMINTERN propició la formación de frentes democráticos con los partidos tradicionales, que, en el caso de Bolivia, reunió a los partidos de la oligarquía con el PIR. Bolivia declaró la guerra al Eje y los grandes mineros, que se ocultaban tras los partidos de la oligarquía, impusieron la decisión de que Bolivia contribuyera a la causa aliada con estaño barato, y que los trabajadores no pidieran aumentos de salarios. Así el PIR tuvo que congelar las demandas sociales y comenzó a perder credibilidad entre los trabajadores. El Ministro de Trabajo de Villarroel aprovechó la situación para contribuir a la fundación de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB) y al ascenso de su líder Juan Lechín Oquendo, un dato que no olvida registrar Guillermo Lora en su monumental Historia del Movimiento Obrero Boliviano. El mismo 1944, las Hijas del Pueblo recibieron el mandato oficial de organizar y encabezar una romería a La Coronilla ese 27 de mayo, que fue declarado feriado nacional y Día de la Madre. Así las vendedoras mestizas del mercado volvían a ocupar un lugar central en el escenario histórico de entonces. En 1947, a meses de la caída y colgamiento de Villarroel, pudieron todavía destituir al Intendente designado y reincorporar a quien designó el gobierno de Villarroel, que era Guillermo Aldunate, un personaje legendario entre las bravas vendedoras del mercado.
Como se ve, las Hijas del Pueblo no han podido librarse de los vaivenes de la política, pero acabaron por convertir su narrativa histórica de 1812 en historia oficial, aunque la historia de la guerra de la independencia no se limita a este episodio  y más bien se prolonga hasta 1825 con las vicisitudes de la guerrilla independentista, al mismo tiempo que remonta sus orígenes a 1730, cuando ocurrió la revuelta de Alejo Calatayud, que organizó su cuartel general precisamente en La Coronilla.
Un apunte final de María Esther Pozo: ya en el año 2000 las nuevas vendedoras del Mercado se resistían a usar la pollera azul, la blusa blanca, el mantón negro y el sombrero blanco, un atuendo tradicional de las Hijas del Pueblo para acompañar la procesión de la Virgen de las Mercedes y el almuerzo con el Presidente en el comedor del Mercado, costumbre que hoy al parecer ha entrado en desuso.
LA OFICINA JURÍDICA DE LA MUJER
JULIETA MONTAÑO
Pronto harán cuarenta años que esta prestigiosa abogada se ha consagrado a la defensa de los derechos humanos, primero como fundadora de la Asamblea Nacional y luego como creadora y directora de la Oficina Jurídica de la Mujer.
ASAMBLEA DE DERECHOS HUMANOS
Todo comenzó en 1976, cuando Julieta instaló un pequeño bufete donde concurrían esposas y familiares de los presos políticos y exiliados. Entonces comenzó a darse cuenta de que una era la lucha política y otra la represión de la mujer en el hogar, pues incluso algunos hombres que vivían en la clandestinidad maltrataban a sus cónyuges. “Este era un problema que yo había experimentado desde la infancia en la zona de Warmirancho, camino a Chulla, cerca a Quillacollo, donde crecí y eran normales las palizas a las mujeres, incluso en mi propia familia”, recuerda Julieta.
