Televisión comunitaria[1]
Alfonso Gumucio-Dagron
Ni pulpo, ni púlpito: pálpito
Para
entender mejor los conceptos de televisión comunitaria, es imprescindible
conocer la televisión estatal o pública, y la televisión privada.
La
televisión comercial ha crecido como un pulpo virtual cuyos tentáculos llegan a
todos los rincones de la tierra a través de satélites y sistemas de
distribución por cable. La oferta de
centenares de canales de televisión que en algún momento hizo soñar con
un escenario de pluralismo y acceso cultural, se reveló en realidad como un
espejismo de corta duración. La televisión global no ofrece alternativas al
televidente sino por el contrario, se erige en una red única y hegemónica con
una visión unilateral del mundo, con contenidos uniformados y homogenizantes,
24 horas al día, incluso en idiomas locales. La televisión privada nacional, no
es sino eco de las redes internacionales, pues su programación no se diferencia
de la programación de las redes de cable.
La
televisión estatal o pública, que ha sobrevivido en casi todos los países a
pesar de la eclosión de las redes comerciales, continúa siendo el púlpito desde
el que predican los gobiernos, aunque algunos han tenido la visión suficiente
como para abrir espacios a una programación cultural y pública que intenta
contrarrestar con producción nacional la abundancia de enlatados de origen
estadounidense. En los países industrializados la televisión pública enfrenta
problemas de sobrevivencia y legitimidad, más aún en países dependientes donde
el Estado es demasiado débil y la cultura no figura en la lista de prioridades.
La
televisión comunitaria nace como una solución propia que se dan las comunidades
para responder a un vacío de comunicación que ahoga las voces locales. Ni
pulpo, ni púlpito. La televisión comunitaria no pretende imponerse en gran
escala, ni tampoco establecer una prédica unilateral. Recoge más bien el
pálpito de la comunidad, el pulso de la vida cotidiana.
El efecto dominó
Hasta la
década de los 70, en la mayor parte de Europa, áfrica, Asia yAmérica Latina
había solamente la televisión estatal. La televisión privada, sin embargo,
imperaba en Estados Unidos desde su origen, y necesitaba expandirse hacia
nuevos mercados. Con el caballito de Troya de la libertad de expresión y con el
argumento de que las burocracias estatales impedían el desarrollo de los
medios, las presiones para abrir las frecuencias de telecomunicación a la
inversión privada derrumbaron la hegemonía estatal sobre los medios de
información como una cadena de piezas de dominó.
Europa
privatizó sus grandes monopolios de televisión, y permitió la creación de otros
nuevos, en manos privadas. Francia liquidó TF1, Antenne 2 y FR3, y abrió las
puertas para Canal Plus y otros conglomerados que hoy tienen influencia
mundial. Italia, Inglaterra, Alemania, hicieron lo propio, permitiendo la
eclosión de la televisión por cable, y conservando como resguardo mínimo un
porcentaje de la propiedad de los canales que antes fueron del Estado.
En
América Latina la televisión privada coexistía durante varias décadas con la
televisión estatal. Es más, en países como México y Brasil, había adquirido
proporciones transnacionales: la Rede Globo y el imperio de Televisa,
respectivamente, se proyectaron fuera de sus fronteras mucho antes de que en
otros países más pequeños del continente se levantara la bandera de salida de
la televisión privada.
En países
como Bolivia, el resquebrajamiento del monopolio estatal, más por influencia
externa que otra cosa, se tradujo en la asignación de frecuencias a empresas
privadas que no tenían ningún proyecto de comunicación, solamente el deseo de
aprovechar una oportunidad más para especular. En muchos casos, las frecuencias
adquiridas pasaron poco tiempo después a nuevas manos, luego de haber adquirido
mayor valor en la medida en que el espectro de frecuencias se saturaba. Los
canales de televisión privada comenzaron sin criterio comunicacional, sin
estrategia de mediano o largo plazo, y sin visión nacional. Del mismo modo que
las radios nuevas (y muchas que ya no lo son), llenan su programación con
música, los nuevos canales de televisión privada llenaron su tiempo de antena
con películas pirateadas en casetes Beta o VHS. En 1985, los nuevos dueños de
canales de televisión, sin experiencia previa de ninguna clase, veían sus
adquisiciones como un flamante negocio del que esperaban réditos inmediatos. No
contaban con un detalle: la televisión privada vive de la publicidad y la
"torta" publicitaria era entonces muy pequeña, no alcanzaba para 15 o
20 nuevos canales, o más bien "canaletas".
No todos
los empresarios que adquirieron frecuencias de televisión veían únicamente los
objetivos comerciales. Algunos creyeron que un canal de televisión, como una
radio o un periódico, era un trampolín hacia la figuración política, y en ese
sentido, usa ron los canales para respaldar a grupos políticos de su
predilección, sobre todo en la temporada electoral. Se criticaba al Estado de
utilizar el monopolio de la televisión como instrumento político, pero los
canales privados hicieron lo propio.
La clonación de pulpos
Con el tiempo, las redes privadas
se han sofisticado mucho, tanto en sus estrategias como en su calidad y
contenidos. Tanto para competir en mejores condiciones con otros canales como
para afincarse mejor como negocios, los canales privados se constituyeron en
redes nacionales. Si al principio no eran sino canales con influencia local
urbana, poco a poco y mediante los avances tecnológicos y la inversión, se
organizaron en redes de cobertura nacional. La ampliación de la audiencia
significó no solamente un mejoramiento tecnológico, sino de contenidos. Cinco o
seis redes competían por un mismo mercado nacional, necesitaban ofrecer al
público una programación con valor agregado. Las películas pirateadas ya no
eran suficiente atractivo, además de los problemas de derechos de autor que
enfrentaban. Las telenovelas brasileñas (y más tarde mexicanas y colombianas)
se convirtieron en el anzuelo principal, así como la transmisión de eventos
deportivos "en exclusividad" y, en menor medida, los servicios
informativos. Algunos presentadores de televisión se convirtieron, al igual que
en Europa o en Estados Unidos, en figuras de gran popularidad. En Bolivia, la
vertiente populista tenía como máximo exponente al "Compadre"
Palenque, cuyas ambiciones presidenciales no se dejaron esperar. El Canal 4 de televisión
y la Radio Metropolitana se convirtieron en instrumentos de propaganda de CONDEPA,
el grupo político que lideraba y que alcanzó un respetable cuarto lugar en las
elecciones presidenciales de 1985.
