EL NIETO.
El taxi aéreo tardó en
llegar: había una manifestación. Dick la miró con desprecio cuando bajaba del
taxi en la terraza del edificio y dijo: Je, soberanía, después de tantos años
que los invadimos.
Un siglo antes no había
forma de ganar una elección; la democracia les hacía ganarlas todas. Un capitán
de marina sugirió invadirlos y establecer una dictadura, todo para tomar el
salar, el depósito de litio si no más rico, uno de los más ricos y extensos del
mundo. Una transnacional se adjudicó la explotación y ganaba un chingo de
bitcoins, como se llamaba la moneda mundial. Allí abajo, a las puertas del
edificio, un grupo de gente se manifestaba contra los giros increíbles que la
transnacional hacía al norte, pero el gobierno ya había enviado a la policía,
que los bombardearía desde el aire, según se dijo Dick, el ejecutivo de la
trans.
Dos empleados solícitos
lo saludaron y Dick bajó por un ascensor; se roció con alcohol las manos: los
dos empleados las habían estrechado, y aunque eran blancos, Dick no toleraba el
contacto. Debían ser nuevos, porque los antiguos conocían las fobias de Dick y
evitaban todo contacto con su cuerpo, pero se deshacían en ademanes y sonrisas
quizá más serviles.<
Pasó la junta ejecutiva y
Dick subió a otro coche aéreo, que traía el logotipo de la empresa, de su
empresa. Le esperaba un viaje al Salar, viaje largo, así que el chofer accionó
unos retropropulsores, que convirtieron al coche en un super jet: 1.000
kilómetros por hora hasta llegar a la inmensa pampa del salar, donde debía
inspeccionar la explotación.
Dick descendió al salar:
una piscina inmensa, excavada en varios metros, qué digo, decenas o quizá
centenas de metros turbaba la paz del salar. Máquinas excavadoras continuaban
las 24 horas su ruido infernal e inmensas volquetas transportaban la sal a unos
aviones también gigantes, que despegaban continuamente llevándose la sal
cargada de litio. Pero ese ruido ensordecedor a Dick le encantaba. Mira que
concentrar en este pequeño país tanto litio, se dijo, y eso que no se había
explorado, ¿o sí?, las altas montañas que circundaban el altiplano, para saber
qué minerales escondían.
Potosí a estas
horas…Estarían temblando de frío, sin energía, sin luz, solo con los potentes
reflectores que alumbraban lo que había quedado del Cerro rico, el primero en
ser explotado a cielo abierto, pese a los esfuerzos del comité cívico, que
continuamente protestaban sin eco alguno, gracias al señuelo del pleno empleo y
con buenos salarios, que quitaba base a la misma Federación de Mineros.
Uyuni era una ciudad
fantasma, ya sin habitantes no obstante ser el puerto seco del país; pero ya
nada podía hacerse para rescatarla.
--Brrr, qué frío –se
quejó Dick; hacía unos 40 bajo cero--. Debe ser por nuestra intervención.
Vio las ruinas de los hoteles
de sal y se dijo que todo turismo en la zona había fracasado, no se colara
entre ellos algún ecologista; no había nada salvo la explotación de litio de la
trans y eso había cortado el equilibrio del clima en la zona, que nunca había
sido tan frío. Dick se consoló al entrar a las instalaciones subterráneas de su
oficina, donde había un clima templado, aunque artificial.
Aquí no hay problemas
laborales, ni leyes ni, se dijo Dick: Todos ganan lo suficiente para vivir, a
condición de que no armaran ningún sindicato. Y recordó la manifestación urbana
contra sus oficinas, convocada por esa Central Obrera, que no representaba ni
al 1 por ciento, qué digo, ni al 0,01 por ciento del país.
Dick ingresó a las
oficinas del yacimiento, un ambiente muy iluminado con luz blanca, donde el
ruido exterior se filtraba apenas. Lo esperaba una llamada desde su laptop. Era
su operador de la capital que le transfirió al Departamento Técnico. Un gringo
sonriente, cómo no, le dijo que en las montañas habían encontrado uranio. ¿Se
imaginaba Dick cuánto ganarían? Y no solo eso: también los minerales consabidos
ahora que todo se explotaba a rajo abierto. Le costó a Dick no haberse enterado
de las enormes riquezas ya explotadas en las montañas. Es cierto que las
explotaciones masivas a rajo abierto habían extremado la sequía y sobre todo el
clima, nunca tan frío como ahora; pero las ganancias de las trans iban en
aumento y compensaban ampliamente la inversión en el pleno empleo. Los
servicios públicos se habían reducido: ciudades como Cochabamba ya no tenían el
agua de Misicuni, una represa desierta de agua y a punto de quebrarse, se dijo
Dick sonriendo. Ahora la ciudad recibía el agua de Corani, que era bastante
cara. La instalación era gratuita, cómo no, pero el usuario se uncía al consumo
cada vez más caro del agua, por supuesto bajo el control de una trans.
Dick imaginó el oriente
de tierras bajas, donde pastaba el ganado de exportación a Rusia y China. Otra
trans, esta vez con rusos y chinos socios, había sustituido el esfuerzo general.
¿Y los cocaleros? Habían desaparecido desde que el nuevo gobierno decretó la
organización de una corporación estatal, que se encargaría de sembrar coca y
procesarla hasta convertirla en clorhidrato de cocaína, 99 por ciento puro, que
el Estado exportaba al mercado internacional. ¿Corrupción? Ja. ¿Qué significaba
lo que robaban los gobernantes frente a la ingente riqueza de las trans por la
explotación de todos, digo todos, los recursos naturales?
Nada era lo de antes: al
inicio, hubo protestas y manifestaciones, sobre todo cuando vivía el “líder de
los pueblos”, pero cuando murió colgado de un farol, como Villarroel, hace dos
o tres generaciones, y cuando las tropas invadieron este pequeño gran país,
todo mejoró: los descontentos fueron contratados con excelentes sueldos. Aquí
no se hacía nada gratis; todo tenía su paga. Y los pocos ricos se fueron al
exterior a gozar su fortuna. Con un buen depósito en los paraísos fiscales
evadían impuestos y vivían de jugosos intereses. Todos excepto el nieto o bisnieto
del “líder de los pueblos”, que se atrevía a convocar a una manifestación.
#$%#$
Le tenían mucho respeto;
se notaba enseguida. No aclaraban por qué: quizá porque era el nieto (¿o el
bisnieto?) del “líder de los pueblos”. Era bastante joven; en todo caso, más
joven que todos los que conformaban ese grupo de aguerridos, entre los cuales
no faltaba un hombre de 80 años, tres mujeres de 60 y quizá más. Pero lo
respetaban. El abuelo o bisabuelo había hecho respetar la soberanía y la
oposición no podía con el voto popular, siempre favorable al abuelo o a su
fórmula. Los opositores comenzaban a desilusionarse de la democracia: perdían
en las urnas, inventaban un fraude electoral o decían que “el pueblo” estaba
muy descontento con el gobierno. En el fondo, desconfiaban de la democracia,
porque ellos querían el “gobierno de los mejores”, la aristocracia, pero en
realidad querían aplicar todo su ingenio para atender sus intereses y no los de
esa mayoría ignara.
Todo parecía eternizarse
con la democracia, pero llegaron los invasores armados hasta los dientes y con
un organismo internacional que simulaba una participación colectiva; y detrás
de ellos, los ejecutivos de las trans, no todos gringos, hay que decirlo,
porque también había rusos y chinos con mucho dinero para invertir.
Por esos y otros motivos
fue gestándose la resistencia, que enarbolaba consignas antiguas, como la
soberanía, que las nuevas generaciones no entendían. Al cabo, el nieto o
bisnieto convocó a un ampliado de emergencia y a él acudían los viejos
militantes con el mayor sigilo.
Me río cuando uso esa
expresión: con el mayor sigilo, porque mi padre, que nació en el año 1 del
siglo 20 decía que, herido y trasladado a Villamontes, comprobó que un estafeta
convocaba a los oficiales al putero, y decía que todos debían ir “con el mayor
sigilo”, como si fuera el nombre de otro oficial. Esto ocurrió en la guerra del
Chaco, hacía más de un siglo.
Total, que el nieto o
bisnieto convocaba a ese ampliado de emergencia, para informarles que todas y
todos debían entrar a la clandestinidad.
--¿En qué año estamos?
--En el 2022.
--¿De qué siglo?
--23.