En plena dictadura de Banzer se creó la Comisión de Justicia y Paz y de pronto hubo una asamblea universitaria, presidida por el sacerdote Walter Rocha, para conformar la Asamblea de Derechos Humanos. En ella, el religioso se quejó de una gravísima carencia de abogados y Julieta se ofreció de inmediato. “Planteamos un habeas corpus memorable, que fue declarado procedente. Los favorecidos eran dos agentes de la policía política acusados de tráfico de armas, que habían sido incomunicados durante quince días. Sus familiares buscaron al Padre Rocha y, en reunión de la Asamblea, hubo voces dispares, pero no podíamos obrar de la misma manera y entonces asumí el riesgo. El Dr. Arturo Arnez, Juez Primero de Partido en lo Penal, recibió muchas presiones pero declaró procedente el habeas corpus. Era un juez a todo dar y a quien yo le tenía mucha confianza. Entonces elaboraron mi prontuario criminal, que lo conservo entre mis curiosidades”, recuerda Julieta. “Luego vino la huelga de hambre contra la dictadura, que estalló un 28 de diciembre (Día de Inocentes) en el diario Presencia, de La Paz, y amenazaba debilitarse por las fiestas de fin de año. En reunión de la Asamblea Nacional habíamos decidido instalar un primer piquete encabezado por la compañera Domitila Barrios de Chungara y había que dar algún impacto. Por eso decidimos que yo ingresara a la huelga en Cochabamba, con meses de embarazo. Así aguanté nueve días consumiendo limonada con miel; luego la huelga se masificó cuando la universidad, los barrios marginales y las juntas vecinales organizaron piquetes y pude salir”, agrega.
Con la apertura democrática retornaron los exiliados y presos políticos y aumentaron las denuncias de esposas e hijas y el pequeño bufete se llenó de mujeres que demandaban a los hombres por asistencia familiar, violencia familiar y sexual y reconocimiento de hijos. No había recursos para trabajar así, porque el 80% de las atenciones eran gratuitas y sólo el 20% de juicios coactivos y ejecutivos permitía mantener la oficina y la manutención de la familia.
En eso llegó Jürgen Stan, enviado por la organización Pan para el Mundo, con la misión de evaluar el funcionamiento de la Asamblea de Derechos Humanos y no había tiempo para atenderlo porque las mujeres habían hecho cola desde muy temprano. Jürgen preguntó entonces cómo se podía trabajar así sin colapsar y sugirió la posibilidad de crear una institución que apoye exclusivamente a las mujeres.
“Conversé luego con María Lohman, en INEDER, mujer que siempre tuvo y apoyó iniciativas descabelladas, y ella nos dio un empujón para definirnos. Apelé a mis amigas de la Unión de Mujeres de Bolivia (UMBO): Silvia Barrón, Beatriz Morales y Vilma Osuna, con quienes fundamos la primera organización de mujeres contra la dictadura y así el 8 de marzo de 1984 constituimos la Oficina Jurídica de la Mujer en una oficina pequeña ubicada en la calle Jordán, donde atendíamos dos abogadas, una secretaria y una promotora, Evelin Ágreda, que luego fue Viceministra en Asuntos de Género”, recuerda Julieta.
LA NUEVA CONSTITUCIÓN
La nueva Constitución ha acogido conquistas fundamentales en asuntos de género. “Nadie más feliz que yo, que redacté esos artículos”, dice Julieta. “Comenzamos cuando la Coordinadora de la Mujer nos pidió que rescatáramos nuestras experiencias. Fue Sonia Montaño, desde la Oficina de la Mujer, quien nos pidió propuestas para la reforma del Derecho Penal y de Familia, en instituciones y procedimientos”, agrega.
En 1976, con sólo tres años de ejercicio de la profesión, en el Primer Congreso Nacional de Abogados, Julieta Montaño planteó dos conquistas de género: la inversión de la prueba de la investigación de la paternidad y el derecho a una vida libre de violencia. En el primer caso, la reflexión era obvia: el padre debía ser la persona a quien la madre señale mientras ésta no demuestre lo contrario. “Si no llovieron zapatos sobre mi cabeza fue un milagro”, recuerda Julieta, “y lo peor, que las mujeres abogadas fueron las primeras en reaccionar acusándome de que yo patrocinaba a aventureras que destrozarían hogares al achacar hijos a los maridos incautos. Eso ocurrió en 1976, pero ya en la Constituyente, la Comisión de Derechos Humanos, donde estaba Loyola Guzmán y compañeros de la COD local, no hubo objeciones y fue para mí un placer muy grande que cosas trabajadas durante tantos años se plasmaran en el nuevo texto constitucional”, sostiene Julieta.