De ese
modo, el monopolio estatal fue sustituido por monopolios privados, empresas
esencialmente comerciales pero que empezaron también a gravitar en la opinión
pública en temas de política nacional.
Tal como
había sucedido antes con la radiodifusión, la acumulación de canales de
televisión en pocas manos se dio en un proceso relativamente breve de dos o
tres décadas. En Guatemala, un empresario mexicano afincado en Miami, Ángel
González, es dueño de los cinco principales canales de televisión y de una red
de emisoras de radio.
No vamos
a abundar aquí en las características de las redes privadas de televisión. Si
los canales estatales no habían podido desarrollar una programación de
contenido social, educativo y cultural por falta de recursos y por la paralizante
burocracia que los caracterizaba, los nuevos canales privados lo hicieron
solamente durante los primeros años, cuando emplearon directores de
programación y técnicos que traían la experiencia del video independiente. Esa
primavera de programas creativos y con contenido local, no duró mucho.
"Las leyes del mercado se impusieron muy pronto, y al cabo de cinco o seis
años todos los canales privados trataban de competir con telenovelas, eventos
deportivos y programas de información con presentadores vedette". Las
matrices de programación son casi idénticas en todas las redes: los espacios de
información compiten entre sí en las mismas franjas horarias, al igual que las
telenovelas de mayor audiencia, los espacios de fin de semana para niños y los
eventos deportivos.
Todo ello
en nombre de la libertad de empresa y de la libertad de expresión. Dice Mario
Arrieta: "Bajo el amparo de la libertad, nuestras estaciones televisivas
se propagan como el cólera. Son nacionales por la ubicación geográfica de los
equipos (importados o producidos bajo patente), pero no por el contenido de sus
programaciones, alienantes, repetitivas y homogeneizadas hasta el hastío. Uno
puede ver los mismos programas, la publicidad de los mismos productos incluidos
noticieros internacionales y telenovelas en los televisores de prácticamente
cualquier ciudad latinoamericana".
Las
posibilidades de elección se vieron paradójicamente reducidas con la rápida
expansión de las empresas de cable, simples repetidoras locales de las grandes
cadenas globales que transmiten durante 24 horas diarias informaciones,
películas, eventos deportivos, música para jóvenes, programas infantiles o
religiosos. Con variantes poco significativas, las empresas de cable ofrecen
paquetes de 60 a 80 canales que son pavorosamente parecidos los unos a los
otros. Un ejercicio de zapping, cambiar rápidamente de un canal al siguiente,
suele confirmar que hay muy poco que ver en semejante oferta de canales, a menos
que los niveles de exigencia personal sean muy bajos. Está por demás añadir que
la mayor parte de la población de nuestros países no puede permitirse el lujo
de invertir 30 a 50 dólares mensuales por el servicio de cable. El cable sigue
siendo un privilegio de las minorías.
Aquello
que sucede en el ámbito nacional no difiere de lo que sucede en el globo: un
puñado de redes de cable y de productoras de series y novelas para televisión
ha capturado el mercado mundial de espectadores, y los ha clavado en sus
sillones frente a la pantalla luminosa. Este espectador pasivo y desprovisto de
sentido crítico es lo que en inglés se denomina couch potato, algo así como un
gran tubérculo, inmóvil en una poltrona, incapaz de discernir y reflexionar.
Los
tentáculos de esa inmensa red que multiplica los canales por un eficaz sistema
de clonación, llegan hasta los lugares más insospechados. En las barriadas más
pobres y aun en áreas rurales deprimidas de nuestros países, se yerguen las
cruces de las antenas de televisión y a veces los platos de las antenas
parabólicas que captan las señales vía satélite. No hay agua potable, pero hay televisión.
La oferta de canales se incrementa con versiones adaptadas regionalmente que
permiten una penetración con vaselina, casi imperceptible. Para tomar un
ejemplo clásico, las cadenas de información CNN (Cable News Network) y de
música MTV, han desarrollado canales en castellano, en japonés, en portugués o
en alemán para llegar con mayor facilidad a las audiencias de Europa, Asia, o
América Latina. Los canales de cable se retransmiten a todo el mundo a través
de una constelación de satélites que giran alrededor de la tierra. Hace pocos
años se hablaba de 500 canales, pero hoy son muchos más.
Solamente
los canales evangélicos suman 700, son un negocio formidable.
Púlpitos sin capilla
La
arrolladora ofensiva de canales privados y canales de cable comerciales y
religiosos (pero muy comerciales a la vez), todos compitiendo por la misma
audiencia y la misma publicidad con una programación clonada, y repetida hasta
el cansancio, ha reducido a la marginalidad el rol del Estado. La televisión
pública, por comparación, parece funcionar en la clandestinidad. Generalmente tiende
a ser ignorada por los espectadores debido a su pobreza técnica y de contenido,
pero también es cierto que el gusto de los telespectadores ha sido malversado,
corrompido por la avasalladora televisión comercial, lo mismo en el mundo
industrializado que en el Tercer Mundo.
Valerio
Fuenzalida, director de Programas de la Televisión Nacional de Chile -uno de
los mejores canales de TV estatal de América Latina- señala los principales
problemas de la televisión pública: malos manejos administrativos,
inestabilidad de gestión debido a los vaivenes políticos, carencia de una
estrategia de largo plazo, ausencia de un proyecto de sostenibilidad económica,
incapacidad de generar su propia audiencia, falta de credibilidad por cumplir funciones
de propaganda política, abierta o velada, programación incoherente, entre otros.