--Hermanos: Tenemos que
entrar a la clandestinidad. ¿Saben qué es eso? Es dividirse por células de a
cinco. ¿Y saben por qué? Porque nadie hoy puede hacerse el gallito y resistir
la tortura para no decir nada. Hoy te inoculan la droga de la verdad y cantas
con guitarra y todo. Pero eso era en cuanto a la represión, porque en nuestro
campo inventamos la compartimentación. ¿Saben qué es eso? Es que cada uno de
los cinco sabe un poco de la verdad, pero no toda. Y así, si uno falta a la
reunión, todos se desbandan. Irán a la hora en punto, pero si no está el
hermano, se harán chinka.
Como no le entendían, el
nieto continuó:
--Esto ocurrió, a ver, a
mediados del siglo 20, cuando Argelia quiso lograr su independencia de Francia.
Entonces, los franceses crearon la OAS, un organismo oficial represor, que
estrenó en Argelia la droga de la verdad. Al final, Argelia ganó y los
franceses ofrecieron sus servicios a los norteamericanos en la guerra de
Vietnam. Pero los argelinos también inventaron la compartimentación. Por si
acaso, cuando se realizaron los juicios contra los dictadores y torturadores
argentinos, ellos pretextaron que los asesores militares eran franceses y
fungían en la embajada como agregados. Eran alumnos de alguien que instruyó a
la inteligencia de Estados Unidos en Washington y en Vietnam. Eso ocurrió
cuando enjuiciaron al general Bignone, presidente, y a los torturadores de la
escuela de mecánica de la armada.
#$%#$%
A Dick le esperaba otra
reunión en la capital. La policía había actuado con eficiencia al dispersar la
manifestación, pero el nieto había huido y nada, ni las torturas, obligarían a
los detenidos a revelar algo que no sabían.
En una junta muy bien iluminada,
todos los ejecutivos de la empresa cuidaban el butacón mayor y en el pizarrón
había un mapa de nuestro país, por supuesto en video.
--Todo el país está
copado—dijo el expositor yéndose al grano: de norte a sur y de este a oeste. No
todos los planes del gobierno pasado eran malos, solo que tenían por cabeza al
Estado. Hoy solo existe el mercado, es decir, el monopolio de las
transnacionales. El corredor biocéanico, por ejemplo, una gran idea, ha sido
construido por una cadena de trans, que se reparten su administración. Así los
dos océanos están unidos por la parte más angosta del subcontinente, que
ocupaba este pequeño gran país, maldecido quizás por la historia y la política,
pero bendecido por la geografía y la economía. Las trans quisieron anular las
aduanas, pero el consejo de trans, que en realidad gobierna este país, je je,
decidió que había que conservar para los naturales, lo mismo que el
contrabando, para darles la ilusión de que son soberanos.
Todo el corredor está
plagado de hoteles de cinco estrellas, todos privados, y de servicios mecánicos
y otros, todos también privados.
El gas. Hubo hace como no
sé cuántos siglos (tal vez solo uno) dificultades de exportar gas a los países
vecinos, pero desde que se consiguió el primer proyecto de fracking, la
exploración se resolvió incluso con el hallazgo de petróleo pesado, bueno para
elaborar diésel. Hoy este país es realmente el distribuidor de energía del
subcontinente, y en eso debemos honrar la memoria de los gobernantes
anteriores, solo que todo está en manos de las trans. El gas tiene reservorios
en el Chaco, Tarija, Chuquisaca y Santa Cruz, incluso en las tierras bajas de
Cochabamba. Se ha explorado todo lo explorable y las reservas alcanzan cifra
estratosféricas, todo, claro, en manos de las trans.
Dije que al personal del
anterior gobierno había que calificarle de, no sé, pionero, porque la planta de
urea y amoniaco, la separadora de líquidos, la represa sobre el río Ivirizu, el
satélite, la carretera al Beni eran buenos proyectos, solo que administrados
por el Estado, que había elevado la inversión pública. Es cierto que ya no se
puede trasladar la planta de urea a la frontera, pero con la construcción de la
carretera al Beni hemos unido el mercado interno y hoy la urea y el amoniaco
circulan entre el Beni y Santa Cruz, y hacen más fértiles las tierras. Pero las
decisiones las tomó una de las trans. Además, ya no hay cocaleros, solo
jornaleros del Estado, que siembran coca para la corporación y han inundado de
cocales todo resquicio donde pueda producirse. La separadora de líquidos nos
permite tener recipientes de plástico para todo uso, claro que con precios del
mercado. Merece nuestra atención el proyecto de represa sobre el río Ivirizu,
que tan bien lo consiguió una empresa china. China misma pidió administrar el
proyecto, es decir, con una trans china, y se les adjudicó. Hoy somos
exportadores de electricidad en todo el subcontinente gracias a las represas
sobre el Ivirizu, el Bala y otras regiones de la rica red fluvial del Beni.
Hoy nadie podría quejarse
de la situación económica, pues hay sobre empleo, a sueldos bajos, es cierto,
pero un minero que gana mil dólares mes, ¿no es verdad que está bien pagado? Es
como la quinta parte de un obrero gringo, pero para este país, ¿no es suficiente?
Además, no tributamos nada: tenemos arancel cero para atraer la inversión
extranjera y el gobierno hace lo que nosotros queremos. Allá ellos con su
ilusión de soberanía, con sus instituciones, desfiles y bloqueos, allá con las
discusiones parlamentarias. Eso los mantiene distraídos en un ejercicio inútil.
A veces las arcas están vacías, pero para eso el consejo de trans se hace cargo
de la planilla oficial, desde el presidente hasta el último corregidor.
#$%#$%
Los hermanos se
felicitaron de los conocimientos del nieto. Habían acordado llamarlo así: el
nieto. Como él, el abuelo era un líder astuto, que supo usar el voto popular
para los fines políticos de su partido. En ese tiempo, se necesitaba un partido
que transara entre varias posiciones y obtuviera la línea resultante. Un
partido ch’eje, claro, que no debía inclinarse ni por unos ni por otros; pero
todas esas ilusiones democráticas habían terminado con la invasión militar y
con la entrega de la administración al consejo de trans, de transnacionales,
aunque se disimulara con la existencia de un gobierno soberano, que no decidía
nada.
El nieto salió por la
puerta de servicio y como un ciudadano más tomó taxi. Era su manera de estar en
la clandestinidad, o la clandes, simplemente. Se fue a un barrio popular y allí
lo esperaba el catre viejo, los phullus heredados de su padre y los alcayates
que sostenían la ropa en colgadores improvisados; pero también una hermana
jovencita, que lo recibió con un beso y aprontó la cena.
#$%#$%
La cena era un picante
mixto muy equilibrado. El nieto comía picante, y aunque corrigió con llajua el
sabor de algunas presas, que era hacer más picante lo picante, sonrió de
satisfacción y no reprimió un Mmmm, seguido de un beso. Carol aprovechó para
interponerse a horcajadas entre el plato y él y besarlo con la boca abierta,
lamiendo esas encías, esos dientes y esa lengua picantes. El nieto percibió un
cambio en la entrepierna, se incorporó con ella a horcajadas y la tumbó en el
lecho. Terminaron y Carol le consultó: ¿Te lo caliento, mi amor?
El nieto estaba cansado
después de un día intenso. Entró al dormitorio: una de las dos habitaciones de
la casa: la ya descrita y una puertecita que el nieto empujó y se derrumbó en
su catre. Antes de dormir, vio el poster que adornaba una de las paredes: un
rico asalariado mostraba bitcoins y el lema decía: Todos por un mundo
trans.<
Esa era la palabra que lo
resumía todo: trans, un mundo trans, el consejo de trans al poder mundial. Se
entiende de transnacionales, se dijo el nieto antes de dormir. Del modo más
manso, Carol se acurrucó junto a él y acabó por dormirse, no sin antes alistar
la muda de atleta que a las cinco de la mañana vestiría el nieto. <
A las cinco de la mañana
sonó el despertador con una melodía antigua pero típica nacional. El nieto
apagó el despertador y salió de la casa: al aire libre, donde hacía todavía
frío, se sentó en el remo y a poco hacía grandes ejercicios. Carol despertó, se
arrebujó en un salto de cama de un color rojo subido. No se puso calzón porque
sabía lo que le esperaba cuando él saliera de la ducha.<
Vio por la reja del patio
que un taxi llegaba y que el conductor reclinaba su asiento y se disponía a
dormir. Eso lo hizo para concentrarse luego en los miembros sudorosos del
nieto, que no eran demasiado musculosos, ni sus piernas, que eran delgadas pero
consistentes cuando el nieto jugaba fútbol. Carol sintió humedad en su cuerpo:
bajó la mano, se tocó y estaba húmeda, propicia para lo que viniera
#$%#$%
Dick tenía mucho trabajo:
el día íntegro ocupado. Sin embargo, ganaba un millón de dólares al año, y eso
era poco si comparaba con lo que ganaban otros ejecutivos en otros países. Pero
en este país, nadie gana más que yo, se dijo.<
Escuchó el
intercomunicador con imagen, donde una mujer joven, sumamente atractiva, y
blanca por añadidura, le anunciaba con dulce voz que la señorita Meneses había
llegado. Le instruyó que pasara y al verla no pudo reprimir un gesto: digamos
que tenía buenas piernas, pero éstas eran muy cortas; la nariz era aguileña,
los ojos forzadamente agrandados por pestañas postizas, y pare de contar. Nada
que indujera a enamorarla, pero a los criollos los enloquecía. Le ofreció
asiento y un whisky, que ella aceptó con una sonrisa. Al menos su sonrisa era
agradable, pensaría Dick. Se sentó junto a ella y bebieron juntos, él canchero,
ella con una tos que logró dominar. Bueno, continuó Dick, soy todo oídos.<
--Mi nombre es Carol
Meneses, mucho gusto –dijo la muchacha y se le acabó el aplomo.