Sin embargo, ella considera que las normas son valiosas, pero son un saludo a la bandera porque no hay institucionalidad ni presupuesto. El aparato jurídico en asuntos de género es grande y debería corresponderle un Ministerio, para transversalizar en las sesiones de Gabinete y ver qué efecto van a tener entre las mujeres las decisiones públicas. Por otra parte, no hay presupuesto; el Viceministerio del ramo funciona como una ONG dentro del gobierno, pues si no fuera la contribución multilateral o bilateral no se podría impulsar ningún programa. Los papeles que produce el Viceministerio pocos los leen, cuando debería ser un ente rector de las políticas públicas de género. “En este orden, sentimos que damos pasos para atrás, como los cangrejos”, concluye Julieta. “Antes, el Banco Mundial, el BID y el gobierno de España, entre otras fuentes, contribuían con recursos a la reforma judicial desde hace muchos años. Pero ocurre que cambiamos de personal continuamente, cuando ya hemos formado recursos humanos competentes, y entonces todo es dinero tirado. Fiscales y jueces, por ejemplo, recibieron capacitación para redactar requerimientos y sentencias con perspectiva de género, pero hoy, como se los cambia continuamente, los requerimientos son lamentables: “Se presume que no hubo violación y que la presunta víctima quiere chantajear a su agresor”, o bien recomiendan “conciliar por el bienestar de la familia” cuando hay heridas graves que afectan a las mujeres.
HIJOS PROFESIONALES
Julieta ha podido observar que las mujeres indígenas, las horteras, las khateras, sueñan con dar una profesión a sus hijos. Cierta vez, viajando por el Norte de Potosí, cuenta que encontró a una señora junto a su rebaño de ovejas y a un joven que llevaba un maletín. Detuvieron el jeep y pidieron transporte para el joven. La despedida fue muy triste: eran madre e hijo. Se trataba de un ingeniero residente en Alemania, que llegaba cuando podía a ver a su madre, pero ella no quería dejar el campo. “No tengo cabida aquí. Mis papás me apoyaron en todo y los curas de la parroquia me ayudaron a estudiar Ingeniería”, confesó; pero intentaba volver al país y no tenía cabida. Julieta concluye: “Antes te discriminaban por el color de la piel o el apellido, y hoy porque ya no te arrodillas, porque no eres obsecuente con el poder y no te humillas”.
PERFIL
Julieta Montaño nació en Quillacollo el 16 de agosto de 1946, día del Calvario de Urkupiña. Estudió en la Escuela Heroínas, en el Liceo América y en el Colegio Calama, donde fue la única mujer en los últimos tres años de bachillerato. “Por eso para mí la pelea de las muchachas que querían ingresar al Colegio Bolívar era una cuestión de fe, porque a mí nadie me discriminó, ni los directores ni los profesores menos mis compañeros, y por eso me pareció cavernaria la actitud de impedir el ingreso de estas señoritas a ese Colegio”, sostiene Julieta.
Estudió Derecho en la Universidad de San Simón. Se casó en segundo curso y tuvo cuatro hijos: Willy, Ernesto, Inti Ramiro y Julieta.
PERSECUCIÓN
Cuando el golpe de Banzer, Julieta era todavía muy joven, pero ya había sido amiga de dirigentes como Carlos Navarro, Alfonso Ferrufino y Eliodoro Alvarado, en cuyo grupo de izquierda militaba. A poco de graduarse de abogada actuó como defensora de reos “y entonces veía que la dictadura se ejercitaba para luego torturar con los mismos métodos a los presos políticos”, según recuerda. “Visitaba a los delincuentes y los encontraba sin uñas, torturados, medio asfixiados porque se les había aplicado el submarino. Mi hermano era policía y me aclaró que esto lo hacían agentes civiles, no uniformados. Como reclamaba y hacía escándalos por las torturas, me acusaron de ser cómplice de los delincuentes. Pero es que al Polkos, un monrrero conocido, por ejemplo, lo estaban reventando a patadas y yo pegaba el grito al cielo acusándolos de sinvergüenzas y de malditos. Suerte que no tenía vínculos políticos, porque hubiera terminado detenida”, recuerda Julieta y agrega: “La prensa ha sido mi aliada toda la vida, y me ayudó a poner freno a muchas cosas”.
