lunes, 14 de mayo de 2012

MUJERES, MADRES, HEROÍNAS
Homenaje al Bicentenario
de las Heroínas de la Coronilla

A la memoria de Domitila Barrios de Chungara.

A las valerosas alumnas del Colegio Nacional Bolívar: A las valerosas alumnas del Colegio Nacional Bolívar:
Jail Salvatierra (14), Ximena Mamani (14), Araceli Sierra (13), Erika Padilla Martinez (13), Analiz Miranda Huanca (13), Daneiva Apata
Valenzuela (14), Sharela Espinoza (14), María Mamani Castro (14), Tatiana Revollo Janko (13) y Tatiana Flores Guarachi (15).

Al huerto familiar poblado de mujeres de varias generaciones.

FAMILIA, COMUNIDAD, MUJERES
Al visitar una galería de notables, uno percibe que los varones son estrellas solitarias en un universo desierto, uno frente al universo, sin que importe quiénes son sus cónyuges, hijas o hijos sino ellos y sus méritos políticos, académicos, artísticos, culturales, cívicos o militares. Este uso heredado del individualismo no lo encontramos entre las mujeres.
La razón parece evidente: las mujeres se definen por su entorno: por su familia, su comunidad, su nación; el hogar, la cocina, la educación de los hijos, los problemas del vecindario, los precios del mercado… Aun si no tienen pareja ni hijos, se rodean de sobrinos o de instituciones.
Esta es una diferencia muy importante a la hora de pedir una fotografía personal: los varones aparecen solos; las mujeres, rodeadas por el cónyuge, los hijos, los sobrinos, los nietos, los ancianos o los niños de una institución o las actividades de su comunidad.
Para mí esto es un hallazgo y me obliga a preguntarme cómo no buscamos un gobierno de mujeres si ellas tienen más arraigado el sentido de comunidad que los varones (al menos los varones modernos, nutridos por los valores occidentales). Como dice Alejandra Ramírez, las mujeres, restringidas al ámbito artificial de lo privado (la cocina, la familia, el vecindario, la OTB, los servicios básicos) son las constructoras de la calidad de vida, del vivir bien.
A las mujeres les debemos los grandes temas de ampliación de la democracia: ellas denunciaron los rigores e injusticias de la sociedad patriarcal, y añadieron que esto no sólo les afecta a ellas sino también a la gran mayoría de los varones, pues el modelo de esta sociedad es el macho alto, atlético, apuesto, audaz y bien armado, pero ¿cuántos varones responden a esta descripción? El resto tiene que vivir entre la soledad y los celos continuos. De esta crítica inicial nacieron otros temas que hoy alimentan los movimientos democráticos en el mundo, que no se reducen a la lucha contra el machismo, sino incluyen la lucha contra el racismo y el predominio mundial de los varones blancos, letrados, propietarios, heterosexuales y depredadores del medio ambiente.
Las mujeres no necesitan escolaridad, méritos académicos o cualesquier otros que fundan el prestigio de un varón notable. Como dice Martha García en el presente libro, las mujeres anónimas pueden participar en todos los escenarios y derrumbar los muros artificiales entre lo público y lo privado: las madres son luego educadoras, productoras, concejalas, diputadas, ministras… ¿Presidentas? Esther Balboa me decía que en la educación básica nos enseñan la nómina de incas, pero no nos hablan de sus mujeres, de las koyas, un modelo que se repetía en los cuatro suyos y en cada poblado; y que el inca y la koya se turnaban para gobernar, el varón en épocas de siembra, de barbecho, de riego, de esfuerzo y la koya en épocas de cosecha, de disfrute, días de gastronomía y erotismo. ¿En qué país e Occidente hallaríamos un régimen similar? El futuro está en la lectura correcta de nuestros orígenes y no en la ciencia política prestada de Europa o de los Estados Unidos. El capitalismo y el socialismo reales no admitirían un gobierno de mujeres; pero nuestra experiencia política nos da una pauta.
Las mujeres pueden tener méritos parecidos a los de los varones, pero si nos restringimos a estos requisitos calificaremos a pocas. En cambio, si buscamos otros perfiles, las mujeres llenarán el escenario, nos abrirán sus corazones y conoceremos historias que jamás encontraremos entre los varones.
En vía de ejemplo: cuando los guerrilleros sobrevivientes de Ñancahuazú llegaron a Cochabamba, se ocultaron, entre otras casas, en la del Dr. José Decker, un magistrado que se caracterizó por sus hondas convicciones políticas. ¿Pero quién cocinó para Inti y Pombo, quién los atendió en una habitación de la casa, quién subió y bajó los bacines en una construcción que no tenía baño privado para cada cuarto? Otro caso: Víctor Zannier se vinculó desde muy joven a la lucha política, comandó la toma de haciendas antes de la Reforma Agraria, tuvo relación con la guerrilla de Ñancahuazú y la de Teoponte, llevó el Diario y las manos del Che a buen recaudo y fue muy amigo de Fidel Castro. Sin embargo, pocos recuerdan a doña María Valenzuela, su madre y eje de la familia Zannier (pues el esposo, un ingeniero de ferrocarriles italiano, murió joven), que no sólo tuvo hijas e hijos notables sino también yernos de nota como el poeta Antonio Terán Cavero o los periodistas René Rocabado Alcócer, Amado Canelas Orellana y Hugo Maldonado Justiniano. Una de sus hijas, Elena Zannier Valenzuela, ha sido mencionada por numerosas mujeres por su generosidad, su sentido de solidaridad y su vinculación con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y con la comunidad de exiliados en el Chile de Allende, que recuerdan su casa y mesa con cariño, porque siempre estaba abierta a todos.
No se trata de restar méritos a los varones, pero incluso entre quienes lucharon por sus ideales y siguieron el paradigma de la revolución hasta sus últimas consecuencias, hay un sesgo patriarcal: ellos son los caballeros andantes que salen a matar dragones, mientras sus mujeres se quedan en casa a esperarlos o se ocupan de tareas menores de la revolución. Pero ¿dónde se producen los allanamientos, los saqueos, la violencia represiva? En el hogar, frente a las hijas e hijos. El revolucionario logra escapar o es conducido a prisión o enviado al exilio (o a la otra vida); pero, entretanto, ¿quién se ocupa de que la vida continúe? ¿Quién lleva el alimento a las hijas e hijos? ¿Quién se preocupa de su educación? ¿Quién visita a su cónyuge en el confinamiento o acompaña en el exilio?
María Esther Pozo recuerda sin rencor que los varones tuvieron tiempo de escapar y quedaron sólo las mujeres cuando se desató la represión: las cárceles estaban llenas de mujeres vinculadas a la revolución incluso como parientes de los varones que se evadieron o que ya habían caído.
Hemos procurado rescatar esos y otros perfiles en el presente libro que, a diferencia de las biografías que publicamos antes, no se refiere a individuos sino a familias y grupos comunitarios, en cuyo seno sobresalen cientos de nombres. Nos hemos quedado cortos, y si hemos omitido a algunas mujeres que deberían figurar en este recuento, fue por falta de datos, por el desinterés de los familiares o por nuestros propios perfiles poco acostumbrados a resaltar los valores femeninos en un sociedad patriarcal que trata de seguir el ejempo de sus individuos notables, la mayor parte varones.
Lo curioso es que los varones nos reservamos el dominio de lo público y confinamos a las mujeres en el dominio de lo privado; sin embargo, imponemos decisiones que son de orden público, como la política sobre derechos reproductivos, que ha estudiado Romina Pérez en una tesis de Maestría defendida recientemente en la Universidad de Copenhague. En ella Romina da cuenta del Análisis del Discurso Hegemónico y  Contrahegemónico  de  las   Políticas   Poblacionales” (1945-1994).  El hegemónico articulado en torno al dispositivo del “control de la población” vigente  desde 1945 y el contrahegemonico en torno al dispositivo  de “Genero, Derechos Humanos y Salud Reproductiva”.   “En Teherán (1968), las mujeres reclamaron el control sobre sus cuerpos, su sexualidad y su vida reproductiva y éste fue definido como un derecho humano fundamental,  rompiendo de este modo con  el discurso  hegemónico del movimiento neo- Malthusiano y eugenista de entonces”, dice la tesis para marcar el inicio de un proceso que culminó con el reconocimiento de los derechos de la mujer como componentes inalienables, integrales e indivisibles de los derechos humanos universales” en la Conferencia Mundial sobre Derechos Humanos (Viena 1993) y en la Declaración de las Mujeres sobre Políticas de Población (El Cairo, 1994). La Demografía y las Políticas de Población, que afectan directamente a las mujeres, fueron disciplinas creadas por  el movimiento neo-maltusiano y las  sociedades de eugenesia que  alimentaron  ideológicamente las políticas del  Nazismo, y sus expertos introdujeron el tema en Naciones Unidas, amparados por fundaciones norteamericanas que incluso los promovieron a la concesión de Premios Nobel. La tesis es también una crítica implícita al conocido Informe Kissinger sobre políticas de control de la natalidad en los países pobres y su influencia en el aprovechamiento de los recursos naturales por los países centrales.
LAS VALEROSAS COCHABAMBINAS
¿Cómo se enfrenta los problemas “a la cochabambina”? Tenemos valiosos ejemplos en la conducta de nuestras abuelas, madres, hermanas y amigas, entre éstas, muy en particular, las que se inmolan en el exterior para enviar remesas y construir un porvenir para sus familias. ¿Cómo lo hacen? Con amor, con tesón, con firmeza y carácter, con espíritu de emprendimiento, por lo general solas, con huevos, pero sobre todo con buen humor. Eso es enfrentar los problemas “a la cochabambina”, una especialidad en la cual las valerosas mujeres nos han ganado la posta a los varones.
Estas valerosas cochabambinas no siempre brillan por su escolaridad. ¡Bienvenidas las que pudieron estudiar y son un ejemplo de creatividad y fuerza en sus especialidades! Pero el común apenas ha cursado la primaria y pronto les ha llegado la pareja, la maternidad, la obligación patriarcal de parir y criar cuántas veces solas, cuántas con el marido presente, pero poco más que mero “respeto de la casa”. No son los títulos ni la meritocracia lo que las hace únicas: es el compromiso, el ñeque, la valentía con que sacan sus hogares adelante,  luchando por sus derechos  con la misma vehemencia que cuando se sublevan en las revueltas de la  multitud.
. De este perfil fueron las Heroínas de La Coronilla. Gustavo Rodríguez Ostria dice que las damas de entonces tuvieron tiempo y lugar para esconderse, ya en sus fincas, ya en los conventos; pero las verduleras, las carniceras, las chicheras, las mujeres que trabajaban por cuenta propia y sostenían sus hogares, en suma, las valerosas cochabambinas eran mujeres anónimas, mujeres del común, mujeres piadosas, rebosantes de amor filial, que no tenían dónde huir, dónde esconderse, y entonces, a falta de hombres, que fueron a combatir a Goyeneche en las huestes civiles de don Esteban Arze, subieron a la colina que domina el valle, se apostaron en la cumbre sur de La Coronilla y allí se inmolaron en defensa de sus familias, de sus hijos, de su pobre heredad.
Con ese criterio hemos hecho entrevistas a una cantidad apreciable de mujeres cochabambinas o del interior pero que viven en nuestra ciudad, que responden a esa descripción. Muchas más podrían ofrecernos perfiles más elocuentes, estamos seguros, pero este es un homenaje a todas las mujeres, no sólo a las que figuran en el presente libro. Respetamos a aquéllas que brillan en la academia, en la política, en el arte, la ciencia y la cultura, pero el criterio de esta selección es distinto porque se reduce (o se eleva) a cómo enfrentaron los problemas de esta vida “a la cochabambina”. En el Bicentenario publicamos un libro de biografías y muchas lectoras se sorprendieron del escaso número de mujeres. ¡Pero si hasta en los diccionarios históricos más prestigiados hay un 40 por ciento de curas y ni una sola monja! ¡Y la Iglesia no permite el sacerdocio de las mujeres o el matrimonio de los sacerdotes, como si la relación con las mujeres fuera pecado!
La nómina de varones notables es abrumadoramente superior a la nómina de mujeres ídem precisamente porque vivimos en una sociedad patriarcal con un acceso limitado de las mujeres a los privilegios de la ciudadanía y la academia. Por eso hemos escogido otro criterio, y entonces nos quedamos cortos, sensiblemente cortos, al hacer la lista de las valerosas cochabambinas, que en realidad son esas valerosas bolivianas, latinoamericanas o de cualquier otro continente, mujeres pobres, limitadas por el medio, que, sin embargo, luchan por sus derechos y sacan adelante a sus familias.
En el Bicentenario del 27 de mayo de 1812, la Batalla de la Coronilla, este homenaje a nuestras valerosas mujeres.
QUÉ PASÓ HACE 200 AÑOS
Alguna vez me preguntaron cuál era, a mi juicio, el mejor inicio de novela boliviana, y contesté, sin dudar: el de Juan de la Rosa, de Nataniel Aguirre, porque en un párrafo enuncia en un lenguaje lírico y evocativo lo que ocurrirá a lo largo del relato. El capítulo XX titulado “El alzamiento de las mujeres” narra lo ocurrido hace 200 años en La Coronilla con una fidelidad que avala el historiador Gustavo Rodríguez Ostria luego de una investigación en el Archivo Histórico de Buenos Aires. El famoso Capítulo XX fue la primera aproximación al episodio de las Heroínas de la Coronilla, pero la novela tardó 59 años (de 1885 a 1944) en ser declarada texto oficial, una decisión que se tomó durante el régimen de Gualberto Villarroel, al calor de su acercamiento a las organizaciones populares y el reconocimiento de la raigambre popular del relato. Es sumamente útil leer al menos ese capítulo de la célebre novela. 
APUNTES SOBRE EL EPISODIO DE LA CORONILLA
El relato que sigue toma como base la investigación del historiador Gustavo Rodríguez Ostria en el Archivo Histórico de Buenos Aires, que servirá para un libro sobre los sucesos históricos de 1812 escrito por la prolífica pluma de Rodríguez Ostria.
Era 1812. Cochabamba se había levantado de nuevo, luego de haber sido ocupada en 1811 por las tropas de Juan Manuel de Goyeneche, que había recibido la ciudad de 20.000 almas de manos del gobernador Mariano Antezana y del comandante Francisco del Rivero. Pero Esteban Arze había sublevado nuevamente a la gente del Valle Alto y esta actitud complicaba los planes de Goyeneche: pasar por Potosí y dirigirse al sur, para enfrentarse con los patriotas que defendían la Junta de Buenos Aires. De modo que volvió ancas para escarmentar de una vez a Cochabamba y así poder reforzar las tropas realistas del Virreinato de La Plata. Al mismo tiempo, el general Jerónimo de Lombera se dirigía desde Oruro a Cochabamba con el mismo propósito de escarmiento.
En Cochabamba hubo un entredicho serio entre Esteban Arze --que quería llevar a sus hombres y reforzarlos con la gente que consiguiera en el valle alto, para detener las tropas de Goyeneche--, y Mariano Antezana, gobernador de Cochabamba, que ordenó desplazar a su pequeño ejército hacia Colcapirhua, para detener el avance del general Lombera. No hubo conciliación y Arze marchó hacia Pocona y fue derrotado en el Kewiñal. Iba disminuido y es poco probable que haya enfrentado en una batalla franca a las tropas veteranas y regulares de Goyeneche, que al parecer dispersó a los hombres de Arze en el Kewiñal y éste tomó el rumbo del sur, donde se alistó en las tropas de Belgrano hasta que volvió con el general Arenales y éste lo confinó por sus desavenencias con el mando argentino, como que Arze murió en Santa Ana del Yacuma, bien entrado el Beni, de muerte natural.
Entretanto Mariano Antezana replegó a sus hombres desde Colcapirhua hasta Cochabamba. Debió haber negociado otro armisticio, para salvar a la población civil, porque ordenó que sus hombres depositaran sus armas en el cuartel.
Como se acercaba Goyeneche, los pobladores pedían un cabildo abierto, donde usualmente concurrirían menos de 200 criollos, pues el resto eran mestizos, negros e indios. Pero el cabildo se reunió en la Plaza de Armas inusualmente nutrido por una poblada donde destacaban las mujeres cochabambinas, los pobladores de la zona sud y algunos soldados sin armas. El cabildo quiso asaltar la casa de Mariano Antezana, ubicada frente a la Catedral, sobre la actual calle Esteban Arze, contigua al Convento de La Merced, hoy ocupado por oficinas y garaje de COMTECO. Antezana traspuso el muro y se refugió en el Convento.
La acusación hablaba de que Antezana y los suyos eran unos “sarracenos”, uno de los motes que se daba a los españoles, llamados también chapetones, tabla levas y, en México, gachupines. El pueblo sospechaba que Antezana hubiera entregado la ciudad, hipótesis que se reforzaría al comprobar que los hacendados criollos habían huido a sus haciendas o se habían refugiado en los conventos, mientras el llamado populacho no tenía dónde refugiarse.
Ahí fue que las mujeres determinaron en el cabildo que si no habían hombres (porque habían acompañado a Esteban Arze) ahí estaban ellas para defenderse del enemigo, es decir, para morir matando.
Trasladaron a La Coronilla el escaso parque de los cuarteles, entre ellos unos pequeños cañones de estaño que, al parecer, no necesitaban cureña y podían usarse en brazos, como fusiles. Los proyectiles tenían fragmentos de vidrio. Se apostaron en La Coronilla y aguardaron la presencia de Goyeneche.
Las fuerzas de Goyeneche cruzaron el valle alto, descendieron por el paso estrecho de La Angostura y aparecieron entre el Ticti y La Coronilla. Los cochabambinos y cochabambinas apostados en la elevación sur de la colina recibieron al enemigo con una descarga de sus pequeños cañones, que debió enfurecer a Goyeneche, pues habría negociado la entrega de la ciudad. Una avanzada le informó que un pequeño contingente de caballería los aguardaba cerca a la laguna Alalay y entonces destacó su caballería para hacerles frente. No necesitaron combatir, porque los jinetes cochabambinos se dispersaron.
Goyeneche hizo su cuartel a cierta distancia de La Coronilla y ordenó a parte de su infantería que la ocupara. De ese modo se produjo el combate el 27 de mayo, después del mediodía, en una acción que duró como máximo hasta las 5 de la tarde. Unos hablaron de menos y otros de más de un centenar de muertos, entre ellos las mujeres cochabambinas.
Mariano Antezana se había trasladado con gran sigilo del convento de La Merced al de La Recoleta, ubicado en la otra orilla del río. Allí fue capturado, conducido a la Plaza de Armas y ajusticiado en la acera este, donde hay una plaqueta conmemorativa. Luego fue degollado y su cabeza clavada en una pica.
Los protagonistas fueron gente de la zona sur, en especial las vivanderas, carboneras, chicheras, cocineras, cultoras y cultores de diversos oficios. Nataniel Aguirre habla de Juan Cotrina, un apellido que todavía existe en nuestra zona sur.
Durante la República, la memoria de las mujeres anónimas fue inmortalizada en la actual organización de vendedoras del mercado y La Cancha, que llevan el nombre de Hijas del Pueblo, herederas directas de las mujeres inmoladas en La Coronilla. Pero veamos antes quién era Manuela Gandarillas.
¿QUIÉN ERA MANUELA GANDARILLAS?
Recibí la amable visita de Lila Cortez Montalvo, cuya devoción por la memoria de su familia deberíamos imitar, porque gracias a sus investigaciones se establece que su tatarabuela era Dolores Gandarillas de Montalvo, hermana de doña Manuela Gandarillas, según Lila ambas hijas de Julián Eras y Gandarillas y de Manuela Josefa Gandarillas, el mismo nombre que da Nataniel Aguirre a la anciana ciega que comandó a las mujeres cochabambinas en La Coronilla. La pareja tuvo diez hijos cuyos nombres son: Manuela, Gregoria, Justo, María, Vicente, Dolores, Antonia, Petrona, Francisco y Juan Domingo. ¿Doña Manuela Josefa Gandarillas era el mismo personaje del que habla Nataniel Aguirre? ¿Murió en La Coronilla? Hay un manuscrito que no se refiere al tema, con lo cual no hemos podido dilucidar si se trata de un personaje histórico o meramente literario.
El primogénito de Dolores fue Félix Montalvo Gandarillas que tuvo, entre varios hijos, a Hilda Montalvo García, madre de Lila, que hoy tiene 95 años. Pero ¿quién era Manuela Gandarillas? Lila me mostró un valioso documento escrito por el Ing. Israel E. Beltrán Zambrana y publicado en la Revista “Por la Raza”, de la Cruz Roja Boliviana, el 27 de marzo de 1930 (reproducido en el suplemento FACETAS, de este matutino, de 24 de mayo de 1981). El documento escrito a mano y transcrito por Jorge Beltrán titula “Don Julián Eras y Gandarillas e hijos, promotores de la causa de la libertad” y se refiere a una familia de héroes de la Independencia cuyos nombres jamás han servido para nominar nuestras calles. Por este documento sabemos que Manuela Gandarillas era hija del héroe. Veamos.
En 1812, Goyeneche había dejado por jefe político y militar de la Villa de Oropesa al sanguinario Juan Mendizábal Imaz. Entre los pobladores de la Villa figuraba don Julián Eras y Gandarillas, quien habitaba con sus hijos el solar que hoy es la Casona Santiváñez, que en breve sería saqueado, confiscado y convertido en cuartel realista, además de un latifundio de una y media de longitud por media de latitud (1.875 Ha) denominado La Maica. era compadre de Imaz y creyó que eso le iba a proteger de la vindicta realista después de la ocupación sangrienta de la Villa por las fuerzas de Goyeneche, pero igual se le acusó de rebelde y conspirador y se lo trasladó cargado de grilletes a la prisión situada en la calle de Santa Teresa (hoy Baptista), donde en 1930 funcionaba la Sanidad Pública. Detrás de él reclamaban su libertad “sus jóvenes hijos José Domingo, Justo Vicente, Manuela, Petrona y María Gandarillas”, según dice el manuscrito de don Israel Beltrán. Esta es la mención más clara sobre la joven Manuela Gandarillas, que sobrevivió a la batalla de La Coronilla, en la cual, según la novela de Nataniel Aguirre, las mujeres cochabambinas fueron comandadas por una anciana ciega del mismo nombre. Una vez más se nos presenta el historiador frente al novelista. Mientras éste construye mitos para sostener mejor una causa, el historiador los destruye en pos de la verdad histórica, lo cual debería servirnos para no tomar una obra de ficción como Juan de la Rosa como fuente histórica sino el examen frío de fuentes primarias que nos lleven a la historia y no al mito.
Esta dilucidación no resta el menor mérito a la familia Gandarillas, sin duda una familia de héroes, pues a la noticia del fusilamiento de don Julián, sus hijos José Domingo, Justo y Vicente Gandarillas levantaron a sus colonos de La Maica, los armaron con lanzas, macanas y algunos fusiles de chispa y asediaron la plaza de la Villa donde permanecía acuartelada la guarnición realista. Imaz fue sorprendido por José Domingo, según el relato, y clamaba auxilio, pero el joven patriota lo tomó del camisón de dormir y le dijo: “ ¡Miserable asesino, no temas ni te desesperes! ¡No grites! Yo te he de matar en lucha franca, no cogiéndote por sorpresa, como ahora!”
En marzo de 1813 los hermanos Gandarillas se trasladaron al Valle de Sacaba y hacerse fuertes en la Cordillera para precipitar las aguas de la Laguna de Warawara e inundar el lecho del Río Rocha y conjurar con ello la temible sequía y la hambruna de esos días aunque el torrente arrastrara cabezas de ganado vacuno, lanar y porcino. Ellos mantuvieron a raya al ejército realista, ubicado a orilla opuesta del torrente, y consiguieron llevarse una caballada como botín de guerra. Los hermanos Gandarillas participaron en acciones de la guerrilla independentista que consigna el Tambor Vargas en su célebre Diario, donde menciona en particular a José Domingo, pero éste acabó cayendo en Sacaba en manos de sus captores. Conducido ante Imaz, quien instruye su ejecución. Pero antes pasaría por un cruel interrogatorio, porque le trituraron las manos “ajustando el tornillo de una pieza de fusil de chispa, llamada pie de gato”, mientras José Domingo se resistía a delatar a nadie y sólo repetía: “¡Yo, mi fusil y nadie más!”