--Sé por qué viniste
–dijo Dick --.Y bueno, a partir de hoy estás contratada. No necesitas venir acá
ni cumplir horario -- Le dijo a la muchacha cuánto ganaría por mes; la muchacha
no pudo reprimir su sorpresa y a continuación sonrió. Luego se fue y Dick
comenzó a considerarla atractiva, pero luego el holograma de su secretaria lo
sobresaltó: esa sí estaba como quería, y lo peor de todo, es que sonreía y
miraba sensualmente.<
Todo se había
“normalizado” en el planeta desde que el verdadero poder fue sustituido por el
Consejo Mundial Trans. China y Rusia entraron en el negocio porque tenían
incontables trans, que apoyaron la decisión positiva oficial: era un gobierno
paralelo y secreto, que tomaba las decisiones, aunque hubiera gobiernos en la
tierra. Allá ellos con sus ombudsman, su reforma judicial, su pacto fiscal, su
autonomía, todas esas y otras monsergas de la democracia. Hoy se buscaba en el
Planeta la Normalidad, la Estabilidad: qué hermoso hubiera sido sustituir la
consigna Por un mundo trans, por las consignas por un mundo normal, por un
mundo estable, pero era imposible recoger los miles de millones de afiches con
esa foto del asalariado satisfecho y esa consigna trans, que la empresa de
Dick, perdón, la trans de Dick, había impreso como una contribución al nuevo
orden mundial, orden que ningún manifestante trasnochado había de socavar.
#$%#$%<
Dick subió al vehículo
que lo llevaría a dictar una conferencia en una escuela pública. Lo recibieron
unos estudiantes solícitos, que no se ahorraban una sola muestra de cariño. En
particular, las muchachas estaban guapísimas y un poco adelante comprobó que
ellas tenían piernas largas y esbeltas y culos sabrosos. Se prometió una
aventura con una de ellas. <
Una vez que fue
presentado por una estudiante, que leyó un extenso curriculum, Dick ocupó la
cátedra y comenzó:<
--Ustedes ni se imaginan
cómo era el mundo hace nada más que uno o dos siglos. Hubo entusiastas de
conseguir con su voto un Presidente negro: él haría lo que nadie antes a favor
de los humildes. Sin embargo, ese Presidente comandó a la extinta OTAN a invadir
Libia. Mejor dicho, él no decidió nada, sino quienes tenían el poder, quienes
decidían. Entonces se vio con claridad que hacía rato que el poder estaba en
manos de las transnacionales. En esos siglos de respeto por las formas, je,
había lo que se llamó “el complejo militar industrial”. Entonces muchos
relacionadores públicos se volvieron lobbies, es decir, aquellos que visitaban
a los representantes en el Congreso y les ofrecían quedarse en sus puestos a
cabio de leyes. Todo aquí ya era privado, las armas, aviones, cohetes y
uniformes también. Para invadir Libia se necesitaba 700 Exocett, cada uno a mil
millones de dólares. Por supuesto, de fabricación privada, que una ley
determinó su compra inmediata. Un uniforme de la reconstrucción de Irak costaba
100 mil dólares, porque todo estaba computarizado, lo mismo el casco que el
uniforme mismo. Y como era de una transnacional, se dictó una ley para adquirir
cuanto antes cientos, qué diré, miles de uniformes. Del mismo modo se procedió
con las armas convencionales, los aviones y los portaaviones.<
Pero si el poder está en
manos de las transnacionales (de las trans, para simplificar) ¿por qué fingir,
por qué respetar los ritos democráticos? Aquí ven al Presidente negro
condecorando a la gente de color: nada que ponga en riesgo el sistema. Para
eso: que los Estados jueguen su juego, su soberanía, su autodeterminación, sus
autonomías. Que nos convirtamos en fieles servidores de la democracia. Pero
había un elemento difícil: ¿cómo conciliar a las trans si entre ellas había la
más sorda competencia por tener millones, qué digo, miles de millones de
utilidades?<
Aquí debo hacer una
digresión: ¿ustedes han oído hablar de la “mano secreta” del mercado para
regular la economía? ¿No? Es la columna vertebral del liberalismo: hay una mano
oculta del mercado que regula la economía mediante la ley de la oferta y la
demanda. Por tanto, hay una política económica básica: la libre competencia.
Pero esa fue una utopía del liberalismo que nadie cumplió: menos las trans. Se
necesitaba, pues, que las trans se pusieran de acuerdo en constituir un consejo
mundial, una suerte de gobierno detrás del gobierno, que ya existía, solo que
no había que referirse a esto. Había que expropiar a los agitadores la causa de
su auge en el llamado Tercer Mundo: el desempleo, la pobreza, el analfabetismo,
que el consejo de trans podía resolver renunciando a una ínfima parte de sus
ganancias para generar pleno empleo en todo el planeta. ¿Pero a cambio de qué?
De dejar que las trans decidieran en todo el planeta, sobre todo en materia
económica. Teníamos un pequeño país con la reserva de litio más grande del
planeta y una cordillera de los Andes con cientos de minerales, que no eran
explotados por un oscuro sentimiento de soberanía y, vamos a decirlo, por preservar
el paisaje: no permitir la explotación a rajo abierto. ¿Pero qué hacer con los
agitadores? Pues eliminarlos. ¿Cómo? Creando un cuerpo militar internacional
que garantice la estabilidad del sistema. Así se invadió el planeta entero, se
echó a los agitadores, se creó pleno empleo y, a cambio, se pudo explotar el
litio y la cordillera de los Andes a rajo abierto. Se descubrieron minerales
radiactivos, como el uranio, el polonio, tantos otros y en cantidades
considerables para que las trans se sintieran satisfechas.
¿Cómo se llamaban los
invasores? Ingresaron a nuestro país como un Cuerpo Internacional Disuasorio.
Era evidente que la batuta estaba al Norte: Rusia y China admitieron, entre
muchos otros países, la conformación de una fuerza internacional. La situación
del planeta estaba en manos de esa fuerza…y del consejo de trans, que daba
órdenes secretas.<
Había, pues, una sola
fuerza disuasoria y un solo consejo mundial; había un pequeño porcentaje de
billetes para generar empleo seguro en todo el planeta, y esa nueva realidad
había liquidado los sindicatos, las centrales obreras, las federaciones y
confederaciones de trabajadores de la ciudad y el campo. <
#$%#$%
A ese panorama tenía que
enfrentar el nieto, que ahora salía de la ducha completamente desnudo y tumbaba
en el catre a Carol y le hacía el mañanero, pero quizá demasiado rápido porque
estaba atrasado y ya lo esperaba el taxi, el taxista ya despierto y al volante.
¿Adónde irían esos músculos y ese cerebro? Carol no lo sabía y solo esperaba
solícita en esas dos habitaciones, tan solícita que no se había cuidado y
aquella mañana quería hablarle de eso. Pero el nieto salió de casa muy
apurado.<
No bien terminó la
entrevista, Carol se precipitó al primer baño que encontró a vomitarlo todo.
Era pura bilis, pues no soportaba ningún alimento. Se puso colorete en las
mejillas para simularse chaposa y salió con un rostro nuevo: quizá su delgadez
producto del ayuno la hacía más atractiva, se dijo, y comenzó a contonearse
exageradamente.