Julieta tuvo una admiración temprana por Loyola Guzmán. Nunca estuvo de acuerdo con la guerrilla o los métodos violentos, pero vio en ella a mujer íntegra. Se acuerda también de doña Lidia Gueiler porque no se mostraba diferente, siempre elegante pero combativa y convencida de sus ideas. Un recuerdo especial para Domitila Barrios de Chungara, a quien admiraba porque llegó a ser la tercera dirigente del Comité Central del PCML. “Yo militaba en ese partido y lo dirigían Óscar Zamora, Casiano Amurrio y Domitila Chungara”, recuerda. “Ella siempre estuvo apoyada por la viuda de Federico Escóbar y por doña Geroma en el Comité de Amas de Casa de Siglo XX y en otras instituciones”, concluye.

CONSEJOS DEL IFFI
Visité a Cecilia Estrada, Directora del Instituto de Formación Femenina Integral (IFFI) desde hace más de una década, para conocer el trabajo de su equipo, en el cual resaltan varias mujeres, entre ellas Michelle Dechelette, francesa de nacimiento pero con toda una vida en Cochabamba dedicada al arte, a la atención de las familias y a la enseñanza de pintura a los niños, en suma, otra valerosa cochabambina.
Cecilia me mostró un suplemento femenino que publicaba junto al diario Opinión con el nombre de “Nosotras”, que reunió los primeros artículos y testimonios sobre los derechos de las mujeres. Entre ellos, seleccionamos un testimonio y un proyecto de ley que incluimos enseguida.
Los consejos de la directora del IFFI orientaron la lista inicial con sugerencias instructivas que incluyen una mujer que defiende sus derechos de lesbiana y un varón que aspira a ser mujer; pero nos sirvió también para contactar a instituciones productivas, educativas y sindicales manejadas por mujeres. No pudimos incluirlas a todas, pero destacamos el valioso esfuerzo de Cecilia Estrada en este orden. 
 “ME HAN MATADO Y SIGO VIVA”
Por Lawray
Estaba frente a mí, gritándome que yo “quería más”, que me “había gustado”, y atocándose su miembro me lo enseñaba haciendo el ademán de penetrarme una vez más.
La herida de muerte se reabría, y sólo sentí asco, impotencia, dolor, y mucho odio por lo que me habían hecho. Mi vergüenza lo sabían todos los que estaban en el local, me cegué, quería devolver el daño.
Desperté en la calle, tenía un cuchillo en las manos y estaba manchado de sangre, sin llegar a comprender lo que había hecho me presenté a la Policía sintiéndome culpable. Y estoy sin ahcer nada, estoy en esta vida muerta. Soy una criminal?, me pregunto y sólo tengo la certeza de ser una violada; ya nos oy virgen, ya no valgo nada. Debo pagar mi delito, dicen, el delito que cometieron conmigo no merece ser castigado?
Quisiera que un milagro se realice, y que todo esto sea un sueño, quiero volver a enero, un mes antes de mi muerte, al mes donde vivía con mis pequeñas ilusiones de empleada doméstica, cuando confiaba en el mundo, cuando mi vida era mía, y mi cuerpo no era el objeto donde tres hombres satisfacieron sus instintos.