La
presión de la ola privatizadora hizo que muchas empresas públicas de televisión
fueran privatizadas, aunque en la opinión de Fuenzalida, ello no hizo sino
fortalecer los monopolios privados en México y Argentina, sin mejorar ni la
oferta televisiva ni la calidad de la programación con contenido socialmente
útil. Cuando el Estado se "borra" y rehúye sus responsabilidades
frente a la educación y a la cultura, es muy difícil que se mantenga la noción
de servicio público.
Algunos
países han hecho esfuerzos para dotarse de una legislación que protege y preserva
la televisión pública. Colombia aprobó en 1996 disposiciones que reconocen
cinco categorías de empresas de televisión: privada, pública, regional, local y
comunitaria, mientras el Estado conserva el control sobre la infraestructura nacional
de telecomunicaciones, considerado un sector estratégico. Brasil sobresale
entre los países más grandes, pues a pesar de la hegemonía de la Red Globo y
otras grandes empresas privadas de televisión, los canales estatales, por lo menos
en Sao Paulo y en Porto Alegre, desarrollan una importante labor educativa y
formativa. No se puede decir lo mismo de la televisión pública en Venezuela y
México, que agoniza frente a la competencia privada. El secreto del éxito de la
televisión pública en Chile se debe, en
parte, a que la televisión privada se autorizó en 1989, y a que la Televisión
Nacional de Chile (TVN) dejó de ser un instrumento del gobierno para
convertirse en una red pública del Estado, gobernada por un ente autónomo.
Los
mejores esfuerzos de televisión pública, que cumple fines educativos y
culturales, sólo pueden existir en países que pueden subvencionar su
existencia, y que cuentan con una política cultural y de comunicación que
coloca en primer lugar las necesidades de la población en materia de desarrollo
social, cultural y educativo. Aun en países ricos la vida de la televisión de
servicio público pende de un hilo.
El
conocido canal PBS (Public Broadcasting Service) de Estados Unidos ha tenido
que luchar en varias ocasiones para no quedarse sin presupuesto.
Si el
argumento para oponerse a la televisión de Estado era la restricción a la
libertad de expresión y la falta de acceso a medios plurales, la situación
actual demuestra que la cantidad de canales que se oferta no significa en
absoluto un mayor acceso o una mayor diversidad.
En
algunos países se han dado intentos de utilizar el potencial de la masividad de
la televisión por satélite para fortalecer los programas de educación para el
desarrollo, de manera similar a como se utilizó masivamente la radio en
programas de extensión y de educación.
El Estado
ha tratado de asumir así su responsabilidad en la defensa de la cultura y en la
promoción del desarrollo. Los resultados, que parecían espectaculares al
principio, no han sido muy alentadores.
En la
India nació SITE (Satellite Instructional Television Experiment), uno de los
proyectos más ambiciosos. Como su nombre indica, fue un experimento. Lo que no
indica el nombre, es que fue además un experimento costoso y cuyos resultados
no beneficia ron al desarrollo como se tenía inicialmente pensado. La
iniciativa nació en 1968 de un hombre visionario, Vikram Sarabhai, quien
propuso un sistema de televisión nacional de amplia cobertura para promover el
desarrollo económico y social. SITE se estableció mediante un acuerdo con la
NASA, que
permitió el uso de uno de sus satélites.
Durante
un año, de 1975 a 1976, se desarrolló este experimento destinado a mejorar la educación
primaria, la agricultura, la salud y la nutrición en áreas rurales de la India.
En 1982 la NASA lanzó el satélite indio INSAT 1A, pero dejó de funcionar al
cabo de cinco meses. Un año más tarde se lanzó el INSAT 1B y comenzaron las
transmisiones de televisión para aproximadamente 60 millones de espectadores;
el gobierno distribuyó diez mil televisores a centros comunitarios. En apenas
cuatro años la empresa estatal de televisión multiplicó en 500% sus ingresos por concepto de publicidad. El
proyecto se comercializó rápidamente, beneficiando a sectores urbanos y no a
los más necesitados sectores rurales. Los objetivos educativos no se cumplieron
porque el proyecto no se orientó para favorecer a los más pobres. El lenguaje
utilizado no era apropiado y la producción extremadamente centralizada no tomaba
en cuenta la diversidad cultural de cada región.
Los
programas eran en inglés y en hindi, aunque apenas 3% de la población de la India
entiende inglés, y sólo 40% habla hindi. La inversión en tecnología fue enorme,
pero sólo una pequeña parte se destinó a crear programas adecuados a la
realidad rural y a capacitar maestros y trabajadores sociales en zonas rurales.
El SITE enfrentó además limitaciones técnicas, como el hecho de que solamente
un porcentaje mínimo de aldeas en la India tiene acceso a la electricidad. Los
críticos más acérrimos a este tipo de megaproyectos gubernamentales, señalan
que además de su verticalismo, de su indiferencia hacia la cultura y de su
falta de articulación con las instituciones comunitarias, la televisión por
satélite contribuye a la degeneración de los valores locales, a través de la publicidad
que promueve el consumismo. Critican también los altos costos para el país, cuando no se destina lo
suficiente para capacitar mejor a los maestros de escuelas. Finalmente, estiman
que este tipo de proyectos acentúa el
abismo entre ricos y pobres. Por ejemplo, los programas de agricultura en la
India, sólo podían interesar a una minoría de agricultores, pues 90% de la
población rural india no posee tierras de cultivo. Los programas sobre salud y
nutrición frustraban a las mujeres, que no tenían acceso ni siquiera a agua potable.
Una experiencia similar se desarrolló en Indonesia, en 1976. El gobierno lanzó
el satélite PALAPA 1 con la intención de difundir programas sobre desarrollo.