Sus manos eran dos talegos de huesos, según el relato, cuando aparece nuevamente “su hermana doña Manuela Gandarillas, y con acento varonil, propio de la raza, apostrofa al tirano, quien le responde colérico: “Cállese, p…” Ruge José Domingo exclamando: “Cobarde asesino. ¿Mi hermana p…? Que me quiten las ligaduras y ya veremos después…” Imaz ordenó disparar y de ese modo José Domingo pasó a la historia patria.
Entretanto, Justo Gandarillas había viajado en marchas forzadas a Tarija, a implorar el indulto del Virrey (quien por entonces estaría en dicha villa) y el relato agrega: “ ¡Llega con el anhelado decreto de indulto momentos después de la ejecución!”
Todavía en cautiverio, don Julián había empeñado el latifundio de La Maica al Monasterio de Santa Clara de la Villa por 6.000 pesos de a 8 reales, pero no pudo redimirlo y la inmensa propiedad pasó a manos de las monjas clarisas, mientras la familia del héroe pasaba las peores penurias.
El autor del relato dice haberlo escuchado de su señor padre, Dr. Ezequiel Beltrán, hijo de doña Petrona y sobrino de doña Manuela y de Justo Gandarillas. Más tarde, don José Ventura Cabrera y Claros, “testigo ocular de muchos episodios de nuestra historia patria”, confirmó la veracidad de estos episodios. La edición de FACETAS dice como epígrafe: “Salvemos del olvido a una familia de heroicos guerrilleros”.
El poeta y municipalista Antonio Terán Cavero recuerda que Adolfo de Morales, cuando era director del Archivo Histórico Municipal, anunció el hallazgo del testamento de Manuela Gandarillas, pero nunca lo hizo público.
GANDARILLAS SEGÚN EL TAMBOR VARGAS
El Diario del Tambor Vargas dice que José Domingo Gandarillas fue nombrado Comandante de partidas ligeras en 1813, por Juan Antonio Álvarez de Arenales, del ejército de Belgrano, y que murió fusilado en Cochabamba en 1820. Este es el relato de su caída.
“Don José Domingo Gandarillas, comandante de partidas ligeras, vecino de la ciudad de Cochabamba, hijo de un doctor Gandarillas que fue fusilado por don José Manuel Goyeneche (primer general del ejército del rey) juntamente con el señor gobernador intendente don Mariano Antezana, natural y vecino de la misma ciudad de Cochabamba (que fueron primeros mártires cuatro personas en dicho Cochabamba por la libertad americana), este hombre andaba molestando del modo que podía a las tropas del rey: él se entraba a los pueblos más inmediatos a sorprender a algunos que eran muy opuestos a la causa de la Patria, siempre procuraba molestarlos de todos modos con sus correrías, se entraba varias veces a los pueblos Tarata, Toco, Clisa, Sacaba y otros pueblos cercanos a la capital casi continuamente por solamente molestarlos y tenerlos cuidadosos. En una vez hizo una represa en el alto de Cochabamba: una laguna atajó que bajaba el agua por un río muy cerca a la ciudad de Cochabamba, soltó, y él se entró al frente a la Recoleta mientras corra la avenida que no daba paso alguno a la banda; luego de que pasó la tormenta de la avenida se salía por el alto. Ello es que él estaba pensando en su imaginación ver cómo molestarlos y perjudicar a las tropas del rey. Un día (por el mes de agosto me parece) se entró al pueblo de Sacaba tres leguas distante de Cochabamba a sorprender al gobernador subdelegado de aquel partido. No logró, menos al alcalde pedáneo de aquel pueblo (capital del partido) don F. Rodríguez, mas sí pudo pescarla a la mujer. Como fuese muy gorda no podía brincar una pared, fue pillada y llevada en clase de presa, y fue Gandarillas a hacer noche al alto y trecho de Llantapallana. Por supuesto salió una partida (de 150 hombres) con el mismo gobernador subdelegado un don F. Terrazas, los agarraron en el trecho ése del alto de Sacaba a 37 hombres más, entre ellos a don José Domingo Gandarillas a quien después de pocos días lo fusilaron. La misma suerte que tuvo su padre tuvo y muy conforme dicen que salió al patíbulo con mucha energía dando gracias a Dios por haber permitido la misma suerte que de su padre, y que decía que por la libertad de su Patria, de su nación y del hemisferio americano derramaba su sangre; que él dejaba hijos varones para que sigan con la demanda y que muy gustoso darán su vida por su Patria, de forma que dejó un ejemplo para los americanos y defensores suyos. Así acabó su existencia. Como siempre pronosticaba que él había de morir por la Patria si no en una guerrilla en un patíbulo fusilado por sus enemigos, así nomás ocurrió.” (Edición de Siglo XXI, México, 1984).
LAS HEREDERAS DE LAS HEROÍNAS
Ya comenzado el año 2012 se conformó la comisión de festejos del Bicentenario de La Coronilla con varias instituciones, pero en ella no figuran Las Hijas del Pueblo, legítimas sucesoras de las bravas abuelas que defendieron la ciudad contra el ejército de Goyeneche hace doscientos años.
Conversé con la señora Margarita Meneses viuda de Michel, Presidenta Honoraria de esa sociedad en el puesto donde sirve almuerzo y otros platillos desde hace más de 40 años. Es Presidenta desde hace 12 años, debido a que su antecesora tuvo que retirarse por motivos de salud. Doña Margarita está indignada porque la directiva de la Sociedad se enteró por los medios que ya se había integrado una comisión. Visitaron la Gobernación y el Concejo Municipal para averiguar el asunto y les dijeron que era una información falsa, que todavía no se había conformado la comisión. Sin embargo,  la ley ya habría sido promulgada y las beneméritas señoras tomaron un abogado para reclamar por qué no fueron incluidas cuando la memoria histórica indica que ellas son las legítimas herederas de sus abuelas inmoladas por el ejército realista.
Aun más, doña Margarita dice que las autoridades pretextaron que no hay presupuesto y que esa habría sido la razón para que las excluyeran de la citada comisión.
Conversé también con la señora Martha Rosa Valdivia, Secretaria de Prensa y Propaganda de la Sociedad y agregó que las Hijas se encuentran muy dolidas, porque ellas siempre han tomado a su cargo la conmemoración del 27 de mayo, enviando arreglos florales y una representación a La Coronilla sin haber recibido jamás recursos de las autoridades. Dijo asimismo que ellas mantienen la procesión y los festejos de la Virgen de Remedios, que fue una imagen símbolo de la lucha libertaria e incluso perdió un dedo de la mano por un proyectil del enemigo que la hirió cuando presidía el ascenso de las heroínas a la colina. Ella trabaja en el Mercado desde su niñez y ha ascendido en el Directorio desde vocal y subraya que la memoria de las Heroínas es sostenida por las Hijas del Pueblo sin necesidad de recursos o de presupuesto oficial, pues todos los gastos son solventados con cuotas de las afiliadas.
Doña Margarita insiste en que iniciarán una querella y la sostendrán hasta las últimas consecuencias.
Estamos a poco más de un mes de la histórica celebración y es difícil explicar por qué las Hijas del Pueblo fueron excluidas de la comisión de festejos. En principio, parecería una decisión absurda e inaudita. Al margen de la conjetura, el estudio de Laura Gotkowitz “Conmemorando a las Heroínas: género y ritual cívico en Bolivia a inicios del siglo XX” en Decursos. Revista de Ciencias Sociales, Nº 17 y 18, julio-diciembre 2007) muestra que las vicisitudes que pasó la Sociedad Hijas del Pueblo no están exentas de los vaivenes de la política. Veamos.
La vinculación de los conceptos de mujer, madre y heroína tuvo en Bolivia un eje central en el episodio de las Heroínas de la Coronilla, ocurrido el 27 de mayo de 1812, cuyo Bicentenario conmemoramos hoy. Pero no se crea que la consagración de las heroínas cochabambinas se dio por consenso en un escenario tranquilo como agua de pozo. Al contrario, la vinculación de estos conceptos estuvo signada por la lucha política e ideológica.
La primera celebración en este orden se dio en 1912, al cumplirse el Primer Centenario de la gesta de las mujeres cochabambinas frente al ejército realista. Gobernaba el Partido Liberal en su apogeo político, y entonces se decidió adoptar una sugerencia de Nataniel Aguirre en Juan de la Rosa para construir un “obelisco escolar” en el actual sitio del monumento, de cara a la ciudad, consistente en un pequeño pedestal, dos macanas y un cañón de estaño, erigido en homenaje a todos los combatientes de la Independencia, entre ellos, a las mujeres cochabambinas.
El consenso de 1912 cambió en 1926 y se radicalizó en 1944 al vaivén de la política. En 1923 se había fundado la Sociedad Hijas del Pueblo, constituida por las legítimas herederas de las heroínas de la Coronilla, con fines mutualistas y de beneficencia; entretanto, una agrupación presidida por Sara Ugarte de Salamanca se había propuesto una suscripción general para erigir el monumento actual. Doña Sara destacó el sentido popular de la gesta de 1812 para pedir cuotas a las verduleras de la Recova, que debían prorratear la costosa fundición del monumento en bronce que las representaba según el modelo popular de la novela Juan de la Rosa. Entonces se desató una doble polémica: el sitio del monumento, fijado inicialmente en lugar del antiguo Acho (hoy Coliseo multifuncional), porque la cumbre de la colina estaba ya ocupada por el “obelisco escolar”. Los notables de la ciudad temieron que el emplazamiento del monumento en el antiguo Acho recrudeciera el sentido populachero de la conmemoración, ligada a las mestizas vendedoras del mercado o artesanos que pululaban en las faldas de la colina. Este matiz desnudó la polémica oculta entre los sectores populares y los notables letrados que escribían en los diarios de la época e integraban el Concejo Municipal, pues éstos se resistían a reconocer la raigambre popular de las heroínas de 1812 y juzgaron más bien que sus legítimas herederas eran mujeres de su extracción social con acceso a la educación, como fue el caso de Adela Zamudio.
Llegó al poder Hernando Siles y dio fin a la disputa por el sitio del monumento, que fue emplazado en la cumbre mientras el obelisco escolar era trasladado a la punta menor de la colina en el límite sur, en unos festejos que duraron tres días e incluyeron el estreno del Mercado 25 de mayo en instalaciones diseñadas por la empresa Eiffel, de París, con mesas de mármol para las vivanderas, y la coronación de Adela Zamudio en el Teatro Achá, a la cual concurrieron los intelectuales más destacados de todo el país. De este modo, las cholas salieron con su gusto al ser representadas en el monumento y en los bajorrelieves complementarios y al estrenar un mercado modelo; pero la coronación de doña Adela opacó ese sentido popular porque reunió a “lo más granado del país”. (PIE: Incluso hubo una polémica entre las Hijas del Pueblo, que cuestionaron la coronación de doña Adela porque pensaron que ellas debían ser reconocidas como legítimas herederas de las heroínas).
El último capítulo se dio en 1944, cuando el gobierno de Gualberto Villarroel exaltó a las Hijas del Pueblo encargándoles la organización de los festejos del 27 de mayo y declarando esa fecha feriado nacional con la designación del Día de la Madre. Villarroel luchaba contra el aislamiento externo propiciado por el gobierno norteamericano y los países aliados, que veían con suspicacia su gobierno calificado de filofascista, y el aislamiento interno, pues el movimiento obrero era dominio del Partido de la Izquierda Revolucionaria (PIR), de tendencia estalinista. Pero como la URSS se alineó con los aliados frente al nazismo, el COMINTERN propició la formación de frentes democráticos con los partidos tradicionales, que, en el caso de Bolivia, reunió a los partidos de la oligarquía con el PIR. Bolivia declaró la guerra al Eje y los grandes mineros, que se ocultaban tras los partidos de la oligarquía, impusieron la decisión de que Bolivia contribuyera a la causa aliada con estaño barato, y que los trabajadores no pidieran aumentos de salarios. Así el PIR tuvo que congelar las demandas sociales y comenzó a perder credibilidad entre los trabajadores. El Ministro de Trabajo de Villarroel aprovechó la situación para contribuir a la fundación de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB) y al ascenso de su líder Juan Lechín Oquendo, un dato que no olvida registrar Guillermo Lora en su monumental Historia del Movimiento Obrero Boliviano. El mismo 1944, las Hijas del Pueblo recibieron el mandato oficial de organizar y encabezar una romería a La Coronilla ese 27 de mayo, que fue declarado feriado nacional y Día de la Madre. Así las vendedoras mestizas del mercado volvían a ocupar un lugar central en el escenario histórico de entonces. En 1947, a meses de la caída y colgamiento de Villarroel, pudieron todavía destituir al Intendente designado y reincorporar a quien designó el gobierno de Villarroel, que era Guillermo Aldunate, un personaje legendario entre las bravas vendedoras del mercado.
Como se ve, las Hijas del Pueblo no han podido librarse de los vaivenes de la política, pero acabaron por convertir su narrativa histórica de 1812 en historia oficial, aunque la historia de la guerra de la independencia no se limita a este episodio  y más bien se prolonga hasta 1825 con las vicisitudes de la guerrilla independentista, al mismo tiempo que remonta sus orígenes a 1730, cuando ocurrió la revuelta de Alejo Calatayud, que organizó su cuartel general precisamente en La Coronilla.
Un apunte final de María Esther Pozo: ya en el año 2000 las nuevas vendedoras del Mercado se resistían a usar la pollera azul, la blusa blanca, el mantón negro y el sombrero blanco, un atuendo tradicional de las Hijas del Pueblo para acompañar la procesión de la Virgen de las Mercedes y el almuerzo con el Presidente en el comedor del Mercado, costumbre que hoy al parecer ha entrado en desuso.
LA OFICINA JURÍDICA DE LA MUJER
JULIETA MONTAÑO
Pronto harán cuarenta años que esta prestigiosa abogada se ha consagrado a la defensa de los derechos humanos, primero como fundadora de la Asamblea Nacional y luego como creadora y directora de la Oficina Jurídica de la Mujer.
ASAMBLEA DE DERECHOS HUMANOS
Todo comenzó en 1976, cuando Julieta instaló un pequeño bufete donde concurrían esposas y familiares de los presos políticos y exiliados. Entonces comenzó a darse cuenta de que una era la lucha política y otra la represión de la mujer en el hogar, pues incluso algunos hombres que vivían en la clandestinidad maltrataban a sus cónyuges. “Este era un problema que yo había experimentado desde la infancia en la zona de Warmirancho, camino a Chulla, cerca a Quillacollo, donde crecí y eran normales las palizas a las mujeres, incluso en mi propia familia”, recuerda Julieta.
En plena dictadura de Banzer se creó la Comisión de Justicia y Paz y de pronto hubo una asamblea universitaria, presidida por el sacerdote Walter Rocha, para conformar la Asamblea de Derechos Humanos. En ella, el religioso se quejó de una gravísima carencia de abogados y Julieta se ofreció de inmediato. “Planteamos un habeas corpus memorable, que fue declarado procedente. Los favorecidos eran dos agentes de la policía política acusados de tráfico de armas, que habían sido incomunicados durante quince días. Sus familiares buscaron al Padre Rocha y, en reunión de la Asamblea, hubo voces dispares, pero no podíamos obrar de la misma manera y entonces asumí el riesgo. El Dr. Arturo Arnez, Juez Primero de Partido en lo Penal, recibió muchas presiones pero declaró procedente el habeas corpus. Era un juez a todo dar y a quien yo le tenía mucha confianza. Entonces elaboraron mi prontuario criminal, que lo conservo entre mis curiosidades”, recuerda Julieta. “Luego vino la huelga de hambre contra la dictadura, que estalló un 28 de diciembre (Día de Inocentes) en el diario Presencia, de La Paz, y amenazaba debilitarse por las fiestas de fin de año. En reunión de la Asamblea Nacional habíamos decidido instalar un primer piquete encabezado por la compañera Domitila Barrios de Chungara y había que dar algún impacto. Por eso decidimos que yo ingresara a la huelga en Cochabamba, con meses de embarazo. Así aguanté nueve días consumiendo limonada con miel; luego la huelga se masificó cuando la universidad, los barrios marginales y las juntas vecinales organizaron piquetes y pude salir”, agrega.
Con la apertura democrática retornaron los exiliados y presos políticos y aumentaron las denuncias de esposas e hijas y el pequeño bufete se llenó de mujeres que demandaban a los hombres por asistencia familiar, violencia familiar y sexual y reconocimiento de hijos. No había recursos para trabajar así, porque el 80% de las atenciones eran gratuitas y sólo el 20% de juicios coactivos y ejecutivos permitía mantener la oficina y la manutención de la familia.
En eso llegó Jürgen Stan, enviado por la organización Pan para el Mundo, con la misión de evaluar el funcionamiento de la Asamblea de Derechos Humanos y no había tiempo para atenderlo porque las mujeres habían hecho cola desde muy temprano. Jürgen preguntó entonces cómo se podía trabajar así sin colapsar y sugirió la posibilidad de crear una institución que apoye exclusivamente a las mujeres.
“Conversé luego con María Lohman, en INEDER, mujer que siempre tuvo y apoyó iniciativas descabelladas, y ella nos dio un empujón para definirnos. Apelé a mis amigas de la Unión de Mujeres de Bolivia (UMBO): Silvia Barrón, Beatriz Morales y Vilma Osuna, con quienes fundamos la primera organización de mujeres contra la dictadura y así el 8 de marzo de 1984 constituimos la Oficina Jurídica de la Mujer en una oficina pequeña ubicada en la calle Jordán, donde atendíamos dos abogadas, una secretaria y una promotora, Evelin Ágreda, que luego fue Viceministra en Asuntos de Género”, recuerda Julieta.
LA NUEVA CONSTITUCIÓN
La nueva Constitución ha acogido conquistas fundamentales en asuntos de género. “Nadie más feliz que yo, que redacté esos artículos”, dice Julieta. “Comenzamos cuando la Coordinadora de la Mujer nos pidió que rescatáramos nuestras experiencias. Fue Sonia Montaño, desde la Oficina de la Mujer, quien nos pidió propuestas para la reforma del Derecho Penal y de Familia, en instituciones y procedimientos”, agrega.
En 1976, con sólo tres años de ejercicio de la profesión, en el Primer Congreso Nacional de Abogados, Julieta Montaño planteó dos conquistas de género: la inversión de la prueba de la investigación de la paternidad y el derecho a una vida libre de violencia. En el primer caso, la reflexión era obvia: el padre debía ser la persona a quien la madre señale mientras ésta no demuestre lo contrario. “Si no llovieron zapatos sobre mi cabeza fue un milagro”, recuerda Julieta, “y lo peor, que las mujeres abogadas fueron las primeras en reaccionar acusándome de que yo patrocinaba a aventureras que destrozarían hogares al achacar hijos a los maridos incautos. Eso ocurrió en 1976, pero ya en la Constituyente, la Comisión de Derechos Humanos, donde estaba Loyola Guzmán y compañeros de la COD local, no hubo objeciones y fue para mí un placer muy grande que cosas trabajadas durante tantos años se plasmaran en el nuevo texto constitucional”, sostiene Julieta.
Sin embargo, ella considera que las normas son valiosas, pero son un saludo a la bandera porque no hay institucionalidad ni presupuesto. El aparato jurídico en asuntos de género es grande y debería corresponderle un Ministerio, para transversalizar en las sesiones de Gabinete y ver qué efecto van a tener entre las mujeres las decisiones públicas. Por otra parte, no hay presupuesto; el Viceministerio del ramo funciona como una ONG dentro del gobierno, pues si no fuera la contribución multilateral o bilateral no se podría impulsar ningún programa. Los papeles que produce el Viceministerio pocos los leen, cuando debería ser un ente rector de las políticas públicas de género. “En este orden, sentimos que damos pasos para atrás, como los cangrejos”, concluye Julieta. “Antes, el Banco Mundial, el BID y el gobierno de España, entre otras fuentes, contribuían con recursos a la reforma judicial desde hace muchos años. Pero ocurre que cambiamos de personal continuamente, cuando ya hemos formado recursos humanos competentes, y entonces todo es dinero tirado. Fiscales y jueces, por ejemplo, recibieron capacitación para redactar requerimientos y sentencias con perspectiva de género, pero hoy, como se los cambia continuamente, los requerimientos son lamentables: “Se presume que no hubo violación y que la presunta víctima quiere chantajear a su agresor”, o bien recomiendan “conciliar por el bienestar de la familia” cuando hay heridas graves que afectan a las mujeres.
HIJOS PROFESIONALES
Julieta ha podido observar que las mujeres indígenas, las horteras, las khateras, sueñan con dar una profesión a sus hijos. Cierta vez, viajando por el Norte de Potosí, cuenta que encontró a una señora junto a su rebaño de ovejas y a un joven que llevaba un maletín. Detuvieron el jeep y pidieron transporte para el joven. La despedida fue muy triste: eran madre e hijo. Se trataba de un ingeniero residente en Alemania, que llegaba cuando podía a ver a su madre, pero ella no quería dejar el campo. “No tengo cabida aquí. Mis papás me apoyaron en todo y los curas de la parroquia me ayudaron a estudiar Ingeniería”, confesó; pero intentaba volver al país y no tenía cabida. Julieta concluye: “Antes te discriminaban por el color de la piel o el apellido, y hoy porque ya no te arrodillas, porque no eres obsecuente con el poder y no te humillas”.
PERFIL
Julieta Montaño nació en Quillacollo el 16 de agosto de 1946, día del Calvario de Urkupiña. Estudió en la Escuela Heroínas, en el Liceo América y en el Colegio Calama, donde fue la única mujer en los últimos tres años de bachillerato. “Por eso para mí la pelea de las muchachas que querían ingresar al Colegio Bolívar era una cuestión de fe, porque a mí nadie me discriminó, ni los directores ni los profesores menos mis compañeros, y por eso me pareció cavernaria la actitud de impedir el ingreso de estas señoritas a ese Colegio”, sostiene Julieta.
Estudió Derecho en la Universidad de San Simón. Se casó en segundo curso y tuvo cuatro hijos: Willy, Ernesto, Inti Ramiro y Julieta.
PERSECUCIÓN
Cuando el golpe de Banzer, Julieta era todavía muy joven, pero ya había sido amiga de dirigentes como Carlos Navarro, Alfonso Ferrufino y Eliodoro Alvarado, en cuyo grupo de izquierda militaba. A poco de graduarse de abogada actuó como defensora de reos “y entonces veía que la dictadura se ejercitaba para luego torturar con los mismos métodos a los presos políticos”, según recuerda. “Visitaba a los delincuentes y los encontraba sin uñas, torturados, medio asfixiados porque se les había aplicado el submarino. Mi hermano era policía y me aclaró que esto lo hacían agentes civiles, no uniformados. Como reclamaba y hacía escándalos por las torturas, me acusaron de ser cómplice de los delincuentes. Pero es que al Polkos, un monrrero conocido, por ejemplo, lo estaban reventando a patadas y yo pegaba el grito al cielo acusándolos de sinvergüenzas y de malditos. Suerte que no tenía vínculos políticos, porque hubiera terminado detenida”, recuerda Julieta y agrega: “La prensa ha sido mi aliada toda la vida, y me ayudó a poner freno a muchas cosas”.
Julieta tuvo una admiración temprana por Loyola Guzmán. Nunca estuvo de acuerdo con la guerrilla o los métodos violentos, pero vio en ella a mujer íntegra. Se acuerda también de doña Lidia Gueiler porque no se mostraba diferente, siempre elegante pero combativa y convencida de sus ideas. Un recuerdo especial para Domitila Barrios de Chungara, a quien admiraba porque llegó a ser la tercera dirigente del Comité Central del PCML. “Yo militaba en ese partido y lo dirigían Óscar Zamora, Casiano Amurrio y Domitila Chungara”, recuerda. “Ella siempre estuvo apoyada por la viuda de Federico Escóbar y por doña Geroma en el Comité de Amas de Casa de Siglo XX y en otras instituciones”, concluye.