Llegando a casa, luego de
un viaje eterno en minibús, se dirigió al baño, corrió el cerrojo y sacó de su
cartera una prueba de embarazo: daba positivo. ¿Y ahora cómo le diría al nieto?
´Él sacaba y metía dos y hasta tres veces diarios, con alegre inconciencia, y
nunca le preguntó si.
Era el padre de su niño y
eso cambiaba la figura. ¿Cómo, justo ahora, se le había ocurrido ir a la cita
con Dick? Se prometió no volver y esperó con ansias la oscuridad, cuando
llegara esa mezcla de cerebro y músculos, urgido de tocarla, de abrazarla, de
tumbarla. ¿Se estaba enamorando? Quizá eso no era amor sino ¿encule? Carol
sonrió solita al repetir esa palabra: encule. ¡Cómo retozaba cuando el nieto la
cogía! Se mojaba de solo recordar, como ahora que se le había pasado la
indisposición. Se tocó abajo y estaba tan húmeda que comenzó a masturbarse.
Total, cuando él llegara le pediría que se diera la vuelta. La primera vez
dolió mucho, la segunda también; pero luego de una botella de vino que ambos
tomaron, Carol le urgió a que la penetrara por atrás y que la inundara de
leche. Sin crema: ese chisguete que él traía en las manos y lo agitaba en el
aire: Hoy traje cremita. Era Lidocaína, que el nieto le esparcía
introduciéndole un dedo. Y al final, el esfínter dolía casi nada. Pero ¿qué
podía hacer alguien cuyo miembro medía 12, cuando más 15, cuando había hombres
que medían 30 centímetros? Claro que el recto tenía 40: lo había leído en una
revista, mientras la vagina solo era de 15 o 20 centímetros.
Aquella tarde se le hizo
interminable. ¡Cómo ansiaba que de una vez lo trajera un taxi! Pero pasaron
dos, tres, cuatro días y el nieto no apareció. Se había acabado el alimento y
ni noticia de él. Eso y la cercanía de la paga (cada 15 días) la determinó a
buscar a Dick.
Para su sorpresa. Dick no
estaba enojado con ella; al contrario, la recibió con amplia sonrisa y le
ofreció asiento.
--¿Y, cómo te fue?
Carol trató de disculpar
su ausencia.
--No necesitas hacerlo
–dijo Dick--. Ni venir acá sino cuando tengas información.
Le alcanzó un sobre con
su sueldo: más de lo que ella ganaba mensualmente.
--Es tu primera paga. No
vuelvas acá si no tienes información.
--Quizá no vuelva más –se
atrevió a decir.
--¿Y eso?
Carol dudó en decir que
estaba embarazada, pero al fin lo dijo. Del desconcierto, Dick pasó a la más espléndida
sonrisa.
--¡No me digas!
¡Magnífico! –estalló--. Así lo tendrás más cerca al nieto.
Dick le dio algunas
instrucciones: le preguntó si gozaba haciendo el amor con él y cuando supo que
sintió los primeros síntomas del embarazo al visitarlo por primera vez, rió
como nunca.
Carol se fue satisfecha:
por curiosidad contó los billetes y, en efecto, eran como mil más que lo que ganaba mensualmente. Y
solo por una quincena. Iba a subir al minibús, pero tomó un taxi: eso podía
permitirse ahora.
#$%#$%
A Dick no se le borraba
la sonrisa y, un rato después, sus ojos detectaron un folder que decía
escuetamente: El Nieto. ¡Cuánto tiempo habría estado en su despacho y él ni se
fijó! Tomó el folder y lo abrió: era un informe sobre el nieto, cuál era su
procedencia y cuáles sus actividades subversivas. Al parecer, uno o dos siglos
antes, en la era democrática, el abuelo (¿o bisabuelo) había sembrado zozobra
con el voto popular, que siempre lo favorecía, a él o a su partido. La
oposición se hallaba tan dividida, que por más que lanzara como consigna todos
contra el abuelo, éste ganaba de todas todas. El abuelo tenía las mismas
costumbres que el nieto: hacía deporte, en especial fútbol, pero también pesas
y atletismo. Había vivido más de 100 años hasta que murió de un infarto.
Vinieron otros descendientes sin la menor trascendencia, excepto que
practicaban deportes, hasta que nació ese que para abreviar conocían bajo el
nombre de El Nieto. Educado con una beca, se había formado en el exterior y hoy
estaba en este país para promover agitación. Habían ingresado a la
clandestinidad (que, para abreviar, llamaban clandes) y no se conocía su
paradero.
Dick sonrió: ahora sí se
sabría dónde estaba, y Dick obsequiaría el dato al nuevo sistema, el gobierno
del consejo de las trans, cuya estabilidad era vital. El hombre había vivido en
tribus; de éstas, había pasado a las confederaciones, a las ciudades, a las
naciones, a los Estados nacionales y, por último, al consejo de las trans, que
administraba el planeta por encima de los gobiernos nacionales con sus ritos
democráticos.
--Ahora sí que hay
superestado, y nada ni nadie conspirará contra la estabilidad del nuevo sistema
–se dijo Dick.
Llamó a su secretaria y
le dijo que llamara al jefe de seguridad, ahora mismo.
#$%#
Carol descendió del taxi
en un barrio pobre y desierto. La cerradura de la reja sonó como si no hubiera
otro ruido que la ensordeciera. Cerró la reja y se encaminó a la puerta de
entrada: ocurrió lo mismo, la cerradura que se abría y su sonido, como si fuera
el único en esta soledad. Cerró la puerta y se sentó en el único butacón a
mano. ¡Cómo le dolía la ausencia del nieto! ¿Era amor lo que sentía por él o
solo encule? Quizá la seguridad que le daba su compañía. No tener que
preocuparse de vivir a diario. ¿Volvería a casa de sus papis? ¿Con esa barriga?
Quedó adormilada como hasta medianoche: nada, ni un solo ruido tras la puerta.
Así paso una, dos semanas
en esa rutina, hasta que de las sombras de una calle apareció el nieto. No dijo
nada, solo la volvió de espaldas, le izó el vestido y la penetró. Podía ser un
desconocido pero no: era él. Terminó y se fue adentro. La esperaba sentado a la
mesa. Ni siquiera le preguntó qué había cocinado. Solo le dijo que la tira
andaba cerca y que no lo vería por un buen tiempo, quizás nunca. Carol creyó
que era su obligación decirle que esperaba un niño, pero él no se inmutó: la
miró en silencio, tomó su gorra y se marchó.
“#$%#$%
Tres tipos la siguieron a
Carol. Dieron con el cuartito donde ella esperaba la llegada del nieto. Ingresaron
a patadas al interior y le propinaron de inicio una paliza preventiva, como
ellos la definían. Luego la ataron a una silla y sintieron cómo se le aflojaban
los esfínteres de puro terror.<
--¡Cochina! ¡Eso no se
hace sin permiso! ¿Así aprendiste modales? –le dijo el que parecía el jefe,
quien ordenó que la desataran y a ella que corriera al baño a asearse. Cuando
Carol volvió, el jefe le ordenó que se desnudara.
--Vamos a ver si te
aseaste –dijo.
La revisó a conciencia y
cuando vio el coño casi lampiño y no obstante natural, sacó su miembro en
silencio y lo irguió.
--Vamos a ver qué tanto
te bañaste –dijo y la penetró. Mientras se movía no cesaba de decir: ¿Así
gozabas cuando el nieto te la hacía?
La violación fue suave
frente a lo que se vino después. En su informe de viva voz, el jefe incluyó que
le habían quemado con cigarrillo los senos y el rostro, hasta que se desmayó.
--La desudamos enterita.
Notamos que estaba embarazada. La hicimos sentar en un bloque de huelo. Y nada.
--Así que esperamos a que
se recobrara y decidimos inyectarle la droga de la verdad.
--¿Y qué dijo? –preguntó
Dick.<
--Nada. No dijo nada.
Comprobamos así que no sabía.<
--¿El paradero del nieto?
–se preguntó Dick.<
#$%%W<
Año Nuevo. La gente lo
recibía con champán. Dick se dijo: Un año pleno. El consejo de las trans
garantizaba la Estabilidad en el planeta. Una estabilidad para que las trans
hicieran negocios. Claro que tenía, ¿cómo lo dijo ese gangster de la serie que
vio en TV? Ah, sí, “una piedra en el zapato”. Una piedrita menuda que le
impedía gozar de un año pleno: el paradero del nieto.<
--Pobre de él –se dijo--.
Mira que comparar al consejo de las trans con el superestado minero feudal, que
ocurrió ¿hace cuánto? ¿Uno o dos siglos?