El proyecto sirvió para dar a conocer mejor los programas de gobierno, para
mejorar ciertas prácticas económicas y productivas, y para difundir la lengua nacional
bahasa; pero por otra parte sirvió para incrementar el consumo de cigarrillos, de
refrescos y de otros bienes que no eran parte de la vida cotidiana de las
comunidades rurales. Esta tendencia consumista alarmó al gobierno indonesio,
que en 1981 decidió suspender la publicidad televisiva.
En un
intento de retomar la idea de la televisión para el desarrollo y de aprender de
los errores cometidos con el proyecto SITE, el gobierno de la India inició un
nuevo proyecto experimental en el distrito de Kheda, con el objetivo de
beneficiar aproximadamente a tres millones de habitantes, en mil aldeas. Los
aspectos innovadores en este proyecto incluyeron una mayor capacitación de
agentes de desarrollo local, producción de programas locales, descentralización
de las decisiones y estructuras,
participación comunitaria, utilización de lenguas regionales y una mayor
colaboración con agencias de desarrollo locales y organizaciones comunitarias.
Sin embargo, el propio gobierno le puso fin a la experiencia piloto en 1985, a
pesar de la oposición de la población de
Kheda.
Las
experiencias señaladas como ejemplos, y otras en países donde el Estado ha
pretendido poner los medios masivos al servicio del desarrollo, demuestran que
existe una noción errada sobre el potencial de los medios de información
masivos para el desarrollo. La posición mistificadora, que afirma que basta
generalizar la tecnología para que se convierta en un instrumento de
desarrollo, no toma en cuenta los aspectos contextuales que determinan si un
proyecto de esa naturaleza tienen un impacto positivo o no. La tecnología en sí
no es ni buena ni mala, carece de sexo como los ángeles, pero su valor de uso
está en relación con condicionantes políticos y económicos.
La falta
de continuidad en los proyectos culturales y educativos de los gobiernos han llevado
a la sociedad civil a ofrecer sus propias respuestas. En ausencia de una política del Estado en la
que la comunicación masiva tenga una responsabilidad de promover el desarrollo
social, económico y cultural, otras instituciones han levantado ese estandarte.
Las ONGs se han comprometido fundamentalmente en proyectos de radio
comunitaria, mientras las universidades hicieron el intento de poner en pie
canales de televisión. El antecedente más digno de televisión comunitaria fue y
todavía es en algunos países la televisión universitaria cuya vocación es
eminentemente educativa y cultural. Canal 13 de la Universidad Católica de
Chile (UC TV) es, junto al canal estatal, el más exitoso desde el punto de
vista de audiencia y autofinanciamiento publicitario. Pero Chile es, ya
sabemos, una digna excepción. En el momento en que se autorizaron los primeros
canales privados de televisión en Bolivia, en 1984, ya existían ocho canales
universitarios de televisión abierta, es decir, que transmitían para toda la
población urbana, y no solamente en el interior del campus universitario.
Modestas en sus instalaciones y equipamiento técnico, las estaciones de
televisión universitaria marcaron una época de la comunicación en los países
donde pudieron desarrollarse. Muchas no pudieron sobrevivir frente a la
competencia privada y también porque fueron víctimas de las luchas de poder
entre grupos políticos en el interior de las universidades, que pugnaban por
controlar los canales.
El pálpito comunitario
¿Qué
justifica la existencia de la televisión comunitaria?
Los
medios de información masivos no atienden las necesidades de comunicación comunitarias.
Por ello, las comunidade s se dotan de sus propios medios: radio, video,
prensa, teatro popular, periódico mural, entre otros.
La
experiencia de la radio comunitaria debe ser la que inspire el desarrollo de la
televisión comunitaria, pues no se puede negar ni olvidar medio siglo de
experiencias que, particularmente en América Latina, han demostrado que la
radio comunitaria es un instrumento de la identidad cultural, de la
organización comunitaria y del desarrollo.
Aquello
que hemos destacado en otros trabajos sobre las radios comunitarias se aplica
como anillo al dedo tanto a la televisión comunitaria como a las nuevas
iniciativas de telecentros. En los tres casos debemos abordar los mismos temas:
acceso y participación, pertinencia cultural y lengua, tecnología apropiada y
apropiación local, generación de contenidos propios, convergencia y
conformación de redes.
Antes de
describir estos aspectos esenciales, establezcamos primero una distinción entre
la televisión comunitaria y el video comunitario. La actividad de video
independiente popular y comunitario ha
sido intensa en las últimas décadas, a partir de la modernización de los
equipos de grabación y su costo cada vez menor. Los formatos Beta y VHS
lanzados al mercado por las empresas Sony y JVC, respectivamente, permitieron
un cambio revolucionario en la manera de hacer video. Por primera vez la cámara
contenía también la grabadora, ya no era necesario acarrear dos instrumentos
unidos por un cable. Bastaba colocar un casete dentro de la cámara y salir a
filmar. Las cámaras se hicieron más livianas y fáciles de trasladar. Sus
componentes electrónicos mejoraron, de modo que la calidad de la imagen fue
perfeccionándose paulatinamente. La llegada del Video 8 y posteriormente del
Hi8 en los años 80 representó un salto cualitativo enorme: un casete aún más
pequeño y una mejor calidad de imagen.
Finalmente,
los formatos digitales, particularmente el Mini DV de Sony, permitieron
competir en calidad con los sistemas profesionales. Sony lanzó en 2002 el sistema
de Micro DV, que reduce a la mitad el casete de Mini DV. Si comparamos el
casete Beta o VHS original, con formato digital más reciente, podemos constatar
que el tamaño de los casetes
Micro DV
es aproximadamente 20 veces más pequeño y más liviano que el de Beta o VHS.