CONSEJOS DEL IFFI
Visité a Cecilia Estrada, Directora del Instituto de Formación Femenina Integral (IFFI) desde hace más de una década, para conocer el trabajo de su equipo, en el cual resaltan varias mujeres, entre ellas Michelle Dechelette, francesa de nacimiento pero con toda una vida en Cochabamba dedicada al arte, a la atención de las familias y a la enseñanza de pintura a los niños, en suma, otra valerosa cochabambina.
Cecilia me mostró un suplemento femenino que publicaba junto al diario Opinión con el nombre de “Nosotras”, que reunió los primeros artículos y testimonios sobre los derechos de las mujeres. Entre ellos, seleccionamos un testimonio y un proyecto de ley que incluimos enseguida.
Los consejos de la directora del IFFI orientaron la lista inicial con sugerencias instructivas que incluyen una mujer que defiende sus derechos de lesbiana y un varón que aspira a ser mujer; pero nos sirvió también para contactar a instituciones productivas, educativas y sindicales manejadas por mujeres. No pudimos incluirlas a todas, pero destacamos el valioso esfuerzo de Cecilia Estrada en este orden. 
 “ME HAN MATADO Y SIGO VIVA”
Por Lawray
Estaba frente a mí, gritándome que yo “quería más”, que me “había gustado”, y atocándose su miembro me lo enseñaba haciendo el ademán de penetrarme una vez más.
La herida de muerte se reabría, y sólo sentí asco, impotencia, dolor, y mucho odio por lo que me habían hecho. Mi vergüenza lo sabían todos los que estaban en el local, me cegué, quería devolver el daño.
Desperté en la calle, tenía un cuchillo en las manos y estaba manchado de sangre, sin llegar a comprender lo que había hecho me presenté a la Policía sintiéndome culpable. Y estoy sin ahcer nada, estoy en esta vida muerta. Soy una criminal?, me pregunto y sólo tengo la certeza de ser una violada; ya nos oy virgen, ya no valgo nada. Debo pagar mi delito, dicen, el delito que cometieron conmigo no merece ser castigado?
Quisiera que un milagro se realice, y que todo esto sea un sueño, quiero volver a enero, un mes antes de mi muerte, al mes donde vivía con mis pequeñas ilusiones de empleada doméstica, cuando confiaba en el mundo, cuando mi vida era mía, y mi cuerpo no era el objeto donde tres hombres satisfacieron sus instintos.
PROYECTO DE LEY DE IGUALDAD DE LA MUJER BOLIVIANA
CONSIDERANDO
Que la participacion de la muer en todos los campos del acontecer nacional están basados en los principios vigentes de la democracia, que es la incorporación de todos los ciudadanos en la vida toda de nuestra comunidad, en especial a la mujer en los campos de la educación, salud y trabajo en base a los Arts. 193 y 194 de la Constitución Política del Estado y de la Ley del Voto Universal de 1952, por los que se concede a la mujer sus derechos civiles y políticos en forma plena ya que la igualdad de los cónyuges y de los hijos ante la ley y el derecho al voto hacen de ella una ciudadana con todos los derechos de participar en las decisiones del gobierno mismo de nuestro Estado nacional; ya que antes estaba equiparada a los locos y analfabetos. Este hecho ha enriquecido la historia patria para la incorporación femenina, que sin embargo, por diferentes razones, sean éstas culturales o no, hay muchos campos de la vida nacional en que hoy se discrimina a la mujer. Cuando hablamos de suprimir esa discriminación, no hablamos de un enfrentamiento entre sexos, sino de cambios que permitan a todos en nuestra nación la igualdad de oportunidades ya que la prueba es que entre los países desarrollados y los que están en vías de desarrollo, la participación real del sector femenino es de vital importancia para el país y el voto femenino se ha incrementado en tal forma en estos últimos tiempos en que la mujer toma conciencia del rol que está destinada a cumplir en la sociedad en la que nadie puede negar la real participación de ella.
Por lo que se decreta:
Art. 1º Para las elecciones generales y municipales, a partir de la promulgación de esta Ley, las nóminas para los puestos de senadores, diputados y concejales presentadas por los partidos políticos, deberán contener un número proporcional del 50% del total de inscritos de ambos sexos en los registros electorales.
Art. 2º Los partidos en sus programas deberán estimular la real participación de la mujer tanto en la organización, afiliación como dirección política de sus respectivos cuadros, dándole el lugar preponderante que merecen por derecho.
Art. 3º. Para la incorporación real de la mujer en la sociedad actual, los poderes del Estado deberán nominar a destacadas representantes femeninas en igual proporción que el varón en los cargos y funciones jerárquicas en los poderes del Estado. Es dado en la ciudad de La Paz a los doce días del mes de enero de mil novecientos ochenta y nueve años. Firman como constancia las siguientes representantes de instituciones profesionales:
Por la Asociación de Abogadas de La Paz, Dras., Elssa Livia Molina, Zaida Rosa del Villar y Martha Collao de Carranza.
Por el Club del Libro Jurídico: Dras. Kandy Balboa de Díaz, Nelly Palomeque y Beatriz Cors de Ramos.
Por la Asociación Femenina de Juristas: Dra. Edmé Cárdenas.
Por las esposas de economistas: Dra. Wilma Beltrán de Herbas.
Por el Instituto Boliviano de Educación de la Comunidad, OEA, Sra. Laura A. de Viscarra.
Por el Ateneo Femenino de Médicas: Dra. Ruth Maldonado Ballón.
Todas estas instituciones femeninas instan a las demás instituciones de mujeres interesadas en participar en la vida política y cívica de nuestra nación refrendar este proyecto de Ley a favor de la real participación de la mujer y constituir una alianza en torno a este objetivo. Las adhesiones se reciben en el consultorio de la Dra. Ruth Maldonado Ballón, Edif. Hansa, Piso Of. Bufete de la Dra. Zaida Rosa del Villar, Colón 256, Tel. 325029.