EL NIETO.
El taxi aéreo tardó en
llegar: había una manifestación. Dick la miró con desprecio cuando bajaba del
taxi en la terraza del edificio y dijo: Je, soberanía, después de tantos años
que los invadimos.
Un siglo antes no había
forma de ganar una elección; la democracia les hacía ganarlas todas. Un capitán
de marina sugirió invadirlos y establecer una dictadura, todo para tomar el
salar, el depósito de litio si no más rico, uno de los más ricos y extensos del
mundo. Una transnacional se adjudicó la explotación y ganaba un chingo de
bitcoins, como se llamaba la moneda mundial. Allí abajo, a las puertas del
edificio, un grupo de gente se manifestaba contra los giros increíbles que la
transnacional hacía al norte, pero el gobierno ya había enviado a la policía,
que los bombardearía desde el aire, según se dijo Dick, el ejecutivo de la
trans.
Dos empleados solícitos
lo saludaron y Dick bajó por un ascensor; se roció con alcohol las manos: los
dos empleados las habían estrechado, y aunque eran blancos, Dick no toleraba el
contacto. Debían ser nuevos, porque los antiguos conocían las fobias de Dick y
evitaban todo contacto con su cuerpo, pero se deshacían en ademanes y sonrisas
quizá más serviles.<
Pasó la junta ejecutiva y
Dick subió a otro coche aéreo, que traía el logotipo de la empresa, de su
empresa. Le esperaba un viaje al Salar, viaje largo, así que el chofer accionó
unos retropropulsores, que convirtieron al coche en un super jet: 1.000
kilómetros por hora hasta llegar a la inmensa pampa del salar, donde debía
inspeccionar la explotación.
Dick descendió al salar:
una piscina inmensa, excavada en varios metros, qué digo, decenas o quizá
centenas de metros turbaba la paz del salar. Máquinas excavadoras continuaban
las 24 horas su ruido infernal e inmensas volquetas transportaban la sal a unos
aviones también gigantes, que despegaban continuamente llevándose la sal
cargada de litio. Pero ese ruido ensordecedor a Dick le encantaba. Mira que
concentrar en este pequeño país tanto litio, se dijo, y eso que no se había
explorado, ¿o sí?, las altas montañas que circundaban el altiplano, para saber
qué minerales escondían.
Potosí a estas
horas…Estarían temblando de frío, sin energía, sin luz, solo con los potentes
reflectores que alumbraban lo que había quedado del Cerro rico, el primero en
ser explotado a cielo abierto, pese a los esfuerzos del comité cívico, que
continuamente protestaban sin eco alguno, gracias al señuelo del pleno empleo y
con buenos salarios, que quitaba base a la misma Federación de Mineros.
Uyuni era una ciudad
fantasma, ya sin habitantes no obstante ser el puerto seco del país; pero ya
nada podía hacerse para rescatarla.
--Brrr, qué frío –se
quejó Dick; hacía unos 40 bajo cero--. Debe ser por nuestra intervención.
Vio las ruinas de los hoteles
de sal y se dijo que todo turismo en la zona había fracasado, no se colara
entre ellos algún ecologista; no había nada salvo la explotación de litio de la
trans y eso había cortado el equilibrio del clima en la zona, que nunca había
sido tan frío. Dick se consoló al entrar a las instalaciones subterráneas de su
oficina, donde había un clima templado, aunque artificial.
Aquí no hay problemas
laborales, ni leyes ni, se dijo Dick: Todos ganan lo suficiente para vivir, a
condición de que no armaran ningún sindicato. Y recordó la manifestación urbana
contra sus oficinas, convocada por esa Central Obrera, que no representaba ni
al 1 por ciento, qué digo, ni al 0,01 por ciento del país.
Dick ingresó a las
oficinas del yacimiento, un ambiente muy iluminado con luz blanca, donde el
ruido exterior se filtraba apenas. Lo esperaba una llamada desde su laptop. Era
su operador de la capital que le transfirió al Departamento Técnico. Un gringo
sonriente, cómo no, le dijo que en las montañas habían encontrado uranio. ¿Se
imaginaba Dick cuánto ganarían? Y no solo eso: también los minerales consabidos
ahora que todo se explotaba a rajo abierto. Le costó a Dick no haberse enterado
de las enormes riquezas ya explotadas en las montañas. Es cierto que las
explotaciones masivas a rajo abierto habían extremado la sequía y sobre todo el
clima, nunca tan frío como ahora; pero las ganancias de las trans iban en
aumento y compensaban ampliamente la inversión en el pleno empleo. Los
servicios públicos se habían reducido: ciudades como Cochabamba ya no tenían el
agua de Misicuni, una represa desierta de agua y a punto de quebrarse, se dijo
Dick sonriendo. Ahora la ciudad recibía el agua de Corani, que era bastante
cara. La instalación era gratuita, cómo no, pero el usuario se uncía al consumo
cada vez más caro del agua, por supuesto bajo el control de una trans.
Dick imaginó el oriente
de tierras bajas, donde pastaba el ganado de exportación a Rusia y China. Otra
trans, esta vez con rusos y chinos socios, había sustituido el esfuerzo general.
¿Y los cocaleros? Habían desaparecido desde que el nuevo gobierno decretó la
organización de una corporación estatal, que se encargaría de sembrar coca y
procesarla hasta convertirla en clorhidrato de cocaína, 99 por ciento puro, que
el Estado exportaba al mercado internacional. ¿Corrupción? Ja. ¿Qué significaba
lo que robaban los gobernantes frente a la ingente riqueza de las trans por la
explotación de todos, digo todos, los recursos naturales?
Nada era lo de antes: al
inicio, hubo protestas y manifestaciones, sobre todo cuando vivía el “líder de
los pueblos”, pero cuando murió colgado de un farol, como Villarroel, hace dos
o tres generaciones, y cuando las tropas invadieron este pequeño gran país,
todo mejoró: los descontentos fueron contratados con excelentes sueldos. Aquí
no se hacía nada gratis; todo tenía su paga. Y los pocos ricos se fueron al
exterior a gozar su fortuna. Con un buen depósito en los paraísos fiscales
evadían impuestos y vivían de jugosos intereses. Todos excepto el nieto o bisnieto
del “líder de los pueblos”, que se atrevía a convocar a una manifestación.
#$%#$
Le tenían mucho respeto;
se notaba enseguida. No aclaraban por qué: quizá porque era el nieto (¿o el
bisnieto?) del “líder de los pueblos”. Era bastante joven; en todo caso, más
joven que todos los que conformaban ese grupo de aguerridos, entre los cuales
no faltaba un hombre de 80 años, tres mujeres de 60 y quizá más. Pero lo
respetaban. El abuelo o bisabuelo había hecho respetar la soberanía y la
oposición no podía con el voto popular, siempre favorable al abuelo o a su
fórmula. Los opositores comenzaban a desilusionarse de la democracia: perdían
en las urnas, inventaban un fraude electoral o decían que “el pueblo” estaba
muy descontento con el gobierno. En el fondo, desconfiaban de la democracia,
porque ellos querían el “gobierno de los mejores”, la aristocracia, pero en
realidad querían aplicar todo su ingenio para atender sus intereses y no los de
esa mayoría ignara.
Todo parecía eternizarse
con la democracia, pero llegaron los invasores armados hasta los dientes y con
un organismo internacional que simulaba una participación colectiva; y detrás
de ellos, los ejecutivos de las trans, no todos gringos, hay que decirlo,
porque también había rusos y chinos con mucho dinero para invertir.
Por esos y otros motivos
fue gestándose la resistencia, que enarbolaba consignas antiguas, como la
soberanía, que las nuevas generaciones no entendían. Al cabo, el nieto o
bisnieto convocó a un ampliado de emergencia y a él acudían los viejos
militantes con el mayor sigilo.
Me río cuando uso esa
expresión: con el mayor sigilo, porque mi padre, que nació en el año 1 del
siglo 20 decía que, herido y trasladado a Villamontes, comprobó que un estafeta
convocaba a los oficiales al putero, y decía que todos debían ir “con el mayor
sigilo”, como si fuera el nombre de otro oficial. Esto ocurrió en la guerra del
Chaco, hacía más de un siglo.
Total, que el nieto o
bisnieto convocaba a ese ampliado de emergencia, para informarles que todas y
todos debían entrar a la clandestinidad.
--¿En qué año estamos?
--En el 2022.
--¿De qué siglo?
--23.