Las
ventajas tecnológicas, inicialmente dirigidas a la producción de videos
familiares, benefició enormemente el movimiento de video independiente y
popular. Los sindicatos, los grupos de mujeres y jóvenes, las comunidades
indígenas y otros sectores se armaron de cámaras de video para documentar su
realidad. Las experiencias se multiplicaron por doquier, tanto en los países
industrializados como en los países dependientes. El activismo comunicacional
que el video pudo alimentar fue enorme, en muchos ámbitos de actividad
relacionados con la libertad de expresión y de organización, así como en
proyectos de desarrollo. Hemos analizado un abanico de experiencias en otra parte;
aquí nos limitaremos a recordarlas brevemente.
El video
contribuyó a que mujeres analfabetas de la India, por ejemplo, se organizaran
en grupos de producción de video documental para mostrar la realidad de su vida
cotidiana y apoyar las reivindicaciones de su oganización, SEWA. En Brasil, los
indígenas
kayapo
encontraron que el video era un arma idónea para luchar por su tierra, por sus tradiciones
y contra los planes de destruir la selva amazónica. EnTanzania el grupo Maneno
Mengi utiliza el video como un instrumento de reflexión, un espejo que permite
a las comunidades de pescadores o campesinos analizar sus problemas y buscar
soluciones a través del diálogo. Las aldeas zapatistas en el sur de México
utilizan también el video como medio de comunicación entre las comunidades
indígenas, y ofrecen testimonio de la represión y de sus avances organizativos.
Los Tigres Tamil, combatientes de la guerrilla en Sri Lanka, han capacitado a
350 jóvenes en el manejo de cámaras de video, para que documenten los ataques
del ejército en contra de la población civil; varios han muerto al realizar ese
trabajo. En Guatemala, en el marco de un proyecto de la Unesco, mujeres mayas
utilizan el video para documentar aspectos de la filosofía educativa y la didáctica maya y su aplicación en escuelas
experimentales. En Chile, durante la dictadura de Pinochet, activistas
políticos utilizaron el video para elaborar noticieros alternativos que
circulaban clandestinamente en sindicatos e iglesias de base. Podríamos seguir
mencionado muchos otros ejemplos.
Algunas
de las experiencias de video alternativo y participativo llevan el nombre de televisión
cuando en realidad no lo son. En Brasil hay por lo menos tres importantes: la
TV de los Trabajadores, TV Viva en la ciudad de Recife o TV Maxambomba en Río
de Janeiro, que han adoptado en su nombre la palabra "televisión"
cuando en realidad son grupos independientes de video que producen y exhiben
sus obras en lugares públicos. Quizá han incluido en su nombre “televisión”
para indicar que una parte muy importante de su trabajo es la difusión de los
videos, como una alternativa al gigantesco monopolio de la televisión
brasileña, TV Globo. En un contexto
bastante diferente, la Televisión Serrana de Cuba es también un grupo de video
que produce y difunde sus documentales y video-cartas en una zona rural olvidada
por los medios estatales.
Cualquiera
que sea el nombre, la vitalidad del movimiento independiente de video,
particularmente en América Latina, es enorme. La fortaleza del video independiente
está en el proceso participativo, y no solamente en los productos. Es la suma
de iniciativas de producción, de difusión y de debate lo que importa. El video
no es una golondrina en la primavera, sino un proceso de migración masiva del testimonio
y la memoria, a manos de los actores colectivos. Una buena parte de la historia
no oficial de los pueblos de América Latina ha sido documentada en video,
aunque haya sido negada y escamoteada por la televisión comercial u oficial. La
identidad latinoamericana está siendo preservada a través del video, y a veces
recreada, como sucedió con los indígenas nambikwara de Brasil, quienes recuperaron
algunas prácticas tradicionales, ya olvidadas, gracias al video.
En
Guatemala, el grupo Comunicarte grabó en video durante más de diez años imágenes del
movimiento popular, así como el descubrimiento de fosas comunes clandestinas
donde fueron sepultadas miles de
víctimas de la política de "tierra arrasada" del ejército.
El video
independiente no es ni el pariente pobre del cine, ni un renacuajo cuya forma
definitiva se verá con los años. El video independiente es un movimiento
amplio, de carácter libertario, que no obedece a una dirección única pero se
desarrolla en la dirección de la justicia social, la memoria colectiva y la
organización comunitaria. No es solamente un fenómeno de producción que desafía
los modos convencionales de hacer cine y televisión, sino también una propuesta
alternativa de difusión, en plazas públicas y espacios colectivos. La difusión
del video independiente es discrecional, se dirige a una audiencia específica,
y no a un público desconocido.
Del video
alternativo y participativo a la televisión comunitaria hay un trecho que
trataremos de definir a continuación. Lo lógico sería que el video
independiente nutra los contenidos de la televisión comunitaria, y que el
espíritu de independencia, pertinencia cultural y compromiso social se
mantenga. Sin embargo, no podemos pasar por alto los aspectos de contexto que
pueden ser los que en última instancia definan las características de la
televisión comunitaria. Para hacer video independiente se necesitan cámaras
ligeras, equipos de edición que hoy son muy baratos, y entusiasmo. Para hacer
televisión comunitaria se requiere de una infraestructura de producción y transmisión
que impone nuevas reglas del juego.
Un grupo
de video independiente puede hacer su trabajo con una pequeña cámara digital y
una computadora portátil para la edición. Su extraordinario soplo de libertad
se debe a esa posibilidad de ser extremadamente móvil y ágil, pero también a la
ventaja de no responder a un horario, a un calendario, a una estructura administrativa
que impone tiempos, ritmos y contenidos.
Cuando
hablamos de televisión comunitaria, las reglas del juego son otras. Se requiere
producir un mínimo de horas diarias o semanales, y estar en al aire todos los
días durante un tiempo definido. Hay varios aspectos que son nuevos:
— Más y mejores equipos de
producción, capaces de soportar el uso diario e intenso.
— Más personal técnico
especializado, incluyendo el personal administrativo.