CONSTRUCTORAS DEL VIVIR BIEN
Alejandra Ramírez es socióloga e investigadora del Centro de Estudios Superiores (CESU), de la Universidad de San Simón y defenderá el doctorado en la Universidad de Chile. Su tesis es sobre desarrollo sustentable, un concepto que está de moda y tiene que ver con las formas de construir el vivir bien, consigna que abunda en las políticas públicas del actual proceso. Pero Alejandra no comparte el criterio de construir el vivir bien desde arriba, mediante decretos, sino desde las bases, desde la comunidad, escenario en el cual las personas más importantes son las mujeres.
La sociedad patriarcal ha asignado a las mujeres los roles de madre, de protectora de la familia en relación con la comunidad, con el vecindario, con la educación de los hijos, los problemas del agua, del mercado y de la cocina, mientras los varones se han reservado un ámbito más abstracto que tiene que ver con lo público, creando una falsa dicotomía entre lo público y lo privado. Aun así, es evidente que las mujeres actúan en un escenario donde se construyen los niveles de vida en cada comunidad.
La tesis de Alejandra examina el problema en términos históricos  y actuales. En el primer caso, se pregunta cuál ha sido la contribución histórica de las mujeres a la construcción de nuestra ciudad. En este escenario, hay que examinar la actuación de las Heroínas de la Coronilla, la lucha de Adela Zamudio contra la sociedad patriarcal, la relación de la Sociedad Hijas del Pueblo con las vicisitudes políticas del país, el papel de educadoras que desempeñaron muchas mujeres y también los roles de las congregaciones católicas, porque la religión siempre fue un campo de participación activa para ellas. Pero también examina la importancia de las mujeres para la construcción de la democracia, y una de las múltiples entrevistas que Alejandra realizó se refiere a Domitila Barrios de Chungara, para examinar cómo las mujeres de las minas aportaron a la reconstrucción de la democracia tras años de dictadura.
Domitila era potosina, pero vivió y murió en Cochabamba. Alejandra Ramírez apunta que es el mismo caso de grupos migratorios provenientes del altiplano, sobre todo, que aportan a la construcción de nuestra ciudad participando en las OTBs, porque llegan en condiciones precarias y luchan por tener servicios básicos allí donde se asientan. Ellas representan más del 60 por ciento de la población de esta capital y no se puede prescindir de ellas restringiendo el escenario a las nacidas en Cochabamba.
Sobre el actual proceso, Alejandra Ramírez dice que hay avances, pero que se supeditan al proceso de cambio. Si en la década de los 90s hubo una agenda más feminista, hoy se deja a un lado el tema porque el proceso es lo primero. En este escenario hay que entender los comentarios del Presidente Evo Morales, las coplas de Carnaval y otras actitudes que son simbólicas. Hay mucha mayor participación de las mujeres en las OTBs, en las juntas vecinales, en el poder municipal, regional y nacional, pero este es un proceso que fue construyéndose desde la década de los 90 con el avance de la descentralización.
Alejandra afirma con énfasis que las mujeres no le deben a nadie las conquistas que consiguieron, porque ellas solas han construido sus nuevos roles. Hay críticos que discuten la pertinencia de una agenda de la mujer debido a las diferencias de clase, pero Alejandra defiende la agenda común y afirma que es posible construirla respetando la diferencia. En suma, las mujeres, por sus relaciones afines a la comunidad, influyen decisivamente en la calidad de vida.
Hay historiadores que discuten la presencia de ciertas mujeres en la gesta de la Coronilla. Alejandra piensa que ello se debe a la invisibilización que ha rodeado las luchas de las mujeres, porque se tiende a priorizar la participación de los hombres y eso no es cierto. La mujer es madre y pertenece a una comunidad local, pero no es sólo eso, porque tiene una incidencia mayor en la creación de una sociedad. Por esta razón, la diferencia entre lo público y lo privado es una falsa dicotomía.
Se llama Alejandra María Ramírez Soruco. Nació en Estados Unidos el 12 de febrero de 1968, boliviana por sus padres: Juan Marcel Ramírez Velarde e Inés Soruco Quiroga. Se casó en enero de 1992. Su esposo es Walter Sánchez Canedo y sus hijos: Pedro Leonardo, Vicente Rafael y Matilde Sánchez Ramírez. Es socióloga con especialidad en Gestión y Evaluación de Proyectos Sociales, Maestría en Estudios del Desarrollo (CESU-UMSS) y en Desarrollo Humano y Sustentable así como Doctora por la Universidad Bolvariana de Santiago de Chile.
HEROÍNAS DE AYER, HOY Y SIEMPRE


ALMA DE TRIGO BLANCO
Por Jaime Zabaleta Meneses
A
Era ella de la estirpe
De Santa Teresita
Alma de trigo blanco
Predestinado al día
Tuvo luz
Abrió sus sendas de oro
Sobre colinas blancas
Acariciaba el suave
Plumaje de las aves
Todo lo que tocaba
Floreció en su camino

D
Ella se fue en la tarde
Allí terminó el día
Después no florecieron
Las rosas del verano
Tuvo luz
Se abrió como una flor
Inmensa en el vacío
Llenándolo de amor
De perfume
De trigo
Tenía la belleza de los montes nevados
Todo lo que tocó
Floreció en su camino.


Apuntes para una biografía de mi madre
Héctor Cossío Salinas
1
Madre: cuando nací tenías
Un corazón de prolongada pena.
Un martirio sin música, obediente
A mi duro cuidado, fatigaba
El frío innumerable de tus sienes.
Desde tu gracia plena y luminosa
Recuerdo que la miel nació contigo.
Tus labios esparcidos en la atmósfera
Dictaban un lenguaje de suspiros.
¡Primorosa manzana del secreto!
Cuidadora del sueño, arquitectura
De las celestes mieses, de los altos
Senderos, de las luces más puras.
Angélica tu imagen arcangélica…
Yo buscaré lo que al amor le falta,
Lo que a volar empieza sin ventura,
Lo que a tornar mueve tus lágrimas.
Resucita la sombra que te duerme
--claro rocío, forma de alabastro,
Nacimiento profético de albura—
En el cauce preciso de tu mano.
Aun encuentro en la noche tu palabra
Ternísima y ligera de las cosas,
Guardándome el destino de la abeja,
El del pétalo manso entre las rosas.
¡Ah, pájaros del huerto, si tu risa
No fuera más perfecta, comprensible
Para todos mis actos, para todas
Las ansias que de tu pecho viven!
Te concibo en presencia y condición
De orígenes: sonrisa en la legumbre,
En el mandil de lino y en el pan,
En el “ven, no te ocultes” y en la lumbre.
Donde yo vivo, madre, estoy contigo,
Con tu dictado de paciente vuelo.
Tu diligencia por regar las plantas,
Hoy riega, con amor, mis pensamientos.
Cabe tu mano un nido de palomas,
Una gavilla de luciente trigo.
Por tu sabia vigilia vespertina
Será más fresco el pan, será más limpio.
Subiré donde estés, donde mañana
Tu madrugado corazón me arrastre,
Pues en tu ausencia mi mortal conjunto
No encontrará precisas claridades.
Me allegaré a tu frente de rodillas
Respirando el destino de los líquenes,
Absorbiendo el suceso de tu vida,
¡reclamando el mandato que me diste!...

JUANA RODRIGO
¿Quién conoce a Juana Rodrigo? Era la esposa de José Santos Vargas, el Tambor Vargas, en los años cruciales de la guerrilla de la Independencia en Ayopaya y los valles vecinos. Se sabe que nació en Mohosa y que se retiró junto al Tambor a vivir en una sayaña ubicada en Chacarí, frente al cerro Chicote, una vez fundada la República. El Tambor probablemente murió molesto porque no encontró editor para su Diario de combate. Apeló hasta el gobierno de Belzu a bachilleres y doctores bien acomodados en la nueva República, pero afortunadamente nadie quiso corregir el manuscrito, menos editarlo, y se hubiera perdido en el olvido sin la devoción de don Gunnar Mendoza, que lo rescató y publicó ya en la década del 50, y los posteriores estudios de la historiadora francesa Marie-Danielle Demélas. En estos días se editará una novela mía titulada La sombra del Tambor, basada en ese Diario y en los estudios de Marie-Danielle, pero es sintomático que hayan pasado dos siglos antes de que un escritor se interese por ese relato vibrante de las peripecias de héroes desconocidos porque eran humildes y se apoyaban en la presencia invaluable de los indios.
Juana Rodrigo es una de las pocas mujeres mencionadas en el Diario del Tambor Vargas, en medio de una maraña de varones. Otras son “madamas” que ocasionaron las más temibles incomodidades a sus hombres, como ocurrió con Manuelita Villanueva, que “traicionó” al comandante Eusebio Lira con el Subdelegado realista Oblitas; o Basilia Crespo, que entregó a Pedro Terán, su marido; o Manuela Durán y Hermenegilda, madre e hija de Lira, o María Martínez, que sólo figura como nueva “madama” de Lira; o Manuela Navarro (alias la Gordita), o Remigia Navarro, madama del general José Miguel Lanza. 
Lo que sigue es un capítulo de La sombra del Tambor, que imagina las tribulaciones de Juana por la suerte del Tambor, su esposo y padre de sus hijos.

LAS TRIBULACIONES DE JUANA RODRIGO
--Aquí peinamos trenzas para cuidarnos de la mala leche. Pensamos que las vueltas del cabello sirven para despistar a los enemigos, para evitar que se lleven tu forma de ser, tu firmeza de carácter, tu sentido materno, tu fidelidad de mujer, tu solidaridad de esposa, que se los lleven y no te los devuelvan. Los hombres no peinan trenzas, por eso es fácil engatusarlos.
Volvió a encerrarse en sí misma, como si yo no existiera, pero no aguanté más y dije lo que me provocaba decir.
--Estás enojada conmigo, ¿no?
--Bah, ¿por qué tendría que enojarme?
--No sé… Quizá pensaste que tu marido y yo…
--¿Vos qué? –me desafió--. ¿Vos qué?
Esta vez me miró y sus ojos me escrutaban cálidos pero distantes.
--Yo nada, te lo juro.
Concentró todo su ser en la mirada para decirme:
--No conoces ni por el forro la vida que llevamos acá, con esa gente siempre al acecho, al abrigo del monte, pendiente de una infidencia para ver a mi marido cargado de cadenas y conducido a la muerte. Nada de eso sabes, pero te metes en nuestra cueva, como una perra.
--¡Pero yo no he hecho nada malo! –protesté.
--¡Triste es tu vida si haces algo!, ¿me oyes?, porque vos eres de esas que vienen a joderlo todo y luego se van, como si nada, pero nosotros nos quedamos y vivimos aquí, en esta choza, cuando se puede, porque luego hay que escapar, el hombre por delante para que no lo maten, y una cargada con los hijos, pensando en qué les va a dar de comer.
--Te juro, no fue jamás mi intención…
Me miró y suavizó un tanto la mirada.
--No me hagas caso. Pobre hombre. ¿Cuántos días que está por acá, entre nosotros? No serán ni dos semanas. Luego no sabré nada de él, sólo que llegó un coronel de Salta, siempre de paso, y lo nombró comandante de esta zona, mirá el favor que nos hizo, cuando estamos rodeados por el enemigo y eso nos obliga a desenterrar las armas y ocultarlas al abrigo del monte, donde sólo él lo sabe. ¿Vos te imaginas lo que es dormir junto a él y despertar a media noche porque eres parte de su pesadilla? Él vive cabalgando, día y noche, todos los días, todas las noches, cabalgando y huyendo en una yegua de ceniza. Y entonces tienes que despertarlo y consolarlo, empaparte con el sudor de sus cabellos, y sentir que vuelve a conciliar el sueño, aferrado a ti como alguien que presiente su muerte todos los días.