--Hermanos: Tenemos que
entrar a la clandestinidad. ¿Saben qué es eso? Es dividirse por células de a
cinco. ¿Y saben por qué? Porque nadie hoy puede hacerse el gallito y resistir
la tortura para no decir nada. Hoy te inoculan la droga de la verdad y cantas
con guitarra y todo. Pero eso era en cuanto a la represión, porque en nuestro
campo inventamos la compartimentación. ¿Saben qué es eso? Es que cada uno de
los cinco sabe un poco de la verdad, pero no toda. Y así, si uno falta a la
reunión, todos se desbandan. Irán a la hora en punto, pero si no está el
hermano, se harán chinka.
Como no le entendían, el
nieto continuó:
--Esto ocurrió, a ver, a
mediados del siglo 20, cuando Argelia quiso lograr su independencia de Francia.
Entonces, los franceses crearon la OAS, un organismo oficial represor, que
estrenó en Argelia la droga de la verdad. Al final, Argelia ganó y los
franceses ofrecieron sus servicios a los norteamericanos en la guerra de
Vietnam. Pero los argelinos también inventaron la compartimentación. Por si
acaso, cuando se realizaron los juicios contra los dictadores y torturadores
argentinos, ellos pretextaron que los asesores militares eran franceses y
fungían en la embajada como agregados. Eran alumnos de alguien que instruyó a
la inteligencia de Estados Unidos en Washington y en Vietnam. Eso ocurrió
cuando enjuiciaron al general Bignone, presidente, y a los torturadores de la
escuela de mecánica de la armada.
#$%#$%
A Dick le esperaba otra
reunión en la capital. La policía había actuado con eficiencia al dispersar la
manifestación, pero el nieto había huido y nada, ni las torturas, obligarían a
los detenidos a revelar algo que no sabían.
En una junta muy bien iluminada,
todos los ejecutivos de la empresa cuidaban el butacón mayor y en el pizarrón
había un mapa de nuestro país, por supuesto en video.
--Todo el país está
copado—dijo el expositor yéndose al grano: de norte a sur y de este a oeste. No
todos los planes del gobierno pasado eran malos, solo que tenían por cabeza al
Estado. Hoy solo existe el mercado, es decir, el monopolio de las
transnacionales. El corredor biocéanico, por ejemplo, una gran idea, ha sido
construido por una cadena de trans, que se reparten su administración. Así los
dos océanos están unidos por la parte más angosta del subcontinente, que
ocupaba este pequeño gran país, maldecido quizás por la historia y la política,
pero bendecido por la geografía y la economía. Las trans quisieron anular las
aduanas, pero el consejo de trans, que en realidad gobierna este país, je je,
decidió que había que conservar para los naturales, lo mismo que el
contrabando, para darles la ilusión de que son soberanos.
Todo el corredor está
plagado de hoteles de cinco estrellas, todos privados, y de servicios mecánicos
y otros, todos también privados.
El gas. Hubo hace como no
sé cuántos siglos (tal vez solo uno) dificultades de exportar gas a los países
vecinos, pero desde que se consiguió el primer proyecto de fracking, la
exploración se resolvió incluso con el hallazgo de petróleo pesado, bueno para
elaborar diésel. Hoy este país es realmente el distribuidor de energía del
subcontinente, y en eso debemos honrar la memoria de los gobernantes
anteriores, solo que todo está en manos de las trans. El gas tiene reservorios
en el Chaco, Tarija, Chuquisaca y Santa Cruz, incluso en las tierras bajas de
Cochabamba. Se ha explorado todo lo explorable y las reservas alcanzan cifra
estratosféricas, todo, claro, en manos de las trans.
Dije que al personal del
anterior gobierno había que calificarle de, no sé, pionero, porque la planta de
urea y amoniaco, la separadora de líquidos, la represa sobre el río Ivirizu, el
satélite, la carretera al Beni eran buenos proyectos, solo que administrados
por el Estado, que había elevado la inversión pública. Es cierto que ya no se
puede trasladar la planta de urea a la frontera, pero con la construcción de la
carretera al Beni hemos unido el mercado interno y hoy la urea y el amoniaco
circulan entre el Beni y Santa Cruz, y hacen más fértiles las tierras. Pero las
decisiones las tomó una de las trans. Además, ya no hay cocaleros, solo
jornaleros del Estado, que siembran coca para la corporación y han inundado de
cocales todo resquicio donde pueda producirse. La separadora de líquidos nos
permite tener recipientes de plástico para todo uso, claro que con precios del
mercado. Merece nuestra atención el proyecto de represa sobre el río Ivirizu,
que tan bien lo consiguió una empresa china. China misma pidió administrar el
proyecto, es decir, con una trans china, y se les adjudicó. Hoy somos
exportadores de electricidad en todo el subcontinente gracias a las represas
sobre el Ivirizu, el Bala y otras regiones de la rica red fluvial del Beni.
Hoy nadie podría quejarse
de la situación económica, pues hay sobre empleo, a sueldos bajos, es cierto,
pero un minero que gana mil dólares mes, ¿no es verdad que está bien pagado? Es
como la quinta parte de un obrero gringo, pero para este país, ¿no es suficiente?
Además, no tributamos nada: tenemos arancel cero para atraer la inversión
extranjera y el gobierno hace lo que nosotros queremos. Allá ellos con su
ilusión de soberanía, con sus instituciones, desfiles y bloqueos, allá con las
discusiones parlamentarias. Eso los mantiene distraídos en un ejercicio inútil.
A veces las arcas están vacías, pero para eso el consejo de trans se hace cargo
de la planilla oficial, desde el presidente hasta el último corregidor.
#$%#$%
Los hermanos se
felicitaron de los conocimientos del nieto. Habían acordado llamarlo así: el
nieto. Como él, el abuelo era un líder astuto, que supo usar el voto popular
para los fines políticos de su partido. En ese tiempo, se necesitaba un partido
que transara entre varias posiciones y obtuviera la línea resultante. Un
partido ch’eje, claro, que no debía inclinarse ni por unos ni por otros; pero
todas esas ilusiones democráticas habían terminado con la invasión militar y
con la entrega de la administración al consejo de trans, de transnacionales,
aunque se disimulara con la existencia de un gobierno soberano, que no decidía
nada.
El nieto salió por la
puerta de servicio y como un ciudadano más tomó taxi. Era su manera de estar en
la clandestinidad, o la clandes, simplemente. Se fue a un barrio popular y allí
lo esperaba el catre viejo, los phullus heredados de su padre y los alcayates
que sostenían la ropa en colgadores improvisados; pero también una hermana
jovencita, que lo recibió con un beso y aprontó la cena.
#$%#$%
La cena era un picante
mixto muy equilibrado. El nieto comía picante, y aunque corrigió con llajua el
sabor de algunas presas, que era hacer más picante lo picante, sonrió de
satisfacción y no reprimió un Mmmm, seguido de un beso. Carol aprovechó para
interponerse a horcajadas entre el plato y él y besarlo con la boca abierta,
lamiendo esas encías, esos dientes y esa lengua picantes. El nieto percibió un
cambio en la entrepierna, se incorporó con ella a horcajadas y la tumbó en el
lecho. Terminaron y Carol le consultó: ¿Te lo caliento, mi amor?
El nieto estaba cansado
después de un día intenso. Entró al dormitorio: una de las dos habitaciones de
la casa: la ya descrita y una puertecita que el nieto empujó y se derrumbó en
su catre. Antes de dormir, vio el poster que adornaba una de las paredes: un
rico asalariado mostraba bitcoins y el lema decía: Todos por un mundo
trans.<
Esa era la palabra que lo
resumía todo: trans, un mundo trans, el consejo de trans al poder mundial. Se
entiende de transnacionales, se dijo el nieto antes de dormir. Del modo más
manso, Carol se acurrucó junto a él y acabó por dormirse, no sin antes alistar
la muda de atleta que a las cinco de la mañana vestiría el nieto. <
A las cinco de la mañana
sonó el despertador con una melodía antigua pero típica nacional. El nieto
apagó el despertador y salió de la casa: al aire libre, donde hacía todavía
frío, se sentó en el remo y a poco hacía grandes ejercicios. Carol despertó, se
arrebujó en un salto de cama de un color rojo subido. No se puso calzón porque
sabía lo que le esperaba cuando él saliera de la ducha.<
Vio por la reja del patio
que un taxi llegaba y que el conductor reclinaba su asiento y se disponía a
dormir. Eso lo hizo para concentrarse luego en los miembros sudorosos del
nieto, que no eran demasiado musculosos, ni sus piernas, que eran delgadas pero
consistentes cuando el nieto jugaba fútbol. Carol sintió humedad en su cuerpo:
bajó la mano, se tocó y estaba húmeda, propicia para lo que viniera
#$%#$%
Dick tenía mucho trabajo:
el día íntegro ocupado. Sin embargo, ganaba un millón de dólares al año, y eso
era poco si comparaba con lo que ganaban otros ejecutivos en otros países. Pero
en este país, nadie gana más que yo, se dijo.<
Escuchó el
intercomunicador con imagen, donde una mujer joven, sumamente atractiva, y
blanca por añadidura, le anunciaba con dulce voz que la señorita Meneses había
llegado. Le instruyó que pasara y al verla no pudo reprimir un gesto: digamos
que tenía buenas piernas, pero éstas eran muy cortas; la nariz era aguileña,
los ojos forzadamente agrandados por pestañas postizas, y pare de contar. Nada
que indujera a enamorarla, pero a los criollos los enloquecía. Le ofreció
asiento y un whisky, que ella aceptó con una sonrisa. Al menos su sonrisa era
agradable, pensaría Dick. Se sentó junto a ella y bebieron juntos, él canchero,
ella con una tos que logró dominar. Bueno, continuó Dick, soy todo oídos.<
--Mi nombre es Carol
Meneses, mucho gusto –dijo la muchacha y se le acabó el aplomo.