— Vinculación orgánica con las
organizaciones comunitarias, con los dirigentes locales, y con otros factores
de poder local.
— Planes anuales, metas de
producción y difusión, etcétera.
La
televisión comunitaria, al igual que la radio comunitaria, debe tomar en cuenta
estas cinco condiciones insoslayables, condiciones indispensables para su
integración en el marco comunitario:
1. Participación comunitaria
Ninguna
televisión comunitaria puede ser impuesta sobre la comunidad, sino que debe ser
el resultado de una necesidad sentida.
Más aún,
la comunidad a través de sus líderes democráticos debe ser partícipe en todo el
proceso de gestación, instalación y gestión de la televisión comunitaria. Sólo
un proceso genuino de participación a través del cual la comunidad se apropia
del instrumento de comunicación, puede garantizar la sostenibilidad y
permanencia en el tiempo. Precisamente uno de los aspectos que distingue, en lo
íntimo, en lo organizativo y en lo social, a la televisión comunitaria de la televisión
comercial, es esa capacidad de integrar a
la comunidad, de convertirse en portavoz de las expresiones democráticas de la comunidad,
en busca de cambios sociales y el mejoramiento de las condiciones de vida. Sin
esta condición, no puede hablarse de televisión comunitaria. Todo ello con el
objetivo de generar "una cultura del protagonismo social para el
desarrollo y para la superación de la pobreza, en lugar de una TV al servicio
del protagonismo de los líderes políticos y sociales".
2. Contenidos locales
La diferencia
más visible entre la televisión comercial y la televisión comunitaria son los
contenidos locales. Una televisión comunitaria que no produce suficientes
programas con contenidos locales, no representa ninguna ventaja sobre la
televisión comercial. Si una televisión comunitaria llena sus horas de
programación con películas o música ajena o deportes internacionales, no cumple
una función educativa y formativa en la comunidad. La función de la televisión comunitaria
es ocuparse de los aspectos de salud, educación, medio ambiente, organización
social, producción, legislación y derechos, entre otros temas que son parte de
la vida cotidiana comunitaria. Esto no quiere decir que toda la programación
sea una sucesión de documentales que llegan a saturar a la audiencia. Es
también una responsabilidad de la televisión comunitaria rescatar la música
local, las fiestas y tradiciones, la producción cultural y artística, la
memoria de los ancianos, los juegos de los niños, y otras manifestaciones
lúdicas.
En una
etapa de mayor desarrollo la televisión comunitaria puede producir piezas dramáticas,
series de ficción o cualquier otro género televisivo.
3. Tecnología apropiada
Muchos
proyectos fracasan porque se subdimensionan o se sobredimensionan los aspectos
tecnológicos. Una subdimensión consistiría en pretender que una nueva
televisión comunitaria funcione con equipos mínimos, insuficientes y frágiles.
La sobredimensión, en cambio, consiste en la adquisición de equipos muy
sofisticados, que no pueden ser reparados localmente, que dependen de piezas de
recambio que solamente se pueden conseguir fuera del país, y que requieren de
un personal altamente especializado, en el que hay que invertir mucho tiempo de
capacitación. La sobredimensión tiene que ver también con la incapacidad de la
propia comunidad de hacer frente a los insumos necesarios, e incluso al
remplazo del equipo cuando haya concluido su ciclo de vida útil. Lo apropiado
en una televisión comunitaria es una tecnología cuya relación costo-beneficio
sea razonable, cuyo manejo esté al alcance de técnicos, y cuya gestión pueda
ser asumida por miembros de la comunidad. Debe adquirirse suficiente equipo
como para cumplir con los planes de producción, y como para evitar que el
equipo permanezca ocioso y sin uso durante largos periodos.
4. Pertinencia cultural y lengua
El gran
reto de la televisión comunitaria es desarrollar una propuesta estético-televisiva
y cultural que se convierta en uno de los sustentos principales de su
legitimidad en el seno de la comunidad, que satisfaga los deseos y expectativas
de una audiencia crítica y comprometida con su medio de comunicación. A
diferencia de la televisión comercial e incluso la televisión del Estado, la
televisión comunitaria planta sus raíces en la cultura local. Esto no significa
la negación de otras culturas, pero sí la afirmación de una identidad propia,
identidad que con frecuencia es negada por los medios masivos de alcance
nacional.
El
principal rasgo distintivo de esa pertenencia a la cultura local es el uso de
la lengua o de las lenguas más importantes en el radio de influencia de la
televisión comunitaria. Este tema ha sido ampliamente debatido en relación con
la radio comunitaria. La pertinencia cultural se refleja incluso en los
horarios de programación, para que sean compatibles con las labores de la
población, particularmente en áreas rurales. La vestimenta y las expresiones de
lenguaje que utilizan los presentadores, así como los decorados del estudio, los logotipos y los formatos de los programas,
deben ser coherentes con la cultura local.
Esto no
significa recrear una imagen folclórica que simbolice la cultura local, sino
reflejar la cultura con sus contradicciones y sus valores.
5. Convergencia
En un
mundo donde la tecnología ha reducido las distancias, y donde los medios de
información alcanzan los rincones más apartados del planeta, la televisión
comunitaria no debe verse en soledad, aislada de otras influencias y otros
medios. Su misma sobrevivencia y permanencia en el tiempo depende de su
capacidad de negociar con otras experiencias similares, y converger hacia
nuevas tecnologías que pueden mejorar su alcance y su posibilidad de diálogo.
La conformación de redes con organizaciones que tienen objetivos parecidos
contribuye a romper el aislamiento, así como las alianzas con organismos no gubernamentales,
con cooperativas, con proyectos de desarrollo, con escuelas y bibliotecas
públicas, con grupos de jóvenes y de mujeres, y con todos los demás actores
locales. La convergencia con nuevas tecnologías que usan el potencial de
difusión de Internet, es otro aspecto que debe tomarse en cuenta. Internet se
ha convertido en una fuente de información, pero sobre todo en un instrumento
que facilita la constitución de redes virtuales. Muchas radios comunitarias utilizan
la red (Web) para intercambiar información, pero además para difundir su
programación ya sea en directo o en diferido. El incremento continuo de la
velocidad de los procesadores de las computadoras y de los canales de
comunicación, ha hecho posible la difusión de imágenes digitales en movimiento.