No sabía qué decirle. Un silencio espeso se abatió sobre la escena.
--¿Has dormido alguna vez con un muerto? –preguntó--. Yo conozco a muchas mujeres de por acá que hoy durmieron con sus hombres y al amanecer los perdieron para siempre. Primero viene la incertidumbre: ¿Dónde estará?, ¿Se habrá disgustado por algo?, ¿Seguirá vivo?, ¿Enfermo, quizás?, ¿Muerto en combate?, ¿Ajusticiado? Ya llegará la noticia y pocas veces será buena. De pronto llegará de vuelta pero herido o enfermo, y entonces tendrás que ingeniártelas para curarlo sola, porque aquí no hay curanderos, y si los hay, no están disponibles, no los encuentras o se murieron.
Bebió un sorbo final de su infusión y me tomó de la mano para preguntarme:
--¿Vos aguantarías eso?
Se incorporó para recibir mi tutuma y echar los restos de la infusión a la tierra apisonada del piso. Luego recogió el plato con tostado y puso una olla de agua para que hirviera.

Semanas después, amanecía cuando escuché los murmullos de una lucha sorda que acabó con la paciencia de José Santos, al parecer muy disgustado, y con la brusca salida de Juana a la intemperie. En realidad, estaba a punto de amanecer pero ni siquiera cantaban los chingolos ni el gallo, que seguía dormido en una de las ramas del higuero. José Santos salió también pero no en busca de Juana sino de su mulo. Al parecer lo ensilló de inmediato y se fue al galope. Busqué mis botines y salí a las aguas del arroyo. Vi en sus orillas a Juana, que miraba absorta la corriente de agua, y como no me había dado ni siquiera los buenos días, pensé que algo la preocupaba.
--¿Ha ocurrido algo? –pregunté.
--Nada, ¿por qué?
--¿Estás preocupada?
--Todo el tiempo vivimos preocupados aquí –dijo Juana.
--¿Hay un motivo nuevo?
Juana calló, ya había atado sus trenzas y volvía con paso resuelto a la cocina. Un momento después me llamó para ofrecerme una infusión de cedrón y ella se sirvió otra. Las dos soplábamos el líquido caliente y lo bebíamos. Ya no había empanizado, pero las diestras manos de Juana lo sustituyeron con una hierba que endulzaba el líquido. Por fin, Juana rompió el silencio.
--Estoy preñada otra vez.
No pude evitar la memoria de los gemidos y murmullos que oí en el cuarto.
--¿Estás segura?
--Claro.
--¿De cuánto?
--De tres meses.
Hice una composición de lugar: adentro dormían dos varoncitos y llegaría el tercero. ¿O sería mujer?
--Ni Dios lo quiera. Ser mujer es una maldición en estos lugares.
--Aquí todo parece sano.
--Menos la muerte.
Como para confirmarlo, José Santos hizo quizá demasiado ruido al volver con su mulo. Se presentó en la cocina contigua con sus arreos de montar, dio los buenos días sin mirarnos y se dirigió al corral ubicado como a cien metros, donde un mulo apuraba un amarro de hierba. Luego retornó llevando de la brida un mulo ensillado, buscó a Juana con la mirada huidiza y le dijo:
--No me esperes.
Montó y partió sin decir nada más.
--¿Adónde va? –preguntó María.
--A buscar refugio, o a que lo maten.
--¿Así es todo el tiempo?
Juana se encerró en un mutismo sin tregua.
ANA FERRUFINO DE BLANCO
Era hija de Ignacio Ferrufino, mártir de la Independencia en 1810, y se casó con el general Pedro Blanco Heredia (que en la lista oficial de Presidente figura, por equivocación, como Blanco Soto). El general Blanco había sido distinguido tras la batalla de Junín por Simón Bolívar, pues comandó un escuadrón de caballería junto a Francisco Suárez (bisabuelo de Jorge Luis Borges) y José Olavarría; y en la batalla de Ayacucho cayó herido y tuvo que permanecer durante seis meses en un pueblo cercano para reponer su salud. Muchos oficiales bolivianos participaron de la expedición del Presidente peruano Agustín Gamarra a Bolivia, para derrocar al Mariscal Sucre, entre ellos José Ballivián y Mariano Armaza; sin embargo, sólo de Pedro Blanco se dijo que tuvo entendimiento con Gamarra. Blanco fue Presidente de Bolivia durante cinco días, pero fue tomado prisionero y victimado en el Convento de la Recoleta. Hasta aquí el general, pero ¿su esposa y sus hijos? Esta es la historia de Ana Ferrufino de Blanco.
Corría el año 1843 cuando el Rector del Colegio Nacional Sucre, el Dr. Lucas Mendoza de la Tapia, se sorprendió de ver a dos de sus mejores alumnos trabajando de aprendices de carpintero. Habían dejado sus estudios porque tenían que contribuir a la mantención de un hogar pobre, presidido por su madre viuda. El Dr. Mendoza de la Tapia costeó los estudios de ambos jóvenes con los sueldos devengados en el Tesoro de Instrucción, y con el tiempo fueron destacados profesionales y hombres públicos. Eran Federico y Cleómedes Blanco Ferrufino, hijos del ex Presidente Pedro Blanco y de la señora Ana Ferrufino.
No se sabe más de esta ilustre señora, que pide a gritos una reivindicación para ella y la memoria de su ilustre esposo.
ENCOMIO DE ADELA ZAMUDIO
El Café El Turista, el diario Los Tiempos y el Cronista de la Ciudad ofrecieron la segunda tertulia del presente año sobre la personalidad y la obra literaria de Adela Zamudio con el doctor Luis Huáscar Antezana Juárez, premio nacional de Ciencias Sociales otorgado por el PIEB, conocido lingüista y maestro de generaciones de investigadores, con estudios en los Estados Unidos y en Bélgica. Una ocasión para escuchar las palabras medidas y precisas, plenas de datos y observaciones que hizo “Cachín” Antezana sobre la ilustre poetisa, narradora y pionera del movimiento feminista en nuestro país.
Hace poco, su novela Íntimas fue seleccionada entre las 15 novelas fundamentales de Bolivia por un equipo de expertos convocado por el Ministerio de Culturas en 2009, no obstante que, a su salida, en la década del 30, poetas y periodistas que habían apoyado a la autora y alabado su poesía trataron de disuadirla de volver a escribir en un género dizque reservado a los varones. Antezana valoró el coraje y la entereza de doña Adela, que se oponía a las tendencias clericales y conservadoras de su época, cosa impensable para una mujer de entonces. Su obra literaria, en el contexto de la literatura boliviana escrita por mujeres, la ubicaría en el lugar más visible, según Antezana.
Como pocas mujeres, doña Adela recibió homenajes en vida, como su célebre coronación por el presidente Hernando Siles en 1928 con una corona de oro, de laurel y olivo, que más tarde fue rechazada como garantía prendaria por un banco de entonces.
Doña Adela mereció la atención de personajes como Cesáreo Capriles, que publicó sus colaboraciones en la revista Arte y Trabajo; por Man Cesped, que la conoció en Colomi, donde ambas familias tenían fincas aledañas; y periodistas agudos como Rodolfo Montenegro, todos los cuales se oponían a las tendencias clericales y enemigas del progreso todavía vigentes en el período liberal 1899-1920, que en buenas cuentas se prolongó hasta la posguerra del Chaco.
Dos videos de entrevistas a Virginia Ayllón y a Leonardo García Pabón fueron proyectados durante la tertulia. Virginia Ayllón puntualizó que la obra de doña Adela no se reduce a sus poemas más conocidos: “Nacer hombre” y “Quo vadis”, que la postulan como defensora de la mujer y pionera de la Teología de la Liberación, porque hay otros poemas de su obra “Peregrinando” que se hacen preguntas existenciales sobre la soledad y la muerte, tanto o más importantes que los temas más trillados por la crítica sobre la poetisa. García Pabón resaltó la calidad de la novela “Íntimas”, publicada por Editorial Plural con un estudio escrito por él, porque encuentra con éxito esa voz femenina que exige una narración hecha por una mujer, y por el dialogismo que alterna esa voz con otra masculina.
La tertulia tuvo una asistencia importante de estudiosos, críticos, cientistas sociales y sobre todo maestras del Liceo Adela Zamudio, que fundara la poetisa y que hoy lleva su nombre, como muchos otros establecimientos en el país. La Fundación Torrico Zamudio, el diario Los Tiempos y el Cronista de la Ciudad agradecieron al disertante y a la concurrencia.
Adela Zamudio es más conocida como poetisa, crítica de la sociedad patriarcal y defensora de los derechos de la mujer a través de artículos y una célebre polémica con Monseñor Pierini, obispo de Cochabamba. También se la conoce como maestra fundadora y primera directora del Liceo de Señoritas que hoy lleva su nombre. El Presidente Hernando Siles la coronó como poetisa el 27 mayo de 1927. Dicen sus críticos que denunció la situación de la mujer en una sociedad patriarcal y clerical como la boliviana, que la enfrentó a los líderes conservadores y clericales locales. En todo momento mostró su entereza y lucidez de mujer solitaria frente a la hipocresía de la sociedad colonial y pueblerina, como lo revela en su poema Nacer hombre. De la misma tendencia es El velo de la Purísima, cuento escrito desde sus íntimos sentimientos femeninos sobre la realidad oscura y retrógrada en que vivía. Íntimas es una novela epistolar, con dos sujetos que escriben entre varones y luego entre mujeres. Usó el seudónimo Soledad. 
El 11 de octubre, su fecha de nacimiento, ha sido declarado Día de la Mujer Boliviana. Doña Adela era autodidacta. En 1900 fue maestra en la Escuela San Alberto y Directora de la Escuela Fiscal de Señoritas por un largo período (1905-1920)
Muestra de su prosa es la siguiente: “Llegué oportunamente a la Angostura donde tomé la diligencia. Tenía tiro de remuda y entramos en la ciudad temprano. Un compañero de viaje tuvo la amabilidad de darme un guía que cargara mi maleta y me enseñara la casa de mi hermano. Este muchacho me explicó que el gran silencio de la ciudad tenía por causa hallarse aún casi todas las familias en los balnearios del otro lado del Rocha. Yo pensé que así estaría Pompeya en el momento de la explosión que sorprendió a gran parte de sus habitantes en el circo.
Lo primero que llama la atención en este país es el mal enlosado de las aceras en la generalidad de las calles. Empero, son sus montañas tan azules y sus casas, uniformemente construidas y pintadas casi todas de cobalto pálido, que se alzan bajo un cielo tan risueño y tan benigno, que bien pudiera llamarse la ciudad celeste.” Íntimas, pg. 32. Ed. Plural, 2009.
OBRA.- Ensayos poéticos,1887. Íntimas, 1913. Ráfagas, 1914. Peregrinando, 1943. Cuentos breves, 1943. Novelas cortas,1943.
Karim Taylhardat, en “Siluetas Americanas”, del Centro Virtual Cervantes, destacó lo siguiente: El trabajo constante de Adela en lo literario es un paraje calibrado, «Los rayos de la luna, a través de las dos singulares claraboyas, adquirían la tristeza pavorosa de la mirada de un moribundo», y en sus relatos todo habla e impresiona pensamientos, «El sentido íntimo es un juez corruptible siempre que está llamado a fallar en su propia causa», escritos en el Valle de Cochabamba —la entraña de Bolivia— «Veíanse allí coleópteros togados... Y en torno a esa pléyade brillante, la multitud anónima... —El aire los despierta—»; Zamudio pertenece a una historia donde los seres podían mirar con manos libres en pelea con las «inteligencias simplistas», en ese espacio donde la mujer sólo podía integrarse de dos maneras a lo cotidiano —o en matrimonio o en convento—, y con escasas profesiones —bordar o fabricar sillas para los heridos de guerra—, y leer escogiendo dentro de dos posibilidades —novelas inocentes o periódicos nunca liberales—.
Adela Zamudio atajaría todos los imponderables decidiendo ser maestra. Así como la boliviana Lindaura Anzoátegui, y que firmaba bajo el seudónimo El Novel, el heterónimo de Zamudio fue Soledad, para diarios como el Heraldo (fundado en 1877), con el que adquiriría proporciones épicas al abogar por la supresión de la enseñanza religiosa, y se protegería «de la conservadora, catoliquísima y semifeudal sociedad cochabambina»; una dama que canta y que a sus versos acompaña con una guitarra, y coleccionista de mariposas, un ser inhabitual, constructora de juguetes dramáticos para niños (Violeta o La Princesa azul, El castillo negro), autora de una novela epistolar, Íntimas (1913, en torno al clero corrupto y la hipocresía circundante), y de Ensayos poéticos (1887) y Ráfagas (1914); y por sus versos sería conocida como La Alondra del Valle: «Yo también siento el corazón helado / aunque es joven mi frente todavía», el valle de Cochabamba (donde Jaime Mendoza escribió Los héroes anónimos; y José Revuelta, Cielo y tierra; y Nataniel Aguirre, Juan de la Rosa).
Hacia 1901 aparecen sus primeros relatos (Violín y guitarra, El velo de la Purísima, El Diablo químico, La razón y la fuerza), tras su muerte compilados en Cuentos breves (1943) y en Novelas cortas (1943). En 1901 funda su academia de pintura en Cochabamba («... Para aprender a sentir»), y, en 1916, el Liceo de Señoritas, y que en la actualidad lleva su nombre. Enrique García Belloso expresaría en sus artículos sobre Zamudio: «La pintura, para Adela, fue su violín de Ingres». En 1926 fue coronada por el presidente Hernando Siles («...Vuestra coronación llevará por todas partes el renombre de nuestras letras»), como para olvidar «agravios y tensiones pasadas», y por ser desterrada, durante décadas, de las antologías poéticas de José Domingo Cortés y Benjamín Rivas.
En el epitafio de su tumba, ajena a casi todo lo acontecido, se puede leer: Vuelvo a morar en ignorada estrella, libre ya del suplicio de la vida. En esa ruta de intensidades traicionadas, es lógico que en 1896 iniciara la publicación de un periódico humorístico, El alegre carnaval, íntegramente versificado y anual. Según Gustavo Adolfo Otero, su biógrafo: «Pensó como un cerebro en acción y actuó como una voluntad que piensa.»
LA POLÉMICA CON FRAY PIERINI
En 1913 y 1914 despertó el anhelo de la educación laica al influjo de la reforma educativa emprendida por el gobierno de Ismael Montes y la Misión Belga, encabezada por Georges Rouma. La nueva causa tuvo en Adela Zamudio una defensora tenaz. Rouma había recomendado la supresión de la asignatura de religión en los programas de enseñanza. La Liga de Damas Católicas organizó un Concierto Infantil en el Teatro Achá el sábado de vísperas de las fiestas del 14 de septiembre de 1913 para financiar con esos fondos un Curso Superior de Religión, en desafío al auspicio oficial de la educación laica. Eran niños de 5 y 6 años y les tocó interpretar escenas “un tanto escabrosas” de La Mascota de Audán y La Viuda Alegre de Lehar. Entonces se encendió la chispa, porque doña Adela publicó en El Heraldo del 23 de septiembre su artículo “Reflexiones”, lamentando que los padres de familia confíen la educación moral de sus pequeños sólo a la enseñanza religiosa. Una semana después, El Ferrocarril publicó el artículo “Reparos, de Fray Francisco Pierini, fechado en el Convento de Tarata en 28 de septiembre. Debió ser ofensivo el Tata, porque le salieron al frente el periodista Rodolfo Montenegro y don José Macedonio Urquidi, ambos en El Comercio. En cambio, Alejandro Soruco apoyó a Fray Pierini desde las páginas de El Ferrocarril. Como se verá, el prestigio de la señorita Zamudio subió en tal forma que una década después fue coronada en la Plaza 14 de Septiembre durante el gobierno del Dr. Hernando Siles, hecho único en el país y en el continente.
Los apoyos a la señorita Zamudio no se detuvieron: recibió 300 tarjetas de felicitación por su artículo, según informó La Verdad, de La Paz, y a moción de Ricardo Bustamante, el Consejo Universitario de Cochabamba le confirió un voto de aplauso. Un redactor de El Norte de La Paz echó leña al fuego con estas palabras: “No es de creer que la señorita autora del artículo que critica al Padre Pierini deje sin repuesta los “Reparos” del honrado sacerdote. El artículo de este último ha sido escrito con bastante calor y no corresponde a la cultura que se admira en el artículo de la poetisa cochabambina.”
Claudio Peñaranda expresó su adhesión a doña Adela en La Mañana, de Sucre, calificándola del siguiente modo: “Genial temperamento lírico, cuyas actuales energías de corazón y de cerebro están dedicadas por entero a la noble tarea pedagógica, desde la dirección del colegio oficial de niñas. La palabra autorizada, severa y gallarda de la primera portalira de América, a la vez que la más distinguida escritora boliviana, da en esta ocasión la nota de alarma sobre uno de los males de nuestra sociedad presente: los dañosos rumbos de la moral religiosa, incomprensiva de su misión e inconsciente de su rol educativo, que tuercen los naturales impulsos de la inocencia infantil y pervierten la inteligencia inmaculada de la niñez.” Peñaranda agregaba que “sólo en las escuelas laicas hay la comprensión de la moral verdadera, de la moral humana, y de que toda la intromisión católica dentro del sagrado recinto de los deberes y de las normas de conducta sólo puede producir eso que fue siempre el más fuerte símil bíblico: “las manzanas podridas sobre los sepulcros blanqueados”.
La polémica trascendió a “El Cristiano”, de Santiago de Chile, y los alumnos de la Facultad de Derecho, de Cochabamba, le obsequiaron una pluma de oro a la “primera portalira”.
La Capital, de Sucre, apeló al infalible vitriolo chuquisaqueño para herir a doña Adela en las entrañas: “Puede la poetisa del Tunari ser “la primera portalira de América”; pero no es ella que ha llegado a la edad del desengaño sin formar hogar, quien ha de enseñar a las madres la educación de sus hijas.”
El Diario, de La Paz, manifestó su simpatía por la señorita Zamudio; pero El Ferrocarril, de 24 de diciembre de aquel año volvió a publicar un brulote del “iracundo capellán del convento de Tarata, Fray Pierini, en la cual acusaba a la poetisa de ser la autora de una carta abierta y anónima publicada en La Mañana, de Sucre. La poetisa contestó: “Es usted muy valiente con una señora… que no goza de los prestigios que usted ataca”. Las palabras que siguen son épicas: “Lo que evidentemente irrita a usted es que una cualquiera, como yo, una mercenaria que gana el pan, tachada, además, de irreligiosidad, se haya atrevido a denunciar un error de matronas piadosas, ricas e influyentes. Si esa es la moral católica, que usted tanto encomia, yo no la profeso, ni la enseñaré jamás a mis alumnas. Yo profeso la moral humana, la inmutable, la que aquilata la virtud donde se encuentre, humilde y desconocida, y condena el error sea quien fuere el potentado que ha caído en él. Aunque no lo expresa usted, da a entender que, como maestra, me considera indigna y peligrosa… porque no me he dedicado a escribir salves y novenas. Bien se ve que le duelen hondamente los títulos de escritora y de poetisa que me arroja usted a la cara con marcada ironía. No acierto a comprender qué tiene que ver un fraile con personalidades literarias de un país que no es el suyo.”
El Comercio, de Cochabamba, no se ahorró epítetos para Fray Pierini y para sus artículos “mal escritos”, que ultrajaron torpemente a “la más alta gloria nacional”. Lo acusa de ser cultor de la “hipocresía jesuítica” y de ser un “fraile díscolo y mentecato”. “Lo más extraño es que un fraile extranjero ultraje a una distinguida dama, que es el orgullo nacional, y también ultraje al Venerable Obispo, a quien le adjudica el calificativo de Juan Lanas. Ese fraile que, abusando la generosa hospitalidad que le presta el país, no tiene derecho para tomarse la libertad de injuriar y difamar lo más casto y respetable que tenemos.” Pierini había dicho que cualquiera de los profesores de sotana larga valían más que Adela Zamudio, y El Comercio le contestó: “Pues, sepa el díscolo Reverendo que en nuestro concepto que es el de la mayoría del país en que medra, Adela Zamudio vale más que él y todos los frailes reunidos del mundo.”
El Tiempo, de Potosí, dijo que la señorita Zamudio “lanzó una clarinada de lucha contra una mala educación llevada a cabo en algún colegio de Cochabamba, buscándose la inemistad (sic) de las señoras, clérigos y algunos jesuitas de leva corta, enemistad fatal y persistente. Pero aconsejamos a la señorita Zamudio que agradezca esa guerra; pues, está labrándole su pedestal de gloria.”
Claudio Peñaranda advirtió, en La Capital, de Sucre, los aprestos de “el Pierini de La Paz, el demagógico jesuita Francisco de la Cruz, reputado como cuervo de primera clase entre las aves de presa de la Compañía… (que) afila pico y uñas para iniciar su campaña en la capital de la República”.
Estos aprestos precipitaron el clamoroso respaldo a doña Adela de personalidades como Franz Tamayo, Tomás Manuel Elío, Bernardo Trigo, Rodolfo Soria Galvarro, Rosendo Villalobos, Pedro Aniceto Blanco, Gregorio Reynolds, Emilio Finot, Juan Francisco Bedregal, Abel Alarcón y Raúl Jaimes Freire, entre muchas otras.
A estas alturas, la polémica se había prolongado a enero de 1914, y los detractores y detractoras de doña Adela no declinaban la contienda. La Capital, de Sucre, acusó a la señora Zamudio “de recomendarse ante el gobierno, como si tuviera necesidad de actos indignos para sostenerse en su empleo de maestra de escuela”; de chismear “al Padre Pierini ante el Partido Liberal, ante el gobierno y particularmente ante el señor Montes, presentando al humilde franciscano como a un conspirador implacable, como a un rebelde y traidor al progreso boliviano.”
En fin, las damas cochabambinas, cuyos maridos no coincidían con ellas, entregaron una cruz de oro como reconocimiento a Fray Francisco Pierini. Lo importante es que doña Adela sólo había publicado el artículo inicial y una “Carta Abierta” para hacer frente a las acusaciones de Pierini; pero el 20 de marzo de 1914 publicó dos artículos titulados “Temas Pedagógicos”, en los cuales denunció el perjuicio que ocasionaba la ausencia de educación secundaria para mujeres. Poco después, en agosto de 1914, publicó el artículo “Por una enferma”, escrito con una intensidad digna de Edgar Allan Poe o de Villiers de L’Isle Adam (tal como lo sugiere Eduardo Ocampo Moscoso), que denuncia las consecuencias del claustro a la que fue sometida la monja Josefa Bascopé: “Desde el momento en que, por el engaño o por la fuerza, fue introducida en ese recinto (el convento), el universo quedó reducido para ella a esas cuatro paredes y al pedazo de cielo que alcanza a ver sobre su cabeza. ¡Una cárcel dentro de otra cárcel! ¡Una tumba dentro de otra tumba.”
El diagnóstico prejuicioso de la Superiora la ha calificado como enajenada, y entonces doña Adela pregunta: “¿Qué es, pues, sépalo el público por fin, qué es la hermana Josefa? Si es una religiosa, debería tener su puesto al lado de sus hermanas, en el claustro, en el coro, en el refectorio. Si es una enajenada, por qué no intentar su curación fuera del claustro? Si es una criminal, existe un ministerio público que puede juzgarla. Criminal.”
La hermana Josefa Bascopé había ingresado al claustro en la adolescencia; tenía apenas 31 años cuando vivía recluida en una celda oscura por una vaga acusación de demencia. Era una mujer marchita y desdentada, y su único afán había sido tejer un velo con los cabellos de niña que había guardado hasta entonces.
Era una acusación muy dura contra las monjas clarisas, a tal punto que el Fiscal del Distrito, Isaac L. Beltrán, investigó el asunto, pero concluyó que Sor Josefa estaba “rematadamente loca” y que era innecesario redimirla de su prisión, “lo que quiere decir que estaba destinada a morir en el pequeño manicomio que se ha construido en el interior de su convento”, según palabras de doña Adela.