--Sé por qué viniste
–dijo Dick --.Y bueno, a partir de hoy estás contratada. No necesitas venir acá
ni cumplir horario -- Le dijo a la muchacha cuánto ganaría por mes; la muchacha
no pudo reprimir su sorpresa y a continuación sonrió. Luego se fue y Dick
comenzó a considerarla atractiva, pero luego el holograma de su secretaria lo
sobresaltó: esa sí estaba como quería, y lo peor de todo, es que sonreía y
miraba sensualmente.<
Todo se había
“normalizado” en el planeta desde que el verdadero poder fue sustituido por el
Consejo Mundial Trans. China y Rusia entraron en el negocio porque tenían
incontables trans, que apoyaron la decisión positiva oficial: era un gobierno
paralelo y secreto, que tomaba las decisiones, aunque hubiera gobiernos en la
tierra. Allá ellos con sus ombudsman, su reforma judicial, su pacto fiscal, su
autonomía, todas esas y otras monsergas de la democracia. Hoy se buscaba en el
Planeta la Normalidad, la Estabilidad: qué hermoso hubiera sido sustituir la
consigna Por un mundo trans, por las consignas por un mundo normal, por un
mundo estable, pero era imposible recoger los miles de millones de afiches con
esa foto del asalariado satisfecho y esa consigna trans, que la empresa de
Dick, perdón, la trans de Dick, había impreso como una contribución al nuevo
orden mundial, orden que ningún manifestante trasnochado había de socavar.
#$%#$%<
Dick subió al vehículo
que lo llevaría a dictar una conferencia en una escuela pública. Lo recibieron
unos estudiantes solícitos, que no se ahorraban una sola muestra de cariño. En
particular, las muchachas estaban guapísimas y un poco adelante comprobó que
ellas tenían piernas largas y esbeltas y culos sabrosos. Se prometió una
aventura con una de ellas. <
Una vez que fue
presentado por una estudiante, que leyó un extenso curriculum, Dick ocupó la
cátedra y comenzó:<
--Ustedes ni se imaginan
cómo era el mundo hace nada más que uno o dos siglos. Hubo entusiastas de
conseguir con su voto un Presidente negro: él haría lo que nadie antes a favor
de los humildes. Sin embargo, ese Presidente comandó a la extinta OTAN a invadir
Libia. Mejor dicho, él no decidió nada, sino quienes tenían el poder, quienes
decidían. Entonces se vio con claridad que hacía rato que el poder estaba en
manos de las transnacionales. En esos siglos de respeto por las formas, je,
había lo que se llamó “el complejo militar industrial”. Entonces muchos
relacionadores públicos se volvieron lobbies, es decir, aquellos que visitaban
a los representantes en el Congreso y les ofrecían quedarse en sus puestos a
cabio de leyes. Todo aquí ya era privado, las armas, aviones, cohetes y
uniformes también. Para invadir Libia se necesitaba 700 Exocett, cada uno a mil
millones de dólares. Por supuesto, de fabricación privada, que una ley
determinó su compra inmediata. Un uniforme de la reconstrucción de Irak costaba
100 mil dólares, porque todo estaba computarizado, lo mismo el casco que el
uniforme mismo. Y como era de una transnacional, se dictó una ley para adquirir
cuanto antes cientos, qué diré, miles de uniformes. Del mismo modo se procedió
con las armas convencionales, los aviones y los portaaviones.<
Pero si el poder está en
manos de las transnacionales (de las trans, para simplificar) ¿por qué fingir,
por qué respetar los ritos democráticos? Aquí ven al Presidente negro
condecorando a la gente de color: nada que ponga en riesgo el sistema. Para
eso: que los Estados jueguen su juego, su soberanía, su autodeterminación, sus
autonomías. Que nos convirtamos en fieles servidores de la democracia. Pero
había un elemento difícil: ¿cómo conciliar a las trans si entre ellas había la
más sorda competencia por tener millones, qué digo, miles de millones de
utilidades?<
Aquí debo hacer una
digresión: ¿ustedes han oído hablar de la “mano secreta” del mercado para
regular la economía? ¿No? Es la columna vertebral del liberalismo: hay una mano
oculta del mercado que regula la economía mediante la ley de la oferta y la
demanda. Por tanto, hay una política económica básica: la libre competencia.
Pero esa fue una utopía del liberalismo que nadie cumplió: menos las trans. Se
necesitaba, pues, que las trans se pusieran de acuerdo en constituir un consejo
mundial, una suerte de gobierno detrás del gobierno, que ya existía, solo que
no había que referirse a esto. Había que expropiar a los agitadores la causa de
su auge en el llamado Tercer Mundo: el desempleo, la pobreza, el analfabetismo,
que el consejo de trans podía resolver renunciando a una ínfima parte de sus
ganancias para generar pleno empleo en todo el planeta. ¿Pero a cambio de qué?
De dejar que las trans decidieran en todo el planeta, sobre todo en materia
económica. Teníamos un pequeño país con la reserva de litio más grande del
planeta y una cordillera de los Andes con cientos de minerales, que no eran
explotados por un oscuro sentimiento de soberanía y, vamos a decirlo, por preservar
el paisaje: no permitir la explotación a rajo abierto. ¿Pero qué hacer con los
agitadores? Pues eliminarlos. ¿Cómo? Creando un cuerpo militar internacional
que garantice la estabilidad del sistema. Así se invadió el planeta entero, se
echó a los agitadores, se creó pleno empleo y, a cambio, se pudo explotar el
litio y la cordillera de los Andes a rajo abierto. Se descubrieron minerales
radiactivos, como el uranio, el polonio, tantos otros y en cantidades
considerables para que las trans se sintieran satisfechas.
¿Cómo se llamaban los
invasores? Ingresaron a nuestro país como un Cuerpo Internacional Disuasorio.
Era evidente que la batuta estaba al Norte: Rusia y China admitieron, entre
muchos otros países, la conformación de una fuerza internacional. La situación
del planeta estaba en manos de esa fuerza…y del consejo de trans, que daba
órdenes secretas.<
Había, pues, una sola
fuerza disuasoria y un solo consejo mundial; había un pequeño porcentaje de
billetes para generar empleo seguro en todo el planeta, y esa nueva realidad
había liquidado los sindicatos, las centrales obreras, las federaciones y
confederaciones de trabajadores de la ciudad y el campo. <
#$%#$%
A ese panorama tenía que
enfrentar el nieto, que ahora salía de la ducha completamente desnudo y tumbaba
en el catre a Carol y le hacía el mañanero, pero quizá demasiado rápido porque
estaba atrasado y ya lo esperaba el taxi, el taxista ya despierto y al volante.
¿Adónde irían esos músculos y ese cerebro? Carol no lo sabía y solo esperaba
solícita en esas dos habitaciones, tan solícita que no se había cuidado y
aquella mañana quería hablarle de eso. Pero el nieto salió de casa muy
apurado.<
No bien terminó la
entrevista, Carol se precipitó al primer baño que encontró a vomitarlo todo.
Era pura bilis, pues no soportaba ningún alimento. Se puso colorete en las
mejillas para simularse chaposa y salió con un rostro nuevo: quizá su delgadez
producto del ayuno la hacía más atractiva, se dijo, y comenzó a contonearse
exageradamente.