El doble filo de la ley
Ciertos
países industrializados, y algunos en el Tercer Mundo, apoyan las iniciativas
de televisión comunitaria mediante una
legislación adecuada, y proporcionando financiamiento parcial.
El tema
de la legislación es importante porque permite separar a las emisoras
comunitarias de las que no lo son. Es, sin embargo, un arma de doble filo, pues
si su lenguaje es vago y muy general, la legislación puede también abrir las
puertas a que cualquier iniciativa privada y local sea calificada de
"comunitaria", como ha sucedido en el ámbito de la radio. Hay países
en los que bajo el rótulo de "televisión comunitaria" se esconden
empresas locales, simples repetidoras de programación ajena, que nada tiene que
ver con las necesidades dedesarrollo de la comunidad. Además de estas aventuras
comerciales, se han introducido bajo el mismo rótulo las empresas religiosas,
de confesión evangélica, que tampoco tienen que ver con la verdadera televisión
comunitaria. De ahí que el tema de la legislación sea tan importante, y debe
estar en la agenda de la sociedad civil tan presente como la misma voluntad de
desarrollar una comunicación que sirva a los intereses de las comunidades.
Mientras más detallada y más específica sea la legislación, mejor. Para eso
tenemos los criterios desarrollados más arriba, para permitirnos identificar a
la televisión comunitaria frente a proyectos que solamente representan
intereses comerciales o confesionales. Se podría pensar, por ejemplo, en licencias
temporales de financiamiento, que pueden ser retiradas si no se cumplen con los
requisitos necesarios de participación comunitaria, pertinencia cultural,
producción local y otros ya mencionados.
Desafortunadamente,
los legisladores que aprueban las leyes y los gobiernos que preparan las
disposiciones mediante las cuales se atribuyen las concesiones radioeléctricas,
generalmente adoptan el punto de vista de la empresa privada, que mira a los
medios comunitarios como una amenaza. Por ello, se establecen disposiciones que
ponen límites tan estrechos a las iniciativas comunitarias, que prácticamente
las condenan a nacer muertas. Los requisitos burocráticos son con frecuencia
mucho mayores que los que se exigen a las empresas privadas de información.
En
Colombia, las disposiciones legales que supuestamente se elaboraron para
favorecer las iniciativas de comunicación comunitaria, en realidad ponen más
piedras en el camino. Por ejemplo, limitan el número de beneficiarios de la
televisión comunitaria a seis mil personas, una cantidad que difícilmente
justifica la inversión que se debe hacer para comprar los equipos y contratar
personal. Otra disposición establece que "las comunidades organizadas
podrán transmitir máximo dos mensajes
cívicos por cada media hora, empleando generador de caracteres u otro sistema
generador de texto, sin que éste ocupe un área superior al 15% de la pantalla.
De otra parte, no podrán cobrar suma alguna por su transmisión y aparecerán en
pantalla por superimposición sin interrumpir la programación". Por una
parte se restringe la cantidad de mensajes de interés comunitario, y por otra
se cancela toda posibilidad de generar ingresos: solamente las iglesias o los
proyectos políticos pueden permitirse financiar una emisora comunitaria en esas
condiciones. Al parecer, en "el borrador preparatorio del Acuerdo 029 de
1995 de la Comisión
Nacional
de Televisión (CNTV), se prohibía además de la publicidad, los espacios de opinión
y los noticieros".
A veces
uno tiene la impresión de que la legislación a favor de los medios de
comunicación comunitarios está en manos de acérrimos enemigos. Las disposiciones
no suelen decir nada, o muy poco, sobre requisitos que garanticen que la
licencia otorgada será utilizada en un proyecto que beneficiará al desarrollo
social, educativo y cultural de la comunidad.
Propiedad y financiamiento
¿A quién
le corresponde fundar una televisión comunitaria? ¿Cómo se debe financiar la
creación y el funcionamiento de la televisión comunitaria?
Lo ideal,
sin duda, es que la comunidad sea propietaria del medio de comunicación y atienda
los costos de instalación y de funcionamiento.
Ello
garantiza independencia y autonomía, y evita que la búsqueda de publicidad
desvirtúe la programación, o que intereses ajenos a la comunidad impongan sus
criterios ideológicos o comerciales. Una comunidad con recursos, por ejemplo
una universidad o un sindicato grande, podrían crear y mantener una televisión
comunitaria, no así una comunidad rural.
La
experiencia de la radio comunitaria en el mundo entero nos enseña que una
emisora de radio, debido al bajo costo de la inversión inicial y el reducido
costo de mantenimiento, puede ser creada por instituciones pequeñas,
sindicatos, organizaciones no gubernamentales,
o grupos de jóvenes o de mujeres. Sin embargo, la instalación de una estación
de televisión comunitaria representa una inversión mucho mayor. El costo de la
inversión inicial cámaras, islas de edición, transmisores y antenas es muy
alto, pero más altos son los gastos regulares de mantenimiento, producción y
personal necesario.
Si bien
es cierto que una parte del personal puede y debe ser voluntario en un medio
comunitario, también es cierto que se requiere de un mínimo de personal técnico
y administrativo permanente, paragarantizar estabilidad y continuidad.
El
financiamiento ha sido y será siempre un cuello de botella para lasobrevivencia
de las experiencias de medios comunitarios: radio, televisión y telecentros. En
algunos casos, el Estado proporciona el apoyo necesario, pero también
condiciona los contenidos y ejerce una censura abierta o velada, a menos que el
apoyo a los medios comunitarios forme parte de una política bien diseñada y
establecida.