NACER HOMBRE

Cuánto trabajo ella pasa
Por corregir la torpeza
De su esposo, y en la casa,
( Permitidme que me asombre).
Tan inepto como fatuo,
Sigue él siendo la cabeza,
Porque es hombre!
________________________________________
Si algunos versos escribe,
De alguno esos versos son,
Que ella sólo los suscribe.
(Permitidme que me asombre).
Si ese alguno no es poeta,
Por qué tal suposición
Porque es hombre!
________________________________________
Una mujer superior
En elecciones no vota,
Y vota el pillo peor.
(Permitidme que me asombre).
Con tal que aprenda a firmar
Puede votar un idiota,
Porque es hombre!
________________________________________
El se abate y bebe o juega.
En un revés de la suerte:
Ella sufre, lucha y ruega.
(Permitidme que me asombre).
Que a ella se llame el "ser débil"
Y a él se le llame el "ser fuerte".
Porque es hombre!
________________________________________
Ella debe perdonar
Siéndole su esposo infiel;
Pero él se puede vengar.
(Permitidme que me asombre).
En un caso semejante
Hasta puede matar él,
Porque es hombre!
________________________________________
Oh, mortal privilegiado,
Que de perfecto y cabal
Gozas seguro renombre!
En todo caso, para esto,
Te ha bastado
Nacer hombre.

¿QUO VADIS?
Sola, en el ancho páramo del mundo,

Sola con mi dolor,
En su confín, con estupor profundo
Miro alzarse un celeste resplandor:
________________________________________
Es El! Aparid6n deslumbradora

De blanca y dulce faz,
Que avanza, con la diestra protectora
En actitud de bendid6n y paz.
________________________________________
Inclino ante El mi rostro dolorido
Temblando de ternura y de temor,
Y exclamo con acento conmovido:

-¨A d6nde vas, Señor?
________________________________________
- La Roma en que tus mártires supieron
En horribles suplicios perecer
Es hoy lo que Los césares quisieron:
Emporio de elegancia y de placer.
________________________________________
Alli está Pedro. El pescador que un día
Predicó la pobreza y la humildad,
Cubierto de lujosa pedrería
Ostenta su poder y majestad.
________________________________________
Feroz imitador de Los paganos,

El Santo Inquisidor

Ha quemado en tu nombre a sus hermanos...

¨A dónde vas, Señor?
________________________________________
Allá en tus templos donde el culto impera
Oué hay en el fondo? O lucro o vanidad.
Cuán pocos son los que con fe sincera
Te adoran en espíritu y verdad!
________________________________________
El mundo con tu sangre redimido,
Veinte siglos después de tu pasión,
Es hay más infeliz, más pervertido,
Más pagano que en el tiempo de Nerón.
________________________________________
Ante el altar de la Deidad impura,
Huérfana de ideal, la juventud
Contra el amor del alma se conjure
Proclamando el placer como virtud.
________________________________________
Las antiguas barbaries que subsisten,
Sólo cambian de nombre con la edad;
La esclavitud y aun el tormento existen
Y es mentira grosera la igualdad.
________________________________________
Siempre en la lucha oprimidos y opresores!
De un lado, la fortuna y el poder,
Del otro, la miseria y sus horrores;
Y todo iniquidad... Hoy como ayer.
________________________________________
Hoy como ayer, Los pueblos de la tierra
Se arman para el asalto y la traición,
Y alza triunfante el monstruo de la guerra
Su bandera de espanto y confusión.
________________________________________
Ciega, fatal, la humanidad se abisma
En Los antros del vicio y del error.
Y duda, horrorizada de sí misma...

¨A dónde vas, Señor?

ALICIA D’ARLACH DE BLANCO GALINDO
A un año de la guerra del Chaco, fundó en Cochabamba el Patronato de Huérfanos de Guerra, y poco después, las Religiosas de la Cruzada Pontificia se hicieron cargo de los varones y las Madres Alemanas, de las niñas. Este esfuerzo fue secundado por damas y caballeros de nuestra ciudad que daban sus aportes mensuales; entre ellos, el ex Presidente Eliodoro Villazón, que era tesorero y la señora Elsa Anaya de Morales, madre de Juan Antonio Morales, la secretaria, ambos ad honorem. Un inmueble destinado a albergar a las niñas fue donado al Obispado y se adquirió otro inmueble para los niños.
Al término de la guerra, se organizó el Patronato con carácter nacional y esta noble señora fue Presidenta de la institución en Cochabamba por 14 años, siempre ad honorem. En 1934, había sido fundadora y presidenta de la Acción Católica y en 1948 fue elegida Concejal Municipal, siendo la primera mujer en ejercer esa responsabilidad.
Una nota firmada por Ma. Irma Revollo en 1941, a nombre de las huérfanas de La Providencia y La Cruzada Pontificia, le comunica que ya ejerce su profesión y añade: “Ni la distancia que nos separa ni los años que pasan me harán olvidar el inmenso favor que me ha hecho no sólo a mí sino también a mis demás compañeras, por quienes agradezco y por mi intermedio siempre desean que haga llegar sus gratitudes”.
Se llamaba Alicia d’Arlach y fue hija del escritor tarijeño Tomás O’Connor d’Arlach y de Aurora Velasco. Se casó en 1915 con el entonces coronel Carlos Blanco Galindo, cuya Presidencia en 1930 será recordada por la incorporación de la Autonomía Universitaria en el referéndum de ese año y la Constitución de 1931.
Por su celo y generosidad, fue distinguida por el Concejo Municipal de Cochabamba y fue declarada Hija Predilecta del Beni por su labor ejemplar durante la inundación que asoló ese departamento en 1947. El Papa Pío XII la condecoró por sus trabajos de apostolado y el Gobierno de Gran Bretaña le dio el título de Lady.

BERTHA ROSA TARDÍO GUZMÁN

Una infancia y una juventud doradas no permitieron vislumbrar la atribulada vida de Bertha Rosa Tardío Guzmán a pocos años de secundar con toda decisión los emprendimientos de su esposo, Carlos Canelas Canelas, sujetos a los duros vaivenes de la política. Había nacido en Venecia el 25 de abril de 1911 en uno de los viajes de sus padres, Alberto Tardío Quiroga y Josefa Guzmán Aguirre; recibió el bautismo en la Basílica Metropilotana Patriarcale di San Marco el 3 de mayo y fue inscrita en el registro civil de esa ciudad el 8 de mayo del mismo año. Quizá por eso, cuando era niña y sus primos le preguntaban su nombre respondía:  "Bertha Rosa de Venecia". Tuvo un solo hermano, Enrique, y muchos primos: Jaime, Jorge y Celia Rojas Tardío;  Alberto y Germán López Guzmán, Joaquín, Elvira y Florencia Aguirre, Teresa, Alicia y Virginia Blanco Tardío; Julio, Mario y Gonzalo Guzmán Morales, entre otros. Era joven y soltera cuando perdió a su padre y colaboró a su madre en la administración de una propiedad ubicada en Colomi, que la familia había heredado de su tío Nataniel Aguirre. “Vecinos de la región comentaban que la veían pasar, fusta en mano, conduciendo un carruaje, coincidiendo, además, todos ellos en destacar su belleza”, recuerda uno de sus hijos. Su abuelo Luis Felipe Guzmán Achá (1839-1919) fue Cancelario y Rector de la Universidad de San Simón (1896 y 1906) y prestigioso munícipe. Era descendiente de José Vicente González de Prada, último Gobernador Intendente de la Provincia de Cochabamba, nieto de Bartolomé Guzmán, héroe del 14 de septiembre de 1810 y de la Batalla de Aroma y cuñado del ex Presidente José María de Achá. Dejó, entre otros, un libro valioso, Instrucciones para la vida campesina (Imprenta El Heraldo, 1890), que preservó la devoción de sus nietos y bisnietos y fue publicado con el título de La Tradición en Cochabamba en la Biblioteca IVº Centenario, de la editorial Los Amigos del Libro.
Se casó con Carlos Canelas Canelas, fundador de este matutino junto a sus hermanos Demetrio y Julio César, y tuvo siete hijos: Carlos, Eduardo, Alfonso, Gonzalo, Fernando y Enrique. Su primogénita murió en la década del 50 al mes de nacer. Se iniciaban tiempos duros con el asalto y destrucción de Los Tiempos en 1953. Como a sus hermanos, el régimen detuvo a don Carlos y doña Bertha Rosa tuvo que afrontar esa difícil etapa al mando de su familia y de su maltrecha economía. Los esposos Canelas Tardío habían fundado la Hacienda La Angostura, primera productora de leche de la región y Editorial América, pero el destino les deparaba una obra mayor: la reconstrucción de este matutino que reanudó sus ediciones el 19 de julio de 1967. 
Hoy la numerosa familia Canelas Tardío ha proseguido y diversificado la noble labor de sus progenitores, honrando la memoria de don Carlos y recordando el valor y la entereza de doña Bertha Rosa Tardío Guzmán.