PROYECTO DE LEY DE IGUALDAD DE LA MUJER BOLIVIANA
CONSIDERANDO
Que la participacion de la muer en todos los campos del acontecer nacional están basados en los principios vigentes de la democracia, que es la incorporación de todos los ciudadanos en la vida toda de nuestra comunidad, en especial a la mujer en los campos de la educación, salud y trabajo en base a los Arts. 193 y 194 de la Constitución Política del Estado y de la Ley del Voto Universal de 1952, por los que se concede a la mujer sus derechos civiles y políticos en forma plena ya que la igualdad de los cónyuges y de los hijos ante la ley y el derecho al voto hacen de ella una ciudadana con todos los derechos de participar en las decisiones del gobierno mismo de nuestro Estado nacional; ya que antes estaba equiparada a los locos y analfabetos. Este hecho ha enriquecido la historia patria para la incorporación femenina, que sin embargo, por diferentes razones, sean éstas culturales o no, hay muchos campos de la vida nacional en que hoy se discrimina a la mujer. Cuando hablamos de suprimir esa discriminación, no hablamos de un enfrentamiento entre sexos, sino de cambios que permitan a todos en nuestra nación la igualdad de oportunidades ya que la prueba es que entre los países desarrollados y los que están en vías de desarrollo, la participación real del sector femenino es de vital importancia para el país y el voto femenino se ha incrementado en tal forma en estos últimos tiempos en que la mujer toma conciencia del rol que está destinada a cumplir en la sociedad en la que nadie puede negar la real participación de ella.
Por lo que se decreta:
Art. 1º Para las elecciones generales y municipales, a partir de la promulgación de esta Ley, las nóminas para los puestos de senadores, diputados y concejales presentadas por los partidos políticos, deberán contener un número proporcional del 50% del total de inscritos de ambos sexos en los registros electorales.
Art. 2º Los partidos en sus programas deberán estimular la real participación de la mujer tanto en la organización, afiliación como dirección política de sus respectivos cuadros, dándole el lugar preponderante que merecen por derecho.
Art. 3º. Para la incorporación real de la mujer en la sociedad actual, los poderes del Estado deberán nominar a destacadas representantes femeninas en igual proporción que el varón en los cargos y funciones jerárquicas en los poderes del Estado. Es dado en la ciudad de La Paz a los doce días del mes de enero de mil novecientos ochenta y nueve años. Firman como constancia las siguientes representantes de instituciones profesionales:
Por la Asociación de Abogadas de La Paz, Dras., Elssa Livia Molina, Zaida Rosa del Villar y Martha Collao de Carranza.
Por el Club del Libro Jurídico: Dras. Kandy Balboa de Díaz, Nelly Palomeque y Beatriz Cors de Ramos.
Por la Asociación Femenina de Juristas: Dra. Edmé Cárdenas.
Por las esposas de economistas: Dra. Wilma Beltrán de Herbas.
Por el Instituto Boliviano de Educación de la Comunidad, OEA, Sra. Laura A. de Viscarra.
Por el Ateneo Femenino de Médicas: Dra. Ruth Maldonado Ballón.
Todas estas instituciones femeninas instan a las demás instituciones de mujeres interesadas en participar en la vida política y cívica de nuestra nación refrendar este proyecto de Ley a favor de la real participación de la mujer y constituir una alianza en torno a este objetivo. Las adhesiones se reciben en el consultorio de la Dra. Ruth Maldonado Ballón, Edif. Hansa, Piso Of. Bufete de la Dra. Zaida Rosa del Villar, Colón 256, Tel. 325029.

CONSTRUCTORAS DEL VIVIR BIEN
Alejandra Ramírez es socióloga e investigadora del Centro de Estudios Superiores (CESU), de la Universidad de San Simón y defenderá el doctorado en la Universidad de Chile. Su tesis es sobre desarrollo sustentable, un concepto que está de moda y tiene que ver con las formas de construir el vivir bien, consigna que abunda en las políticas públicas del actual proceso. Pero Alejandra no comparte el criterio de construir el vivir bien desde arriba, mediante decretos, sino desde las bases, desde la comunidad, escenario en el cual las personas más importantes son las mujeres.