En otros
casos, agrupaciones confesionales respaldan los medios comunitarios, pero
también aquí existe el riesgo de caer en el proselitismo religioso y la
alineación de la comunidad. La experiencia de los medios de la Iglesia católica
en América Latina es positiva, no así la de los medios comunitarios en manos de
las iglesias evangélicas.
En Europa
la televisión pública encontró la solución para su financiamiento en el sistema
del "canon", es decir, un gravamen que se aplica automáticamente a
todos los que poseen un receptor de radio y televisión e incluso a los que no
poseen, pero pagan por el mismo
"derecho".
Este impuesto se ha constituido en países como Inglaterra en una forma de
financiamiento directo a la televisión pública. Aunque el mismo gravamen se
aplica en países como Francia, no beneficia allí a la televisión pública
(inexistente). En Australia y Canadá, el Estado financia directamente la
televisión pública; lo mismo sucede en Cuba.
Estas
formas de financiamiento son muy difíciles en países en vías de desarrollo,
donde el Estado no tiene entre sus prioridades a la comunicación. De ahí que
las emisoras de radio y televisión comunitaria se ven con frecuencia obligadas
a comercializar al menos una parte de su programación, para generar ingresos
por concepto de publicidad.
La
combinación de financiamiento público, comunitario y comercial puede ser una
solución en la medida en que se mantenga un equilibrio. En muchos casos, la
publicidad se convierte en el principal factor para la generación de recursos,
y entonces pasa a ser la preocupación predominante y distorsiona gradualmente
la programación y los objetivos generales de los medios comunitarios.
Cuanto
más importante es la parte de la publicidad en la generación de ingresos, más
escasas son las posibilidades de que los medios comunitarios permanezcan fieles
a sus principios.
Un
informe de la Unesco y del Consejo Mundial de Radio y Televisión sugiere que
para mantener los objetivos de la televisión pública, se requiere una
financiación sustancial, independiente, previsible y equitativa. Sustancial
para hacer contrapeso a los servicios comerciales; independiente de las
presiones políticas o mercantilistas; previsible para garantizar estabilidad y
continuidad, y equitativa para evitar las controversias.
Derecho (y deber) a la diferencia
¿Por qué
la televisión y la radio comunitaria es tan importante y diferente? ¿Qué
justifica en última instancia su existencia? ¿Qué la diferencia de los medios
comerciales o estatales?
Los
medios comunitarios, a diferencia de los comerciales, fomentan la participación
de los ciudadanos en la vida pública, tomando en cuenta la fragmentación de la
audiencia en grupos de intereses particulares.
Los
medios comunitarios enriquecen la vida democrática porque son un foro donde la
población puede expresarse con libertad. Frente a la desaparición del espacio
público, copado por los grandes intereseseconómicos, los medios comunitarios
abren espacios de presencia ciudadana a nivel local o regional. Son medios
específicos y en esa medida únicos, porque ofrecen a cada audiencia una
programación hecha a medida; de ese modo reflejan la diversidad de intereses de
la audiencia.
Cada vez
más, las audiencias de los medios comunitarios tienen otras opciones de
información, pues la expansión de los medios comerciales no deja rincones
vírgenes en el planeta. La televisión comunitaria ya no tiene una audiencia
cautiva, que no tiene más alternativa que el medio local. Cada vez más, las
opciones de información se multiplican, en la medida en que los sistemas de
difusión se globalizan. Por ello, los medios comunitarios tienen que ofrecer
algo diferente, algo que su audiencia no puede encontrar en los medios
comerciales o estatales.
Los
medios comunitarios se dirigen a la inteligencia del público, para estimularla,
no para adormecerla. Al no estar sometidos a los imperativos de la
rentabilidad, los medios comunitarios deben ser capaces de innovar con audacia
y desarrollar géneros televisivos que no son una réplica de los modelos
comerciales. No basta que la televisión comunitaria sea democrática, sino que
además debe ser popular, es decir, ampliamente apreciada por su calidad técnica
y artística. Algunos tienden a poner la televisión comunitaria al servicio de
programas didácticos, una especie de educación a distancia o de cursos
nocturnos. Por ello, para muchos la radio y la televisión comunitaria son sinónimo de
programas aburridos, largos y pesados.
Esta
percepción solamente puede cambiar si los medios comunitarios hacen un esfuerzo
para ser originales y específicos. Esta especificidad se traduce en atender los
diferentes temas que afectan a la comunidad, y ofrecer respuestas prácticas a
las preocupaciones cotidianas de la audiencia. La programación de servicio
comunitario es por ello un rasgo que distingue a los medios comunitarios de los
comerciales. Los programas comunitarios abordan cuestiones de salud, imparten
consejos prácticos, se hacen eco del punto de vista de los consumidores,
ofrecen información sobre precios de los productos rurales en los mercados
urbanos, se convierten en un espacio de negociación entre la comunidad y las
autoridades de gobierno, y reafirman la cultura e identidad local.
A
diferencia de los medios mercantilistas, los comunitarios no pretenden ampliar
su audiencia indiscriminadamente.
Por el
contrario, su mandato específico es atender una audiencia que puede ser definida
por su unidad comunitaria, cualquiera que sea el parámetro para definir esa
unidad de intereses comunes. Pero esto no quiere decir que los medios
comunitarios carecen de influencia; la suma de emisoras de radio y televisión
comunitaria en una región o en un país, puede alcanzar un universo humano tan o
más amplio pero sobre todo más representativo que el de los medios comerciales.
Con la ventaja de que los medios comunitarios contribuyen a fortalecer
audiencias críticas y participativas.
La
diferencia no es solamente un derecho, sino también un deber de la televisión
comunitaria. Sólo en la medida en que los medios de comunicación comunitarios
se distingan de los medios comerciales o estatales, podrán implantarse
definitivamente entre su audiencia.
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