MARÍA VALENZUELA CÓRDOVA
No hay que escarbar mucho para descubrir que doña María del Rosario Valenzuela Córdova dejó intensos recuerdos en mucha gente, como la madre nutricia que un día conoció en Vila Vila al ingeniero de ferrocarriles Francisco Zannier Toniati, que había nacido en Udine, Italia, y luego se vino a vivir a Cochabamba, donde compró una hectárea de terreno a un costado de la Estación Cochabamba-Santa Cruz, junto al Molino El Gallo, hoy centro comercial. De ese modo nacieron Humberto, Víctor, Yolanda, Elena, Aida, Hugo, Francisco y Teresa Zannier Valenzuela. Yolanda se casó con el escritor y periodista Amado Canelas Orellana; Elena, con el abogado y periodista René Rocabado Alcócer; Aida, con el poeta Antonio Terán Cavero; y Teresa con el periodista de radio y televisión Hugo Maldonado Justiniano. De los hijos, Humberto fue ingeniero de minas y gerentó la Empresa Huanuni, de COMIBOL, entre otras empresas; Víctor fue el más conocido como temprano ejecutor de la reforma agraria y la toma de haciendas, como periodista e intelectual de prestigio y por su vinculación con el tránsito del Diario y las manos del Che a Cuba; Hugo fue pionero de la telefonía en Cochabamba y Francisco fue ingeniero agrónomo, también muy conocido. De modo que doña María tuvo no sólo hijos sino yernos muy conocidos. Nació el 7 de octubre 1909 y falleció el 6 de mayo de 1983. Los jóvenes de la época (hoy todos bordean los 80) recuerdan a doña María como una mujer generosa y maternal que tenía la mesa tendida y abierta para todos. Llegaron dos ingenieros Zannier y fundaron las dos ramas de la familia. El esposo de María murió a las 47 o 48 años y ella fue el sustento de su familia, que la recuerda como “muy responsable, trabajadora, querendona, una fiera para defender a sus hijos y a sus yernos, que vivieron en la casa. “El Soldado (Antonio Terán) dijo en su entierro que era su segunda madre. Aun con el René Rocabado, que era un renegón, se llevaba muy bien”, recuerda su hija Teresa. Cocinaba muy rico. Humberto Orellana, a quien de cariño le decimos el Panzalo, decía que cualquier cantidad de k’asioqos (tragadebaldes) iban a comer a la mesa de doña María. La casa de la familia estaba situada en la 25 de mayo final, hoy Francisco Velarde, junto a los molinos. Vecinos eran Enrique y Antonio Araníbar, recuerda Teresa.

JULIA CAVERO CANDIA
1900-1990
Doña Julia fue profesora de primaria toda su vida. Se entregó a la educación de sus pequeños alumnos en la Escuela Rafael Canedo y sintió un dolor inicial muy grande cuando la cambiaron intempestivamente a la Escuela Wilge Rodríguez, pero no sería el único traslado que sufriría en su carrera, pues también fue preceptora en la Escuela Adela Zamudio, ubicada por entonces en diversos domicilios de alquiler en las calles Bolívar, Calama, 16 de julio y otras próximas al Mercado 27 de mayo, hasta que sus hijos le construyeron casa propia cuando fueron profesionales.
El sueldo ínfimo de educadora no alcanzaba para mantener la casa y entonces doña Julia recibía ropa ajena para lavar y enseñaba a sus pequeños hijos a cocinar en los antiguos fogones de carbón: a qué hora se debía poner a hervir el hueso, la papa, el recado que se compraba a diario del Mercado, pues la familia vivía a pocas cuadras de él.
Doña Julia era casada con Manuel Terán Cornejo, sastre cortador de oficio, con estudios en Buenos Aires, vinculado a la prestigiosa familia Terán, abundosa en médicos y otros profesionales. Su hermano Luis fue ideólogo del Partido de la Izquierda Revolucionaria y Director Departamental de Educación y Raimundo Terán fue uno de los más prestigiosos ginecólogos de su época. Familia aiquileña.
La pareja tuvo varios hijos: José Antonio, Óscar Manuel, Carlos Ramiro, Ruth Amanda y Gloria Nancy. Quién diría que, con el tiempo, los dos primeros estudiarían Derecho, como era habitual por entonces, y que el primero, Antonio Terán Cavero, sería Premio Nacional de Poesía “Yolanda Bedregal”, luego de ganarse el apodo de Soldado porque concurría a las reuniones de los poetas de la segunda generación de Gesta Bárbara con el atuendo del cuartel y a recitar sus primeros versos. Hoy es quizá el poeta vivo más grande de país junto a Eduardo Mitre, pero su hermano Óscar Manuel resultó un abogado y sociólogo de prestigio, hombre de vastas lecturas, puntilloso, preciso y excelente expositor académico en la cátedra de Sociología, de la Facultad de Derecho, a la cual renunció cuando los estudiantes desarrollaron una “revolución universitaria” que ahuyentó a una generación de catedráticos humanistas, dotados de una cultura sorprendente por su amplitud. Más tarde fue síndico del Lloyd Aéreo Boliviano y asesor jurídico de instituciones y colegios profesionales de prestigio, en tanto que Antonio reunió en sí no sólo una musicalidad y tono muy particulares para su poesía, sino también la formación profesional en la noción de servicio público, tomada de Duguit y Hauriou, que le permitió ser un antiguo y meritorio municipalista, con una amplia foja de servicios en la Alcaldía y en el Concejo Municipal de Cochabamba.
Antonio estudió en la Escuela Facundo Quiroga, en los colegios Sucre y Bolívar y en el Nocturno Rigoberto Mendoza, de donde salió bachiller. A la muerte de doña Julia, que alcanzó los 90 años de edad y sobrevivió a su esposo, Antonio Terán Cavero, el Soldado Terán, le escribió dos sonetos memorables.

SONETO 1
Oh Dios llévatela tiene derecho
A desandar el mundo que le diste
No hagas sucia su muerte ni hagas triste
su tránsito del limo hasta tu pecho

Está sola y con miedo está deshecho
El orgullo que fue si tú pariste
Su camino tan largo y permitiste
Que su luz perfumara tu barbecho

Deja al menos que duerma y se disuelva
Con su propio perfume y que despierte
En el eterno pulso de la selva

En su cuerpo en reposo quiero verte
Y viéndote quizá así te absuelva
De tanta iniquidad y tanta muerte.

De aquel umbral sediento (libro de sonetos)

A la madre
Aunque duermas capullo en la madera
Que del polvo te salva a cielo abierto
Tu cuerpo ya en estrella y en mi huerto
Todavía tu sombra jardinera

Tenme manos y pies mientras espera
Recoger sus pedazos el desierto
Hueco de tu regazo y dame puerto
En el aire que endulza tu pradera

Tal vez así tangible a mi agostado
Belfo la leche vuelva que he mamado
Con la primera luz de los espejos

Y en otro vientre constelado lejos
Transitemos de nuevo dos reflejos
Hijo en su madre amada con su amado

TERESA ANAYA ARZE

Es la hermana más joven de un clan memorable. Tiene 95 años y la vista débil, pero pasa los días leyendo con una lupa gigantesca, instalada en un escritorio por el amor de sus hijos; y, como tiene una memoria prodigiosa, recita para mí “Este país tan solo en su agonía”, de Gonzalo Vásquez Méndez y me dice: “Estoy memorizando los poemas de Gonzalo Vásquez, ¿lo conoció usted?”
Ha sido la esposa de un diplomático de carrera, para destacar tan sólo dos cualidades un hombre fino y honrado, Gustavo Medeiros, y tiene tres hijos: Gustavo, pintor y arquitecto; María Teresa, doctora en Literatura y Carmen, antropóloga, todos Medeiros Anaya, que es una junta de dos linajes, uno que se remonta a los Oidores de la Audiencia de Charcas y el otro, a dos inquietos jóvenes de apellido Anaya que llegaron al Convento de San Francisco, de Tarata, y más tarde fundaron esta prestigiosa familia.
Teresa Anaya Arze ha tenido una abrumadora calidad de padres y de hermanos: es la hija menor del Dr. Franklin Anaya Ferrufino, ejemplo de probidad humana y honradez profesional, y de María Arze Ustáriz, perteneciente a otro clan memorable para la historia de las ideas y movimientos políticos en Bolivia. Es descendiente de ese binomio Arze-Anaya que introdujo el pensamiento revolucionario en Bolivia cuando los miembros de esa familia eran adolescentes. Teresa secundó la labor diplomática de su esposo y desarrolló una cultura superior, que todavía hoy le sirve para juntar un grupo de damas para darles conferencias sobre arte y escuelas filosóficas, sobre grabado en vidrio y sobre una especialidad que con el tiempo se ha convertido en un arte mayor: la pintura en porcelana.
Teresa Anaya Arze es la memoria inagotable de su familia. Conversar con ella es asombrarse de la precisión de sus recuerdos sobre una vida de culto al legado que recibió por padre y madre.


ADELA QUINTANILLA DE TERÁN
“Y tú Adelita? ¿has cumplido tu propósito de escribir en el campo? ¿Concluiste la novela que escribías? Dame noticias tuyas a este respecto q. las ansío mucho”. Así le escribía Adela Zamudio a su tocaya, Adela Quintanilla de Terán el 12 de septiembre de 1917. La escritora era desconocida hasta el año 2000, porque los originales mecanografiados permanecieron inéditos más de 80 años hasta que la devoción de Carlos Soria Galvarro, el nieto, los rescató del olvido. La novela se llama Entre el amor y el deber y la edición prima está precedida por apuntes biográficos firmados por Carlos. Por ellos sabemos que Adela Quintanilla Guzmán nacio en Cochabamba en 1886 y fue discípula, amiga y colega de Adela Zamudio. Se casó con Felipe Terán en 1908 y sus cinco hijos nacieron en Oruro. Compartió con intelectuales de la talla de Man Cesped, José Macedonio Urquidi, Fabián Vaca Chávez, Demetrio Canelas y Casto Rojas. Raúl Quintanilla y Rodolfo Montenegro eran sus parientes cercanos. Montenegro era un periodista de visión aguda e iconoclasta de la sociedad patriarcal de su tiempo, y muy amigo de Adela Zamudio.
Su experiencia pionera en el periodismo escrito por mujeres está dispersa en El Industrial, de Oruro y las revistas Eco, del Ateneo Femenino de La Paz y Letras, de Cochabamba.
Entre el amor y el deber “es un relato de corte feminista y romántico, que contiene bellas e interesantes pinceladas sobre las primeras décadas del Siglo XX y sobre un sector de la sociedad boliviana de ese tiempo, la minoría culta y adinerada de las ciudades bolivianas, principalmente Oruro, uo de los bastiones del auge de la minería del estaño”, dice Carlos Soria Galvarro.
Adela Quintanilla de Terán dejo tres hijas: Gabriela, Alicia y María Luisa Terán Quintanilla (perdió a dos hijos en la guerra del Chaco: Carlos Felipe y Jaime Augusto;, y 6 nietos: Eduardo, Irma, Aida, Carlos, Sonia y Jaime Soria Galvarro Terán (2 murieron: Juan Carlos y Bertha. Murió en octubre de 1935 antes de cumplir los 50 años, cuando se iniciaba la posguerra del Chaco.

ALICIA TERÁN DE DICK
Hija de Adela Quintanilla de Terán, fue cultora del quechua, fundadora de la Academia Regional de Quechua Cochabamba y profesora del idioma en la educación superior. Una vez más la devoción de su sobrino, Carlos Soria Galvarro , salvó del olvido valiosos trabajos que doña Alicia escribió entre 1950 y 1989, que abarcan ensayos, narraciones, poemas, artículos y traducciones al quechua de autores universales como Rabindranath Tagore (Rabindranath Tagorejjpa Ñisqan) y nacionales como Lázaro Moira, Jorge Calvimontes y Florencio Torrez Guzmán, además de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la Declaración de los Derechos del Niño. Ya en 1944 había publicado el Nuevo método de lectura para las escuelas rurales de Bolivia, seguido de Nuestro Mar (1969), Tarpuy (1975) y Muju (1979); los dos últimos son manuales de enseñanza del quechua.
Doña Alicia nació en Oruro en 1920; su Nuevo Método recogió las experiencias de alfabetización en quechua que desarrolló en Caihuasi antes de cumplir los 24 años y fue autorizado como texto oficial para la enseñanza de la lectura y escritura en las escuelas campesinas por el propio Presidente Gualberto Villarroel. De este libro se imprimieron 120.000 ejemplares. Enseñó el quechua en la Escuela de Servicio Social por casi dos décadas a partir de 1949 y en la Facultad de Humanidades de la UMSA en el período 1973-1978 (su alumno fue Víctor Hugo Cárdenas, entre otros).  Siguió con la misma cátedra en la Universidad Católica, en Cochabamba (1980-1987). Fue cofundadora del grupo Qollasuyujj Siinkuna junto a Ángel Herbas Sandoval, antecedente de la Qhuchapampa k’itjpa ayllu simin (la Academia del Quechua). En Ankalli sostiene que el quechua tiene fuerza y vitalidad para legislar, leer y escribir, hacer traducciones y, sobre todo, escribir ensayos científicos. Al respecto, alguna vez le preguntaron a Pedro Miguel Etxenike, Premio Max Planck, Premio Príncipe de Asturias, Premio Príncipe de Viana (“y no sé cuántos más... un genio... no como otros”, me escribe Miguel Sánchez-Ostiz) cómo explicar física nuclear en euskera y contestó: “Para ello sólo hacen falta dos cosas: conocer la teoría de la relatividad y saber hablar euzkera”. Como dice Carlos Soria Galvarro al valorar el esfuerzo del profesor Ángel Herbas Sandoval para transcribir a la computadora el libro Ankalli, “ambos (Alicia y Ángel) aman el quechua y son bien k’ullus (familiarmente testarudos). Están convencidos que no aran en el mar”.

LUCY ARGANDOÑA DE CÉSPEDES
Recuerdo con ternura y cariño la serena belleza de doña Lucy Argandoña de Céspedes, cuya sonrisa repartía una luz de optimismo que le duró hasta sus últimos días. Se casó con el Dr. Hernán Céspedes Espinoza, compañero de sus días, y tuvo dos hijos: Guido, que fue mi condiscípulo, Ministro de Estado, experto internacional y economista brillante; y Hernán, técnico industrial y brillante profesional.
Éramos chicos cuando el profesor nos llevó a conocer el Instituto de Audiología, que ella había fundado por devoción a Hernán, el segundo de sus hijos, que nació con discapacidad en el oído pero con una inteligencia que lo hizo abanderado del Tecnológico en 1973 cuando estudió y se graduó como Técnico Industrial. Éste fue, sin duda, un mérito suyo pero también un milagro de amor, como tituló el padre del niño, el Dr. Hernán Céspedes Espinoza, una “Historia del instituto de Audiología” publicada en sus Bodas de Oro (1957-2007).

Luego de confirmar el diagnóstico de sordera por anulación del nervio auditivo en el Instituto Nacional de Audiología de México DF, doña Lucy recibió capacitación en el Centro de Docentes de Parque Lira, donde aprendió el Método Oral Puro y la Clave Fitzgerald para ordenar el lenguaje, y recibió asimismo la lección más importante: las madres de niños sordos tienen que ser las primeras maestras. Ya en Cochabamba, improvisó una “escuelita” en el garaje de su casa y allí dio las primeras lecciones de desmutización; trabajó con familias de escasos recursos y luego de innumerables esfuerzos tuvo local propio en la esquina Suipacha y General Achá, hoy el edificio del Instituto de Audiología, el primero fundado en Bolivia el 20 de agosto de 1957, al inicio al cuidado de las Madres de Santa Ana y hoy de las Hermanas Vicentinas. Así se fundó la “Casa del Sordo Boliviano”, que hoy tiene docentes especializados en universidades de Buenos Aires y el Instituto Oral Modelo, centro piloto en Latinoamérica. Doña Lucy siempre destacó el apoyo del Dr. Jorge Rojas Tardío, del Dr. Eduardo Velásquez y del Grupo de Damas Voluntarias a su emprendimiento. El fruto fue tener sordos con el don de la palabra articulada, que se emplearon en tipografía, industria y comercio, con dos docentes en la Escuela Nocturna de Capacitación de Sordos Adultos, equipada con talleres de mecánica, soldadura y oficios varios y dispensario médico, que también fundó doña Lucy en 1974 (en 1971 fundó la Federación Boliviana de Sordos y su aspiración mayor fue crear el primer Instituto Tecnológico para sordos adultos).
Con el tiempo siguió un Curso de Clave Fitzgerald y Logopedia, Buenos Aires, entrenamiento en Técnicas de desmutización en la John Tracy Clinic, EU, y asistió a seminarios y congresos mundiales y experiencias en Estados Unidos y Barcelona sobre metodología del sordo adulto. En sus recuerdos, destacaba un Congreso mundial en Washington organizado por puros sordos rehabilitados, con la asistencia de sordos de todo el mundo que confraternizaron a través del Método de Comunicación Total. Pero al mismo tiempo calificaba como la mayor recompensa la rehabilitación completa de Hernán, primer Bachiller de Bolivia, primer Técnico Industrial y abanderado en el Tecnológico. Hernán fue Jefe de Producción Industrial de la Fábrica Dillman S.A. y docente de la Escuela de Sordos y Adultos, donde planificó las ramas de estudio. Se casó con Daysi Zeballos y tuvo dos hijas que estudiaron en el Instituto Laredo e integraron la Orquesta Sinfónica de la universidad norteamericana donde estudiaron.  “Cosas raras de la vida. Secretos insondables del destino: el papá Hernancito sordo. Las hijas con dominio y conocimiento musical”, dice su papá y agrega: Hernancito “recibió su destino con mística resignación. Emprendió la vida con constancia y valor. Fue un ejemplo de generaciones y un maestro de la lealtad con los sordos. Nunca masculló las desgracias ajenas porque antes que llegue a sus labios cooperaba para resolverlas. Intuyo que nunca se quejó de ser sordo, porque en la cuantificación de las valoraciones humanas, hay compensaciones que alivian las desesperanzas. Y, Hernán… todo recibió de su familia.”
Doña Lucy Argandoña nació en Sucre el 15 de noviembre de 1930. Estudió en la Escuela Profesional, de Sucre y desarrolló todas sus actividades en Cochabamba. Maravillosas sus palabras finales:  “Cuanto he hecho en mi vida, ha sido guiada por altos ideales de solidaridad y humanitarismo, que no anhela ganar el cielo ni granjear honra en la tierra”.