Llegando a casa, luego de
un viaje eterno en minibús, se dirigió al baño, corrió el cerrojo y sacó de su
cartera una prueba de embarazo: daba positivo. ¿Y ahora cómo le diría al nieto?
´Él sacaba y metía dos y hasta tres veces diarios, con alegre inconciencia, y
nunca le preguntó si.
Era el padre de su niño y
eso cambiaba la figura. ¿Cómo, justo ahora, se le había ocurrido ir a la cita
con Dick? Se prometió no volver y esperó con ansias la oscuridad, cuando
llegara esa mezcla de cerebro y músculos, urgido de tocarla, de abrazarla, de
tumbarla. ¿Se estaba enamorando? Quizá eso no era amor sino ¿encule? Carol
sonrió solita al repetir esa palabra: encule. ¡Cómo retozaba cuando el nieto la
cogía! Se mojaba de solo recordar, como ahora que se le había pasado la
indisposición. Se tocó abajo y estaba tan húmeda que comenzó a masturbarse.
Total, cuando él llegara le pediría que se diera la vuelta. La primera vez
dolió mucho, la segunda también; pero luego de una botella de vino que ambos
tomaron, Carol le urgió a que la penetrara por atrás y que la inundara de
leche. Sin crema: ese chisguete que él traía en las manos y lo agitaba en el
aire: Hoy traje cremita. Era Lidocaína, que el nieto le esparcía
introduciéndole un dedo. Y al final, el esfínter dolía casi nada. Pero ¿qué
podía hacer alguien cuyo miembro medía 12, cuando más 15, cuando había hombres
que medían 30 centímetros? Claro que el recto tenía 40: lo había leído en una
revista, mientras la vagina solo era de 15 o 20 centímetros.
Aquella tarde se le hizo
interminable. ¡Cómo ansiaba que de una vez lo trajera un taxi! Pero pasaron
dos, tres, cuatro días y el nieto no apareció. Se había acabado el alimento y
ni noticia de él. Eso y la cercanía de la paga (cada 15 días) la determinó a
buscar a Dick.
Para su sorpresa. Dick no
estaba enojado con ella; al contrario, la recibió con amplia sonrisa y le
ofreció asiento.
--¿Y, cómo te fue?
Carol trató de disculpar
su ausencia.
--No necesitas hacerlo
–dijo Dick--. Ni venir acá sino cuando tengas información.
Le alcanzó un sobre con
su sueldo: más de lo que ella ganaba mensualmente.
--Es tu primera paga. No
vuelvas acá si no tienes información.
--Quizá no vuelva más –se
atrevió a decir.
--¿Y eso?
Carol dudó en decir que
estaba embarazada, pero al fin lo dijo. Del desconcierto, Dick pasó a la más espléndida
sonrisa.
--¡No me digas!
¡Magnífico! –estalló--. Así lo tendrás más cerca al nieto.
Dick le dio algunas
instrucciones: le preguntó si gozaba haciendo el amor con él y cuando supo que
sintió los primeros síntomas del embarazo al visitarlo por primera vez, rió
como nunca.
Carol se fue satisfecha:
por curiosidad contó los billetes y, en efecto, eran como mil más que lo que ganaba mensualmente. Y
solo por una quincena. Iba a subir al minibús, pero tomó un taxi: eso podía
permitirse ahora.
#$%#$%
A Dick no se le borraba
la sonrisa y, un rato después, sus ojos detectaron un folder que decía
escuetamente: El Nieto. ¡Cuánto tiempo habría estado en su despacho y él ni se
fijó! Tomó el folder y lo abrió: era un informe sobre el nieto, cuál era su
procedencia y cuáles sus actividades subversivas. Al parecer, uno o dos siglos
antes, en la era democrática, el abuelo (¿o bisabuelo) había sembrado zozobra
con el voto popular, que siempre lo favorecía, a él o a su partido. La
oposición se hallaba tan dividida, que por más que lanzara como consigna todos
contra el abuelo, éste ganaba de todas todas. El abuelo tenía las mismas
costumbres que el nieto: hacía deporte, en especial fútbol, pero también pesas
y atletismo. Había vivido más de 100 años hasta que murió de un infarto.
Vinieron otros descendientes sin la menor trascendencia, excepto que
practicaban deportes, hasta que nació ese que para abreviar conocían bajo el
nombre de El Nieto. Educado con una beca, se había formado en el exterior y hoy
estaba en este país para promover agitación. Habían ingresado a la
clandestinidad (que, para abreviar, llamaban clandes) y no se conocía su
paradero.
Dick sonrió: ahora sí se
sabría dónde estaba, y Dick obsequiaría el dato al nuevo sistema, el gobierno
del consejo de las trans, cuya estabilidad era vital. El hombre había vivido en
tribus; de éstas, había pasado a las confederaciones, a las ciudades, a las
naciones, a los Estados nacionales y, por último, al consejo de las trans, que
administraba el planeta por encima de los gobiernos nacionales con sus ritos
democráticos.
--Ahora sí que hay
superestado, y nada ni nadie conspirará contra la estabilidad del nuevo sistema
–se dijo Dick.
Llamó a su secretaria y
le dijo que llamara al jefe de seguridad, ahora mismo.
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Carol descendió del taxi
en un barrio pobre y desierto. La cerradura de la reja sonó como si no hubiera
otro ruido que la ensordeciera. Cerró la reja y se encaminó a la puerta de
entrada: ocurrió lo mismo, la cerradura que se abría y su sonido, como si fuera
el único en esta soledad. Cerró la puerta y se sentó en el único butacón a
mano. ¡Cómo le dolía la ausencia del nieto! ¿Era amor lo que sentía por él o
solo encule? Quizá la seguridad que le daba su compañía. No tener que
preocuparse de vivir a diario. ¿Volvería a casa de sus papis? ¿Con esa barriga?
Quedó adormilada como hasta medianoche: nada, ni un solo ruido tras la puerta.
Así paso una, dos semanas
en esa rutina, hasta que de las sombras de una calle apareció el nieto. No dijo
nada, solo la volvió de espaldas, le izó el vestido y la penetró. Podía ser un
desconocido pero no: era él. Terminó y se fue adentro. La esperaba sentado a la
mesa. Ni siquiera le preguntó qué había cocinado. Solo le dijo que la tira
andaba cerca y que no lo vería por un buen tiempo, quizás nunca. Carol creyó
que era su obligación decirle que esperaba un niño, pero él no se inmutó: la
miró en silencio, tomó su gorra y se marchó.
“#$%#$%
Tres tipos la siguieron a
Carol. Dieron con el cuartito donde ella esperaba la llegada del nieto. Ingresaron
a patadas al interior y le propinaron de inicio una paliza preventiva, como
ellos la definían. Luego la ataron a una silla y sintieron cómo se le aflojaban
los esfínteres de puro terror.<
--¡Cochina! ¡Eso no se
hace sin permiso! ¿Así aprendiste modales? –le dijo el que parecía el jefe,
quien ordenó que la desataran y a ella que corriera al baño a asearse. Cuando
Carol volvió, el jefe le ordenó que se desnudara.
--Vamos a ver si te
aseaste –dijo.
La revisó a conciencia y
cuando vio el coño casi lampiño y no obstante natural, sacó su miembro en
silencio y lo irguió.
--Vamos a ver qué tanto
te bañaste –dijo y la penetró. Mientras se movía no cesaba de decir: ¿Así
gozabas cuando el nieto te la hacía?
La violación fue suave
frente a lo que se vino después. En su informe de viva voz, el jefe incluyó que
le habían quemado con cigarrillo los senos y el rostro, hasta que se desmayó.
--La desudamos enterita.
Notamos que estaba embarazada. La hicimos sentar en un bloque de huelo. Y nada.
--Así que esperamos a que
se recobrara y decidimos inyectarle la droga de la verdad.
--¿Y qué dijo? –preguntó
Dick.<
--Nada. No dijo nada.
Comprobamos así que no sabía.<
--¿El paradero del nieto?
–se preguntó Dick.<
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Año Nuevo. La gente lo
recibía con champán. Dick se dijo: Un año pleno. El consejo de las trans
garantizaba la Estabilidad en el planeta. Una estabilidad para que las trans
hicieran negocios. Claro que tenía, ¿cómo lo dijo ese gangster de la serie que
vio en TV? Ah, sí, “una piedra en el zapato”. Una piedrita menuda que le
impedía gozar de un año pleno: el paradero del nieto.<
--Pobre de él –se dijo--.
Mira que comparar al consejo de las trans con el superestado minero feudal, que
ocurrió ¿hace cuánto? ¿Uno o dos siglos?