La sociedad patriarcal ha asignado a las mujeres los roles de madre, de protectora de la familia en relación con la comunidad, con el vecindario, con la educación de los hijos, los problemas del agua, del mercado y de la cocina, mientras los varones se han reservado un ámbito más abstracto que tiene que ver con lo público, creando una falsa dicotomía entre lo público y lo privado. Aun así, es evidente que las mujeres actúan en un escenario donde se construyen los niveles de vida en cada comunidad.
La tesis de Alejandra examina el problema en términos históricos  y actuales. En el primer caso, se pregunta cuál ha sido la contribución histórica de las mujeres a la construcción de nuestra ciudad. En este escenario, hay que examinar la actuación de las Heroínas de la Coronilla, la lucha de Adela Zamudio contra la sociedad patriarcal, la relación de la Sociedad Hijas del Pueblo con las vicisitudes políticas del país, el papel de educadoras que desempeñaron muchas mujeres y también los roles de las congregaciones católicas, porque la religión siempre fue un campo de participación activa para ellas. Pero también examina la importancia de las mujeres para la construcción de la democracia, y una de las múltiples entrevistas que Alejandra realizó se refiere a Domitila Barrios de Chungara, para examinar cómo las mujeres de las minas aportaron a la reconstrucción de la democracia tras años de dictadura.
Domitila era potosina, pero vivió y murió en Cochabamba. Alejandra Ramírez apunta que es el mismo caso de grupos migratorios provenientes del altiplano, sobre todo, que aportan a la construcción de nuestra ciudad participando en las OTBs, porque llegan en condiciones precarias y luchan por tener servicios básicos allí donde se asientan. Ellas representan más del 60 por ciento de la población de esta capital y no se puede prescindir de ellas restringiendo el escenario a las nacidas en Cochabamba.
Sobre el actual proceso, Alejandra Ramírez dice que hay avances, pero que se supeditan al proceso de cambio. Si en la década de los 90s hubo una agenda más feminista, hoy se deja a un lado el tema porque el proceso es lo primero. En este escenario hay que entender los comentarios del Presidente Evo Morales, las coplas de Carnaval y otras actitudes que son simbólicas. Hay mucha mayor participación de las mujeres en las OTBs, en las juntas vecinales, en el poder municipal, regional y nacional, pero este es un proceso que fue construyéndose desde la década de los 90 con el avance de la descentralización.
Alejandra afirma con énfasis que las mujeres no le deben a nadie las conquistas que consiguieron, porque ellas solas han construido sus nuevos roles. Hay críticos que discuten la pertinencia de una agenda de la mujer debido a las diferencias de clase, pero Alejandra defiende la agenda común y afirma que es posible construirla respetando la diferencia. En suma, las mujeres, por sus relaciones afines a la comunidad, influyen decisivamente en la calidad de vida.
Hay historiadores que discuten la presencia de ciertas mujeres en la gesta de la Coronilla. Alejandra piensa que ello se debe a la invisibilización que ha rodeado las luchas de las mujeres, porque se tiende a priorizar la participación de los hombres y eso no es cierto. La mujer es madre y pertenece a una comunidad local, pero no es sólo eso, porque tiene una incidencia mayor en la creación de una sociedad. Por esta razón, la diferencia entre lo público y lo privado es una falsa dicotomía.
Se llama Alejandra María Ramírez Soruco. Nació en Estados Unidos el 12 de febrero de 1968, boliviana por sus padres: Juan Marcel Ramírez Velarde e Inés Soruco Quiroga. Se casó en enero de 1992. Su esposo es Walter Sánchez Canedo y sus hijos: Pedro Leonardo, Vicente Rafael y Matilde Sánchez Ramírez. Es socióloga con especialidad en Gestión y Evaluación de Proyectos Sociales, Maestría en Estudios del Desarrollo (CESU-UMSS) y en Desarrollo Humano y Sustentable así como Doctora por la Universidad Bolvariana de Santiago de Chile.

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