AMALIA RAMÍREZ
Se la recordará por haber creado el Día del peatón y la bicicleta como Presidenta del Comité Cívico Femenino con el apoyo del Municipio y del Dr. Christian von Blat; desarrolló programas de capacitación en manejo de basura, manejo sanitario de alimentos, prevención de alcoholismo y drogadicción y defensa del Parque Tunari, pero todavía está pendiente una iniciativa suya: la de convertir a Cochabamba en “Una ciudad sin ruido”, cosa que no ocurre ni en el Día del Peatón, en el cual las autoridades cometen y permiten un grado de contaminación auditiva alarmante.
Se llama Amalia Ramírez Morales; nació en Cochabamba el 1º de noviembre de 1936; es hija de Fernando Ramírez Velarde, autor de la novela Socavones de Angustia y de Amalia Morales Achá, que tuvieron cuatro hijos: Amalia, Sonia, Sylvia y Juan Carlos. Ramírez Velarde fue un escritor muy recordado por su sensibilidad social; murió cuando Amalia tenía 12 años y determinó que la familia fuera conducida por mujeres. Estudió en el Colegio Irlandés, en la Academia Técnico Comercial, en las Universidades NUR y Evangélica y le fue otorgada una beca de capacitación en voluntariado del Overseas Education Fund de Washington D.C. Tiene numerosos reconocimientos de la Prefectura, la Alcaldía y el Ministerio de Salud. Fundó y fue primera Presidenta de la Federación de Mujeres Bolivianas, de Santa Cruz, Presidenta de las Damas Cochabambinas y fundadora  del “Costurero del Niño”.Su vocación por el teatro le deparó papeles principales en El zoo de cristal, de Tennessee Williams, La visita de la Vieja Dama, Bodas de Sangre, La Dama del Alba y Yerma, de Lorca. Su director favorito es René Hohenstein. Se casó en 1955 con Jaime Unzueta Vila (+) y la pareja tuvo tres hijos: Jaime, Fernando y Tatiana. Amalia tiene 11 nietos y 1 bisnieta.
Doña Amalia tuvo que vencer los espacios  y límites reducidos que nuestra sociedad  solía y todavía suele constreñir a la participación de las mujeres.La misión estratégica que se propuso fue demostrar al Comité Cívico masculino que el femenino sea aceptado como socio solidario y no solamente honorario y que trabaje con presupuesto para desarrollar a plenitud su trabajo de voluntariado.

PAULINA RICO DE RIVERA
“En carnavales se disfrazaba de varón y cantaba tocando la guitarra. También componía música boliviana”, recuerda su hijo Tomás mientras me muestra fotografías de esta bella señora de Sacaba, que enviudó joven y se consagró a la crianza y educación de sus cuatro hijos: María, Tomás, Eduardo y Juan Bosco. “La operaron del riñón y entonces le dijo al cirujano: Juan Rivera y usted son las únicas dos personas que me han visto desnuda”, recuerda su hijo el coronel Tomás Rivera Rico, quien fue comandante del Regimiento Rangers acantonado en Montero y tuvo que marchar al exilio por su posición progresista y contraria a la dictadura de Banzer.
Se llamaba Paulina Rico Díaz, nació el 5 de febrero de 1910 y falleció el 30 de septiembre de 1975. Se casó con Juan Rivera Morales, quien fue Notario de Fe Pública y Oficial Mayor de la Alcaldía, en Sacaba. Murió en 1950 a sus 50 años, cuando su hija mayor tenía sólo 11 años.
¿Cómo afrontó doña Paulina la crianza de sus hijos al verse sola? Su mamá tenía tierras en Huayllani y doña Paulina trabajaba como agricultora. “Atendía una chichería en casa para mantenernos. Mi hermana María era profesora y luego trabajó en el Impuesto a la Chicha. Yo y mi hermano Eduardo nos fuimos al Colegio Militar a la edad de 16 años. Él fue a mi graduación y decidió quedarse. Hoy es coronel jubilado, como yo. Doña Paulina era muy querendona para atender a la gente, se quitaba de la boca para dar, era regalona hasta nomás. Nos decía: Somos Rico de apellido y pobres de verdad. Tocaba guitarra y componía canciones que conserva mi hermano Eduardo. En carnavales se vestía de hombre con guitarra; como era respingada y alta, de inmediato la reconocían. Falleció en Cochabamba y la íbamos a enterrar aquí, pero en Sacaba exigieron que lleváramos sus restos y amenazaron con sacarla del Cementerio General; así que está enterrada en Sacaba”, dice Tomás. “Crió una perra que bailaba cueca con ella en el patio, parada en dos patas. Cuando mi mamá falleció, esa perra se metió bajo la cama de ella hasta morirse. También tenía un cordero que le regalaron unos ahijados de matrimonio, y la seguía al mercado como su mascota, como un perrito. La casa tenía tres patios, vivíamos en el primero, en el segundo criábamos patos, pavos, pollos, conejos, y en el tercer patio teníamos chanchos para engordar y vender”, recuerda Tomás. El Dr. Jaime Zambrana solía ir de visita junto a su sobrino Guido Sandoval, que sería general y Comandante de Ejército. “Guido era hijo de Emilio Sandoval, muy amigo de mis papás; de ese modo Jaime Zambrana fue nuestro apoderado cuando fuimos cadetes del Colegio Militar”, recuerda Tomás.
“Vivíamos a media cuadra de la plaza; mi mamá recibía 18, 20 burros cargados de maíz, trigo o arveja y mi mami regalaba canastas de esos productos a sus vecinos. “Esto es un mete para un saque”, decía riendo. A la muerte de mi padre entramos en juicio para recuperar un terreno de ocho hectáreas en Mollocota y luego los hermanos renunciamos a nuestros derechos en beneficio de nuestro hermano menor. Mi padre tenía una propiedad en Corani y solía ir al Chapare y regresaba con arroz y coca que se cargaba en mulas. Mi mamá era de familia cochabambina, hija “natural”, como se decía entonces, de Andrés Rico; uno de sus hermanos era Antonio Rico, el papá de Raúl, que fue rector de la Universidad”, concluye Tomás.

TERESA ROJO FERNÁNDEZ

Es hija del General Vicente Rojo Lluch, jefe del Estado Mayor Central de la República española y profesor militar en Bolivia con grandes méritos docentes. Nació en Toledo en 1928 pero vivió buena parte de su vida en Cochabamba, ligada a las Voluntarias del Hospital Viedma. La bautizaron con los nombres de Teresa Dolores Paulina Micaela Rojo Fernández; tuvo cuatro hermanos: Vicente, Leandro, Paco y Ángel. Su madre fue Teresa Fernández Muñoz, vinculada con el ejército de ultramar en Cuba y África.
La República española sancionó la Constitución de 1931, pero de inmediato se alzó el temible Francisco Franco en África, con los batallones de moros. Vicente Rojo fue nombrado jefe del Estado Mayor que defendía Madrid en 1937 y menos de un año después jefe del Estado Mayor Central de la República. Los franquistas no pudieron tomar Madrid, pero la guerra civil duró dos y medio años y costó uno y medio millones de muertos. El general Rojo trabajó para convertir a las milicias civiles en un ejército regular mientras su familia se ponía a buen recaudo en medio de hambruna y otros sacrificios. Con el fin de la República vino el exilio a los Pirineos franceses, luego estalló la Segunda Guerra Mundial y el general Rojo se trasladó a Buenos Aires como cronista militar de un diario local. Entretanto, la pequeña Teresa hizo primaria en Buenos Aires.
En medio de su profusa obra militar, en la cual destacan  Elementos de la guerra y La guerra en sí, el general Rojo dejó un libro de memorias sobre su vida en Bolivia, cuyo título es Caminar, del cual los nietos destacan un párrafo importante, entre otras cosas porque resume los sentimientos de un deportado en el seno de su segunda patria: “En ese peregrinar llegué a Bolivia. Como peregrino llegué pobre y viví feliz. Como maestro enseñé poco de lo que yo sabía. Terminada mi obra salí tan pobre como llegué y con la satisfacción del deber cumplido. Pero allí no sólo enseñé sino que aprendí cosas que ignoraba; esas cosas que nunca se llegan a conocer cabalmente como es la calidad de la sociedad universal en la que se deslíe nuestra vida…
Al fundirme y confundirme en su sociedad hice del país mi segunda patria y mi laboratorio donde pude estudiar al hombre y conocerme a mí mismo.
Hoy… deseo ensalzar la calidad de un pueblo tan sencillo y rudo como vigoroso y fecundo, maltratado por el Destino en cuanto éste es obra de la gente perversa”.
Como dice su hijo Alfonso, Teresa no hallo en Bolivia su segunda patria: ésta fue su patria. Se casó con Ismael Alem Dips, cochabambino de origen libanés, y la pareja engendró a Julio, Alfonso, Roberto, Teresa, Juan y Ricardo.
Aquí no acabaron las tribulaciones de doña Teresita, porque su esposo fue intervenido por el Dr. Cooley, nada menos que el inventor de los marcapasos, y tuvo otros problemas de salud que lo llevaron a mejor vida. Entretanto,  sus hijos Julio y Alfonso estudiaron la universidad en Sucre y pronto tuvieron que seguir el camino de la persecución y el exilio, mientras la mamá soportaba allanamientos y la incertidumbre de no conocer el paradero de sus hijos, que tuvieron que adoptar nombres clandestinos. La emergencia se inició durante la dictadura de Banzer y se repitió bajo el régimen de García Meza, pero llegó la democracia y con ella la estabilidad de la familia y una vida más tranquila para doña Teresita. Cuando cumplió los 80 años, sus hijos le dedicaron un hermoso video con guión de su hijo Alfonso, locución de Julio y realización de Roberto. El video contiene un resumen de vida de esta mujer infatigable: Viajó en todo, menos en sputnik y parapente. Su nieta Mariana le dice: Qué hermoso llegar a viejo con esas energías.
El video contiene un hermoso poema que le dedicó el Gral. Rojo a su esposa.

Ven a mi lado
Por Vicente Rojo

Ven a mi lado que al calor divino
De tu cuerpo de rosa he de soñar.
Ven a mi lado que a tu lado siento
En mi alma poeta mil rimas despertar.
Quiero soñar junto a tu pecho ardiente,
Latiendo con más fuerza el corazón,
Tendrán más armonía las palabras
Que vibran en mis versos de pasión.
Juntos los dos para soñar un mundo
Dejaremos volar la fantasía,
Que formará a su antojo las quimeras
Trayendo a nuestras almas la alegría.
Juntos los dos cuando la vida sea
Todo dolor, toda miseria y cieno,
Cerraremos los ojos y soñando
Sabremos ir hasta besar el cielo.
Juntos los dos cuando la vida ría
Reiremos con ella nuestro amor,
Tomaremos del agua la alegría
Y del sol el calor.


BERTHA QUIROGA DE JORDÁN
Gocé del cariño de esta dulce señora desde que yo era un adolescente y visitaba su casa ubicada en la Villa Galindo. Ya había pasado los 70 pero igual hacía varias piscinas en estilo libre, una pasión que la acompañó toda su vida. Era casada con Stuardo Jordán Cossío, un señor noble y gallardo cuya imagen era un adorno mayor en el barrio,  y todos sus hijos, yernos y nueras son mis dilectos amigos y amigas. En 17 de junio de 1956 tuvo una prueba de fuego cuando su hijo Hernán fue apuñalado por los agentes de Adhemar Menacho, jefe del Control Político, tan sólo porque llevaba papeletas de Falange Socialista Boliviana en día de elecciones generales. Doña Berthita era empleada de Telégrafos del Estado, un cargo público, pero igual siguió un juicio criminal contra los agresores de su hijo. La justicia falló en su contra y ordenó su reclusión en la cárcel, pero entonces ella tomó a sus 8 hijos y amenazó con entrar todos juntos a las celdas. “La norma de mi vida es la verdad. Vivo al cuidado de mis 8 hijos confrontando una precaria situación económica, pero con decoro, de ahí por qué no permito que el buen nombre de mi hijo sea mellado ni su persona confundida con un vulgar malhechor”, declaró a un periódico de la época.
Cuando conocí a la familia Jordán Quiroga, apenas había trazo del Pasaje Francisco Viedma Nº 1433 en medio de lotes vacíos de los trabajadores de Comunicaciones. Mi amigo y primer crítico literario fue Augusto Jordán Quiroga, mi buen amigo Cucho, y por Maritza sentí las primeras dulzuras y dolores. Hoy he cambiado de personal, y soy amigo de muchos de sus nietos, en especial de Xavier Jordán, a quien le tengo una admiración y un cariño a prueba de balas.
Doña Berthita nació en Cochabamba el 12 de febrero de 1917 y falleció el 21 de abril de 2008, nueve décadas que le permitieron consolidar la ejemplar unión del clan Jordán Quiroga (JQ). Sus padres fueron Honorato Quiroga Valdivia y Concepción Quiroga Chinchilla, quienes tuvieron ocho hijos: Virginia, María, José Miguel, Augusto, Aurora, Dora, Hernán y Bertha. Estudió en la Escuela “Número Uno” y en la Escuela Cobija, en el Liceo Adela Zamudio y en el Liceo Profesional. Se casó el 12 de febrero de 1938 con Stuardo, hijo de Melchor Jordán y de Ignacia Cossío. Doña Berthita tuvo 9 hijos: Hernán, Consuelo, Ivonne, Augusto, Luz, María Elda, Carmen (+), Guillermo y Orlando. Trabajó desde sus 15 años hasta jubilarse como Auxiliar y luego Jefe de Giros en el Correo y luego en Telégrafos, cuando se usaba el sistema Morse. Alguna vez dijo que le hubiera gustado ser Sierva de María.


EVA MARCUS
En marzo de este año, Catherine Camacho escribió una nota en Los Tiempos sobre Eva Marcus, “Voluntaria Honoraria” del SAR Bolivia luego de servir por casi medio siglo al Servicio de Voluntarios del Hospital Viedma, a las cárceles públicas, al Comité de Damas de la Ciudad del Niño y al Centro de Rehabilitación Cochabamba. En 20 años de contacto, Eva Marcus consiguió una ambulancia donada por la policía de Berlín, capacitación, equipos e insumos de los Estados Unidos para el SAR.
“La señora Marcus llegó a Bolivia en 1939 y falleció a los 93 años el pasado 20 de febrero de 2012. Es recordada por muchos montada en su bicicleta, donde llevaba una gran bolsa repleta de proyectos, planes, ideas e ilusiones”, resume Catherine Camacho. Su hijo Roberto destaca la habilidad de Eva para conseguir recursos entre los residentes de Alemania, en los capítulos de Compañeros de las Américas, que reúnen a cerca de 200 mil voluntarios en el mundo y en el medio local.
A principios de este año se hallaba en un coma profundo y entonces le enviaron un mensaje para que recibiera la distinción de “Voluntaria Honoraria”, concedida a sólo 3 personas en los 24 años del SAR, que también le dio su nombre a una sala de capacitación, dijo Mario Araníbar, coordinador nacional del Grupo Voluntario de Salvamento Bolivia (SAR-Bolivia).
Su sobrino Harry Marcus, a quien Julio Cortázar calificó como “cronopio”, dice: “A estas horas seguramente la verán allá arriba muy ocupada, organizando las actividades de los ángeles y dando consejos a Dios sobre cómo gestionar mejor el movimiento del Universo”.